sábado, 10 de marzo de 2018

La nueva revolución francesa

Ya no me gusta discutir. Aprendí hace mucho tiempo que nadie convence de nada a nadie. En mi juventud me batí el cobre a muerte por asuntos de los que ahora ni siquiera me acuerdo.

Ayer en las redes alguien a quien tenía por, no sé, un desconocido inteligente, escribió que las movilizaciones feministas que ayer se manifestaron en toda España eran "buenas intenciones". No actos, no consecuencias, sólo buenas intenciones. Por supuesto, me fue imposible hacerle cambiar de opinión. Cuando mi paciencia se agotó, casi al mismo tiempo que la suya, lo dejé estar (aunque yo no me burlé nunca de él). Da igual.

Aquí en mi casa, en mi cuaderno, digo que lo que sucedió el pasado ocho de marzo no fueron buenas intenciones sino un cambio de paradigma. Desde adolescentes hasta ancianas dijeron "basta". Y al decirlo no atacaban a las mujeres que afortunadamente no han sufrido ninguna de las lacras que se denunciaban, ¿cómo pensar semejante cosa? Lo que hacían simplemente y con una asistencia masiva era apoyar a las miles y miles que siguen sufriendo el estigma de ser mujer.

Yo, como sabéis, trabajo en una pequeña agencia comarcal de la Seguridad Social atendiendo al público. La vida pasa ante mí en lo bueno y en lo malo. Las personas me cuentan sus vidas así, literalmente. Yo las bebo. Sé lo que sucede con las mujeres que trabajan en la hostelería (dadas de alta a media jornada y trabajando catorce horas al día), sé lo que sucede con tantas cuidadoras de ancianos y empleadas de hogar trabajando sin estar de alta. Yo lo denunciaría todo, como es mi obligación, pero si ellas me piden por favor que no lo haga porque perderían su único recurso para sacar adelante a su familia, no lo hago. ¿Hombres en esas situaciones? No recuerdo haber atendido a ninguno. Siempre son mujeres, como siempre son mujeres quienes al quedarse embarazadas son despedidas con contratos por obra, por temporada, etcétera. Yo sé lo que pasa. Cada día la realidad se asoma al otro lado de mi mesa de trabajo. Por eso cuando alguien el jueves hablaba de "buenas intenciones" tuve que contenerme mucho durante la discusión, y lo hice, para no dejarle en evidencia.

El feminismo es la nueva revolución francesa. Si progresa política y legislativamente, también y sobre todo en las costumbres y usos, supondrá un cambio fundamental en el futuro de nuestra especie y, añadiría, de nuestro planeta. Este mundo necesita urgentemente a las mujeres y las necesita libres, sin miedo y dueñas de su destino. Son, como mínimo, la mitad de la población mundial, y yo añadiría: la mejor mitad. Es mi opinión después de cincuenta y cuatro años conviviendo con ellas y con ellos. Es mi conclusión.

9 comentarios:

Elvira dijo...

Sí señor.

El otro día leí esta entrevista y me gustó: http://www.elmundo.es/papel/historias/2018/03/03/5a998333e5fdea53558b45b1.html

Un beso, Jesús!

Jesús Miramón dijo...

No la había leído y también me ha gustado.

Un beso, Elvira :-*

Epolenep dijo...

Para "buenas intenciones" los/las políticos/as que se ponen el lacito cuando ven venir la avalancha... asquerosos, hipócritas. El resto, lo que dices tú, el mundo va a cambiar. No sé cuándo o cuánto. Petó

arponauta dijo...

Gracias, Jesús.

Jesús Miramón dijo...

Que las movilizaciones de otro día no se queden en una anécdota, en un recuerdo. No sé exactamente de qué modo, la realidad que me envuelve día a día es a veces demasiado pesada para mí, pero toda esa energía debe desembocar en votos, en leyes, en presión hacia quienes realmente pueden cambiar las cosas más allá de nuestro entorno familiar y de amistades, un entorno ya abonado y del que nacieron seres humanos maravillosos.

Y sí, Epo, para "buenas intenciones" las de Ciudadanos, que comenzaron el día diciendo una cosa y acabaron diciendo otra al ver el resultado de la convocatoria. Por no ha hablar de M. Rajoy con el lacito lila en su americana. Sí, mucho asco.

Arponauta, gracias a ti, a vosotras. Sois el comienzo de todo.

Anónimo dijo...

Te leo desde el comienzo de tu blog. Nunca comento, pero hoy, tengo que hacerlo. Soy mujer. Un fuerte abrazo

Jesús Miramón dijo...

Otro para ti, lectora desconocida ¡desde hace tantos años!

Un fuerte abrazo.

Marisa dijo...

Gracias Jesús por estar a nuestro lado. Ojalá muchos más lo estén. Y de acuerdo contigo: es una oportunidad de oro para iniciar el cambio de paradigma. La solidaridad entre mujeres es muy importante, y yo en mi trabajo ya lo he notado, ¡y en mí misma! Porque me ha hecho reflexionar sobre mis propias tragaderas a lo largo de mi vida laboral y familiar, y también a detectar el machismo que llevo dentro sin darme ni cuenta. Y he notado -o quiero notar- otra forma de relacionarnos entre mujeres, menos crítica entre nosotras, más solidaria, más hermanas, menos rivales.

Las revoluciones importantes comienzan por la interiorización, por darse cuenta, por sacar a la luz lo que estaba oculto. Para mí este es el punto de partida. Y lo demás puede venir mucho más rodado.

¡Qué importante es la comprensión de los hombres y que caminemos juntos! Porque el daño que se está haciendo al planeta, a lo que nos rodea cotidianamente, a nuestro entorno próximo, lo sufrimos todas y todos. Y si podemos hacer un mundo menos hostil, menos agresivo, ¡menuda ganancia para todas/todos!

Jesús ¡necesitamos muchísimos más como tu! Con tu sensibilidad. Y que den la cara sin modestia, con valentía, eso sí que es un hombre de verdad y no el de Jack (o como se dijera, el de la colonia).

De ciertos políticos para qué habar: se retratan ellos solitos.

Un abrazo gordísimo

Y el sábado ¡a currárselo por nuestras pensiones!

Jesús Miramón dijo...

Marisa, somos muchos los hombres que estamos a vuestro lado. Mi padre de ochenta y dos años, mi hijo de veinte. Mis hermanos, mi cuñado. Me he dado cuenta de lo importante que es el ejemplo del día a día.

Yo soy gemelo, y cuando mis padres fueron a vivir a Zaragoza mi padre, que trabajaba en la construcción, compartía con mi madre en la medida que le permitía sus largos horarios, nuestro cuidado, pues estaban solos en la ciudad. Y así continuó cuando llegaron mis otros dos hermanos. Todavía recuerdo lo que nos gustaban sus patatas fritas, que él hacía redondas como las de bolsa. Hoy por hoy, cuando mi madre tiene algún que otro achaque más que él, él limpia la casa, cocina, compra. Creo que mi padre de ochenta y dos años es, sin siquiera ser consciente, el hombre más feminista que he conocido en toda mi vida.

Dejamos huella y el eco de nuestra huella. Los hombres tenemos que decir en voz alta y sin miedo que estamos a vuestro lado para lograr un mundo más igualitario, al menos para comenzar un futuro que seguramente no veremos.

Pero es que además sé que vosotras sois en gran medida el remedio para muchos males que asolan el mundo. No hay más que ver y escuchar las barbaridades de Donald Trump para darse cuenta de lo que unas tristes hormonas mal entendidas pueden hacerle al planeta.

Cuando os doy las gracias a vosotras se las estoy dando a mi yaya Nati y mi yaya Jovita, que sacó adelante a un montón de hijos viuda desde que su marido murió por las secuelas de la cárcel durante la guerra civil; se las estoy dando, por supuesto, a mi madre, la mujer más valiente y luchadora que he conocido en mi vida y a quien tanto se parece su hija, mi hermana; se las estoy dando a mi compañera, a mi esposa, una de las personas más bondadosas y maravillosas que he conocido en toda mi vida; y se las estoy dando también a mi hija, un ser humano de veinticinco años libre, abierta al mundo, una joven científica española trabajando donde valoran su talento, una mujer libre, valiente, sin prejuicios de género, alguien que de pequeña pensaba que en todas las casas sólo cocinaban los papás.

Mi único miedo es que el movimiento del pasado ocho de marzo no tenga recorrido. El feminismo debe encontrar el modo de intervenir en la política para cambiar las cosas. Sería muy triste que las manifestaciones del otro día quedaran en pura anécdota. Sería darle la razón a la persona que en las redes sociales desacreditaba lo que estaba pasando diciendo que sólo eran "buenas intenciones".

A mí y a miles sino millones de hombres como yo siempre nos tendréis a vuestro lado.

Un beso, Marisa.