miércoles, 26 de junio de 2019

Veintiséis de junio

El calor ha llegado sin piedad, a galope tendido, haciendo desfallecer las hojas de los árboles. Pertenezco a una especie resistente, tal vez demasiado resistente, pero las primeras embestidas duelen. Habitamos el ártico y los desiertos, pero en Barbastro no estamos acostumbrados a esas cosas.

Anoche dormí en el sofá cama del salón con el aire acondicionado a veintitrés grados. A ver qué pasa hoy. Tengo conciencia ecológica, en casa reciclamos, etcétera, pero me gusta dormir seis o siete horas seguidas, soy así de caprichoso (véase la ironía idiota).

El verano ha venido para quedarse. Pensábamos ir a Zaragoza el fin de semana pero los meteorólogos han vaticinado cuarenta y cuatro grados el sábado. ¡Cuarenta y cuatro grados! Allí no tenemos aire acondicionado, así que aquí nos quedamos, quietecicos y tranquilos. Eso sí, dudo que podamos ir a dar nuestros paseos junto al canal. El verano ha llegado. Ningún año nos perdona.

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