miércoles, 31 de enero de 2018

Nana

Ahora, justo ahora, al depositar el peso de tu cabeza en la almohada y comenzar a sentir cómo el resto de tu cuerpo se relaja y disuelve en el cansancio del día, piensa durante un instante en todos los seres humanos que te precedieron; piensa en tantos que brillaron fugazmente y se apagaron tan anónimos como tú, piensa en palacios y cabañas y batallas y venganzas palaciegas y epidemias de peste. Tantos que cantaron canciones alegres a la luz del hogar, aquellos que lloraron tal vez exageradamente en las muestras de duelo en pequeñas capillas de piedra. Piensa durante un instante en que tú eres el extremo de algo, el último centímetro de una raíz que lenta y suavemente penetra en el futuro del tiempo, y duerme, duerme, duerme. Mañana, contigo, despertará el mundo entero.

martes, 30 de enero de 2018

Huellas

Hoy en la agencia comarcal de la seguridad social he conocido a una bella mujer nacida en Barbastro que vive en Italia, concretamente en Florencia, desde hace más de veinte años. Ha venido para acompañar a su madre tras la muerte de su padre y ayudar a tramitar su pensión de viudedad y demás papeleos. Enseguida hemos conectado a nivel empleado público/cliente; algo que, no porque me suceda relativamente a menudo, deja de gustarme mucho. Hemos terminado compartiendo nuestros correos personales porque mi hijo Carlos, si aprueba finalmente el Grado Superior de Agente Forestal, regresará a Italia a hacer sus prácticas con Andrea, el director del Parque cerca de Pisa donde hizo las prácticas del Grado Medio. Ella, Pilar, se ha empeñado: "Si necesita cualquier cosa, cualquier ayuda, me lo dices, estaré encantada de ayudarle", me ha dicho. Mi trabajo no siempre es ingrato.

Siempre he creído firmemente que todos los trabajos son importantes. Nosotros, quienes los ejercemos, somos o deberíamos ser los primeros en hacerlos importantes, en dignificarlos. Barrer bien una acera es lo mismo que descubrir una vacuna, y esto es algo que pienso y escribo muy en serio. Hacer un buen pan, honesto, poniendo todo tu amor en su concepción, no tiene nada que envidiar a diseñar un avión comercial. Dar clase de Lengua y Literatura con vocación de transmitir conocimientos no es mejor que limpiar los sedimentos de un canal de riego con palas y cubos con la intención real de despejarlo. Porque todo, absolutamente todo, es lo mismo: la huella de nosotros, la huella de nuestra voluntad, la huella de nuestra inteligencia.

viernes, 26 de enero de 2018

El inmenso poder

Toco la mesa: esto es el presente. Si diera un manotazo a mi vaso de whisky y lo tirara al suelo y se rompiera esparciendo su preciado líquido por el suelo salpicando la pared sucedería un pasado imposible de recomponer. Miro mi pobre guitarra olvidada, sus trastes, imagino los dedos de mi mano izquierda sobre su mástil y los de mi mano derecha haciendo vibrar sus cuerdas: eso es el futuro.

Ahora mismo escribo en mi portátil y, evidentemente, esto es el presente, aunque por un instante, durante el párrafo anterior, conseguí algo: presente, pasado y futuro fueron expresados en un tiempo coincidente. Éste es, entre miles, el inmenso poder de la literatura.

jueves, 25 de enero de 2018

Emprendo el descenso

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el futuro y aparezco en un planeta como Marte, árido, seco, casi sin atmósfera, y muero al instante.

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el futuro y aparezco en un planeta de cielo azul y bosques perfectos y campos de cultivo. Los seres humanos que encuentro, en un inglés muy contaminado de otras lenguas pero comprensible en su contexto, me cuentan que nuestra especie hace siglos que se dio cuenta de que debía frenar su crecimiento demográfico y limitar al máximo el consumo de animales. Con la llegada de la revolución de las células madre las empresas que mataban terneros, cerdos y corderos pasaron a crear carne con su mismo sabor y propiedades, y así el veganismo triunfó en el mundo. Pruebo un entrecot. No sabe igual que el que me comí con unos pimientos de piquillo confitados el día anterior a mi viaje, pero reconozco sus ventajas ecológicas. Qué bien, el planeta supo cambiar su trayectoria hacia el precipicio, existe esperanza, pienso. Entonces pido amablemente que me muestren una imagen del mundo y descubro que África y grandes zonas de Asia son campos de cultivo sin presencia de población humana. Pregunto: "¿Qué pasó allí?" Me contestan: "Hace siglos tuvimos que frenar el crecimiento demográfico mundial y actuamos en sus nidos fundamentales, que eran África y Asia". Digo: "¿Actuaron? ¿Qué quiere decir eso?". "Lo que le estoy diciendo, debería saberlo, se estudia en los colegios, ¿de qué planeta se ha caído?". Y comprendo.

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el futuro y aparezco en medio de un bosque de hayas y robles y, por más que busco vestigios de presencia humana, no los encuentro. Un jabalí enorme aparece en un claro entre los árboles, me mira con sus ojos tan parecidos a los de los humanos e, ignorándome sin ninguna preocupación, continúa hozando en el húmedo suelo a pocos metros de mí. Camino a través de la espesura subiendo hacia el lugar más alto a mi alcance. Llego a un repecho rocoso y contemplo el horizonte. Muy lejos el mar brilla bajo la luz del sol. Entre el mar y el lugar donde yo estoy veo los restos de una gran ciudad transformada en escombros apenas perceptibles bajo siglos de vegetación y naturaleza incontenible. No atisbo signo alguno de presencia humana, pero emprendo el descenso.

lunes, 22 de enero de 2018

Viajes en el tiempo

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el pasado, y a menudo aparezco en medio de un bosque de hayas y robles y, por más que busco algún vestigio de presencia humana para adivinar la época, el siglo, no lo encuentro, así que me limito a caminar entre antiguas arboledas vírgenes de troncos cubiertos de musgo y un silencio absoluto ajeno a sonido humano alguno. Ninguna campana lejana. Ningún relincho de caballos. El bosque y nada más, como si hubiese viajado al comienzo de todo para nada.

sábado, 20 de enero de 2018

Rinocerontes lanudos

Me doy cuenta de que mi generación está asistiendo en directo, como pasa siempre con la realidad, a un cambio climático de consecuencias que preferiría no imaginar y sin embargo no hago sino imaginar una y otra vez con todo lujo de detalles.

Cuando logro detener a duras penas mi imaginación, nutrida desde la adolescencia con centenares de lecturas que van desde Julio Verne a Frank Herbert pasando por Asimov, Ray Bradbury y Philip K. Dick, pienso: "Espera, no te precipites a guardar en el trastero latas de comida de tamaño familiar y escopetas de caza y cajas de cartuchos".

Porque esto ha sucedido siempre. No acaso con una intervención tan directa de nuestra especie ni con tal velocidad temporal, pero los cambios climáticos forman parte de la historia de nuestro planeta, y nosotros formamos parte de él para bien y para mal, no somos marcianos llegados aquí para destruirlo, somos uno de sus problemas o, tal vez, uno de los factores de un cambio que es posible que acabe precisamente con la extinción de todos nosotros (en defensa propia).

Lo raro es asistir a ello en directo, pero imagino que eso mismo debió sucederles a nuestros antepasados que asistían estación tras estación al avance del frío y los glaciares, por no hablar del último Neandertal sentado en la entrada de su cueva en Gibraltar, cuando los mamuts y los rinocerontes lanudos formaban parte de la leyenda ya lejana de su tribu, empujada cada vez más hacia el Sur y la caza de conejos y pequeños animales indignos de los cazadores que habían sido pocas generaciones antes.

Esta mañana he visto huellas de jabalí mezcladas con las de perros. Caminábamos a paso ligero y me he quitado la ropa de abrigo. La temperatura era de quince grados según mi teléfono inteligente. He mirado al final del horizonte, a las cumbres nevadas, y por un momento me ha parecido visualizar cómo la capa blanca se desvanecía a toda velocidad, aunque no era verdad, sólo otro fruto de mi infantil imaginación.

Me ha tocado vivir a edad adulta tiempos distópicos, apocalípticos, zombis; y es verdad que las cosas están cambiando a una velocidad que nadie esperaba, es verdad que los osos polares ya están condenados, que la banquisa de la Antártida se está rompiendo en bloques de hielo tan grandes como islas enormes, que en el Sur de Inglaterra están comenzando a plantar viñas, que los árboles suben poco a poco hacia las cumbres de las montañas huyendo del calor. Yo estoy aquí, en este preciso momento de la historia de mi galaxia, y pienso describirlo lo mejor que pueda. Y al acabar escupiré pintura sobre mi mano abierta en la pared.

miércoles, 17 de enero de 2018

Abalorios

Un día más se acerca a la orilla
antes de retirarse, devolviéndome
de nuevo al hipnótico sueño del mar.

Lo más probable es que esta noche
no me deje varado en la arena,
expuesto al cruel sol del futuro amanecer,

pero ese día llegará, no lo dudo.
Mi último día alcanzará la playa
y en vez de regresar me quedaré

allí en la arena junto a las algas secas,
los restos de plástico, los pequeños trozos
de vidrio de botellas de vino y cerveza
suavemente pulidos como
el tesoro que son.

martes, 16 de enero de 2018

Se ha levantado un viento muy frío

Los martes también abrimos la agencia al público por la tarde, de cuatro a siete. Es sólo un día a la semana pero vuelvo a casa literalmente reventado.

Mucha gente al mirarme ve solamente a un hombre sentado al otro lado de una mesa con un ordenador y un teclado a su derecha. Ese hombre podría trabajar quince horas diarias porque, total ¿qué esfuerzo hace? Ninguno.

Y sí, reconozco que soy un empleado privilegiado porque el resto de los días de la semana trabajo sólo por la mañana y, sobre todo, porque me gusta mucho lo que hago. Y sí, sé que son millones los trabajadores españoles que trabajan en condiciones infinitamente peores que las mías y en oficios que ni siquiera les gustan, y nunca me compararía con ellos. Pero apelo a la comprensión de los posibles lectores que trabajan atendiendo diariamente a otros seres humanos, todos distintos, cada uno con sus problemas y sus personalidades -confiados, desconfiados, alegres, pesimistas, fáciles, complicados, etcétera, etcétera- para que se comprenda lo que estoy describiendo esta noche: algo que mientras me agota me fascina. En ningún caso busco compasión ni nada parecido, hago lo que me gusta, soy muy afortunado.

Pero juro que, sobre todo los martes como hoy, después de haberlo dado todo, como diría mi hija: toda mi capacidad de entender, solucionar, ayudar, intentar hacer las cosas bien, hacer la norma legal comprensible para diferentes niveles educativos; juro que después de haberme entregado sin protección a los seres humanos que se sentaron al otro lado de mi mesa, salgo a la calle casi en estado catatónico, embotado, el cerebro convertido en un órgano agotado de tanto utilizarlo sin descanso. Camino de vuelta a casa junto al río. Se ha levantado un viento muy frío pero lo agradezco. Me acaricia furiosamente el rostro.

lunes, 15 de enero de 2018

Dolores O'Riordan

Escucho a Maite hablar con nuestra hija en el salón. Ríe y eso me tranquiliza. Luego me contará de qué han hablado. Me maravilla la relación que mantienen entre ellas. Ahí Carlos y yo estamos un poco fuera, no sé cómo explicarlo. Mujeres y hombres; hijas y madres, padres e hijos. Qué sé yo.

Hace mucho que ya es de noche. Me he enterado de la muerte de la cantante irlandesa Dolores O'Riordan, vocalista y compositora de The Cranberries, un grupo que escuchaba hace años. Ha sido una desaparición repentina e inesperada. Tenía cuarenta y seis años y tres hijos. Sus canciones me acompañaron durante mucho tiempo, cuando era más joven que ahora, y escucharlas me hacen viajar en el tiempo. Hace ya algunos meses encontré vídeos de pequeños conciertos acústicos en una librería. El de The Cranberries me impresionó por su pureza (el batería sólo podía tocar una pandereta). Allí aparece Dolores con toda su magia.

domingo, 14 de enero de 2018

De helechos y nieve

Aquí no hay helechos. Y me gustan mucho los helechos, la hiedra, los robles, las hayas, la hierba alta y afilada cerca del mar. La tierra roja. El viento salado.

Aquí hay encinas carrascas y romero, tomillo, manzanilla silvestre, zarzamora, enebros de tres metros de altura; aquí hay olivos y almendros huidos de sus campos de concentración, supervivientes en terraplenes y lindes olvidadas; aquí hay higueras junto al hormigón armado del canal, gramíneas de todas las clases, hinojo salvaje con sabor a anís.

Al final del horizonte la cordillera blanca de nieve, engañosamente cerca. Nieve. Existen pocas palabras más hermosas que esa: nieve. Aurora. Copo de nieve. Frío. Helecho. Haya.

sábado, 13 de enero de 2018

Una cuerda tensa

Como ser humano he aprendido que lo que nos aliena es nuestra necesidad y capacidad real y directa de tomar decisiones cada segundo, incluso en las peores circunstancias.

Nos aliena nuestra supuesta inteligencia, incapaz de comprender en toda su amplitud la realidad de lo que existe a nuestro alrededor y las consecuencias de nuestras decisiones en ella.

Escribir, como caminar o cocinar, es decidir lo que vas a redactar, la dirección que tomarás al salir de tu casa o los ingredientes que pondrás en la cazuela. Es fascinante y tenebroso al mismo tiempo.

Vivimos en la tensa cuerda que se extiende entre el milagro y el desastre más absoluto.

viernes, 12 de enero de 2018

Viernes

Me gustan más los viernes que el verano.
Me gustan más los viernes que la navidad.

Claro que todo el mundo sabe que
odio el verano y odio la navidad, pero es que
me gustan más los viernes que
el propio fin de semana.

Los viernes siempre son esperanza.

En eso se parecen a los lunes.

jueves, 11 de enero de 2018

Sobre lo más valioso del mundo

Nos hemos despedido diciendo: "A ver si no dejamos pasar tanto tiempo", que es lo que nos decimos siempre cuando nos despedimos, sabiendo que pasará más tiempo del que nos gustaría.

Existe un problema logístico menor pero no sin importancia: él trabaja por la tarde y yo por la mañana.

En cualquier caso da igual: cuando nos reunimos, y últimamente es para caminar por el campo y hablar sin parar, es un gozo para mí porque normalmente no tengo con quien charlar de los temas que ambos compartimos, él como músico y fotógrafo y yo como, no sé, ¿poeta? Da igual. El hecho es que en ese aspecto digamos "artístico", aunque después de tantos años me haya acostumbrado, estoy muy solo, y José Luis me comprende tan bien como yo le comprendo a él, y tenemos las mismas dudas, las mismas preguntas, los mismos propósitos. Hablamos el mismo lenguaje. Cada vez que quedamos mi alma se desahoga y vuelvo a casa más limpio, menos solo, con muchas ideas más claras.

Aunque no sólo hablamos de escritura y fotografía, también lo hacemos de la actualidad política, de la Cataluña que nos duele a ambos, de nuestras familias, de nuestros hijos (a los suyos les dio clase Maite pareciera ahora hace miles de años). Nos ponemos al día como hacen los amigos, y, es verdad: ¿por qué demonios nos vemos tan poco viviendo tan cerca y haciéndonos tanto bien mutuamente? Ah, pero así es la vida. Lo mejor es que al cabo de dos segundos, qué digo: un segundo: qué digo: antes de que yo subiera a su coche, mientras me acercaba y veía a través del parabrisas su sonrisa, ya era como si nos hubiésemos visto ayer. ¿Existe algo más valioso en el mundo?

miércoles, 10 de enero de 2018

Asuntos

Escucho funcionar la impresora en la habitación de Maite. Mi hijo me ha llamado desde Huesca para saber cómo hago exactamente las cremas de verduras, en este caso de puerros, calabacines, zanahorias y patatas. Le faltaba le mantequilla que añado al aceite donde las sofrío antes de cocerlas pero tenía todo lo demás. Mañana por la mañana he pedido el último día libre que me quedaba del año pasado y he quedado con un amigo para pasear junto al canal y hablar de lo humano y lo divino.

El domingo pasado, cuando mi compañera y yo paseábamos por allí, nos cruzamos con un gran coche cuatro por cuatro que arrastraba un remolque donde yacía un jabalí que a mí me pareció enorme, inmenso. Las huellas que tantas veces habíamos visto se confirmaban pero sentimos pena, a pesar de saber que actualmente son una plaga.

Hoy en el trabajo he atendido a decenas de personas maravillosas de todas las edades, sexos y nacionalidades. Como los pajaricos que esperan la salida del sol en lo más alto de los árboles desnudos para calentar sus pequeños cuerpecitos de pluma, yo espero de cada uno de esos seres humanos que se sientan al otro lado de mi mesa algo de calor en estos tiempos de frío acero, y lo encuentro a raudales. A raudales. A veces salgo del trabajo con tanta humanidad infiltrada en mi piel que lloraría durante todo el breve trayecto hasta mi casa. Pero soy profesional. No lloro y lo que hago es venir aquí por la noche y escribir. Como diría Gregorio, una de las personas que he jubilado esta mañana y con la que he estado hablando durante casi media hora, "así es el asunto".

martes, 9 de enero de 2018

Un acto de comunión

Nunca escribiré nada espectacular. Soy un hombre corriente del modo más discreto posible. A veces se me ocurre la idea de escribir una novela de ciencia ficción, un género que me gusta mucho, pero las historias se me mueren a las dos páginas porque siempre son momentos, instantes, nunca largos relatos.

Pero doy testimonio de mi viaje, finalmente eso es lo que hago: dar testimonio de la realidad que me ha sido dada. Por eso esto es un diario en el que escribo casi al final del día, cansado, con un whisky con hielo junto al ordenador y tratando de expresar algo pertinente, de algún modo pertinente, para quien acabe leyendo estas palabras al otro lado de la pantalla. Lo he escrito muchas veces: se trata de un acto de comunión.

lunes, 8 de enero de 2018

Variaciones

El viaje continúa y lo hace a la vez de muchos modos. Desayuno, almuerzo, comida, cena. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Enero, febrero, marzo. Un beso en la boca por la mañana, otro al regresar del trabajo. Vaciar mañana tras mañana el intestino leyendo distraídamente un libro hasta que ella te pregunta: "¿Estás vivo?". No aburrirte nunca de las variaciones Goldberg interpretadas por Glenn Gould sentado en la silla de su infancia mientras las tararea en voz baja pero audible.

El viaje continúa y lo hace de muchos modos a la vez: la sangre recorriendo nuestro cuerpo entero empujada por los potentes latidos de la bomba mecánica del corazón, los pulmones llenándose y vaciándose de oxígeno con una inconsciente perfección asombrosa. El tiempo, estos minutos en los que escribo, hollando una nieve existente sólo en mi imaginación palabra a palabra, una detrás de otra, cada una de ellas escritas por primera y última vez como respiramos, cada una de ellas expuesta a la naturaleza de la desaparición. Testimonios efímeros.

domingo, 7 de enero de 2018

Siete días más tarde

Siete días más tarde no he cumplido ni una sola de mis buenas intenciones para comenzar el año. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo, así que no me pilla por sorpresa. Ni siquiera la decepción de mí mismo me pilla por sorpresa. A las amigas, amigos y familiares directos que leéis esto: no os preocupéis: estoy bien: a veces me siento orgulloso de mí mismo, sobre todo en el ámbito laboral. Comienzo a quererme como, después de treinta y cinco años juntos, me quiere mi compañera: como soy, no como a ella le gustaría que fuese en todos los detalles, no como a mí me gustaría ser en todos los detalles.

Anoche y hoy llovió aquí en el Somontano, y también en las montañas. Ahora el río Vero se precipita hacia el futuro con un abundante caudal marrón como el cacao con leche. Hay muchísima nieve allí arriba, blanca en la oscuridad.

sábado, 6 de enero de 2018

De la necesidad del frío

De vez en cuando contemplo el exterior de nuestra nave para saber si está nevando, o lloviendo o algo. Es una mierda que nunca acierten con el Somontano, lo digo en serio. En época de vendimia la culpa se la llevan las bodegas, que si rompen las tormenta con tiras de cobre que si no sé qué, pero ¿ahora? ¡Si anunciaban en las televisiones el apocalipsis antártico!

A eso de las doce y media hemos ido a dar nuestro habitual paseo junto al canal, hoy vacío y con aguas tan estancadas que en algunos tramos olía mal, y la temperatura era de ¡trece grados! ¡Un seis de enero!

Rezo al espagueti volador y a supermán porque de verdad tengamos una temporada medianamente larga de frío de verdad, ¿es mucho pedir dos semanas, tal vez tres? ¿Cuatro? Es que si no cuando quiera darme cuenta me veo otra vez en bermudas y sandalias y todavía no las he olvidado, ni tiempo a eso me ha dado.

Frío. Necesito frío. Frío de verdad aquí en Barbastro, en el barranqué, al pie de las tentadoras cordilleras blancas de nieve.

viernes, 5 de enero de 2018

De reyes

De los reyes magos no sé qué me gusta más: si que afortunadamente hayan desaparecido de nuestras vidas y su importante impacto en nuestras mermadas cuentas bancarias, o que se reúnan en el cumpleaños del rey abuelo sin hablarse la mitad de la familia con la otra mitad. Quién sabe si de este modo, por disolución y enfrentamientos pedestres, desaparezcan de nuestra sagrada constitución. Ojalá.

Por otra parte disfrutamos tanto en su momento: galletas mordidas junto a la taza de leche, con migas en el suelo y todo; colocar cuidadosamente los juguetes; contemplar enternecidos su asombro inocente.

Cada edad tiene su afán. Tal vez si algún día tengo nietos recupere aquella ilusión multiplicada, según me cuentan, por cien.

jueves, 4 de enero de 2018

Palacios

Por la mañana, antes de levantar la persiana de mi negocio, miro a través de la ventana. Todo está en sombra menos las zonas más altas iluminadas por el sol reciente. Su luz nueva convierte el edificio más feo en un palacio.


miércoles, 3 de enero de 2018

Avatar

Despierto bruscamente de un sueño que no puedo recordar y compruebo que son las seis y cuarto. "Todavía puedo dormir un poco más", me digo, hasta que me doy cuenta de que estoy vestido sobre la cama sin deshacer y es por la tarde. Entonces recuerdo: me acosté a las cinco y he dormido una siesta intempestiva. Fuera todo está oscuro y la casa está en silencio. Maite corrige trabajos en el salón. Salgo al pasillo del submarino (todos los pasillos de todas las casas donde he vivido me recuerdan a submarinos), entro en la sala donde ella trabaja y todo, durante esos segundos o minutos, me parece extraño, insólito, como si hubiese despertado en el cuerpo de una persona distinta a mí, como si fuese el avatar de alguien. Tengo cincuenta y cuatro años y aún no comprendo casi nada de todo esto.

martes, 2 de enero de 2018

Pureza

Vuelvo al trabajo después de una semana de vacaciones. A las ocho de la mañana hay unos sorprendentes siete u ocho grados de temperatura. El río Vero se precipita hacia el mar con un caudal más bien escaso. Sorteo dos o tres cagadas de perro en la acera. El cielo, como siempre, es lo más puro del paisaje urbano, aparentemente ajeno a quienes vamos de aquí para allá como las hormigas de un hormiguero.

Hoy he jubilado a cuatro personas. También tramité una pensión de viudedad. Tarjetas sanitarias europeas. Información sobre el futuro. Consuelo sobre situaciones sin salidas administrativas posibles.

En alguna parte leí no hace mucho tiempo lo siguiente: "Lo mejor que puedes regalarle a alguien es tu atención". Puedo asegurar, después de muchos años de profesión, que es una verdad absoluta. Otra verdad es lo que puedes aprender de todas esas personas anónimas que se sientan frente a ti y, más a menudo de lo que creeríais, acaban contándote anécdotas de su vida sorprendentemente íntimas. Saben que mi profesionalidad les protege.

El día termina y el nuevo año comienza a caminar. Los rechonchos gorriones comen nuestras migas en las calles de Barbastro con la alegría propia de los seres puros, puros como el cielo.

lunes, 1 de enero de 2018

El límite del horizonte

El horizonte -no el mío, no el tuyo, no el de los que creen o no creen en fechas importantes, no el de quienes ni siquiera piensan en ello- es hoy. Hoy es el límite del horizonte de toda la humanidad.