Conduzco de regreso de Lérida con el sol retirándose a la izquierda, su luz definitivamente otoñal iluminando los maizales, un campo de golf, las viñas de Raimat. No he puesto música en el equipo del coche y sólo se escucha el aire deslizándose sobre la carrocería, el ronroneo del motor diesel, mi respiración.
Y mi repetido aplauso, una vez más, a tu forma de darte cuenta y de decirlo.
ResponderEliminarDigo lo mismo que Portorosa.
ResponderEliminarUn beso
Y yo lo digo más.
ResponderEliminarHa sido como ir conduciendo.
¿Diésel? ¡Qué horror!
ResponderEliminarBolo
Me gusta conducir.
ResponderEliminar---
(Turbodiesel, para ser más exacto, y va de maravilla).
¡Encima turbo!
ResponderEliminarBolo
¡He pasado tantas veces por ese mismo pedacito de tierra! Y en todas las estaciones...
ResponderEliminarCuando lo hago, como sé de tus viajes hasta Lleida, por ejemplo, para ir al dentista, te imagino muchas veces.
Gracias por las palabras y que el sábado sea amable.
Gracias, Estrella, el sábado está siendo tranquilo y gozoso. La temperatura, que me permite llevar una vieja chaqueta de lana, es la ideal para mí. De las cinco estaciones mi favorita, sin ninguna duda, es esta.
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