sábado, 19 de diciembre de 2020

Aunque no me conozcas

Creo en la humanidad. Participo, sólo con respirar, en su destino. Todo lo comparto con ella, mi existencia no tiene sentido sin ella, su fragilidad me conmueve hasta el tuétano. Dime, qué puedo hacer si me precipito hacia el futuro a tu lado, dame la mano aunque no me conozcas.

jueves, 26 de noviembre de 2020

Nada sabe de mí

Hace mucho tiempo que murieron las moras en los zarzales, secas y arrugadas como núcleos radioactivos, cigotos de verano, cerebros diminutos. El invierno se acerca y mi cuerpo huele a refugio abandonado, a cenizas. No recuerdo nada excepto cuando duermo. La verdad, esa manada de lobos, me rodea aproximándose cautelosamente; la verdad nunca leyó un libro, no tuvo familia; la verdad nada sabe de mí, sólo tiene hambre.

sábado, 31 de octubre de 2020

Humo de leña

No he escrito nada en un mes, absolutamente nada salvo listas de compra, menús semanales, anotaciones de trabajo, cálculos, teléfonos, recordatorios en mi calendario de sobremesa.

La segunda ola de la pandemia mundial continúa segando vidas en todos los idiomas y latitudes. La mía y la de los míos fluye lentamente de ese modo absurdo en el que suceden las existencias corrientes.

Salgo a tender la ropa de la lavadora al balcón frente al río de minúsculo caudal. El aire trae olor a vegetación húmeda y humo de leña. Es un aroma familiar y al mismo tiempo más antiguo que yo y que mis antepasados. La proximidad del invierno me hace feliz.

martes, 29 de septiembre de 2020

El amor de los cocodrilos

A menudo olvido que mi viaje no lo hago solo. Con frecuencia dejo fuera a quienes precisamente están más cerca de mí, a quienes forman parte del pequeño mundo que yo he contribuido a crear de la nada. Mis problemas mentales, mis adicciones, los dejan fuera y no creo que sea algo accidental sino una manera de protegerme de lo que más quiero.

El viernes viene Paula desde Noruega. No la vemos desde la última nochebuena. Iré a buscarla al aeropuerto y prometo no abrazarla tan fuerte como para romperla, pero qué ganas tengo de tener a mi ratoncita entre mis brazos de oso. Nadie en la juventud conoce los lazos que tendrá con nadie, ni siquiera con sus hijos. Yo digo: es mejor no saberlo, que sea una sorpresa.

Yo siento un vínculo con mis hijos primitivo, de cocodrilo, un vínculo en el que la inteligencia no existe. Moriría por ellos, y no lo digo en sentido figurado. Asesinaría por ellos, y tampoco lo digo en sentido figurado. Sé que en mis cuerdas vocales hablan mis genes utilizándome, domesticando mis neuronas y todas las células de mi gordo cuerpo en su propio interés. Me da igual. Ya dije que en este territorio la inteligencia no existe.

Conduciré a Barcelona y esta vez espero no equivocarme de Terminal del Aeropuerto, como la última vez. Soy un desastre. Siempre lo he sido: un desastre total. Pero el amor me acompaña. No es suficiente para curarme y ayudarme a vivir libre y limpio, aunque sí para seguir adelante. No veo la hora de ver aparecer a mi hija en el aeropuerto. Tanto tiempo sin sentir su cuerpecillo de pájaro entre mis brazos. Mi amor de veintisiete años, una mujer ella como un hombre su hermano de veintitrés. No, no hago el viaje solo. Qué sencillo, qué básico es el amor para los cocodrilos como yo. Maldigo mi cerebro humano.

miércoles, 23 de septiembre de 2020

Hermanos

En estos tiempos duros me salvan las personas a las que atiendo en mi trabajo. Hay tanta honestidad y bondad en el mundo. La mitad de mis usuarios son inmigrantes, y la mayoría desprenden una serenidad y alegría que me reconforta al otro lado de la mampara y la mascarilla que me distancia de ellos. Cada uno es distinto: tímidos, pícaros, alegres, melancólicos, hay de todo, pero me siento tan cercano a ellos como a un familiar. Sus inquietudes, miedos y preocupaciones son las mismas que las mías. Soy incapaz de comprender siquiera básicamente el racismo: todos los seres humanos somos iguales, sólo son distintas las circunstancias. Yo me desvivo con ellos, igual que con los españoles, a conciencia, sin ahorrarme el mínimo gesto de respeto y cariño. Llevo muchos, muchos años atendiendo a personas de casi todas las nacionalides, edades y condición. He aprendido algo que quiero compartir contigo: somos lo mismo. Todos somos lo mismo, créeme y no lo olvides nunca. La única esperanza de nuestra especie, además de la exploración del espacio estelar, reside en reconocer eso: todos somos lo mismo, todos somos hermanos.

Haber sido amados

El otoño ha llegado con sus pies tan descalzos como los míos. Las aves comienzas a volar hacia el sur. Todavía voy a trabajar con pantalones cortos pero las cosas están cambiando. Siempre es la primera vez de todo y el otoño siempre fue mi estación favorita, que mamá tenga alzheimer no cambia eso. Me mantengo en pie junto a mis hermanos y mi padre: no existe la ola que pueda derribarnos a todos al mismo tiempo. La vida es un don y yo conozco su sentido: amar y ser amados. No existe otro secreto. Amar y ser amados. Haber amado, haber sido amados.

martes, 22 de septiembre de 2020

Pero no tanto

Por la tarde el cielo dejó caer truenos ruidosos y escalonados como si el mundo fuese a terminar en un apocalipsis, pero al final cayeron cuatro gotas sin más. La pequeña ciudad no se inmutó. Yo tampoco. La naturaleza es generosa, pero no tanto.

sábado, 19 de septiembre de 2020

Mamá

La memoria es algo misterioso: sólo existe si existe, no como todo lo demás, no como el mundo entero con sus praderas y selvas y desiertos y ciudades y océanos casi infinitos, que existen mientras dormimos, que existen mientras ni siquiera pensamos en su existencia. La memoria no.

lunes, 7 de septiembre de 2020

Pez globo

Hoy he terminado con la cortisona. Sólo eso ya me hace un poco feliz porque estoy inflado como un pez globo, y sé que en unos días me desinflaré. Mañana comienzo con un tratamiento nuevo creado para personas transplantadas, una medicación específica para impedir que mi sistema inmune se ataque a sí mismo cuando caigo en picado, como sucedió. Soy un instrumento desafinado pero aquí sigo. Debo ser fuerte ante la situación de mis padres. Yo luchando contra mí mismo y no sé quién ganará. Ni en la adolescencia lo hubiera imaginado.

sábado, 5 de septiembre de 2020

La naturaleza

Suena la sirena de una ambulancia o un coche de la policía. Estoy en Zaragoza. La brisa atraviesa el apartamento. La vida sucede al margen del entusiasmo y, afortunadamente, al margen también de la decepción. La naturaleza posee una sabiduría indiferente a los sentimientos, indiferente al lenguaje, indiferente a todo. Es bueno saberlo.