domingo, 7 de octubre de 2007

Domingo de octubre

Después de comer se ha quedado dormida tumbada en el sofá, desfallecida en una postura extraña que distorsiona un poco su apariencia y le hace pensar a él, durante unos segundos, en la muerte (la boca ligeramente entreabierta, la mandíbula alzada hacia atrás, el precioso cuello blanco expuesto). Si estuvieran solos sabe perfectamente qué haría: besar ese cuello, acariciar sus caderas, despertar su húmeda y palpitante ternura. Late sin prisa el domingo. El deseo. La vida.

3 comentarios:

Luis Rivera dijo...

No lo puedo evitar, a esta impresión debo añadirle un ligero aroma a sudor, a humedad corporal, al aire espeso que late en el deseo.

Jesús Miramón dijo...

El sexo nunca nos abandona (pero se regocija con especial morbidez en el abandono).

Hipatia dijo...

Exquisito.
Un saludín desde la Enterprise.