viernes, 28 de junio de 2019

Veintiocho de junio

Anoche me desperté a las tres y cuarto de la madrugada sudando como un pollo y no logré volver a dormirme hasta las seis y media, con lo cual fue cerrar los ojos y, sonar el despertador. Entretanto me di una ducha de agua fría que se secó sobre mi cuerpo en dos minutos.

La sensación de ir a un trabajo tan exigente mentalmente como el mío sintiéndote al cincuenta por ciento de tu capacidad es terrible. Ha sido una de mis peores mañanas de trabajo de los últimos años, pero he sobrevivido sin víctimas colaterales.

Por la tarde he ido a Monzón con Maite, donde tenía que hacerse una resonancia magnética. Cuando hemos salido de la clínica, el termómetro de la vieja Picasso marcaba ¡cuarenta y siete grados! Era como habitar una de las primeras colonias humanas de Marte.

Hoy necesito dormir bien, así que volveré a hacerlo en el sofá cama del salón con el aire acondicionado puesto. No me gusta contaminar ni gastar tanta energía, pero es que necesito dormir una noche entera de un tirón. Lo necesito de verdad.

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