viernes, 25 de enero de 2019

Veinticinco de enero

A esta hora en la que escribo todavía no se ha podido acceder al niño de dos años que cayó en un estrecho pozo de Málaga hace ya muchos días, tal vez demasiados. Hoy en la oficina una amiga tan atea como yo me ha dicho: "Si el niño todavía vive declararé públicamente que creo en Dios". Todo el país está expectante.

Mi triste opinión es que, después de tanto tiempo, un ser humano de su edad ha fallecido, y sólo espero que lo hiciera rápidamente al caer desde setenta metros de altura, y no después. Y me adhiero a mi amiga: si todavía está vivo creeré en Dios (en todas sus versiones) y lo declararé aquí (aunque esté mintiendo). Ojalá me vea impelido a hacerlo.

Las desgracias suceden más a menudo de lo que solemos pensar cuando no suceden, y menos a menudo de lo que solemos pensar cuando suceden. Pero suceden. Accidentes de tráfico, enfermedades inesperadas, lo veo al otro lado de mi mesa cada día.

Por otro lado hoy he llevado botellas al contenedor de vidrio y, cerca de él, en la pared, había un tablón de anuncios donde las empresas funerarias cuelgan pasquines con los datos de los fallecidos. Tenía que haber hecho una foto pero no me he acordado: un fallecido tenía exactamente cien años y el que estaba a su lado ochenta y tres.

Lo he dicho y escrito muchas veces: la vida es una cosa muy rara; muy, muy rara y, básicamente, incomprensible. Creo que escribo con la idiota ilusión de comprender algo de todo esto y poder articularlo verbalmente.

Acudo a la pestaña del navegador y leo que todavía no se ha podido acceder al pozo donde cayó Julen, pero la distancia es de centímetros. Que tu hijo de dos años, en un descuido, se precipite por un pozo con el diámetro de una sartén, es una inmensa desgracia. Sufro y, mientras consulto y actualizo las noticias, me doy cuenta de lo absurdo que es todo lo que nos sucede.

6 comentarios:

NáN dijo...

Estos días, cada vez más, he pensado que si le ocurre una desgracia a alguien muy cercano, peferiría que no se convirtiera en noticia continua. Que se pudiera llorar sin que saliera en los medios una imagen mía llorando. Que fuera un acto mínimo y privado.

Otra cosa sería si los medios hubieran tenido el pudor de no sacar nunca al padre y la madre. De dejar que fuera íntimo lo que debe serlo. Aunque sacaran todas las demás cosas.

Jesús Miramón dijo...

Yo también he pensado mucho en eso, Nán. Pero cuando hay que desplazar y crear una estructura casi industrial, con mineros jugándose la vida para acceder al niño, con miles y miles de euros que han transformado el paisaje totalmente, es difícil.

Pero te comprendo tan y tan perfectamente. El padre y la madre. No puedo.

Los actos mínimos y privados, que ya imaginarás que son los que me gustan, en casos como este son casi imposibles. Es una epopeya.

Un beso.

giovanni dijo...

Qué decir o qué agregar? El Ayuntamiento de Málaga declaró tres días de luto oficial. Lo entiendo. El accidente ha llamado la atención de mucha gente, de toda España, de todo el mundo. Otros accidentes pasan desapercibidos y, si llamáramos la atención a ellos, los ayuntamientos del mundo podrían declarar 365 días de luto oficial. Si hubiera sido mi hijo, creo que el resto de mi vida habría luchado con esa pregunta: podría haber prevenido el accidente?

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Lo sucedido estos días me hace pensar en muchas cosas. Un pobre niño de dos años cae en un pozo ilegal de búsqueda de agua y muere. Siento pena y compasión por sus padres y sus familiares. La suerte y el rescate de ese niño a tenido en vela a toda España durante días. Se ha hecho un esfuerzo sin límite para encontrarle y han habido muestras de solidaridad que me hacen sentirme orgulloso de mi especie.

¿Cuántos niños yacen en el fondo del Mediterráneo? ¿Cuántos no están ahora en peligro mientras el Gobierno español, el mismo que dio la bienvenida al Acuarius después de la moción de censura, ahora deniega el permiso para partir de dos barcos de rescate? De esos niños no sabemos su nombre, pasaron por el mundo sin dejar siquiera una huella. Nadie y, cuando digo nadie, me refiero a Europa, nadie movilizó todos los esfuerzos posibles e imposibles para rescatarles del mar mientras sus frágiles pateras se hundían en medio de la noche.

Sí, lo sucedido con Julen me hace pensar en muchas cosas.

Un abrazo.

Marisa dijo...

Ahora que ha aparecido este pobre niño, el artículo de Pascual Serrano en eldiario.es me parece muy acertado. Va del tratamiento informativo que han dado al tema los medios. Especialmente asquea el que haya tantos pozos ilegales y los que se ufanan de hacer periodismo de investigación no hayan dedicado ni un reportaje sobre este tema, aprovechando que si no hubiera existido este pozo ningún niño hubiera caído dentro.

La Unión Europea ya, por fin, amenaza con sancionar a España por la gestión de recursos naturales como el Parque de Doñana. ¡Ya era hora!

Sí, aparte de la pena, verdaderamente, da mucho asco esto del circo mediático.

Jesús Miramón dijo...

Totalmente de acuerdo contigo, Marisa. Pero hoy, comentándolo con Maite, mi compañera, ella ha dicho: "si nadie consumiese ese producto ya habría desaparecido". Paseábamos por el campo a pesar del cierzo y he pensado: "pues tiene toda la razón" (como siempre, por otra parte). Hay un periodismo morboso y mediático que da mucho asco, así es. Leeré el artículo, gracias.

Un abrazo.