viernes, 29 de octubre de 2010

Vigesimonoveno día

Conduzco de noche detrás de otros coches y furgonetas y camiones que también acuden al trabajo. Al girar en la primera rotonda para entrar en la autovía me sitúo durante un momento frente al Este, donde el cielo comienza a clarear débilmente sobre la línea del horizonte anunciando un nuevo día -y esto es una gran verdad- nunca antes repetido en la historia del mundo; un nuevo día todo entero para mí.

6 comentarios:

Diva Gando dijo...

Mi abuelo decía que no había nada más grande que ver amanecer.

NáN dijo...

Tengo un familiar joven que irremediablemente va perdiendo el control de su cuerpo y rápidamente desaparece.

Me siento a su lado y me pregunta si estoy bien (él, me lo pregunta a mí, cariñosamente); no quiero mentirle y le digo que estoy muy bien; me responde "también yo estoy muy bien, a veces me entristece un poco ver la tristeza en los otros. Solo pienso en el día que estoy y solo hago planes, como mucho, para mañana".

Creo que los dos estáis diciendo lo mismo. Con la misma grandeza de espíritu. Y no, no es un héroe, tú tampoco; es un hombre feliz, con sus 1.604 CDs de música.

Jesús Miramón dijo...

Y no lo hay. ¿Cómo puede haber algo más grande que el comienzo de todo lo que va a suceder?

Jesús Miramón dijo...

Tu familiar es un hombre sabio, Nán.

Miguel Baquero dijo...

Me ha gustado mucho, sobre todo eso -que es una gran verdad- de que cada día es nuevo, diferente y desconocido. ¡Qué difícil es a veces recordar eso tan obvio!

Jesús Miramón dijo...

Hola, Miguel, no deberíamos olvidar nunca lo obvio, ni tampoco esperar a tener la necesidad de recordarlo porque ya no nos queda más remedio.