viernes, 8 de septiembre de 2017

Amor ciego

1.

En aquellos días las ruinas del muelle griego de Ampurias que asomaba en la playa todavía no estaban protegidas, y uno podía dar la vuelta sobre sus sillares para enfrentarse cara a cara contra el viejo mar Mediterráneo, testigo de tantas victorias y derrotas durante miles de años.

Vivíamos en Bañolas, donde Maite era profesora de Lengua y Literatura Castellanas, todavía no teníamos hijos y yo conducía a toda hostia un Alfa Romeo, mi primer coche nuevo de fábrica, por la preciosa carretera de Orriols, curva tras curva entre los bosques de alcornoques y encinas y campos de cereal en dirección al mar.

Yo trabajaba en Gerona. Aprendí catalán y me enamoré, más que de Cataluña, de esa provincia maravillosa y, en cierta manera, tan desconocida todavía hoy respecto a su maravilloso territorio interior.

2.

En estos días vivo los acontecimientos de ese país con un sufrimiento lleno de sentimientos móviles y contradictorios.  Ahora pienso una cosa, ahora otra.

Ayer, siguiendo en televisión los acontecimientos del Parlamento Catalán, no tuve duda alguna de que se estaban conculcando derechos elementales de la democracia, como los que amparan a las minorías y la oposición.  La actuación de la presidenta de esas Cortes fue tan parcial y precipitada que casi parecía la de un país tercermundista.

Muchas cosas se han hecho mal desde el gobierno español.  La primera corregir a través del Tribunal Constitucional el Estatut que votó el pueblo catalán, y a continuación todos los rechazos que vinieron después.

Muchas cosas se han hecho mal desde el gobierno catalán: negar con oportunidad y alevosía el carácter plebiscitario de las últimas elecciones legales que se hicieron en ese territorio, donde el independentismo perdió en votos, aunque no en diputados; negar el carácter plebiscitario con el que los partidarios de la independencia enfrentaron ese referéndum hasta saber los resultados y darse cuenta de que habían perdido.

3.

Para mí todo es triste.  Cataluña, como antiguo condado del Reino de Aragón, es creadora de lo que ahora conocemos como España.

Y, dicho esto, respeto a quienes quieren ser independientes de España y, consecuentemente, de Europa.  Pero me da mucha, mucha pena.  Porque es ilegal de este modo; por sus hijos, que ya no podrán ser Erasmus -y es sólo un ejemplo-; porque mi utopía es la existencia de unos verdaderos Estados Unidos de Europa en todos los sentidos: salarios mínimos, sanidad pública, etcétera; porque lo que vimos ayer da mucha vergüenza ajena; porque yo no soy capaz de diferenciar, en cuanto a mi sensación de rechazo, a unos diputados cantando un himno u otro, todo ese patriotismo folclórico como signo de victoria.

Mucha pena.

4.

No dejaré de querer a Cataluña pase lo que pase.  Porque tengo muy buenos amigos y amigas en ese país.  Porque uno no puede renunciar a los amores juveniles así como así.  Porque el amor es ciego, incluso frente a la tristeza.

4 comentarios:

andandos dijo...

Te leo, Jesús, siempre. Ya hablaremos cuando haga más frío, espero que pronto.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Gracias, José Luis. Yo también lo espero. Un abrazo.

Beauséant dijo...

Los políticos, una vez más, políticos de un lado y del contrario que han hecho lo posible por destruir lo que ha costado siglos hilvanar... España siempre ha sido un país empeñado en morderse a si mismo como un perro rabioso.. y así nos va, claro.

Jesús Miramón dijo...

Desde muy joven me sentí un ciudadano político y, sobre todo ahora, después de tantos años de empleado público orgulloso de serlo, sé bien cómo la política afecta directamente a la vida cotidiana de las personas.

Hablar de "los políticos" así, sin más, es, querido Beauséant, generalizar un poco. Los políticos son imprescindibles para la existencia de un país democrático, pero idealmente deberían ser buenas personas, decentes y sinceras. No sé si es pedir demasiado. La mayor parte de las personas que yo conozco son así (aunque ninguna de ellas se dedica a la política, eso también es verdad). Pero en mi opinión deberíamos seguir esperando de los políticos soluciones, servicio, inteligencia, capacidad, etcétera. Yo, a pesar de lo que he visto a mis cincuenta y cuatro años, no renuncio a ello.

Sobre España... Carezco de patriotismo y, por eso, no comprendo ninguno aunque los observe con curiosidad. Conozco un poco la historia de nuestro país y existen razones más que suficientes para afirmar como haces tú que es como un perro rabioso empeñado en morderse a sí mismo. Todos los de mi generación somos nietos o bisnietos de la Guerra Civil.

Mi esperanza está en Europa y más allá, en unos Estados Unidos del planeta tierra. Sé que no lo veré, pero sé también que esa es la única esperanza para tanta injusticia, tantas guerras y tanta hambre. Como Beethoven, creo firmemente que todos los seres humanos que habitamos este mundo estamos ligados por el vínculo de la hermandad más profunda, y sólo las religiones, los patriotismos, los intereses financieros y la profunda ignorancia de nuestra insignificancia en la inmensidad del universo, impiden que las cosas cambien. Pero, como decía al principio del párrafo, no pierdo la esperanza. Dime friki pero, ¿te lo imaginas? Estados unidos de la tierra. Más aún, más allá, un estado llamado tierra. Una única patria: nuestro planeta. Una única verdad indiscutible.

Sobre Cataluña ya escribí ayer y anteriormente en otras entradas de mi diario lo que pienso y siento. No se está haciendo bien, todo lo visto en los últimos días es una chapuza que, en otras circunstancias, nos haría reír a carcajadas. Sé que acabará en lágrimas de personas a las que quiero. De ahí mi tristeza.

Gracias por comentar.