sábado, 12 de abril de 2008

Berna Wang

Dudo entre tender la ropa fuera
o dentro.
Hay nubes que pasan veloces
y un sol que también duda
entre brillar o esconderse.
Miro por la ventana con el cesto
de ropa mojada en el regazo.
Fuera
o dentro.
Brillar
o esconderse.

Berna Wang, de Pequeños accidentes caseros,
editorial Adamar, 2004.

jueves, 10 de abril de 2008

Mañanas, tardes, noches

Mañanas de tiempo caprichoso: ahora llovizna, luego sale el sol, de pronto el cielo se cubre de nubes, llueve furiosamente, vuelve a salir el sol, llueve furiosamente bajo la luz del sol.

Tardes de llegada de pedidos, contratos y revistas. Me juramento a no volver a comprar en la casa del libro punto com: por segunda vez consecutiva han vuelto a equivocarse en uno de los volúmenes, nada menos que en vez de Todos nosotros, de Raymond Carver, me han traído ¡Todo son preguntas, de Juan José Millás! He llamado al teléfono de pago de atención al cliente al menos veinte veces y siempre una voz grabada me informaba de que sus operadores estaban ocupados y lo intentara de nuevo al cabo de unos minutos. Les he escrito un correo comunicándoles mi absoluta insatisfacción con su servicio, lo deplorable de su atención al usuario y, tras el pertinente cambio del libro equivocado, mi despedida. Hay muchas librerías en internet. Menos mal que ha llegado bien el contrato del alquiler de una casa de campo para la primera quincena de agosto. Iremos a Normandía, a una aldea cerca de Saint Lô, en la región de la Mancha. Lo he firmado y lo he depositado en el buzón. Ah, y también ha llegado sin problemas el último ejemplar de la revista Turia, en cuya página 135 (de 517) publican mi poema Innisfree.

Noches de fútbol junto a Carlos: anteayer el partidazo entre Liverpool y Arsenal, ayer la aburrida e injusta victoria del Barcelona contra el Schalke, y hoy, igual que ayer, la inmerecida clasificación del equipo más poderoso, el Bayern, contra un Getafe que ha merecido ganar de principio a fin. Bueno, en realidad a mí no me gusta mucho el fútbol, pero a mi hijo sí, y me gusta poder compartir algo con él. De hecho tengo que confesar que las pobres opiniones que acabo de emitir son en realidad una flácida copia de las suyas. En fin.

miércoles, 9 de abril de 2008

Paraguas

Cae una verdadera cortina de agua al otro lado de la ventana, una lluvia copiosa que repiquetea sobre la chapa de los coches aparcados. Durante días ha lloviznado a intervalos y débilmente, pero ahora puede decirse que está lloviendo de verdad, empapando los castaños de indias cuyas hojas, pequeñas sombrillas que emergieron de sus yemas, todavía no han terminado de crecer y abrirse del todo. Por la acera pasan una mujer y su hija pequeña, muy juntas bajo el paraguas, caminando con esa prisa que nos entra cuando llueve. Se dirigen al colegio que hay junto a mi lugar de trabajo. Sé que son ecuatorianas porque a la madre la he atendido alguna vez. La niña, de pelo largo, brillante y oscuro, porta una mochila rosa y corretea saltando rítmicamente, ahora con el pie izquierdo y ahora con el derecho. No puede evitarlo.

domingo, 6 de abril de 2008

C. K. Williams

EL TREN

Una hora parados junto a un callejón de naves abandonadas, llenas de graffitis,
la persona que está a mi lado habla todo el rato por el móvil,
cada palabra con una claridad irritante, imposible pensar en otra cosa,
me siento atrapado, miro hacia fuera y veo una liebre moviéndose entre el hollín de la maleza;
justo entonces se vuelve sobresaltada hacia nosotros, se queda inmóvil.

Suave, limpia, la carne dura bajo el tupido pelaje, muy atractiva;
me recuerda a los niños más pequeños que pasan camino de la escuela por nuestra calle,
su desparpajo, esa gracia inconsciente, la urgencia que sientes de compartir su belleza,
luego mi mente se entretiene intentando retraerse a su estado más salvaje,
lograr que la criatura sepa de mi admiración, que me conozca ella a mí.

Todo el rato que estamos allí, deseo casi dolorosamente estar junto a ella,
como si le habitara cierto misterio, una apariencia casi sagrada,
pero si me intuye no me presta atención, y cuando empezamos a movernos
aún espera entre el negro lastre del guijo, alzadas las orejas y los pelos del bigote,
a estar segura de que somos buenos y nos hemos ido antes de seguir su camino.

El tren avanza con rapidez, poblaciones borrosas, la voz de mi vecino sigue machacona;
mucho calor aquí pero en campo abierto la hierba está rígida y blanca por la escarcha.
Imagina estar ahí fuera solo, astillas de pánico que te hacen estremecer,
con esos brillantes raíles ante ti, rodeado de un silencio inmenso, prodigioso,
que solo ahora comienza a menguar, se alza el viento, el atronador crujido de una rama.

C. K. Williams, de Reparación, Bartleby Editores, 2007, traducido por Jaime Priede.

sábado, 5 de abril de 2008

Pollo al curry

Por la mañana acompaño a Paula a la óptica para comprar sus primeras gafas de sol. Se prueba decenas de ellas pero rápidamente vamos descartando modelos hasta quedarnos con cinco o seis. Las elegidas son negras y no tan ridículamente grandes como las que se llevan ahora. Le auguro que le gustarán durante muchos años.

Al mediodía cocino pollo al curry con arroz blanco. La casa entera huele como un restaurante hindú. Después de comer ponemos el lavaplatos y a continuación el tiempo se ralentiza, entra en la agradable parálisis de la digestión y la siesta. El mundo gira lentamente alrededor del sol.

Por la tarde vienen a casa dos amigos de mi hijo. Se supone que van a ensayar la coreografía de un baile para una fiesta del colegio, pero como faltan dos miembros del grupo lo que hacen es jugar a la Play Station. Les hago una pizza margarita para merendar. Mientras estoy preparándola aparece Carlos en la cocina y me da un abrazo, me dice gracias, me da un beso, otro abrazo, dos besos, y se va.

miércoles, 2 de abril de 2008

Fortuna

Por culpa del último cambio horario todavía es de noche a las siete de la mañana. Resulta desalentador levantarse sin la luz y el ruido de los pájaros. El lunes en Barbastro vi los primeros vencejos del año, sobrevolaban el agua del río Vero bajo el puente del Amparo dibujando garabatos en el aire con sus pequeños cuerpos azulados de alas de guadaña. Tuve la sensación de que habían regresado de África más pronto que otras veces, pero no estoy seguro. Poco a poco resucita la luz de un nuevo miércoles. Pronto todo se pondrá en marcha. Qué fortuna estar aquí, formar parte de ello.

domingo, 30 de marzo de 2008

Después del concierto

Concierto en Zaidín, un pueblo a unos veinte kilómetros de aquí, invitados por la coral de la población. Más allá de la calidad del resultado siempre me conmueven estos coros de personas mayores, mujeres y hombres de rostros curtidos por el sol vestidos con sus mejores galas, dispuestos a disfrutar del placer de la interpretación musical. No se ha llenado la iglesia pero cada asistente valía por cinco teniendo en cuenta la tormenta de lluvia que caía en la calle minutos antes del comienzo de la actuación. Al terminar nos han convidado a una merienda casera compuesta de tortillas de espinacas, tortillas de patatas, pequeños bocadillos de jamón, de queso, de atún, olivas negras y verdes, vino tinto, refrescos, pasteles, moscatel. El runrún de las conversaciones ocupaba el espacio entero del local cuando, de pronto, he caído en la cuenta del cúmulo de sucesos casuales que habían acabado depositándome allí, sentado junto a la mesa con un vaso de vino en la mano izquierda y un pincho de tortilla de espinacas y piñones en la mano derecha. Durante un momento me he sentido absolutamente extraño, un extranjero, un corcho mecido por la marea.

viernes, 28 de marzo de 2008

Ritos funerarios

Suelo hacerlo de vez en cuando: vacío el contenido de la papelera en la chimenea y le prendo fuego. Folios arrugados, pañuelos de papel, tres o cuatro recipientes de yogur, cáscaras de naranja deshidratadas por el paso del tiempo, bolsitas secas de té. Las llamas, amarillas y azules, bailan con la fuerza y el entusiasmo de la vida, no de la muerte, pero al cabo de pocos minutos menguan, silban desesperadas buscando una última bocanada de combustible y, finalmente, desaparecen con un hilo de humo. La papelera está lista para ser colmada de nuevo.

jueves, 27 de marzo de 2008

Ella no lo sabe

En el restaurante han contratado a una camarera rumana. Es muy atractiva pero ella no lo sabe, lo que la hace más atractiva todavía. Su cuerpo es rotundo y decididamente femenino, todo lo contrario de las esqueléticas modelos que, cual silenciosa invasión de marcianos de ojos saltones, inundan revistas, pasarelas y carteles publicitarios. Ha empezado a trabajar hace poco y todavía se muestra un poco torpe a la hora de servir las mesas, poner y quitar los cubiertos, abrir el vino, pero en su rostro radiante (de fruta, de melocotón) siempre brilla una sonrisa inconsciente y, como todo el mundo sabe, las sonrisas inconscientes son las mejores, las que alegran de verdad. La mayoría de los clientes somos hombres y detecto en ellos la misma fascinación que siento yo, una fascinación que no es puramente sexual en el sentido que ese adjetivo suele tener para nosotros (tiene un polvazo, está buenísima, me la follaría ahora mismo), sucede simplemente que no podemos evitar admirar con disimulo su inocencia, la naturalidad con la que ignora lo guapa que es. En el restaurante hay varios turnos de trabajo y no siempre nos atienden los mismos camareros: sólo puedo decir que cuando hoy he visto que estaba ella me he sentido mejor. No extraordinariamente mejor, no maravillosamente mejor, pero sí un poco mejor. Es más que suficiente para mí.