Esta mañana a las seis de la mañana he llevado a Lérida a Carlos Miramón, mi hijo de veintidós años, para que desde allí tomara un tren a Barcelona y desde allí pudiera despegar rumbo a Chile donde Raquel, su novia, está haciendo las prácticas de enfermería.
En este mismo instante vuela sobre el océano. Quince horas de viaje. Hace cuatro días era mi hija aterrizando en Barcelona desde Noruega. Al final fue una riada antes de llegar a Cambrils, en Tarragona, la que le hizo llegar a Alicante, donde se celebraba el Congreso, a las tres de la madrugada.
Es curioso cómo funcionan las cosas. Yo las contemplo y tomo nota, dibujo. Amo, me sorprendo, vuelvo a sorprenderme y amar y observar con toda atención. Si vivir no sirviera para esto, ¿qué sentido tendría?
A Chile justo ahora? son momentos difíciles, seguro estás al tanto...
ResponderEliminarLo estoy. Pero era un viaje programado hace mucho tiempo... Como padre estoy preocupado, pero ya son mayores. Confío.
ResponderEliminarCarlos Miramón llegó bien a Chile, de madrugada aquí, a las nueve de la noche allí. Todo está bien. Mañana él y su novia vuelan al sur, hacia la Patagonia. Qué envidia.
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