domingo, 24 de julio de 2022

Que nada pesa

Por si muero esta noche o mañana
aquí traigo mi alma, que nada pesa.
He amado mucho y, para mi sorpresa,
he sido amado.

Los pájaros duermen
en la oscuridad.

Mi alma es esto:
cuatro palabras.

No me recordéis:
el mundo amanece,
la noche siempre
pierde la batalla.

miércoles, 13 de julio de 2022

Infierno

Las aspas del ventilador giran mecánicamente pero ya casi me dan ganas de ponerles un nombre y quererlas como se quiere a una novia. Veintiséis grados de temperatura a la una de la mañana. Me ducharé y acostaré sin secarme del todo. Esto es el verano que tantas y tantas personas esperan todo el año, algo que nunca entenderé en este país, que se transforma en un infierno.

El año que viene se jubila mi compañera, profesora, y por fin podremos irnos de vacaciones en marzo, o en octubre, o en febrero. Llevo media vida esperando eso. El verano es una soberana mierda pinchada en un palo. Y cada vez será peor, año tras año. Época de recogerse, como pasaba antaño con los inviernos antiguos. El calor me vuelve loco, afecta a mi cerebro. Voy a ducharme y acostarme mojado sobre la cama. Mañana será otro día.

jueves, 7 de julio de 2022

Vencejos

Los vencejos volando en el cielo a muchos metros de altura parecen insectos bajo las nubes negras de tormenta. No hay aves que vuelen como ellas y sus alas en forma de guadaña, cambiando de dirección a cada momento, más veloces que mi pensamiento que las mira.

Días de tormentas de verano pasajeras, escandalosas, buscando llamar la atención y nada más -es un decir: las tormentas no piensan, sólo existen ajenas a nuestra existencia.

En mi corazón los sentimientos permanecen durante días, durante meses. No lo puedo evitar. Al marido de una amiga mía muy íntima le han diagnosticado una enfermedad incurable que avanza a toda velocidad, y lloramos abrazados ella y yo, y después lloro en silencio al otro lado de mi mesa de trabajo, bajo una sonrisa profesional. Otra amiga, víctima del porcentaje de personas que desarrollan patologías poco conocidas tras haber sufrido el COVID, está desesperada, sin poder recuperar su vida previa, otra amiga a la que quiero muchísimo.

Siento que la muerte y la enfermedad me rodean y acepto cualquier accidente que pueda sucederme mientras contemplo a los vencejos volar frente a nuestro apartamento junto al río. Vuelan a toda velocidad, quebrando su rumbo en una milésima de segundo, girando en el cielo bajo las nubes oscuras que luego descargarán fugazmente su tímida y adolescente tormenta de verano. Acepto lo que venga no por valor, el valor es absurdo fuera de la guerra; acepto lo que venga porque, es algo que he aprendido, no habrá otro remedio, no lo hay. Y no pasa nada. Cuando esta ciudad sea un cúmulo de ruinas los vencejos seguirán volando como insectos en el cielo, haciendo increíbles cabriolas bajo las nubes, volando como sólo ellos saben hacerlo, ajenos a la lejana memoria de nosotros.