domingo, 16 de agosto de 2009

Arcos

Antes de la celebración hemos venido al cementerio para recordar a Bernardo y Natividad Arcos, nuestros dos primos desaparecidos tan jóvenes, ella en mil novecientos setenta y seis, víctima de una enfermedad, y él hace pocos años en un accidente de tráfico. Aquí, entre cipreses, nos hemos ido reuniendo casi todos los que más tarde comeremos juntos, las hijas e hijos de los hermanos de mi madre. A algunos hacía treinta años que no los veía. Nos damos dos besos, nos estrechamos la mano, nos preguntamos por nuestros hijos, recordamos anécdotas de la infancia. Confieso que yo tenía mis reservas, me preguntaba si realmente era necesario un acontecimiento como este, pero ahora me alegro de haber venido: mi memoria bulle y mi corazón se conmueve. A los que residen aquí y en Tudela se han sumado los que han venido desde Zaragoza, desde Irún, desde San Sebastián, incluso desde Francia. Caigo en la cuenta de que en mi familia materna siempre han abundado los espíritus inquietos, los exploradores, y me descubro, a estas alturas, deseando haber heredado lo mejor de ese impulso. Qué fuerza la del vínculo que existe entre parentesco y naturaleza, tan ajeno a la voluntad.

7 comentarios:

Portarosa dijo...

Esas reuniones de reencuentro pueden ser buenas o malas, pueden ser más o menos agradables, pero siempre tienen la capacidad de hacernos pensar en algo que tú conoces bien: el tiempo, lo que sucede, lo que somos. Nos hacen darnos cuenta, ¿no crees?

Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

Sí, es verdad, el paso del tiempo fue uno de los protagonistas silenciosos de la reunión. Cuando se trata de primos siempre sucede que tienes o has tenido más relación con unos que con otros, eso es normal, pero salí contento del ambiente, flotaba en el aire cierto reconocimiento a nuestros padres, un respeto al vínculo que nos había convocado. Por otra parte muchas escenas del pasado regresaron a nuestra memoria, en mi caso muchos veranos infantiles. Sí, tienes razón, Porto, creo que la jornada sirvió para darme cuenta un poco más, algo que nunca tiene precio.

NáN dijo...

Los primos y las primas son insustitubles. Hicimos guarradas con ellos y guarrerías con ellas. Claro que a los míos los veía solo en verano, que a lo mejor la continuidad lo estropea. Por eso las escasas reuniones con ellos son infaltables.

Y a las cosas de muertos no se debe faltar nunca. Es mentira eso de "dejémosles en la intimidad de su dolor": los que han querido a quien murió necesitan bullicio.

A mi hijo, con 14 años (él) se lo dejé muy claro: a las comuniones y bautizos no se va nunca; a las bodas, se asiste desde el bar de enfrente; pero a los duelos tienes que estar en el centro.

Jesús Miramón dijo...

Hola, NáN,

yo también veía a mis primos sólo en verano. En realidad de mi infancia únicamente recuerdo los veranos. Veranos en Cascante, veranos en Irún y San Sebastián. Momentos felices, excursiones entre el paleolítico y el neolítico, incursiones en territorios enemigos más allá de la cuesta de Naón, edificación de cabañas, recolección de fruta, la guerra.

Luego llegó la adolescencia en Zaragoza, la deriva del foco, la entrada en un río más grande (o tal vez más pequeño), el alejamiento. Las ocupaciones. Las celebraciones de boda multitudinarias pero fugaces. Los kilos de más. Las canas. La vida. Lo normal.

Fue bueno reencontrarme con aquellas personas, con las que conocí bien y con las que apenas mantuve relación (hubo un tiempo en que cinco años de edad eran una diferencia insalvable, demencial). Me dejó una sensación de extraña serenidad.

NáN dijo...

Envidio la serenidad que transmites en muchos de tus escritos. También yo tengo canas y un tiempo largo detrás, pero me sigo consumiendo como en la adolescencia.

También la elegante educación con la que respondes incluso para agradecer un comentario apostillando que no lo has entendido.

Anónimo dijo...

Querido Jesús las reuniones de las familias son hermosas los lazos que nos unen no tienen porque ser malos o buenos, ya que nos une algo mas importante que una amistad, la sangre de nuestros padres y el amor de una gran mujer.
Natividad La huerta seguro que desde donde quiera que ella este al ver a sus descendientes reunidos se sintió feliz.
Un beso
Rosamari

Jesús Miramón dijo...

Querida prima, fue una reunión muy agradable y muy bien organizada, por la parte que te tocaba en ello, que, junto a Angelines, fue casi todas. A pesar de que éramos muy pequeños me acuerdo bien de la yaya Nati. Recordarás que a todos los nietos nos llamaba «amantes»: «ven aquí, amante», decía, o «no llores, amante». Sólo por recordarla a ella ya mereció la pena la celebración del otro día. Gracias por hacerla posible. Un beso.

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(Te escribí a una dirección de correo pero no estoy seguro de que todavía la utilices, contéstame en privado y así podré enviarte las fotografías que nos hicimos en la escalera de la iglesia. Otro beso)