martes, 16 de enero de 2018

Se ha levantado un viento muy frío

Los martes también abrimos la agencia al público por la tarde, de cuatro a siete. Es sólo un día a la semana pero vuelvo a casa literalmente reventado.

Mucha gente al mirarme ve solamente a un hombre sentado al otro lado de una mesa con un ordenador y un teclado a su derecha. Ese hombre podría trabajar quince horas diarias porque, total ¿qué esfuerzo hace? Ninguno.

Y sí, reconozco que soy un empleado privilegiado porque el resto de los días de la semana trabajo sólo por la mañana y, sobre todo, porque me gusta mucho lo que hago. Y sí, sé que son millones los trabajadores españoles que trabajan en condiciones infinitamente peores que las mías y en oficios que ni siquiera les gustan, y nunca me compararía con ellos. Pero apelo a la comprensión de los posibles lectores que trabajan atendiendo diariamente a otros seres humanos, todos distintos, cada uno con sus problemas y sus personalidades -confiados, desconfiados, alegres, pesimistas, fáciles, complicados, etcétera, etcétera- para que se comprenda lo que estoy describiendo esta noche: algo que mientras me agota me fascina. En ningún caso busco compasión ni nada parecido, hago lo que me gusta, soy muy afortunado.

Pero juro que, sobre todo los martes como hoy, después de haberlo dado todo, como diría mi hija: toda mi capacidad de entender, solucionar, ayudar, intentar hacer las cosas bien, hacer la norma legal comprensible para diferentes niveles educativos; juro que después de haberme entregado sin protección a los seres humanos que se sentaron al otro lado de mi mesa, salgo a la calle casi en estado catatónico, embotado, el cerebro convertido en un órgano agotado de tanto utilizarlo sin descanso. Camino de vuelta a casa junto al río. Se ha levantado un viento muy frío pero lo agradezco. Me acaricia furiosamente el rostro.

7 comentarios:

andandos dijo...

Trabajas, como los maestros, los médicos, con personas, y eso es fascinante y cansado, lo sé y lo veo en ti.

Un abrazo

Elvira dijo...

Los que no se entregan no se cansan así. Pero qué afortunados somos cuando al otro lado de la mesa nos encontramos con alguien que sí lo hace!

De todas formas, pensando en cuando era profesora de adolescentes, siempre me quedó la duda de si hay alguna manera de hacerlo bien que no nos desgaste tanto.

Un beso

Epolenep dijo...

Ay Jesús! Yo también! A veces llego cansada, callada, seria a casa. Bostezar, callar, dormir. Qué más decir, si llevo todo el día hablando, pensando, abrazando, sonriendo, escuchando a mis alumnos... 6, 10 clases cada curso, conocerlos a todos, cuidarlos, quererlos, comprender quiénes son..., me encanta... pero cómo cansa. Después la gente se burla porque tenemos vacaciones :-)

Y además el mundo, girando a lo loco. Ya lo dijo Battiato:

http://youtu.be/ljrdxFYhTCA

Jesús Miramón dijo...

José Luis, Elvira, Silvia, qué curioso que los tres seáis o hayáis sido docentes. José Luis de música y piano, todavía lo es; Elvira lo fue de inglés y tú, Silvia, hoy has desvelado que también lo eres. Cuando escribí en el texto: "Apelo a los lectores que trabajan con otras personas" aparecéis los docentes. Ya sabéis que Maite, mi compañera desde los diecinueve años, también es profesora (de Lengua y Literatura). No tenéis idea de cuánto admiro vuestro trabajo, tal vez por ser testigo directo del esfuerzo que supone. Y también soy testigo de su desgaste, y de su vocación y esfuerzo. La gente que se burla porque tenéis dos meses de vacaciones no tiene ni idea de lo que es vuestro trabajo. Aunque, ahora que lo pienso, yo que trabajo con personas desde cero a cien años de edad tal vez debería tener también dos meses de vacaciones... Es broma. Amo a los buenos maestros y profesores que transmiten el conocimiento a todos todos nuestros descendientes.

Por eso me comprendéis sin sentir ninguna pena (después de escribir el post pensé: "Oh, dioses lares, que no dé pena, no lo pretendía").

El trabajo mental agota tanto o más que el físico. Mi caso es ligeramente distinto, porque atiendo a persona por persona, y cada una viene con un problema o una cuestión diferente, en eso no se parece a dar clase a un grupo. Pero sé que me comprendéis y ya está. También Maite llega a casa reventada muy a menudo, y como nos comprendemos tan bien, podemos estar horas sin decirnos nada, ella en su estudio y yo en mi pequeña mesa junto a la cama. Sabemos que hemos tenido suficiente "humanidad" para ese día.

Ayer estaba reventado y quería escribirlo, nada más. Y os agradezco en el alma vuestra respuesta a mi extenuación.

Por cierto, Silvia, hacía muchísimo tiempo que no escuchaba a Battiato y ahora no me lo saco de la cabeza, creo que voy a volver a disfrutar de su música. Me gustaba mucho y he descubierto que todavía me gusta.

Besos y abrazos. Y un millón de gracias.

Sílvia dijo...

Yo soy maestra de inglés en primaria... Dios los cría y ellos se juntan, my friend.

Battiato es mi amigo desde los 17 años, me acompaña siempre!!! Siempre tiene una frase justa para el momento.

Petons

Jesús Miramón dijo...

¿De primaria? Entonces tú de los tres es la que más se me parece (padres novatos, jubilados, personas con problemas muy serios que no saben a dónde acudir, etcétera, de algún modo son como niños).

¿Sabes qué has conseguido? Que voy a hacerme un disco de canciones de Battiato para mi vieja Picasso y nuestros viajes a Zaragoza.

Petó gran! :-*

andandos dijo...

No escucho a Battiato desde hace lustros, aunque nuestro reciente viaje a Roma ha hecho, después de ver anunciado a Máximo Ranieri en un teatro de allí, que recuerde bastante música que es relevante emocionalmente más que sensorial o intelectualmente ( ¡Díos mío, es posible que tenga que explicar esto, ya lo hago con los alumnos jóvenes que quieren escucharme!).

He visto en mí mismo y en amigos y conocidos que a partir de los 55 un gran sentimiento de nostalgia les invade, no a mí que ya voy a cumplir los sesenta, ya lo he pasado, pero sí a muchos de ellos. Y la música es primordial en eso.

Mi mujer también es de primaria. Durante los últimos dos años, últimos porque se jubila dentro de menos de un año, como directora de un centro con más de 700 alumnos, una barbaridad. Y que llega, a menudo, reventada.

Un abrazo