jueves, 8 de abril de 2010

Piel de pescado

Yo, devorador de animales, ogro, hipopótamo, cavernícola, limpiaba bajo el grifo medio lomo de salmón, su brillante y hermosa carne de color salmón, cuando al darle la vuelta y contemplar el agua fluyendo sobre las prodigiosas escamas plateadas recordé los siguientes versos:

Me prometiste algo que no es posible,
que me regalarías unos guantes de piel de pescado,
que me regalarías unos zapatos de piel de pájaro

y un vestido de la mejor seda de Irlanda.


4 comentarios:

NáN dijo...

Y tú me contestaste que me querrías siempre como soy, pero siempre quieres cambiarme.

¡Ah, l'amour!

Jesús Miramón dijo...

Hola, Nán, tu comentario me ha traído a la mente una cosa que escribí hace tiempo, no es muy buena pero la pongo.

El error, oh, sí, el error
de todas las mujeres del mundo
es que creen que pueden
cambiar a un hombre.
Por amor, por sexo, por ternura,
por sentido común,
por el placer que se obtiene
de la comunión intelectual,
él cambiará. Pero eso
es imposible, porque
los hombres no cambian,
no tienen esa capacidad,
ellos no son así. Ellos
sólo responden
a los cambios de luz,
a la presión atmosférica,
al miedo, al valor.

---

Por cierto, los versos del texto pertenecen al poema «Promesas rotas», que es leído por uno de los personajes de la película «Dublineses», de John Huston, basada en el cuento de James Joyce titulado «Los muertos». En su día lo transcribí bobinando y rebobinando el video. Es un poema que casi me sé de memoria.

PROMESAS ROTAS

Es tarde.
Anoche el perro hablaba de ti,
el pájaro hablaba de ti en el profundo pantano.
Decía que tú eres el ave solitaria a través del bosque,
y que probablemente sigas sin pareja
hasta que me encuentres.
Que me diste tu palabra
y me mentiste,
y que estarías junto a mí
cuando se reunieran los rebaños.
Te llamé con un silbido y trescientos gritos
pero allí no había más que
un corderillo balando.

Me prometiste algo difícil de conseguir:
un barco de oro bajo un mástil de plata,
doce ciudades, cada una de ellas
con un mercado y un bello patio blanco
al lado del mar.
Me prometiste algo que no es posible,
que me regalarías unos guantes de piel de pescado,
que me regalarías unos zapatos de piel de pájaro
y un vestido de la mejor seda de Irlanda.

Mi madre me dijo que no hablara contigo,
ni hoy, ni mañana, ni el domingo,
pero eligió un mal momento para decírmelo:
fue como cerrar la puerta
cuando ya habían robado la casa.

Tú me has dejado sin este.
Tú me has dejado sin oeste.
Me has dejado sin lo que había ante mí
y sin lo que había detrás de mí.
Tú me has quitado la luna,
tú me has quitado el sol también,
y mi terror es inmenso:
tu, incluso, me has arrebatado a Dios.

Ofelia Gasque Andrés dijo...

Terremoto en los corazones. Magnitud 9.9. Aunque hasta el polvo construye nuevas realidades. (Hoy estoy optimista).
Besos

Jesús Miramón dijo...

¿Terremotos en los corazones? Hace mucho tiempo que no siento uno (pero tengo buena memoria). Besos.