miércoles, 16 de enero de 2019

Dieciséis de enero

Vivo en un edificio en el que todos los vecinos tienen perros. O eso parece a partir de las seis de la mañana a juzgar por los ladridos. A mí me encantan los perros, me chiflan, los adoro: perros, gatos... fin (no comprendo que insectos y reptiles sean mascotas pero igual es culpa mía, no sería la primera vez que no comprendo algo).

Doy gracias a la legislación española que impide el acceso fácil a las armas porque ya estaría en la cárcel. Esta semana, como todo el orbe sabe, estoy de vacaciones, unos días que quedaron pendientes del año pasado, y no hay mañana en la que los preciosos perros de todo mi edificio no empiecen a ladrar, reñir, llorar y dar, básicamente, por el culo.

Pero con la bondad inconmensurable que el universo concedió a mi corazón seguiré soportando semejante atentado a mi derecho a dormir hasta cuando yo quiera y nada más: sólo queda joderse. Es una bondad que compartimos toda la familia. Si muriésemos mañana, los tres iríamos al cielo con la velocidad de un misil tierra aire, envueltos en el eco de los ladridos histéricos de decenas de perretes. Qué bonicos.

8 comentarios:

Marisa dijo...

¡Ay, pobre! Pero me he reído mucho por cómo lo cuentas. Menudo incordio. ¿Y siempre es así en vacaciones? Yo tengo perrete, pero es más bueno que el pan y nunca ladra. Es grandote y de raza calé. Y adoradísimo. Pero, claro, no puede tener queja ninguna. Para los dueños también es un problema gordo, porque no todo el mundo tiene esa bendita paciencia.

Lo siento mucho por vosotros, pero es muy graciosa tu forma de contarlo.

Elvira dijo...

A mí me ha pasado lo mismo, me has hecho reír. Recuerdo un año en que mi hermano, en el piso de abajo, dejaba a su perra sola casi todo el día y parte de la noche, y acabé hasta el gorro!! Os compadezco, de verdad...

Un beso

Jesús Miramón dijo...

Marisa, Elvira, os cuento. Mi vecina de abajo, Olga, vivía sola y tenía un perro al que quería muchísimo. Cuando murió de ancianidad sufrió un shock y se convirtió en adoptante de perretes abandonados, y siempre tiene como cinco o seis. A menudo son perros de paso hasta que consiguen un hogar, y yo a Olga le haría un monumento en la plaza mayor, pero como son animales que no se conocen se organizan -a veces, no siempre- unas batallas que dan miedo.

Cuando a las seis de la mañana se desencadena el infierno canino me enfado un poco, pero cuando pienso en la labor que mi vecina está haciendo se me pasa un poco (no del todo, la verdad). Pronto la escucho gritar para que se callen. Ya es parte de nuestra rutina. Pero nos afecta al sueño, eso tampoco puedo negarlo. Claro que, ¿cómo voy a bajar a decirle nada mientras se asoma a la puerta con cinco perricos mestizos y abandonados alrededor moviendo los rabos de un lado a otro?

giovanni dijo...

Menos mal que tu vecina Olga no grabó el delicioso ladrar de su perro para escucharlo el día entero, como si fuera su 'hit' (música) preferido.

NáN dijo...

Primero me solidaricé potentemente contigo. Después pensé en la pobre Olga y su meritoria labor, llevado por la pena que me dan los perros abandonados.

Pero finalmente vuelvo a la solidaridad contigo y tu familia. Aunque Olga debe ser una mujer excelente, pero si no tiene las condiciones para salvar a 5 perros, debería limitarse a uno, dos como mucho, sin despertar a humanos que se merecen dormir hasta una hora decente.

Jesús Miramón dijo...

Giovanni, Nán, mi vecina es un ser humano generoso y excelente (y tal vez un poco pirada, no lo voy a negar), y como su piso es exactamente igual que el mío no comprendo cómo puede convivir con cuatro y hasta cinco perros en semejante espacio. El problema añadido es que son perros de paso (menos una, creo, una perrita muy muy fea y ya muy mayor pero muy simpática, que se quedó, quiero imaginar, porque pensó que nadie la querría adoptar), y al ser perros de paso no se conocen y no se llegan a establecer ni los vínculos ni las jerarquías que utilizan esos animales para convivir, así que se montan unas peloteras de la hostia. Pero ya digo, a todo se acostumbra uno y, cuando me enfado, pienso en la labor tan altruista que hace y se me pasa (más o menos). Cuando dejan de ladrar a veces consigo volver a dormir.

Marisa dijo...

Yo me solidarizo contigo también, Jesús. Esa mujer no puede estar muy bien, y no creo que esté en disposición de dar a cinco perros lo que necesitan, deben estar histéricos. Igual puedes contactar discretamente con la protectora, si es que es una protectora la que se los da en acogida.

Sólo uno ya requiere trabajo, tiempo y dinero. Cinco, ni me lo imagino, ¡y en un piso!

Lo de que te jodan el sueño es una tortura, lo he sufrido y no sé cómo no perdéis los papeles. A mí me ponían histérica los vecinos y me afectaba la salud.

¡Ojalá se solucione pronto

Jesús Miramón dijo...

No sé, creo que ya los vecinos, no solamente yo, lo aceptamos como parte del paisaje. Al final la gente es más paciente de lo que podemos imaginar.