lunes, 15 de enero de 2018

Dolores O'Riordan

Escucho a Maite hablar con nuestra hija en el salón. Ríe y eso me tranquiliza. Luego me contará de qué han hablado. Me maravilla la relación que mantienen entre ellas. Ahí Carlos y yo estamos un poco fuera, no sé cómo explicarlo. Mujeres y hombres; hijas y madres, padres e hijos. Qué sé yo.

Hace mucho que ya es de noche. Me he enterado de la muerte de la cantante irlandesa Dolores O'Riordan, vocalista y compositora de The Cranberries, un grupo que escuchaba hace años. Ha sido una desaparición repentina e inesperada. Tenía cuarenta y seis años y tres hijos. Sus canciones me acompañaron durante mucho tiempo, cuando era más joven que ahora, y escucharlas me hacen viajar en el tiempo. Hace ya algunos meses encontré vídeos de pequeños conciertos acústicos en una librería. El de The Cranberries me impresionó por su pureza (el batería sólo podía tocar una pandereta). Allí aparece Dolores con toda su magia.

5 comentarios:

andandos dijo...

Tanto tú como yo trabajamos con mujeres. Hay una palabra, sororidad, que hace referencia a la dimensión política, ética y más cosas de las mujeres en relación a los hombres (al patriarcado, que dice mi hija, espero interpretarlo bien). Además de todo eso yo suelo pensar en esta palabra y le doy el significado también de "hermanamiento" entre ellas de manera... instintiva, parece. Seguro que has asistido al momento en el que dos mujeres se acaban de conocer y muy pronto hay entre ellas unas complicidades y sobreentendidos casi naturales. A veces me parecen sobrenaturales. Bueno, nada más.

La edad en la que la música que escuchamos suele convertirse en la "nuestra" creo que va de los dieciocho a los veinticinco, más o menos. No sé si es tu caso. Ha muerto muy pronto, y nos recuerda que la muerte es imprevisible muchas veces. Mi vecina de enfrente decía que "ahora se vive mucho", y murió hace cosa de un mes, con más de noventa. En fin, la vida que pasa.

Un abrazo

andandos dijo...

Hay otra cosa. De la misma manera que a los doce años, más o menos, nos preparan y nos preparamos, inconscientemente, para la adolescencia, a partir de los... sesenta, pongamos por caso, debemos prepararnos para morir. ya que hemos llegado, a diferencia de esta chica que nombras, a esta edad madura.

Tú hablas con gente mayor, a veces yo también. Cuando fuimos padres nos asombramos de serlo, y todo lo que vino después nos pareció normal, nos acostumbramos a serlo. Ahora, con los hijos ya más mayores, también nos va pareciendo normal todo. Deduzco que a partir de cierta edad, sesenta, hay que pensar en la muerte y en sus diferentes formas de realizarse hasta convertirla, mentalmente, an algo normal, inevitable, natural. No debe ser muy fácil, pero estoy comenzando a trabajar, si se puede emplear esta palabra, este aspecto de la vida. Otro día hablaremos del cómo.

Por otra parte, permanezco atento a todos los aspectos positivos, agradables, vitalistas, que me ofrecen mi entorno, primero el familiar y luego el de amigos y compañeros de trabajo, muchos más jóvenes que yo, claro. De mi trabajo ahora soy el más mayor en edad.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Cuando nació mi hija Paula, esa misma noche, en la habitación del hospital, escribí en mi cuaderno las siguientes palabras: "Ha nacido mi hija, mi hija que también morirá".

Yo he pensado en la muerte desde la adolescencia, y no con horror o morbo, no, he pensando en la muerte como en algo interesante en sí mismo por su inevitabilidad. Me intriga y le da sentido a todo.

Esta tarde, ya sabes que los martes también abrimos por la tarde, he tramitado la viudedad de un hombre de mi edad. Deja una huérfana, una niña de origen chino de doce años. Y he tramitado fallecimientos de seres humanos mucho más jóvenes que yo.

No hay que esperar a los sesenta años: debemos prepararnos para morir, de algún modo, cada día. De algún modo. Porque realmente puede suceder. Tenemos que decirle a la gente que queremos que les queremos, y hacerlo cada día o sin esperar a aniversarios ni chorradas de esas, porque en cualquier momentos podemos desaparecer de escena, la música puede dejar de sonar. En cualquier momento, a cualquier hora. Por eso debemos mirar con atención, saborear el aire que entra en nuestros pulmones y también la comida y la bebida, y el sexo, y el aburrimiento, y los momentos de actividad extrema, y explorar, no cesar nunca de explorar este mundo extraño en el que un día abrimos los ojos. Y, si es posible, como haces tú y como hago yo, dar testimonio de él para quienes están y los que estarán.

Un abrazo.

andandos dijo...

La próxima vez que quedemos hemos de hablar de la muerte, que es cierto que le da sentido a todo.

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Así será. Un abrazo.