sábado, 9 de marzo de 2019

Nueve de marzo

A veces me gusta pensar desde la estación espacial, como si yo estuviese allí entre sus habitantes, fantasma de mi imaginación. No os veo a nadie, ni siquiera a mí, que en realidad no estoy allí pero estoy aquí, tan lejos, una molécula invisible. Las imágenes de mi hogar son manifestaciones pictóricas en movimiento: continentes ocres, huracanes blancos, océanos azules. Sólo al llegar la noche, como sucede ahora, comienza a revelarse que existe vida y energía en mi planeta, y se hace presente a través de la luz que emiten las ciudades y pueblos. Zonas del planeta rebosantes de estrellas interconectadas entre sí y zonas del planeta oscuras como agujeros negros. Pero pronto daré la vuelta al planeta una vez más y volaré sobre la superficie iluminada por el sol, una superficie donde aparentemente no hay nadie, nadie matando y muriendo, nadie naciendo, nadie escribiendo nada.

2 comentarios:

NáN dijo...

Una luz engañosa y cegadora.

Jesús Miramón dijo...

Nán, la luz no siente, no puede ser engañosa. Sé lo que significan las zonas oscuras, tal vez una felicidad que somos incapaces de comprender, tal vez un sufrimiento que también somos incapaces de comprender, ¿cómo saberlo? Es oscuridad.

Sí comprendo que puede ser cegadora, y de hecho lo es. Te conozco un poco y sé qué es lo que quieres decir, y lo comparto contigo. Esas zonas iluminadas en el espacio ocultan muchas cosas feas. El lentísimo desarrollo de una especie que rechaza asumir su capacidad regeneradora del mundo.

Tú y yo moriremos sin ver cumplidas siquiera un pequeño porcentaje de nuestras esperanzas. Pero quién sabe, quizás tu hijo y los míos se acerquen un poco más. Ellos también cuentan en la ecuación como, en su momento, contamos y seguimos contando nosotros. No desfallezcamos.

Un abrazo, amigo.