domingo, 13 de febrero de 2011

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La gente dice: «Yo no leo poesía, soy más de novela". La gente dice: «Hace años que sólo leo ensayos». Mirando revistas atrasadas, uno de mis pasatiempos favoritos en el cuarto de baño, leo que en los altares espontáneos que aparecieron en los andenes después de los terribles atentados de Madrid había, sobre todo, muchísima poesía. La antropóloga dice: Había de todo. Velas, flores, muchos mensajes, tanto a los fallecidos como a los terroristas. Mensajes religiosos y políticos. Y muchísima poesía. La investigadora Paloma Díaz Mas estudió la parte literaria, donde la parte oral se mezcla con la literatura. En un momento de crisis, de muerte sentida socialmente como algo traumático, lo que cuenta es la palabra, el papel de la poesía. La presencia poética en los 70.000 documentos resulta apabullante.

En realidad no se trata de que nos guste o no: sucede que en situaciones extremas la poesía es el único modo de expresar la verdad de lo que sentimos. Es algo que en rigor tiene más que ver con lo que somos que con la literatura o la edición de libros. Hölderlin escribió: «Pleno de méritos, pero es poéticamente / como el hombre habita esta tierra». ¿Cómo habría de ser de otra manera si la vida, el mundo, no es un mérito sino un don?

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