martes, 30 de marzo de 2010

Trigésimo día

Lo descubrí hace cuatro o cinco días y al principio lo confundí con un solitario y estrambótico pajarillo; luego me di cuenta de que se trataba de un murciélago, un pequeño murciélago no más grande que la palma de mi mano que revoloteaba de aquí para allá haciendo quiebros en el aire del anochecer. Lo estuve observando durante un rato mientras la luz menguaba. En estas fechas todavía no proliferan los insectos, así que me pregunté de qué demonios debía estar alimentándose.

Me gustan los murciélagos. Me gustan los mirlos. Me gustan las salamanquesas y las lagartijas. Me gustan los aviones comunes, las golondrinas, las cigüeñas. Me gustan muchísimo los gorriones, tan comunes y alegres. Todos son compañeros de viaje.

4 comentarios:

NáN dijo...

En la antigüedad se relacionaba a los gorriones con el amor apasionado. En Safo se representa a Afrodita en un carro tirado por gorriones.

"Llorad vosotros, Venus y Cupidos
Y todos los hombres sensibles.
Ha muerto el gorrión de mi amada,
el gorrión, delicia de mi amada
a quien quería más que a sus propios ojos:
era dulce como la miel".

Catulo

Elvira dijo...

Prefiero los gorriones a los murciélagos. :-)

Me ha gustado el texto y el comentario de NáN.

Jesús Miramón dijo...

Gracias, Nán, desconocía lo que dices, así como los versos de Catulo. En gesto de agradecimiento te digo estos de José Jiménez Lozano, de su libro «Elegías menores» (un tesoro puro):

GORRIONCILLO

Gorrioncillo urbano,
perdido entre las mesas
de una terraza, en un hotel de lujo.
Como a ti, me bastan y me sobran
las migajas del mundo.
Yo sólo quiero tu alegría.

Jesús Miramón dijo...

¡Elvira, pero si los murciélagos son tan bonitos, y además beneficiosos en su afán de comer moscas y mosquitos! ¡Y vuelan de esa manera tan curiosa y agradable de mirar!

:-)