lunes, 31 de agosto de 2015

La típica tormenta de finales de agosto

Mientras mi hijo firmaba el contrato de alquiler del piso de Huesca donde vivirá el curso que comienza, el cielo se oscureció en pocos minutos y los peatones comenzaron a correr de aquí para allá. Yo, como buen chófer, contemplaba la calle a través del cristal de la inmobiliaria, ajeno a sus asuntos. La típica tormenta de finales de agosto, pensé.

De regreso a Barbastro gigantescas nubes de color ceniza y kilómetros de altura descargaban lluvia y granizo sobre la tierra recalentada levantando una espesa capa de vapor. Golpes de viento y agua me obligaban a corregir constantemente la trayectoria del coche. Los limpiaparabrisas barrían el cristal a la máxima velocidad. Durante varios kilómetros imaginé nuestra querida Picasso roja atravesando el paisaje del Somontano bajo la tormenta a vista de pájaro, a vista de avión, a vista de satélite. Pequeña, diminuta, minúscula.