jueves, 31 de diciembre de 2009

Musgo

La lluvia nos acompañó durante todo el viaje, una lluvia suave y constante que continúa cayendo en la noche que cubre los bosques que nos rodean. Mis padres, hermanos y sobrinos vinieron ayer a la casa y a nuestra llegada el lugar ya había sido ocupado por el clan, diecinueve personas más otra que crece en el vientre de su madre. Dentro de unas horas cenaremos y brindaremos para que el nuevo año que comienza sea benévolo con nosotros. Si la leña arde en la chimenea y la lluvia empapa el musgo en la oscuridad, ¿cómo no tener esperanza en el futuro?

martes, 29 de diciembre de 2009

Toki Ona

Todavía no ha llegado el paso de año nuevo y ya comienzo a elaborar mi lista de buenos propósitos. Siempre es la misma, lo que dice mucho de mi escasa fuerza de voluntad, y también siempre sostengo cierta esperanza en cumplirla, lo que dice algo de mi ingenuidad. Pero ahora es momento de envolver regalos y comenzar a preparar el viaje de pasado mañana a Toki Ona, que significa «Lugar bueno» en euskera. El propósito principal de mi lista, teniendo en cuenta las comidas y cenas que me esperan, deberá esperar a los Reyes Magos.

domingo, 27 de diciembre de 2009

De clérigos

Nunca presto mucha atención a las proclamas y doctrinas de los clérigos católicos, al fin y al cabo a mí no me conciernen, no soy miembro de ese club y no otorgo autoridad alguna al papa o los obispos, del mismo modo que no otorgo ninguna autoridad a los demás representantes de las otras ofertas religiosas actuales. Los observo con curiosidad, eso sí, pues no deja de sorprenderme el empeño que tienen todos ellos en que quienes no creemos en sus supersticiones actuemos exactamente como ellos dicen, una falta de respeto verdaderamente inaudita.

Hoy he leído que el papa, apoyando un acto de los obispos españoles en defensa de la familia (de la familia «católica», habría que precisar), ha dicho lo siguiente: «La familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer es la mejor escuela donde se aprende a vivir aquellos valores que dignifican a la persona y hacen grandes a los pueblos". Ahí queda eso. Lo primero que he pensado es en mi familia, claro. Yo estoy casado con una mujer y tengo dos hijos. Es cierto que intentamos inculcarles valores que hagan de este mundo un lugar más justo, más humano, más decente, pero esos valores huyen drásticamente de la religión para acercarse a la razón, la ciencia, el arte, la sensibilidad, el sentido de la justicia. En la escuela de mi familia enseñamos a nuestros hijos que para formar una familia sólo hace falta amor y responsabilidad, no dos sexos determinados y unas normas pautadas por el sanedrín. Así que se da la paradoja de que yo cumplo la palabra del papa, pues inculco a mis hijos valores que dignifican a la persona, pero la cumplo en dirección distinta a la que su secta propone, pues mis valores comienzan por el rechazo a cualquier religión, un rechazo proporcional al impulso de la curiosidad, la investigación, las preguntas sin respuesta previa, la evidencia de que nuestra vida es una experiencia absolutamente personal. ¿Nihilismo? No: exploración.

Hace tres o cuatro años regresaba del colegio de mi hijo con él de la mano cuando un compañero suyo que caminaba a nuestro lado y que asistía a la catequesis previa a la comunión le preguntó: «Oye, Miramón, ¿qué os enseñan en la clase de Ética?». Carlos contestó: «Pues que tenemos que querernos todos y ser buenos y todo eso, pero sin Jesús ni la virgen».

¿He escrito que no suelo prestar mucha atención a los curas? ¿Opinas que parece mentira después de lo que acabo de escribir? Bueno, en mi descargo diré que es lo primero que redacto al respecto en todos estos años, y añadiré: si ningún católico está obligado a divorciarse, si ningún católico está obligado a casarse con una persona de su mismo sexo, si ningún católico está obligado a hacer esto o lo otro, si efectivamente los católicos pueden hacer lo que quieran según sus preceptos, ¿cómo es posible que el resto de la población debamos asumir como algo normal que ellos pretendan convertir en ley general sus dogmas y creencias, sus valores, su doctrina? ¿Cómo es posible que debamos aceptar eso?

Cuando he leído que el señor Rouco Varela afirmaba que sin las familias cristianas España y Europa se quedarían prácticamente sin hijos, sin futuro biológico, me he dado cuenta de la verdadera dimensión de la desesperación de su iglesia. ¿Acaso no tenemos hijos quienes no creemos en ningún dios? Sí, los tenemos. En realidad, ése es su verdadero problema.

domingo, 20 de diciembre de 2009

De pájaros

Por la mañana fui con Paula al huerto de un amigo a recoger leña de almendro. Al paso de nuestro coche se espantaban bandadas de pajarillos grises en los arbustos junto al camino; en los ralos campos verdes se alimentaban garcetas blancas y, mezcladas con ellas, media docena de circunspectas avefrías.

Al llegar a la finca aparqué junto a la caseta y di voces para hacernos notar. Ángel y su padre vinieron a nuestro encuentro. Llenamos el maletero de leña y, tras darles sinceramente las gracias, fuimos a la sierra de San Quílez a recoger piñas y pequeñas ramas para encender. Detrás de un gran pino derribado por el viento descubrimos el esqueleto de un perro o un zorro, su cráneo intacto, sus costillas blancas sobre el musgo de la ladera.

De regreso a casa vimos picarazas y cuervos en los campos labrados. En la lejanía se escuchaban disparos de escopeta, ladridos.

sábado, 19 de diciembre de 2009

Fría y blanca

La noche es fría y negra. Las ventanas de la colmena se irán apagando de una en una hasta ceder el testigo de nuestra existencia a las pálidas, pequeñas, amarillas luces de las farolas en las calles desiertas. Más allá, en campo abierto, la humedad cristaliza minuto a minuto. Pronto vendrá la aurora fría y blanca.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Dorm, fillet meu

El lunes escuché una preciosa adaptación de «Lágrima», un tema para guitarra de Francesc Tàrrega, en el programa «Música sobre la marcha», de Radio Clásica. Desde entonces no hago más que cantarla. Pertenece al disco «Nou de Tàrrega», de Manel Brancal, editado por la Universidad Jaume I. He extraído la canción del podcast del programa disponible en la página web de Radio Nacional. Canta Arantxa Domínguez y toca el piano Michel Llorens. «Duerme, hijito mío, duerme sin miedo, mira la luna vestida de espuma, fanal del mundo».

sábado, 12 de diciembre de 2009

Otro planeta

Al fin ha llegado el frío, el frío de verdad, el frío que en este territorio significa niebla, escarcha helada y temperaturas bajo cero. Ah, qué ganas tenía. Cuando ayer por la mañana vi que el termómetro del coche señalaba un grado negativo bajé la ventanilla durante un rato y fui feliz. Los inmensos volquetes amarillos de ruedas altas como una persona, tan parecidos a camiones de juguete, iban y venían a lo largo de las obras de la futura autovía, la luz de sus faros atravesando la bruma a duras penas. Durante un instante tuve la sensación de estar contemplando los trabajos de colonización de otro planeta.

Después del ensayo

lunes, 7 de diciembre de 2009

Escribo esto

Desde el colegio del otro lado de la calle llegan los maullidos y gritos de una gata, ¿es posible que esté en celo en pleno mes de diciembre? Suena el teléfono. Es mi hija, que me llama para que vaya a buscarla. Me visto rápidamente, bajo al garaje, arranco el coche y salgo a la calle desierta. Había olvidado lo agradable que es conducir a través de Zaragoza de madrugada. A medida que voy acercándome al centro comienzo a ver más gente en las aceras: algún caminante solitario, parejas, grupos de jóvenes. Paula me espera en el lugar acordado. Veo que se está despidiendo de su amigo y hago descender el cristal de la ventanilla para ofrecerme a acercarle a su domicilio. Me dice que gracias pero no, que no hace falta. Ella entra en el coche, se sienta a mi lado. Qué guapa está. Jamás imaginé que tendría una hija. Jamás imaginé que sería así. No le digo nada y enfilo la avenida. Los semáforos se ponen rojos y verdes ajenos a la ausencia de tráfico. Paula me cuenta algunas cosas, algunas dudas, lo que han cenado, me dice que tiene mucho sueño. «En cuanto lleguemos a casa podrás irte a la cama, cariño», le digo. Conduzco como si estuviese tocando un violoncello, como si estuviera escribiendo a máquina, como si me dejase llevar por la corriente de un gran río. El navegador de mi cerebro me hace girar en la siguiente calle, tirar recto hasta la rotonda del final y después torcer a la izquierda. Ayer hacía lo mismo al volante de un viejo Seat 127, el corazón henchido de felicidad e ignorancia. ¿Ayer he dicho? ¡Hace más de veinticinco años! Ya hemos llegado. Pulso el mando a distancia de la puerta metálica, entro en sus fauces, maniobro para aparcar. Mi hija y yo atravesamos a pie el garaje de los zombis, aunque ella está tan cansada que ni siquiera es consciente de que conmigo está a salvo. Subimos en el ascensor. Llegamos a casa. Los desesperados maullidos de los gatos siguen alcanzándonos desde las instalaciones del colegio que hay al otro lado de la calle. Me sirvo un whisky con hielo, abro la tapa del MacBook, escribo esto.

jueves, 3 de diciembre de 2009

Pioneros

Yo me conecté a internet por primera vez en 1996. Lo que entonces caracterizaba a la red era una verdadera sensación de libertad, la posibilidad de compartir sin fronteras, sin límites, la capacidad de explorar el mundo sin que importase vivir en una aldea o en una gran capital. Internet cambió mi vida, y no estoy exagerando en absoluto.

Todos sabemos que la red es un territorio donde abunda el ruido y la inmundicia, una ciudad con sus callejones peligrosos, sus timadores, sus criminales, pero quienes la transitamos diariamente sabemos también de sus tesoros. Para mí el más importante, el que los reúne a todos, es el acceso a la primera biblioteca verdaderamente universal de la humanidad. Sentados a la hora del desayuno en la cocina de nuestra casa podemos echar un vistazo a los agujeros negros fotografiados por telescopios espaciales, leer los titulares de diarios de todo el planeta, visitar museos, mirar fotografías antiguas, consultar críticas de películas, aprender solfeo, descubrir el verdadero rostro de Mozart, leer sus cartas, escuchar cualquiera de sus obras, estar al día de la poesía que se publica en Polonia, descargar la película rusa Solaris, de 1972, en versión original con subtítulos, qué se yo, cualquier cosa, literalmente casi cualquier cosa.

Es cierto que con la aparición de internet todo cambia. Hoy pensaba en los copistas y la aparición de la imprenta que les dejaba sin trabajo. Internet es una imprenta descomunal: todo puede clonarse, copiarse, grabarse, compartirse, llegar a los ojos, los oídos, los cerebros de quienes sienten curiosidad. Y si algo sabemos es que el afán del ser humano es la exploración, y es éste un afán que no puede frenarse de ningún modo (excepto, tal vez, mediante la religión).

Comprendo que para muchos será duro adaptarse a estos cambios. La industria asociada a la difusión cultural no volverá a ser la que era. Ahora mismo todos los elementos están recolocándose, agonizando, naciendo. Yo soy un consumidor habitual de iTunes, por ejemplo, compro mucha música allí a precios razonables, y creo que por ahí van a ir los tiros, no por mantener la venta de discos de los que sólo nos interesan una o dos canciones. Yo no soy ningún experto, sé que hay miles de detalles importantes que se me escapan. Lo que sí tengo claro es que me gustaría que Internet continuase siendo este territorio libre, esta comunidad donde poder compartir las cosas que nos gustan. Sin internet dudo que yo hubiese podido ver la película «El cielo gira», de Mercedes Álvarez, por ejemplo, un bellísimo documental casi imposible de encontrar; sin internet jamás hubiese leído los maravillosos poemas que traduce Abel Murcia en su blog; sin internet no os hubiese conocido a ninguno de vosotros.

No quiero que ninguna comisión ministerial controle todo esto. Si alguien piensa que existe un delito que lo denuncie a la policía, que el juez determine conforme a derecho. No somos delincuentes, sólo somos pioneros.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

Filamentos

Despierto mucho más temprano de lo habitual, cuando todavía es noche cerrada en la claraboya sobre la cama. Emerjo de la inconsciencia como el astronauta que ha llegado a su destino tras meses de hibernación. El resto de la tripulación duerme en sus camarotes. En el exterior la luz de la luna llena se difumina y disuelve en una gasa de filamentos de leche.

lunes, 30 de noviembre de 2009

sábado, 28 de noviembre de 2009

Después del ensayo

Somos los últimos clientes del Chanti y las camareras nos esperan con aire cansado. Después de pagar salimos a la calle por la que no circula un alma. Hace días que el ayuntamiento instaló la iluminación navideña, que permanece apagada en espera de las fechas festivas. El pueblo aparece desierto. Nuestras voces, a pesar de hablar en voz baja, retumban entre las fachadas. Poco antes cantaban música de siglos pasados, bellas canciones compuestas por personas muertas, música humana y carnal viajando a seiscientos kilómetros por segundo a través del tiempo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

Tres gorriones

La primera luz de esta mañana de noviembre es cruda y pálida. Tres gorriones vienen a beber agua en los platos de las macetas de la terraza. Contemplar su alegría limpia mi cerebro de oscuridad.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Usted y tú

A medida que voy cumpliendo años con más frecuencia me tratan de usted. Nunca me ha gustado, tampoco cuando era joven. Yo, en cuanto intuyo la mínima posibilidad, trato de tú a los demás. Al cabo de los años he desarrollado cierto instinto para adivinar cuándo puedo permitírmelo, y confesaré que tal costumbre me ha granjeado muy buenos momentos, sobre todo en conversación con personas ancianas que así me lo pedían. No, no me gusta el usted. A menudo he comprobado cómo, detrás de ese tratamiento supuestamente cortés, se escondía el desprecio, el distanciamiento e incluso la prepotencia. Leyendo a Henning Mankell aprendí que en Suecia todo el mundo se tutea sin que eso suponga una falta de respeto, lo cual aumentó todavía más la simpatía que siento hacia el país de Ingmar Bergman.

martes, 10 de noviembre de 2009

La vuelta al mundo

Como los presos que recorren
la celda arriba y abajo
contando sólo los pasos,
no las idas y venidas,
no el muro, sólo
los pasos hasta haber
dado la vuelta al mundo.

domingo, 8 de noviembre de 2009

Fin de semana

Me ducho después de cenar: ¡no me duchaba desde el viernes por la mañana! Tampoco me he afeitado desde entonces, ni me he cambiado de ropa: he pasado los dos días vestido con los mismos pantalones viejos, la misma camiseta de algodón con agujeros, la misma chaqueta azul de lana llena de pelotillas. No he salido de casa para nada, no me ha dado la luz del sol ni me ha embestido el viento que derribó una maceta en la terraza. He leído el último libro de Antony Beevor; he cocinado fabada asturiana, gallos, pimientos verdes fritos, mejillones a la marinera, salmón al horno con patatas, ensalada de aguacate y gambas, jamón con pan con tomate; he bebido vino y whisky; esta misma tarde he planchado una enorme cesta de ropa y un rato más tarde, después de cenar, me he duchado al fin.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Arbustos rodantes

Las nieblas matinales de la semana pasada han sido borradas por el viento que sopla desde el lunes. En la valla metálica que protege la autovía se acumulan los arbustos rodantes que han sido arrastrados hasta allí. El aire es tan transparente que las montañas que se perfilan al final del paisaje, más allá de los rojizos viñedos del somontano, parecen más altas y más cercanas que ayer. Ojalá pudiera seguir conduciendo hasta la última carretera local, hasta el último camino donde dejar el coche, y continuar después a pie ladera arriba, paso a paso, sin desfallecer.

martes, 3 de noviembre de 2009

Tristes trópicos

«Nos encontrábamos en una llanura que probablemente seguía hasta el río Paraguay, tan plana que el agua no llegaba a evacuarse, cuando estalló la tormenta más violenta que jamás he tenido que afrontar. Ningún abrigo posible, ningún árbol se veía en el horizonte: no teníamos más remedio que avanzar, tan chorreantes y empapados como nuestras cabalgaduras, mientras el rayo caía a diestra y siniestra como los proyectiles de un tiro de estacada. Después de dos horas de prueba la lluvia paró; se comenzaron a ver los remolinos que circulaban lentamente por el horizonte, como en alta mar. Pero en la extremidad de la llanura ya se perfilaba una terraza arcillosa, de algunos metros de alto, sobre la cual unas diez chozas se recortaban contra el cielo.»

Tristes trópicos, Ediciones Paidós, 1994 (la edición original es de 1955, Plon, París). Traducción (soberbia) de Noelia Bastard.

Claude Lévi-Strauss, 28-11-1908 / 1-11-2009.

Un magnífico artículo de Xavier Rubert de Ventós.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Todos los santos

Avanzo a través del inmenso centro comercial, abierto en domingo. Hace mucho calor, sobre todo en la zona de las tiendas de moda textil. ¿Cuántas personas nos hemos reunido aquí? ¿Mil, cinco mil, diez mil? ¿Cuántas son portadoras de un tumor que todavía no conocen? ¿Cuántas están pensando secretamente en separarse de sus parejas, pensando en cuándo y cómo se lo dirán? ¿Cuántas a punto de declarar su amor a quien camina a su lado? ¿Cuántas personas de las que me rodean ignoran que todo va a ir bien, que serán felices?

Miro a mi alrededor y pienso en un hormiguero. También los cementerios estarán rebosantes hoy de visitantes de este mundo, ruidosos oferentes de flores armados con gamuzas, limpiacristales, memoria, ternura, nostalgia, fragilidad.

sábado, 31 de octubre de 2009

Como cuando

Es como cuando llega la hora de cerrar la oficina y apagas el ordenador, bajas las persianas de los grandes ventanales, te pones la chaqueta, echas el candado a la puerta y sales a la calle.

Es como cuando después del ensayo con el coro todos comienzan a irse, de uno en uno o en grupos, todavía con la música sonando intacta en sus cerebros, nota a nota, más pura y delicada que en los pulmones.

Es como cuando te quitas la ropa antes de acostarte, como cuando te sientas al borde de la cama y el instante que iba a durar un segundo dura un minuto, y después tres, y cinco.

martes, 27 de octubre de 2009

Niebla y sol

En Binéfar la mañana ha amanecido con una niebla muy cerrada, pero conduciendo hacia Barbastro, de pronto, en un instante, en pocos metros de distancia, he salido al sol.

sábado, 24 de octubre de 2009

Después del ensayo

A la una y media de la madrugada llego a casa hambriento pues no he comido nada desde el mediodía. En la mesa de la cocina han dejado para mí algunos restos: dos trozos de pizza de las que preparé ayer para cenar, un cuarto de tortilla de patatas. Como de pie, sin siquiera cambiarme de ropa. Me sirvo una copa de vino sin dejar de masticar. Qué insano placer saciar el apetito en solitario, ajeno a los modales. En pocos minutos el lobo ha terminado con todo. Se sienta en una silla. Está tan cansado.

martes, 20 de octubre de 2009

Llueve suavemente

Es de noche y llueve suavemente. Se formarán charcos en las rodadas de los caminos del campo. Las hojas de los árboles adelantarán su descenso hacia la tierra atravesando la oscuridad.

lunes, 19 de octubre de 2009

Los cuervos

A las ocho de la mañana el termómetro del coche señala tres grados. Los cuervos apostados sobre los tubos de riego de los campos de maíz parecen anunciar la llegada del frío. Definitivamente el largo, larguísimo verano de dos mil nueve, pertenece ya al pasado.

jueves, 15 de octubre de 2009

Castañas amargas

Como cada año algunos peatones recogen del suelo las castañas de los árboles que rodean el edificio donde trabajo. Como cada año me abstengo de abrir la ventana para advertirles de que son amargas, que no se pueden comer. ¡Las recogen con tanta ilusión, adultos y niños se llenan los bolsillos de ellas! Por otra parte, ¿cómo sé que este otoño siguen siendo amargas? Yo las probé una sola vez, hace mucho tiempo, y nunca más desde entonces.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Y lo hacemos

Hablamos del futuro, decimos: «Cuando nos jubilemos nos alejaremos del desierto, nos alejaremos de estos veranos que duran seis meses».

Hablamos del futuro y nos imaginamos paseando de la mano a lo largo de playas azotadas por el viento del norte, protegidos por pesadas parkas amarillas.

La arena es oscura, igual que los bosques que se recortan contra el cielo gris. Dices o digo: «Se está haciendo tarde, volvamos a casa», y lo hacemos.

martes, 13 de octubre de 2009

Galletas

Por la mañana salgo a la galería para tirar a la basura los restos de la preparación de los bocadillos de mi familia. En el paisaje todavía oscuro la ventana de una cocina del edificio de enfrente, potentemente iluminada, brilla como el escenario de una pantalla de cine. Allí una joven dispone un mantel individual de color naranja en la mesa de madera, y sobre él un tazón de color azul, y al lado, cuidadosamente, un plato con galletas. A continuación se sienta, la espalda bien apoyada en el respaldo de la silla, y procede a desayunar lenta y meticulosamente uniendo dos o tres galletas, ablandándolas en el café con leche y, acercando la boca a la taza, comiéndolas de dos mordiscos. Cuando termina se levanta y recoge las cosas: las galletas en un armario, el mantel en un cajón, la taza, el plato y la cucharilla en el lavaplatos. Al salir de la cocina apaga la luz y la fachada queda envuelta en sombras. Sobre el tejado del edificio el cielo comienza a clarear débilmente.

lunes, 12 de octubre de 2009

Ojos pequeños

El hecho es que jamás imaginé que me convertiría en el hombre que soy. Que me haría tan grande, que pesaría tantos kilos, que tendría tantas canas. Me miro en el espejo y no me reconozco. ¿Esconden alguna verdad esos ojos pequeños en el rostro tumefacto?

viernes, 9 de octubre de 2009

Cuarentena

Cuando caí enfermo de gripe, algo relativamente previsible teniendo en cuenta mi trabajo, decidí ponerme en cuarentena y mudarme al dormitorio de invitados de la buhardilla. Allí he pasado los tres últimos días, calenturiento y pasivo espectador del funcionamiento autónomo de mi organismo. Siempre me ha fascinado la distancia que existe entre nuestro pensamiento y nuestro cuerpo: mientras yo bebía litros de agua, dormitaba de día y leía de noche, mi sistema inmune, imperturbable y ajeno a los sentimientos, combatía con éxito contra el virus que se había infiltrado en mis células.

El verano no termina de acabar, sigue haciendo calor, las plantas florecen una y otra vez, los insectos van de aquí para allá sin saber a qué atenerse, quienes se precipitaron a cambiar la ropa de los armarios han tenido que volver a sacar las camisetas de manga corta. Yo no le digo nada a nadie, pero en mi interior siento un poco de miedo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

Que mi cuerpo luche

Dos días postrado en la cama con gripe. No recordaba lo mal que se pasa. Escalofríos, dolor de huesos, de cabeza, de garganta, debilidad, mareos. Duermo, me despierto y vuelvo a dormir. El tiempo adquiere otra densidad. Me ducho y a los pocos minutos ya estoy sudando otra vez. No puedo hacer nada salvo dejar que mi cuerpo luche.

domingo, 4 de octubre de 2009

Escardar

Escribir es como cultivar un huerto: a veces hay que podar y escardar. Es el único modo.

sábado, 26 de septiembre de 2009

Opulencia

Los agujeros de mi vieja, suave, preferida camiseta azul de algodón. Media calabaza del huerto de un amigo asándose en el horno con aceite, sal y pimienta. La palmada de mi mujer en el culo al pasar detrás de mí. El enérgico comienzo del tercer concierto de Brandemburgo. Un whisky con hielo, ni el más caro ni el más barato. Esta inesperada y absurda sensación, clara, sencilla, de que el tiempo me pertenece.

sábado, 19 de septiembre de 2009

La salamanquesa

Me has sorprendido aquí, entre el hibisco y la madreselva. Yo, guiada por un instinto millones de años más antiguo que el tuyo, me he quedado quieta, inmóvil, confiando en pasar inadvertida. Tú te has acercado lentamente hasta detenerte a una distancia prudencial, te has puesto en cuclillas para observarme mejor e, ignorando que soy un animal, has dicho: «Hola, pequeña». ¿Estás loco? ¿Acaso piensas que puedo comprenderte?

Después del ensayo

Después del ensayo con el coro vamos a tomar una copa en el Chanti. La terraza del bar está desierta y en su interior sólo hay seis o siete parroquianos. El frío que a mí me hace feliz espanta a la mayoría de la clientela.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Matinal

Las noticias en la radio de la cocina. El murmullo de las cañerías cuando se abren las duchas. El secador de cabello de Paula. El ruido del papel de aluminio al rasgarlo sobre el borde dentado de su caja de cartón. El clink del microondas. Anoche, por primera vez en dos meses, llovió durante varias horas. La luz ha cambiado.

lunes, 14 de septiembre de 2009

Fuegos artificiales

Mientras escribo suenan los fuegos artificiales. Las explosiones retumban entre los edificios: ¡PUN-KA-PUM! (punkapum, punkapum, punkapum). Las hay secas y rotundas como obuses: ¡BOUM! (boum, boum, boum), y están también esos cohetes que se elevan con un silbido: FIIIIIIIIiiiiiiiiiiiiuuuuuuuu, hasta romper y abrirse silenciosamente en la oscuridad. Permanezco sentado delante de mi mesa. Los he visto muchas veces. Sin necesidad de cerrar los ojos puedo contemplar los fuegos artificiales en el interior de mi cerebro. Esto es algo que, incomprensiblemente, a todos los seres humanos nos parece natural. Cuando escucho la traca final pienso: «Ahora sonarán los aplausos», y suenan remotos, entusiasmados.

viernes, 11 de septiembre de 2009

Una vida normal

Huyendo del ruido me he mudado temporalmente a la buhardilla, al dormitorio de invitados. Aunque mañana sea fiesta en Binéfar yo trabajo en Barbastro y tengo que madrugar. La cama está bajo una claraboya, y como en la planta de arriba se acumula mucho calor la tengo abierta para que se cree algo de corriente con la puerta de la terraza. El resultado es que los sonidos de las ferietas, todos esos bocinazos, micrófonos chillones y música machacona, se cuelan convertidos en un eco amorfo, indiferenciado, falsamente lejano.

Vuelvo a pensar en alguien que atendí por la mañana, una mujer que vive escondida en un pueblo del Pirineo, traumatizada y temerosa de ser encontrada por un ex marido que a punto estuvo de asesinarla. Los pequeños ojos me interpelan desde su desolación, gritan: ¿cómo ha podido pasarme algo así? ¿acaso no merezco una vida normal?

martes, 8 de septiembre de 2009

Ferietas

A pocos metros de mi casa han comenzado a instalar las ferietas de las fiestas patronales de este año, que comienzan pasado mañana, y no, esta vez no voy a dejarme llevar por la negatividad, no diré nada sobre la precariedad y la ausencia de controles de seguridad de unas instalaciones, a menudo semejantes a las de los grandes parques de atracciones, levantadas de un día para otro con ayuda de cinta aislante, cuñas de madera y unas cuantas latas de cerveza; tampoco hablaré de la flagrante lesión a los derechos elementales de los vecinos que suponen la música y las sirenas sonando hasta altas horas de la madrugada, a veces casi hasta el amanecer. No, no lo haré, este año quiero ser positivo, debo comprender que así es el mundo, que el jolgorio colectivo bien merece que no pueda dormir ni leer ni comer tranquilo ni, en fin, ser feliz, durante unos pocos días de mi vida. De hecho tanto he cambiado de actitud respecto a este asunto que he estado a punto de decir que odio las putas fiestas de los cojones y, sin embargo, he decidido callarme.

viernes, 4 de septiembre de 2009

A raudales

Despierto más tarde de lo acostumbrado. La luz entra a raudales en el dormitorio. Levanto el brazo derecho y abro la mano delante de mí, los dedos muy separados, cada milímetro de piel potentemente iluminado por el sol.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Fortuna

Hace dos semanas, caminando descalzo por casa, me golpeé los dedos más pequeños del pie izquierdo contra la pata de un sofá. Me dolió mucho.

Creo que fue al día siguiente cuando la cartera me entregó una multa del Servei de Transit de la Generalitat, setenta euros por circular a ciento dieciocho kilómetros por hora donde la velocidad estaba limitada a cien. En la denuncia había una fotografía trasera de nuestro coche. Por la fecha dedujimos que fue una tarde que llevaba a C. al dentista en Lérida.

El pie me sigue doliendo, aunque cada vez menos. El lunes fui a pagar la multa a la Caixa de Pensions. Las vacaciones de verano se acercan a su fin.

domingo, 30 de agosto de 2009

El río

El río a cuya orilla hemos comido hoy tomates con aceite y sal, ensaladilla rusa que preparé ayer, nectarinas; el río que cantaba entre rocas blancas; el río cerca de la carretera, a ciento dieciocho kilómetros de mi casa y seis de Francia; el río de aguas transparentes, minerales, sin peces; ese río continúa cantando ahora en medio de la oscuridad, piénsalo un instante, su canción no ha cambiado en un millón de años, noches, nubes, auroras, tormentas, zumbido de insectos, el tiempo susurrando en las ramas de los árboles.

viernes, 28 de agosto de 2009

De murciélagos

Después de cenar salgo a la terraza, apoyo los codos en la barandilla y echo un vistazo a la calle. El murciélago de todas las noches revolotea de un lado a otro con una torpeza que, por el bien de su progenie, espero sea sólo aparente.

Desde la izquierda, dos portales más allá del mío, sale una vecina cargada con una bolsa de basura. Viste un conjunto corto de color claro cuya ligereza hace patente el contoneo de sus caderas. Mi teoría inicial de que las contonea debido al peso de la bolsa es respondida cuando, tras haberse deshecho de ella, regresa a su portal contoneándolas exactamente igual. Conozco a esa mujer. Es atractiva. Tiene un Citroën grande que aparca en una esquina del garaje comunitario. Es menuda, de melena azabache y rasgos de india amazónica.

Frente a mí hay dos ventanas con las persianas alzadas unos treinta o cuarenta centímetros. Pertenecen a una pareja joven que instaló mosquiteras. Ella fue alumna de M. El llanto de su bebé rompe el bochorno de la noche. Pronto se enciende la luz contigua al dormitorio del niño y se escucha una voz tranquilizadora, besos, el bebé se calma, llora entrecortadamente, se calla. Puedo imaginar a la madre quedándose un rato más, por si acaso, dándole la mano a la pequeña criatura o tal vez meciendo la cuna hasta caer también ella rendida de cansancio, el balanceo detenido.

A la derecha un padre y su hijo hablan en la acera, el adulto apoyado en un coche y el chico, de unos diez años, sentado en la escalera de la puerta de la casa. Al parecer existe algún tipo de desacuerdo acerca de la autorización para una excursión en bicicleta al día siguiente. Conozco a esa familia. Tiene una tienda de chucherías en la Plaza de España. Cuántas veces no entré allí con mis hijos, prácticamente cada día mientras fueron pequeños. Siempre nos atendía la madre, la esposa. No era ni especialmente agradable ni especialmente antipática, simplemente se limitaba a cobrar y devolver los cambios. En la época en la que mi hijo jugaba al fútbol la vi una tarde en los campos de entrenamiento. Paseaba sola y al principio no la reconocí, tan delgada estaba. Era todo huesos y pensé, pomposa ignorancia, que había caído en el pozo de la anorexia (en aquellos tiempos se hablaba mucho de esa enfermedad). Pocas semanas después murió de cáncer de estómago. Observé su foto en los carteles que la funeraria había pegado en las calles más concurridas del pueblo. Recordé el último día que la había visto con vida y me avergoncé de mí mismo. El padre y el niño hablan en la acera, éste sentado en la escalera de entrada a la casa y aquél vestido con unas bermudas y una camiseta, apoyado en un coche azul. De sus gestos y posturas corporales infiero, atrevida ignorancia, que se respetan y se aman, o acaso es lo que yo quiero pensar sabiendo que están solos.

El murciélago vuela calle arriba y calle abajo. Su técnica le hace parecer un pañuelo de papel arrastrado por un viento inexistente.

jueves, 27 de agosto de 2009

Jueves de agosto

Amanece a las siete menos cuarto. Luz pálida, los colores duermen todavía. Alguien camina enérgicamente por la calle: clok, clok, clok. La calma de la noche va quedando atrás. Durante un rato refrescará y después el calor se pondrá en pie dispuesto a recordarnos que el verano no ha terminado aún. Últimos días de vacaciones. Hoy iremos a pasar el día en la playa. Qué ganas tengo de bañarme en el mar y comer una paella en un chiringuito. Los colores empiezan a despertar.

sábado, 22 de agosto de 2009

Cabecera de pista

Habíamos ido a cenar a casa de mi hermano cuando le avisaron por radio. Él se puso rápidamente el uniforme de faena y me preguntó si quería acompañarle. Yo, por supuesto, le dije que sí. Condujo la furgoneta blanca a través de carreteras de curvas peraltadas. A nuestro alrededor los campos de cereal resplandecían tenuemente en la noche sin luna. A veces pasábamos junto a aparcamientos donde descansaban estilizados cazas de combate F18 y preciosos hidroaviones contraincendios Canadair de color amarillo. Al alcanzar las inmediaciones del aeropuerto mi hermano puso en funcionamiento la luz giratoria del techo de la furgoneta y comunicó con la torre de control. Nos detuvimos junto a la cabecera de pista y me pidió que mirase a la izquierda. Un punto luminoso creció en la oscuridad hasta convertirse, a quince o veinte metros de nosotros, en un coloso de dos pisos de altura volando lentamente hacia el suelo con los trenes de aterrizaje extendidos y los motores rugiendo a toda potencia. Había algo absolutamente irreal en la imagen de aquella mole de acero suspendida en el aire durante unas milésimas de segundo, casi al alcance de la mano. «Acabas de ver tomar tierra a un Jumbo, un Boeing 747, el avión comercial más grande del mundo hasta que apareció el Airbus A380», me dijo mi hermano, «¿te ha gustado?». «Me ha gustado muchísimo», contesté, y era verdad, estaba impresionado, feliz como un niño pequeño. Mientras recorríamos la pista donde acababa de aterrizar el Jumbo me sentí profundamente agradecido por el regalo. Hacía mucho tiempo que no estaba a solas con mi hermano. Por primera vez en semanas las temperaturas habían descendido y la brisa nocturna era suave y agradable. Pensé en el futuro y no tuve miedo.

domingo, 16 de agosto de 2009

Arcos

Antes de la celebración hemos venido al cementerio para recordar a Bernardo y Natividad Arcos, nuestros dos primos desaparecidos tan jóvenes, ella en mil novecientos setenta y seis, víctima de una enfermedad, y él hace pocos años en un accidente de tráfico. Aquí, entre cipreses, nos hemos ido reuniendo casi todos los que más tarde comeremos juntos, las hijas e hijos de los hermanos de mi madre. A algunos hacía treinta años que no los veía. Nos damos dos besos, nos estrechamos la mano, nos preguntamos por nuestros hijos, recordamos anécdotas de la infancia. Confieso que yo tenía mis reservas, me preguntaba si realmente era necesario un acontecimiento como este, pero ahora me alegro de haber venido: mi memoria bulle y mi corazón se conmueve. A los que residen aquí y en Tudela se han sumado los que han venido desde Zaragoza, desde Irún, desde San Sebastián, incluso desde Francia. Caigo en la cuenta de que en mi familia materna siempre han abundado los espíritus inquietos, los exploradores, y me descubro, a estas alturas, deseando haber heredado lo mejor de ese impulso. Qué fuerza la del vínculo que existe entre parentesco y naturaleza, tan ajeno a la voluntad.

viernes, 14 de agosto de 2009

La estación seca

No escribo nada. Por la mañana me despiertan los graznidos y trinos de las aves que escaparon de sus jaulas y ahora viven en los parques de la ciudad. El montaje de muebles de nombre sueco ocupa mis días. Al llegar la noche caigo rendido en la cama sin haber escrito nada. Hay muchos modos de ser feliz.

jueves, 6 de agosto de 2009

Resina

Las vacaciones y el calor transforman el tiempo en resina. Resulta tentador pensar en pulidos pedazos de ámbar removidos por las frías y oscuras corrientes del mar Báltico, pequeñas arcas de insectos extinguidos. La tarde respira con la paciencia de las tortugas gigantes. En días como estos qué agradable es olvidar.

lunes, 3 de agosto de 2009

Brevemente

A las cuatro de la madrugada volvimos a recorrer la carretera desierta. Ella, tras veintidós horas de viaje, se quedó dormida. De vez en cuando yo la contemplaba brevemente en el espejo retrovisor y era feliz.

domingo, 2 de agosto de 2009

Sin título

Entre las sombras del sueño (una cárcel o acaso un cuartel, Europa del Este, edificios de hormigón, largos pasillos, olor a tierra húmeda) se abre paso el zureo de las palomas: uh-úuuuh, uh-úuuuh, uh-uh-úuuuh; y a continuación el chirrido del parloteo de los aviones comunes que anidan en el alero del tejado. Me siento al borde de la cama y trato de recuperar de mi cerebro, antes de que se esfumen, escenas de hace un momento: calles embarradas, absurdos parterres de flores junto a los muros grises, la crueldad indiferente en los ojos del guardián que prohíbe dar sepultura al cadáver de mi hermano... Decido que no quiero recordar más y regreso a la algarabía de los pájaros, a la luz nueva. Es hora de ponerse en pie.

miércoles, 29 de julio de 2009

Cantan los grillos

Mi madre cumple hoy setenta años. Anteayer nació su noveno nieto, nuestro séptimo sobrino, el tercer fruto de mi hermana pequeña: un frágil gusanito que se hará mayor y explorará el universo. En este mismo instante mi mujer y mi hijo viajan en tren hacia aquí después de que mi padre les haya acercado en coche a la estación de Tudela. Mi hija regresa de Canadá la madrugada del próximo lunes, estará muy cansada y habrá que darle tiempo para que se recupere, se adapte y quiera contarnos cosas. Mi hermano C. y su familia están en Irlanda. Mi hermano J. y su familia están en Canarias. El verano se adentra, impertérrito, en su ecuador. Las horas de luz menguan un poco cada día. Cuando llega la noche vuelan los murciélagos y cantan los grillos.

martes, 21 de julio de 2009

Sus pasos

Por la mañana conduzco hacia Barbastro, rumbo al trabajo. A estas horas todo es nuevo: cada arbusto de romero, cada montículo de arenisca, cada encina carrasca, cada campo cosechado. Por los caminos y carreteras locales caminan grupos de personas adultas. Lo hacen por recomendación del médico: no hay nada mejor para la salud que pasear. En la frescura del día que comienza, antes de que despierte el calor, ellos avanzan con las chaquetas atadas a la cintura, armados a veces con un bastón o un palo. Una sombra más suave y sigilosa que la aurora sigue, como los míos, sus pasos.

miércoles, 15 de julio de 2009

Siena

Después de comer me tumbo en el sofá, cierro los ojos, e inmediatamente la superficie bajo mi cuerpo se hunde en un agujero blando que, durante unos segundos que parecen minutos que parecen horas, me traslada a una casa de pueblo, una masía rodeada por un muro de color siena, y al otro lado del muro una linea de cipreses recortados contra el cielo blanco. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de que el edificio parece estar abandonado. Hay muebles cubiertos por sábanas, polvo en el suelo, telarañas. Hay una doble puerta de estilo modernista que da a un recibidor del que arranca una escalera. Subo en silencio. Creo escuchar unas voces. No tengo miedo porque sé que estoy soñando. Después de un último tramo de peldaños estrechos accedo a la buhardilla. Algunas palomas huyen aleteando a través de los amplios boquetes del techo. Hay excrementos y escombros por todas partes. Una mujer y un hombre me esperan en un rincón, sentados en dos sillas viejas. Me acerco a ellos. La mujer se levanta y me dice: «¿No vas a darme un beso?». Le doy dos, uno en cada mejilla. No la conozco. Es muy guapa. El hombre se levanta, me tiende la mano, sonríe y me dice: «Al fin has llegado». Yo también le sonrío mientras acepto su saludo, antes de despertar.

domingo, 12 de julio de 2009

Muy lejos de aquí

Con el comienzo de las vacaciones escolares arriban a los pueblos los niños de ciudad. Son hijos de quienes abandonaron sus orígenes en busca de un futuro mejor, y vienen de Barcelona, de Zaragoza, de Valencia.

Los caminos y campos que rodean las últimas eras son explorados por bandas de pequeños cromañones que a su paso espantan tordos, picarazas y abubillas. Trepan a los árboles, construyen cabañas paleolíticas, descubren dónde crecen los mejores alberges y melocotones. A la caída de la tarde las golondrinas cazan en vuelo rasante sobre las espigas de cobre. Pronto se hará de noche y los niños de ciudad se irán a dormir.

Cuando despierten ya serán mayores. Tendrán esposas de piel pálida y mirada inquisitiva, mujeres de otros planetas. Tendrán sus propios hijos: únicos, raros, principiantes, muy lejos de aquí.

sábado, 4 de julio de 2009

Una puerta

A las cuatro de la madrugada, bajo un cielo de relámpagos secos, llevo a P. a Zaragoza, de donde saldrá en autobús hacia Madrid, de donde saldrá en avión hacia Londres, de donde saldrá en vuelo transoceánico hacia Calgary, en Canadá. Conduzco vigilante pero ningún animal cruza delante del coche, tal vez la tormenta eléctrica los retiene en sus madrigueras. La carretera está desierta. Las señales de tráfico brillan vivamente al ser reflejadas por la luz de los faros. A nuestro alrededor, alrededor del padre, la hija y el equipaje que viaja en el maletero, se extiende el mundo cubierto de minerales y plantas. Océanos lejanos. Bosques oscuros. Una urbanización de casas de madera que rodean un lago. Una calle. Un jardín delantero. Una puerta.

miércoles, 1 de julio de 2009

Sin perdón

Son las dos y media de la madrugada y no puedo dormir. Hace demasiado calor. Me ducho con agua fría a pesar de llevar dos días con moquita y dolor de cabeza, constipado por mi propia culpa, lo sé, al utilizar exageradamente el aire acondicionado, incapaz de soportar esta miserable situación. El calor disuelve mi dignidad, mi creatividad, mi energía física, mi optimismo, mi sueño: todo lo que más necesito es arrasado por este calor inhumano. Las horas pasan despacio. A través de las ventanas y puertas abiertas no corre el más mínimo atisbo de aire. Me sueno la nariz intentando hacer el menor ruido posible y vuelvo a mirar la hora en el teléfono móvil. El pueblo está en absoluto silencio, un silencio hueco, el silencio de un decorado abandonado hasta mañana. Mi piel y mi cabello se han secado en pocos minutos. Decido ducharme otra vez. Lo peor es saber que el amanecer no me perdonará.

viernes, 26 de junio de 2009

Michael Jackson

Ha muerto el cantante Michael Jackson e inmediatamente una ola de histeria colectiva y periodística se ha extendido alrededor del mundo entero. Se habla del nacimiento de un mito, de la desaparición del mejor cantante pop de la historia, se habla de un genio, del número uno, del rey. A mí, musicalmente hablando, me deja indiferente, pero siento lástima por él, no tanto por su muerte como por su vida peripatética. Pobre desgraciado.

martes, 23 de junio de 2009

Martillazos

El día comienza con el ruido de unos albañiles en la casa de al lado. El ritmo y vigor de los martillazos me hace pensar en alguien contratado expresamente para molestar, una especie de psicópata incansable. Me ducho de mal humor y luego, al afeitarme, me corto en la comisura de la ventana izquierda de la nariz, comenzando a sangrar inmediatamente. Con los reflejos del hombre acostumbrado a mutilarse cada mañana me coloco un trocito de papel higiénico en la herida y sigo adelante. Bum, bum, bum. Realmente el sicario enviado por la mafia de las reformas es un verdadero profesional, un generador inagotable de escombro y perturbación. Mientras bebo una taza de leche fría con nescafé intento alejar de mi mente siete o nueve maneras, cada una más violenta que la anterior, de contraatacar.

domingo, 21 de junio de 2009

Mínimos

Nuestra vivienda en Zaragoza, que apenas ocupamos algún fin de semana cada dos meses, está prácticamente vacía. Su mobiliario es el mínimo imprescindible para poder vivir: camas, una mesa, cuatro sillas. Nada más. Es maravilloso.

jueves, 18 de junio de 2009

Hasta las cigüeñas

Escucha: vete a dormir. Hazme caso. Pero si tus párpados se caen de sueño. ¿No te tienta un poco, siquiera un poco, zambullirte en esa laguna de inconsciencia, ese universo sin responsabilidad? Piensa que hasta las cigüeñas duermen en el campanario, cubiertas de plumas blancas. Escucha: vete a dormir. Ahora.

martes, 16 de junio de 2009

Briznas

Algunas personas duermen en las terrazas, tumbadas en hamacas o sobre un colchón en el suelo. Otras se levantan a las cuatro de la madrugada para darse una ducha de agua fría y regresar a la cama. Otras abren las ventanas de ésta y aquella habitación para crear corrientes de aire en busca de una brizna de frescura. La noche es interminable, febril. Cruje la arena de las dunas que avanzan lenta pero inexorablemente hacia la ciudad, rodeándola. Las naves espaciales que evacuan a las poblaciones rumbo a las colonias exteriores son estrellas fugaces en dirección contraria, destellos hacia el cielo. Pronto llegará nuestro turno. Invisibles animales antiguos y nuevos esperan ese momento. Sus gruñidos impacientes nos alcanzan a veces, desde kilómetros de distancia, a través de la oscuridad.

viernes, 12 de junio de 2009

Lejos de Ispahán

Leo que una mujer italiana que perdió el desdichado vuelo de Brasil al llegar tarde al aeropuerto, salvándose así por puro azar del trágico accidente, pocos días después ha chocado con su coche contra un camión en Austria y ha muerto. No he podido evitar recordar ese cuento.

martes, 9 de junio de 2009

Lagartijas

Esta mañana he recogido en el banco setecientos diez dólares canadienses. Tengo que pintar el muro de la terraza. Comprar más conectores y cabezales para el sistema de riego automático. Alinear la dirección del coche. Todavía no he tramitado la declaración de renta de este año. El curso escolar se precipita hacia su fin, lo cual significa que las mujeres de la casa no están para nadie y duermen poco. Cuánto me gustan los relatos de Tobias Wolff, mi último descubrimiento. Han empezado a aparecer las primeras ampollas de piel muerta en mi espalda, consecuencia de las quemaduras de sol del fin de semana. Oh, dios mío, debería tomarme en serio la idea de adelgazar. Aún no he hecho el programa de mano para el concierto del coro del próximo veintisiete de junio. Hace mucho tiempo que no veo a mis padres y mis hermanos. El otro día en el invernadero me di cuenta de la abundancia de lagartijas entre las macetas y semilleros. Iba con mi amigo y no le dije nada, no sé por qué.

domingo, 7 de junio de 2009

Estelas blancas

Día de votaciones europeas. Se da la circunstancia de que mi colegio electoral está en la misma calle y el mismo número que mi casa, es decir, a un metro de distancia de mi portal. El presidente de la mesa es un compañero de M., un hombre de quien tenía una idea equivocada antes de conocerle personalmente: yo confundía su timidez con arrogancia, algo que suele suceder, y resultó ser un tipo muy simpático e interesante. Después de votar camino hacia la tienda de la esquina, uno de esos lugares que abren todos los días del año y venden periódicos, revistas, pan recién hecho, alimentos básicos, hielo y chucherías. El tiempo ha refrescado desde la tormenta del viernes. ¡Ojalá hiciese esta temperatura todo el verano! Compro los periódicos, cuatro cervezas Estrella frías y dos barras de pan. De regreso a casa vuelvo a pasar delante del colegio electoral. Una antigua maestra de mi hija sale del edificio en ese momento y nos saludamos. Sobre nosotros vuelan los pájaros de los nidos de mi alero, y más arriba los aviones que dejan estelas blancas en el cielo, y más arriba la solitaria estación espacial girando alrededor de nuestro pequeño mundo, y más arriba otros planetas, otros sistemas, galaxias, nebulosas, más arriba.

viernes, 5 de junio de 2009

Dioses de las nubes

Todo el calor, todo el bochorno de estas semanas, ha reventado hoy en forma de aparatosa tormenta de granizo. Ha durado unos diez minutos y ha destruido plantas y cultivos. Por la tarde los dioses de las nubes han echado un vistazo para averiguar si había quedado algo a salvo y a eso de las nueve han decidido enviar otra breve granizada para rematar la faena. Más que nada por si acaso.

Viene mi amigo

Viene mi amigo desde Gerona para instalarnos en la terraza del ático un sistema de riego automático gota a gota. Él es tan generoso que trae consigo todos los materiales: el temporizador, los metros de tubo, las abrazaderas, las herramientas, ¡hasta un taladro y el cable alargador, por si acaso! Mi amigo tiene corazón de jardinero, ya lo tenía cuando le conocí hace más de veinte años. Lo nuestro fue un flechazo que todavía continúa.

martes, 2 de junio de 2009

Pendientes

Compra cerezas con rabo y póntelas en las orejas como cuando eras pequeño. Siente su peso leve, el frescor de su piel vegetal. Eso es suficiente.

lunes, 1 de junio de 2009

Hoy es lunes

Hoy es lunes y es también el primer día de junio. Tengo una nueva edad recién estrenada como quien dice. El calor ha disminuido un poco. ¿No me está diciendo todo que, en lo que concierne a los buenos propósitos, es la ocasión ideal para volver a intentarlo?

Paolo Conte

COME MI VUOI?

Come mi vuoi?
Cosa mi dai?
Dove mi porti tu?
Mi piacerai?
Mi capirai?
Sai come prendermi?

Dammi un sandwich e un po' d'indecenza,
e una musica turca anche lei,
metti forte che riempia la stanza
d'incantesimi e di spari e petardi.
Eh, come mi vuoi?

Che si senta anche il pullman perduto
una volta lontano da qui,
e l'odore di spezie che ha il buio
con noi due dentro al buio abbracciati.
Eh, come mi vuoi?




Paolo Conte

jueves, 28 de mayo de 2009

Cuarenta y seis

Despierto a las seis y veinticinco de la mañana. La luz se cuela a través de la cortina pálida. Caigo en la cuenta de algo y escribo en el teléfono móvil un mensaje para mi hermano gemelo. Pronto la casa se pondrá en movimiento con ruido de cañerías, puertas y microondas. Ahora disfruto de su silencio. Siempre me han gustado estos instantes en los que las cosas comienzan.

lunes, 25 de mayo de 2009

Qué rápido late

Ladra un perro en la calle.
Las nubes nocturnas
navegan silenciosamente
sobre ti y sobre mí.
Escucha cómo se aleja
todo ese tiempo que
ni siquiera habías soñado.
Qué rápido late el corazón
en el pecho de los pájaros
que duermen.

Rama de alecrim

Cada día guarda un regalo para nosotros, y para mí el de hoy era esta canción, escucharla por primera vez, de pura casualidad, en la radio del coche. Qué maravilla.



Rama de alecrim - Acetre

sábado, 23 de mayo de 2009

Después del ensayo

Después del ensayo con el coro acudimos al Chanti a tomar una copa. Hablamos de viajes y países, hablamos de perros, de nombres de pájaros, hablamos y hablamos.

jueves, 21 de mayo de 2009

Conocimiento del medio

Por la mañana cuento hasta tres gatos atropellados en la carretera. En el trabajo atiendo a una bella mujer de setenta años que se llama Melania. Por la tarde pregunto a mi hijo un tema de Conocimiento del medio que versa sobre el Imperio de los Austria, concretamente sobre Carlos I y Felipe II. Para cenar pongo a hervir unos bisaltos, el nombre que aquí se les da a los tirabeques. Mientras se cuecen me sirvo un whisky con mucho hielo y escribo estas palabras. Hace un calor terrible, de bochorno. Los pájaros -vencejos, aviones comunes, tórtolas turcas, palomas, gorriones- consumen el día con sus chillidos y sus vuelos acrobáticos.

martes, 19 de mayo de 2009

Todas las mujeres

En esta época del año todas las mujeres están guapas, todas sin excepción. Se sientan al otro lado de la mesa de trabajo, hablan conmigo mirándome a los ojos y, sin ser conscientes de ello, me regalan abiertamente su belleza carnal, una belleza que ni el dolor ni la miseria son capaces de eclipsar.

lunes, 18 de mayo de 2009

Días de equipaje

M. regresó ayer a casa y la familia vuelve a estar reunida. Llegó un poco más delgada y con herpes labial, el precio mínimo que ha de pagar una profesora cuando viaja durante una semana con sus alumnos de quince años. El próximo veinticinco de mayo es C. quien se va a Valencia de viaje de fin de Primaria, y más tarde, durante todo el mes de Julio, P. residirá en Canadá becada por el Gobierno de Aragón. Días de equipaje, días de despedidas y reencuentros.

lunes, 11 de mayo de 2009

Igual que la tormenta

Igual que la tormenta que
acaba de pasar sobre nosotros,
de ese mismo modo,
canicas de hielo
cayendo violentamente
sobre la terraza, sobre
el tejado, sobre los coches
aparcados en la calle,
bum, bum, bum,
miedo, fin, apocalipsis,
así al principio y
después, casi sin
darte cuenta, sólo la
lluvia, la mansa lluvia.

viernes, 8 de mayo de 2009

Copos de algodón

Soy el primero en llegar al lugar donde trabajo. Abro con mi llave el candado de la puerta de cristal, entro en el espacio oscuro, enciendo las luces, subo las persianas y abro las ventanas batientes para que el frescor temprano limpie la atmósfera cargada de plástico y zumbido de ordenador. La luz del exterior es pálida, tímida, de una opacidad residual que comienza a temblar imperceptiblemente camino de la transparencia. Qué frondosos están ya los castaños de indias del jardín. La pequeña ciudad se pone en marcha como el mecanismo de un reloj. Pronto el aire se llenará de los copos de algodón de las semillas de chopo.

jueves, 7 de mayo de 2009

La hora del asedio

Mi mayor enemigo regresa puntual a la cita. Cómo echaré de menos los días de abrigado descanso, el frío que adelgaza los dedos y tensa la piel del rostro, cómo echaré de menos la lluvia, los charcos, la escarcha, el vaho del aire caliente de los pulmones flotando delante de la boca. La hora del asedio y el combate ha regresado. No aspiro a vencer sino a sobrevivir, me espera una larga travesía hecha de sudor, moscas y sopor animal. Sus días de avanzada ya me han atacado y embrutecido. No perderé la calma. O sí, tal vez sí, odio tanto el calor, odio tanto el verano.

sábado, 2 de mayo de 2009

Felices, exultantes

Cuando los amigos se encontraron
después de tanto tiempo
se abrazaron y rieron
felices, exultantes.

En el momento de la despedida,
días después,
se abrazaron y lloraron
felices, exultantes.

martes, 28 de abril de 2009

Sin título

A veces las cosas que me envuelven dejan de tener sentido. Sucede de pronto, sin previo aviso, como si se derrumbase el telón y una intempestiva ráfaga de viento barriera el escenario. Lo que hago en esos momentos es tratar de emular la indiferencia del viento, distanciarme de mi conciencia humana, dejar que el vértigo pase sin ofrecer resistencia, sin hacerme preguntas.

domingo, 26 de abril de 2009

Suavemente

Llovió durante toda la tarde.
Llovió durante toda la noche.
Llovió durante todo
el día siguiente. Suavemente
llovió y llovió y llovió.

jueves, 23 de abril de 2009

Regresaron

Los vencejos familiares regresaron a sus viejos nidos del alero de mi casa, y tras ellos, unos días más tarde, llegaron los rebaños de ñus, los grupos de jirafas, las piaras de facoceros, los leones acechando entre los contenedores de plástico y de cartón.

miércoles, 22 de abril de 2009

Doce años

Querido hijo mío, mi príncipe, mi tesoro, mi luz, mi afán, me cuesta creer que hoy cumples doce años. ¡Doce años! ¡Pero si ayer, como quien dice, no pesabas nada en mis brazos, cordero contra mi pecho, ojos de cielo! ¿Sabes que cuando supimos que ibas a ser niño tuve miedo? Como lo oyes. Sí, no te rías, yo estaba tan acostumbrado a criar a tu hermana de cinco años, tan acostumbrado a su dulzura de nena pequeña, que me preguntaba si sería capaz de desenvolverme del mismo modo con un varón, con un chico como tú. Qué tontería, ¿verdad? Porque cuando llegaste resultaste ser más cariñoso y dulce que nosotros tres juntos. Quiero que sepas que tus abrazos y tus besos me han salvado muchas veces. Días aciagos se convertían mágicamente en los mejores cuando al salir del colegio venías corriendo hacia mí arrastrando la chaqueta por el suelo. Ahora eres mayor y ya no voy a buscarte. Estoy acostumbrándome a tu lenta deriva, como hice con tu hermana. Lo que no debes olvidar jamás es que te quiero más que a mi vida, y que así será siempre. Feliz cumpleaños.

lunes, 20 de abril de 2009

A veces sueño que

A las cuatro y media de la madrugada desperté en medio de una terrible pesadilla. Fui al lavabo a mear. Bebí agua en el vaso con el que nos enjuagamos la boca después de lavarnos los dientes. Me miré en el espejo. Cabeza de patata. Canas revueltas. Ojos de perro. A veces sueño que mueren personas que amo.

jueves, 16 de abril de 2009

Abril

Me levanto de la cama un poco antes de lo habitual porque Paula se va de excursión a Toulouse y quiero prepararle los bocadillos del almuerzo y la comida del primer día. A pesar de las veces todavía me cuesta no estar inquieto cuando salen de viaje. Supongo que no se puede evitar. Ella, mi preciosa hija adolescente, está entusiasmada, claro. El día ha amanecido nuboso. Qué Abril más fiel a sí mismo, tan lluvioso y variable.

miércoles, 15 de abril de 2009

Acción

La práctica de la música es una verdadera muestra de acción. Cuando alguien canta perturba la superficie del mundo igual que una gota de lluvia lo hace al caer en el agua.

lunes, 13 de abril de 2009

Granizada

El sábado por la tarde fuimos a la sierra de San Quílez con mi hermano Carlos y su familia. Apenas habíamos iniciado el paseo cuando se puso a llover. Regresamos a los coches justo a tiempo, pues al cabo de pocos minutos comenzó a granizar tan violentamente que decidimos refugiarnos bajo un puente de la carretera. Mis pequeñas sobrinas asistieron, entre asustadas y entusiasmadas (como los adultos), al espectáculo de la naturaleza. Después la tormenta, con el mismo estrépito con el que había llegado, se trasladó a otro lugar.


sábado, 11 de abril de 2009

Milímetro

También en la oscuridad de la noche
crece bajo la lluvia,
milímetro a milímetro,
la cebada.

viernes, 10 de abril de 2009

Herencia

Con el estómago lleno caminé por el huerto de mis padres. Aparté a mi paso las ramas de los olivos. Admiré las flores del cerezo, los ajos tiernos, las habas. En la parcela de las acelgas garrafas de plástico vueltas del revés sobre palos verticales hacían el ruido suficiente para espantar a los pájaros, balanceadas por el viento. La tierra blanda se hundía bajo mis pies. Pensé en nuestro legado: no la modesta propiedad sino su decencia, aquella pulcritud casi oriental, la limpieza de sus trazos bajo el cielo.

martes, 31 de marzo de 2009

Último día

Último día de marzo. Cada uno desde el primero quise compartir algo: un plumón de ave, una piedra blanca, caracolas vacías en las que suena el mar. Cosas que encontraba, cosas que tenía. Cada día desde el primero sin saltarme ninguno, esa fue mi intención.

El invierno comienza a hacerse pequeño detrás de nosotros, un suspiro de niebla arrastrado por la corriente mientras Abril ahí viene: lozano, virgen, impertérrito. Qué misterio tan grande es el nuestro.

lunes, 30 de marzo de 2009

Trigésimo día

Hay un zueco azul en el arcén de una curva. Dos picarazas que comen los restos de un animal aplastado huyen dando saltos cuando me acerco a toda velocidad y paso sobre su desayuno. Han aparecido tantas flores amarillas en las laderas, de un día para otro como quien dice, que resultan casi absurdas, irreales como una plaga alienígena. Al final del paisaje brilla la nieve en la lejana cordillera. Ah, cómo me gustaría aparcar en un camino, subir a cualquier loma cercana, relajar los músculos y, como sucede en mis sueños, alzar levemente la mandíbula para elevarme en el aire y volar.

domingo, 29 de marzo de 2009

Vigesimonoveno día

A las seis y media de la mañana, las cinco y media de ayer antes del cambio horario de esta madrugada, he despertado a Carlos para ver juntos la primera carrera del mundial de fórmula uno de este año. Los dos nos hemos alegrado por la victoria de Jenson Button, un piloto a quien muchos daban por acabado, y en cuanto a Fernando Alonso, bueno, para lo mal que le ha ido todo el fin de semana puede darse por contento con su quinto puesto y los cuatro puntos. Tumbados cada uno en nuestro sofá, bien arropados con unas mantas, ni siquiera nos hemos dado cuenta del amanecer de este día (único, irrepetible).

viernes, 27 de marzo de 2009

Vigesimoséptimo dia

Escribir cada día así, de este modo, sin intención de crear una historia o un libro, escribir por escribir, escribir para compartir, para caminar, escribir, por ejemplo, tengo lumbago y titilan, cercanas, las luces de la manta eléctrica, escribir que nunca me encontraré pues avanzo siempre escapándome de mí, escribir que llueve y que no llueve, que me he despertado, que me voy a dormir, que me he despertado, escribir cada día así, de este modo, mantra, letanía, ceniza de volcán, estratos geológicos, anillos de un árbol.

jueves, 26 de marzo de 2009

Vigesimosexto día

Oh tú que el corazón me robas cuando me miras,
no me deja tu amor ni paciencia ni vida;
no me preguntes hoy si sufren mis entrañas,
¡ojalá la pasión y la ausencia no hubiesen sido creadas!
No he probado el amor por gusto mío esta segunda vez
sino que se cumplió el destino y sucedió por azar.
En mis tribulaciones soy causa de mi ruina,
como la mariposa que ama el fuego y se quema.
Ten compasión de mí, que el alma tengo rota,
y mírame, pues ya he entregado el espíritu.

Ibn Sahl de Sevilla
(Muerto en 649 de la hégira = 1251 d.J.C.).
Versión de Teresa Garulo.
Locus amoenus, Galaxia Gutenberg, 2009.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Vigesimoquinto día

Un amigo me envía una fotografía de la antigua sala de cine "Innisfree" de San Rafael, en Segovia, cerrada desde hace algunos años. Me ha emocionado que un hombre a quien no conozco personalmente se acordase de mí en un lugar en el que no he estado nunca. Sucesos mágicos de internet y de Innisfree.

martes, 24 de marzo de 2009

Vigesimocuarto día

Las gacelas dejaron de pastar e irguieron sus cuellos, las nerviosas orejas orientadas hacia nosotros mientras cruzábamos el río. Decidieron que estábamos demasiado lejos para suponer una amenaza y volvieron a comer balanceando sus rabos de un lado a otro. Mi padre me empujó suavemente, me dijo: "Vamos, no te quedes parado, el agua es peligrosa, vamos, vamos".

Mi gente temía a los ríos, los temía aunque su cauce apenas alcanzase mis pequeñas rodillas, los temía porque en ellos habitaban oscuros monstruos de inmensos dientes blancos, sinuosas serpientes de ojos fríos, los temía porque en sus riberas solían ocultarse tigres, leopardos, hienas ladronas de niños.

Cuando alcanzábamos la playa de la orilla opuesta comenzó a llover débilmente. Mi tía mayor alzó el brazo para que nos detuviésemos a descansar un momento. Columbró el horizonte que se extendía más allá de las colinas, observó el tamaño y dirección del humo de los lejanos volcanes, cantó una oración y decidió el rumbo que debíamos seguir. Al alejarnos de allí volví la cabeza un momento y reí al ver las huellas que habíamos dejado en el barro. Yo era un niño entonces, hace un millón y medio de años.

lunes, 23 de marzo de 2009

Vigesimotercer día

Las cinco estaciones son las siguientes, a saber: primavera, verano, otoño, invierno y primavera.

domingo, 22 de marzo de 2009

Vigesimosegundo día

Duermo la siesta del domingo con una manta eléctrica en los riñones, la cabeza apoyada en la almohada contra el cabecero de la cama mientras el calor cura el dolor de un mal gesto que hice ayer. Cuando despierto la casa está en absoluto silencio. Me levanto y descubro a Maite trabajando en su mesa, me dice que los chicos se han ido a casa de sus amigos, me pregunta si me encuentro mejor, le digo que sí, le digo que la manta eléctrica es un invento maravilloso. Ella vuelve a sus papeles y yo subo a la buhardilla. La luz naranja de las seis y cuarto de la tarde atraviesa el cristal de la terraza inundando la estancia. Pienso en colonias marcianas.

sábado, 21 de marzo de 2009

Vigesimoprimer día

La globalización ha llegado a la gastronomía y hoy estamos aquí, en el huerto de mis padres, en plena ribera de Navarra, preparando a la brasa de sarmientos los trescientos calçots que Gustavo le ha comprado a un compañero de trabajo catalán que los cultiva. Luego llegarán el cordero, la panceta, las salchichas, la chistorra, el vino, los pasteles, el café, el cava, el whisky. Las niñas pequeñas corren de aquí para allá, los yayos son felices de tenernos a su lado y el sol brilla en el cielo. ¿Qué más se puede pedir?

viernes, 20 de marzo de 2009

Vigésimo día

Estoy tumbado sobre la arena. El constante batir de las olas mece mi sopor, interrumpido de vez en cuando por algunos gritos infantiles o el pedorreo de una motocicleta que pasa. No llego a dormirme, nunca he podido hacerlo en público, pero cierro los ojos mientras mi sistema digestivo hace su trabajo con el arroz, el marisco y el vino. Al cabo de un rato los abro. Veo un avión de pasajeros que se adentra sobre el Mediterráneo dibujando lentamente en el cielo el rastro blanco de su maniobra de aproximación al aeropuerto de Barcelona. Imagino a los viajeros aéreos contemplando el perfil de la costa a través de las ventanillas presurizadas, imagino cómo disfrutan del nítido contraste entre los tonos pardos y marrones de la superficie terrestre y el oscuro azul del mar. Pienso en lo extraño que resulta que ellos estén allí arriba, viéndome sin saber que existo, y yo esté aquí, tumbado en una playa de Sitges, observando el avión de alas rojas en cuyo interior sé que ellos existen.

jueves, 19 de marzo de 2009

Decimonoveno día

Mañana de muchísimo trabajo, sin tiempo casi para respirar, y por la tarde, con la comida en la boca, viaje a Lérida para las citas de Paula y Carlos con el dentista. En la clínica hace muchísimo calor y encima, como siempre, tenemos que esperar casi una hora porque llevan retraso. Cuando regresamos a casa son las siete y media y estoy cansado, muy cansado y de mal humor. Me sirvo una cerveza fría y vengo a la cama a leer un rato. Sé que cuando estoy cansado y de mal humor lo mejor que puedo hacer es desaparecer un rato.

miércoles, 18 de marzo de 2009

Decimoctavo día

Escucho el estruendo de los cascos de un caballo en la calle y salgo corriendo al balcón para mirar. Todos los niños que a estas horas acuden a la escuela municipal de música hacen lo mismo que yo, entusiasmados: ¡hala, un caballo!, ¡un caballo! Las madres se lo señalan a los bebés más pequeños: ¡mira, un caballo! Levanto la vista y descubro que más personas se han asomado en otras ventanas y terrazas. El jinete, un joven con una pequeña mochila azul en la espalda, avanza al paso junto a los coches aparcados en la acera hasta llegar a la esquina, girar y desaparecer. Es entonces cuando se rompe el hechizo y la vida regresa al punto donde se detuvo. Los estudiantes de música prosiguen su camino. Los espectadores de las casas regresamos a su interior. El eco de los cascos entre los edificios se extingue poco a poco.

lunes, 16 de marzo de 2009

Decimosexto día

Tarde radiante. En la agencia apagamos los fluorescentes y trabajamos con la luz natural que entra a raudales por las ventanas. Cuando abramos las puertas al público toda esa luz se ensombrecerá a medida que algunos hombres y mujeres nos cuenten cómo y cuánto les está afectando la crisis económica. Un joven de Gambia que trabaja en unas famosas bodegas me contará que el pasado seis de marzo cobró la nómina de enero y no sabe cuándo cobrará la de febrero. Un hombre de cincuenta y seis años querrá saber en qué situación quedaría si cerrase el sitio donde trabaja, una fábrica de plásticos para la automoción que desde hace semanas está en la cuerda floja. Una chica embarazada de muchos meses me preguntará si todavía se mantiene la prestación de dos mil quinientos euros por nacimiento de hijo, yo le diré que sí, que no ha habido ningún cambio, y ella me dirá que en la calle se rumorea que van a eliminar esos gastos, me dirá que a su marido se le termina el desempleo dentro de dos meses, me dirá: "en buen momento hemos ido a tener un hijo, no sé qué será de nosotros".

Regreso a Binéfar por la carretera. La naturaleza florece ajena absolutamente a nuestras pesadumbres. Un poco más allá de la bodega de vino que no puede pagar a sus trabajadores algunos tramos del arcén parecen un verdadero jardín. La semana pasada le comenté a un agricultor lo bonito que estaba el campo y él me contestó con un refrán que no conocía: "flor de almendro, hermosa y sin provecho". Lo recuerdo mientras conduzco junto a los arbolillos de delicados pétalos blancos, hermosos, efímeros.

domingo, 15 de marzo de 2009

Decimoquinto día

No quiero ser el mejor. No quiero llegar más lejos que nadie. No quiero ser rico. No quiero ser el más original. No quiero competir, no quiero perder o vencer, triunfar, fracasar, no. Yo soy un poco más ambicioso que todo eso. Lo único que deseo es aproximarme lo más posible a la verdad.

sábado, 14 de marzo de 2009

Decimocuarto día

Avanzo a horcajadas
sobre el cuello de un elefante.

Avanzo asomado
a la proa del navío.

Bosques y océanos
se abren mansamente a mi paso.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Undécimo día

En realidad la absurda disciplina que estoy aplicando a esta serie de números ordinales, una serie que comenzó por pura casualidad al titular "Primer día" la nota del uno de marzo y que continuará día tras día hasta el treinta y uno, que se titulará "Último día", en realidad esta disciplina sin sentido, digo, debería aplicarla a la no por dinámica menos triste tarea de adelgazar. La bicicleta estática yace olvidada en la oscuridad de una habitación de arriba. El pitido electrónico de sus cuentakilómetros y cuentacalorías suena rítmicamente en mi conciencia. Bip-bip, bip-bip, bip-bip. Bip-bip.

martes, 10 de marzo de 2009

Décimo día

No sé cuánto tiempo hacía que no compraba hígado de cordero, con lo que a mí me gusta. No tenía confianza en el que venden en las grandes superficies comerciales, y además están todas esas porquerías químicas que algunos ganaderos desaprensivos dan a sus animales para que no suden y pesen más en el matadero, sustancias que, lógicamente, tienen que afectar a la salubridad de sus vísceras. El caso es que llevaba años sin comer hígado hasta que hoy en la Carnicería Rosita de Barbastro, donde compro algunas veces, no he podido resistirme a la vista de dos pequeñas piezas que brillaban en el mostrador refrigerado. Pienso hacerlo sencillamente a la plancha, pocos minutos, vuelta y vuelta, sal gruesa y pimienta. Me hace mucha ilusión recuperar aquel sabor.

Claro que el principal acontecimiento de la tarde va a ser el partido de fútbol entre el Real Madrid y el Liverpool para pasar a octavos de final de la Champions. Carlos apoyará al Madrid, su equipo de siempre, una afición heredada de sus dos abuelos (aunque mi padre siempre se resista a admitirlo abiertamente), y yo apoyaré al Liverpool, soy un poco del Barça (aunque siempre me resistiré a admitirlo abiertamente) y me gusta mucho el equipo inglés donde, por cierto, casi deben de jugar más futbolistas españoles que en el Real Madrid. Hígado y fútbol. No está nada mal.

lunes, 9 de marzo de 2009

domingo, 8 de marzo de 2009

Octavo día

Me he emocionado mucho cuando hace unas horas he visto aparecer en el escenario del Auditori Enric Granados de Lérida al mítico director Sir Neville Marriner, de increíbles ochenta y cuatro años de edad, ochenta y cinco a partir del próximo quince de abril. Caminando a grandes zancadas se ha acercado al primer violín, le ha dado la mano, ha girado sonriente hacia el público y se ha inclinado ante nuestros entusiasmados aplausos. Yo era consciente de estar viviendo un momento histórico para mi pequeño e íntimo planeta personal, tengo algunos vídeos de conciertos suyos, entre ellos el maravilloso Mesías que dirigió en Dublín con la Academy of St. Martin in the fields en mil novecientos noventa y dos, y para mí era como estar viendo al mismísimo John Wayne. Sir Neville Marriner dirigía hoy a la sección de cuerda de la Orquesta de Cadaqués, con la que colabora desde hace muchos años. Músicos de altísimo nivel, buenísimos. Ha sido un magnífico concierto que hubiera lamentado mucho perderme. No todos los días puede disfrutar uno de directores de orquesta legendarios.

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Programa final del concierto (después de que el director haya intercambiado el orden de las dos partes):

Primera parte

Ralph Vaughan Williams: Fantasía sobre un tema de Thomas Tallis
Arnold Schönberg: La nit transfigurada, op. 4

Segunda parte

Samuel Barber: Adagio per a orquestra de corda, op.11
Antonín Dvorák: Serenata en mi major per a orquestra de corda, op.22


sábado, 7 de marzo de 2009

Séptimo día

Un tractor labra el campo seguido de un grupo de garcetas blancas que buscan alimento entre los terrones recién abiertos. El fuerte viento que hoy sopla no impide que una rapaz grande de color rojo sobrevuele una granja de terneros. Las fincas de cebada, vibrantes y verdísimas, se agitan de un extremo a otro emitiendo fugaces destellos de plata.

viernes, 6 de marzo de 2009

miércoles, 4 de marzo de 2009

Cuarto día

Florecen los almendros
bajo la lluvia suave.
Sístole y diástole.

martes, 3 de marzo de 2009

Tercer día

Cuando Carlos Miramón termine de hacer sus deberes me ayudará a preparar unas empanadillas. Él picará en la tabla los pimientos, la cebolla, los ajos, el tomate y los huevos duros; yo lo guisaré todo, añadiré el bonito, dispondré las obleas, las rellenaré, las doblaré; luego él las sellará presionando los bordes con las púas de un tenedor.

domingo, 1 de marzo de 2009

Primer día

Primer día de marzo. Buenos propósitos para el resto de mi vida. Qué grotesco, ¡como si a estas alturas no fuese consciente de lo perezoso y voluble que soy! Pero me gustan los comienzos (los lunes, despertar).

jueves, 26 de febrero de 2009

Poder hacer

Hoy en el trabajo he atendido a un hombre de cuarenta y ocho años. Tenía la mirada transparente de las personas gravemente enfermas y una preciosa voz de barítono, limpia y sin afectación. Hemos hablado un rato. Él comprendía todo lo que yo le iba diciendo. Durante unos segundos se ha quedado pensando, absorto, muy lejos, el brazo derecho sobre la mesa, el izquierdo sobre su rodilla izquierda, y a continuación se ha encogido de hombros, ha hecho ese gesto universal, ¿qué más podía hacer?

martes, 24 de febrero de 2009

Mar de los sargazos

Al llegar la oscuridad se escuchan con más nitidez todos los sonidos: el roce de las algas contra la quilla, el susurro de la broma atacando la madera, el perezoso chapoteo del agua quieta. Calma chicha. Sentado en el puente espero con paciencia el regreso del viento.

domingo, 15 de febrero de 2009

Una araña en la pared

Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Una araña pequeña que desde lejos parece negra pero al acercarme se revela marrón, tal vez vino, cereza, sangre oscura. A pesar de que no hago nada salvo acercarme a ella y observarla con curiosidad, el insecto me detecta y huye sobre el muro de color albero. La dejo ir.

Diez minutos antes me excusaba en el portal de una fiesta de cumpleaños. Vamos, entra a tomar algo, me decía la madre del homenajeado. No, no, gracias, mañana es lunes y hay que prepararlo todo, dile a Carlos que salga, por favor, le decía yo. Aparecía el padre, venga, hombre, tómate una cerveza. No, de verdad, gracias, otro día, gracias.

Oh, Dios, si hay algo que odio de llevar e ir a buscar a Carlos a las casas de sus amigos es tener que relacionarme socialmente. Aunque debo decir que todas, absolutamente todas las familias que he conocido de este modo, están compuestas por gente amable y encantadora. El problema soy yo. Me gusta mi especie, me interesa, me conmueve, pero cada día de lunes a viernes me relaciono profesionalmente con treinta o cuarenta personas distintas, así que lo que más me apetece el fin de semana es estar solo, no tener que escuchar a otros seres humanos.

Subo por la escalera hacia la buhardilla y veo una araña en la pared. Al aproximarme para observarla más de cerca huye en dirección al techo. Allí debe de tener su escondite. Su nido. Los insectos despiertan. El invierno comienza lentamente a despedirse.

miércoles, 11 de febrero de 2009

Voluntad

Le digo: Si sufriese un accidente de tráfico, por ejemplo, sí, no me mires de esa manera, al fin al cabo viajo cada día, mis posibilidades estadísticas son matemáticamente mayores, escúchame, si tuviese un accidente y quedase en coma irreversible, por favor, no permitas que se prolongue mi vida artificialmente, no quiero ser un cuerpo sin consciencia condenado a respirar a través de una máquina el resto de mi existencia, no lo quiero, te lo pido, no permitas que nadie obre contra esta voluntad.

sábado, 7 de febrero de 2009

Después del ensayo

Son las dos de la madrugada cuando salimos del Chanti. Dejo a Susana en su casa y conduzco de regreso a la mía a través de calles estrechas. Arriba la luna llena me acompaña, minotauro, en el cielo negro. Subo las escaleras, introduzco la llave en la puerta, entro en el cálido espacio, cuelgo la chaqueta en la percha de la pared, me sirvo un whisky con hielo, abro el cuaderno, escribo estas pocas palabras.

jueves, 5 de febrero de 2009

Párpados blancos

Estoy sentado en una embarcación primitiva, tal vez una canoa, rodeado de personas desconocidas. A mi lado hay una mujer rubia, detrás de mí un hombre mayor, tengo la sensación de que también hay niños. Todos miramos el cielo esperando lo inevitable. Nadie dice nada cuando el sol comienza a crecer hasta cubrir todo el horizonte. El calor de un millón de volcanes evapora el agua del río. La mujer chilla cuando la luz nos arrasa. Cierro los ojos pero ya no existe la oscuridad. Mis párpados son blancos. La muerte suena como el viento.

domingo, 1 de febrero de 2009

Posibilidades

Llueve copiosamente cuando llevo a Carlos a casa de su amigo. La luz de las cinco y media de la tarde es oscura y turbia. Tras asegurarme de que ha entrado en el portal conduzco de regreso. Para tan breve trayecto no me he cambiado de ropa y visto un viejo pantalón agujereado en la entrepierna, una camisa de cuello desgastado y una chaqueta de lana cubierta de pelotillas de borra. Si me pasara algo, un pequeño choque, cualquier cosa. Cuando yo era niño mi madre tenía en cuenta ese tipo de posibilidades, decía que siempre había que ir bien limpio y arreglado por si acaso uno tenía un accidente. Lo recuerdo mientras las escobillas del limpiaparabrisas baten el cristal una y otra vez, lo recuerdo, sonrío y conduzco con mucho, muchísimo cuidado.

martes, 27 de enero de 2009

Sin título

Cada mañana conduzco hacia el oeste
con el sol saliendo detrás de mí. A los cuervos
y urracas les gusta la tierra que
mueven y apisonan grandes máquinas amarillas.
Contemplo las obras de la nueva autopista
y pienso en el amazonas. Pienso
en la luna, en marte, pienso en el futuro.

Algunas tardes regreso hacia el este
con el sol detrás de mí, su muerte comenzando
a borrar indiferente las horas y los caminos.
He recorrido muchos hasta llegar aquí, a
este instante preciso en el que escribo
"este instante preciso". No más allá,
no más lejos, no en otro lugar.

sábado, 24 de enero de 2009

El viento, el viento

El viento, el viento soplando sin cesar. Por la mañana tuve que salir a la terraza porque la cortina exterior se había soltado y, como una vela desarbolada en medio de la tormenta, restallaba violentamente contra el cristal. Pude recogerla y amarrarla al grifo de la manguera de agua. Luego me encargué de la mesa, que había sido volcada y arrastrada hacia la leña, le di la vuelta, las patas hacia arriba, y la acerqué al muro del sur, contra el viento.

El viento, el viento soplando sin cesar. Al mediodía supe que derribó un polideportivo en Barcelona matando a cuatro niños de entre nueve y quince años de edad. Estaban practicando béisbol. Pensé en mi hijo de once años muerto bajo los escombros. Durante unos segundos mi médula espinal se secó como una raíz muerta. Pronto aparecerán en las televisiones los rostros de unos padres destrozados, patéticamente ajenos a las cámaras por la incredulidad, el pánico, sus existencias rotas irremediablemente. Yo no veré esas imágenes, no, no las veré, me niego a verlas.

El viento, el viento ciego soplando sin cesar mientras el suelo gira lentamente bajo mis pies, centímetro a centímetro, minuto a minuto, adentrándose en la noche.

miércoles, 21 de enero de 2009

Kyrie eleison

Preparo para cenar conejo al ajillo que ha comprado mi mujer. A ella no le gusta pero a nosotros sí. Mientras las piezas se doran en el aceite pico una cabeza entera de ajos que añadiré luego. En el equipo de la cocina suena por enésima vez, he conseguido que la aborrezcan todos, la Gran Misa en do menor de Mozart. Bebo una copa de vino añejo casero que me regaló en navidad un antiguo compañero de trabajo ya jubilado, sabe un poco a coñac pero así bebido frío está bueno. Sé que todo esto, lo que me rodea, lo que cocino, lo que bebo, no es nada, minucias, migas, lo sé porque he leído del mundo, de la historia, del futuro imaginado, lo sé porque he viajado un poco, muy poco. Reduzco la potencia del fuego y vierto los ajos picados en la cazuela. Estoy informado sobre las guerras del presente, he estudiado algunas del pasado. Sé que el Océano Pacífico es más inmenso de lo que puedo imaginar. Comprendo el vértigo de millones de años concentrado en los estratos sedimentarios que las obras de la nueva autovía entre Huesca y Lérida han dejado al descubierto. Sé que la Tierra es nuestro único hogar, el de los muertos cuya canción canto cada día sin saberlo, el de nuestros hijos que sonríen a la luz del sol de invierno. Yo mismo soy sistema de universos bacterianos que morirán conmigo. Preparo una ensalada de bolsa, una de esas de brotes, hojas de mostaza y acelga roja tan ricas, abrir y servir, más fácil imposible, aliñada simplemente con sal, aceite de oliva y vinagre de Módena. Apago el fuego de la cazuela de conejo. El disco vuelve a comenzar en el Kyrie, una de mis preferidas. Tal vez pueda escucharla de nuevo mientras el guiso reposa un rato. Comienza la melodía, rítmica, preciosa, llena de armonía, y ahora entra el coro, primero las sopranos, luego las contraltos, después los tenores, a continuación los bajos. ¿Cómo es posible tanta belleza?



Mass in C minor, K. 427 "Grosse Messe": Kyrie - Mozart