sábado, 10 de agosto de 2019

Diez de agosto

Último día en Palamós. Para mí una semana es suficiente, me gusta mucho el mar pero no tanto el turismo del que formo parte activa.

Esta mañana hemos vuelto a la cala Castell y desde allí hemos ido a la Cala S'Alguer, caminando por un pequeño sendero junto al mar acompañados de pinos y cactus de higos chumbos y el sonido mediterráneo de la cigarra. La Cala S'Alguer es muy pequeña y está rodeada de antiguas cabañas y casetas de pescadores, pero me ha enamorado, ha sido como regresar en el tiempo, casi como estar en una pequeña isla griega. Pocas personas y un agua transparente frente a casas de colores claros y ventanas abiertas.

Mañana Paula regresa a Noruega. Tendremos que salir un poco más pronto de lo que teníamos pensado por la huelga del personal de seguridad del aeropuerto de Barcelona. A pesar de nuestros pequeños encontronazos la voy a echar mucho de menos hasta Navidad. Ha sido maravilloso estar con ella estos días. Todavía me queda todo el mes de agosto para salir a caminar temprano con Maite junto al canal, vivir sin prisa, cuidarme un poco y cocinar mucho. Y escribir mucho también, si se tercia -como mínimo una vez al día, ese es mi compromiso hasta el treinta y uno de diciembre. Y leer, que es algo que tengo muy abandonado.

Continúo de vacaciones. Creo que, a pesar de alguna llamada al móvil de trabajadoras sociales y gestorías, ya he desconectado del todo de mi trabajo. Mañana me acostaré en Zaragoza. Me compré dos gafas nuevas que debo ir a buscar. Una de ellas tiene unas lentes de sol que se acoplan magnéticamente a la montura.

Las cosas van sucediendo a su tiempo, según su necesidad, y lo único que podemos hacer es disfrutar incluso de eso. Disfrutar tranquilamente.

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