jueves, 12 de julio de 2012

De privilegios

La agencia comarcal de Barbastro estaba llena de gente cuando, precisamente a través de las personas que atendíamos, empezaron a llegarnos los primeros ecos de los nuevos recortes del gobierno. "Os quitan la paga de Navidad", nos dijeron, e imagino que algunos se alegrarían, no lo sé, lo que sí sé es que desde el primer momento me propuse que esa noticia no afectara ni a la calidad ni al orgullo que siento por mi trabajo. El privilegio de ayudar a los demás no disminuye por cobrar menos.

7 comentarios:

Paco dijo...

Yo fui a hacer la mili a regañadientes. Podría haber objetado, pero pedí hacerla al lado del cuartel de donde vivía mi novia (ahora mi mujer), y resulta que me tocó. No quisé desaprovechar la ocasión de dormir a escasos 100 metros, comparados con los 600 km que nos separaban (París bien vale una misa).

Y después del primer mes en el que aprendimos a desfilar, los 8 meses restantes hice una de las labores más importantes que he hecho en mi vida: enseñé a sacarse el graduado escolar a varios de los soldados de reemplazo. Incluso a alguno le enseñé a leer y escribir. Y a más cosas de la vida...

No sé por qué tu entrada me ha recordado esto. Puede que porque nunca pensé que en ese lugar iba a ayudar más, mucho más, que en la otra opción que a priori era como más orientada a las ayuda a los demás, como la objeción.

Puede que el haberlo hecho pensando que iba a perder un año de mi vida, con traje militar, tampoco afectó a la calidad ni al orgullo con que lo hice.

Y a pesar de todo, casi 20 años después, aun mantengo el contacto con el Sargento (ahora Brigada), que dirigía aquello. Mi opinión desde entonces cambió.

Ayudar a los demás da una fuerza incomprensible y poderosa.

Un abrazo, Jesús.

Victoria dijo...

Permíteme que te felicite por ser como eres. Por no permitirte pagar tu ira con quién no tiene la culpa.
Para tí va mi aplauso.

Jesús Miramón dijo...

Qué interesante y qué bonita tu historia, Paco, una historia que, en estos tiempos tan difíciles, me confirma algunas de las cosas en las que pienso desde hace mucho tiempo. Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

No, no, Victoria, muchas gracias pero permíteme reenviar ese aplauso a las personas que ahora mismo, en un hospital o en una comisaría o en un retén de bomberos forestales, hacen su trabajo como siempre lo han hecho.

Elvira dijo...

¡Olé! Y un beso

NáN dijo...

Dejando las medidas económicas aparte (que no es este el sitio), es indecente que os pongan como un trapo para facilitar las privatizaciones.

El orgullo por el trabajo bien hecho, con independencia de las condiciones, te señala como una buena persona. Por suerte, sois muchos.

Jesús Miramón dijo...

El único modo de dignificar nuestro trabajo, sea limpiar un almacén o diseñar un cohete espacial, es hacerlo bien, no hay otro modo, mi padre me lo enseñó.

Dicho esto: la indecencia de devaluar y desprestigiar a los empleados públicos tiene mucho que ver con la tarea que estos realizan, es decir, la indecencia de la devaluación y desprestigio de los servicios públicos, que es en lo que andan realmente.

Y dicho esto: yo estaría dispuesto a sacrificar lo que hiciera falta si el producto de ese sacrificio se destinase a salvar las prestaciones sociales más necesarias hoy que nunca: desempleo, dependencia, educación, investigación y desarrollo... Saber que nuestros sacrificios son el precio ¡del rescate del sistema financiero, es decir, de algunos bancos! es demoledor, absolutamente demoledor.

Un abrazo, Nán.