miércoles, 21 de agosto de 2019

Veintiuno de agosto

Como hoy hacía calor me he ido a pasear en coche, pasando antes por la panadería. Maite no acepta que pasear en coche sea algo aceptable, y, de algún modo, relacionado con el deporte, la comprendo. Pasear es poner un pie delate del otro, mover los brazos, avanzar por nuestros propios medios físicos. Pero para mí sí es aceptable pasear tranquilamente en coche, y también me comprendo.

He conducido hasta el Monasterio del Pueyo, uno de los puntos más elevados alrededor de Barbastro. Desde allí pueden verse kilómetros de paisaje del Somontano de Huesca, y, en días claros, todas las cimas del Pirineo. He hecho algunas fotografías y después he vuelto a casa a muy poca velocidad porque era un paseo. Imagino que los conductores que iban detrás de mí habrán verificado la leyenda de que los fatos (así nos llaman a los oscenses) no tenemos sangre ni rasmia. Me daba igual. Lo mismo es verdad. No tener sangre ni rasmia. Dejarse llevar por la vida nada más. No está mal.

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