miércoles, 29 de marzo de 2023

Primavera

Ayer me extrajeron una muela, no estaba previsto pero así fue. El joven médico que me atendió tenía acento asturiano, y su ayudante, otra joven maravillosamente simpática, se llamaba Azucena.

Rosa, Violeta, Margarita, Azucena: me gusta mucho que algunas personas se llamen como las flores, no sé por qué.

Por otra parte no hay mucho más que decir respecto a mi vida: gracias a las radiografías supe que mi muela anclaba sus raíces muy profundamente en la mandíbula inferior, lo cual podría acreditar que soy un ser humano en este mundo, aquello que siempre quise ser con todas mis fuerzas. Soy de aquí, pertenezco a este planeta, los pequeños restos de mi muela ensangrentada tirados a un cubo de basura lo demuestran, todo es glorioso y sórdido al mismo tiempo, huesos y alma, las yemas de las hojas de los árboles pugnando por brotar y comenzar un nuevo mundo junto a la carretera.

jueves, 23 de marzo de 2023

Arcilla y nubes

Ven, atraviésame, llévame en la cima de la ola hacia la playa bajo el sol, bajo la lluvia, bajo el olvido de los planetas lejanos. No te tengo miedo porque fluyes en mi sangre, sé qué eres, te he visto flotar y desaparecer frente a mi boca en las mañanas de invierno. Ven, acaba conmigo sin misericordia pero cuida de los míos, acúnales con tus canciones de arcilla y nubes, acompáñales sin asustarles, suavemente, como si no existieses, tú sabes hacerlo.

viernes, 17 de marzo de 2023

Los tambores

Me han despertado los tambores. Sonaban y resonaban en la zona trasera de mi cerebro durmiente, despegándose cada vez más de la realidad del sueño. Eran las ocho y cuarto de la tarde pero yo estaba convencido de que amanecía a una nueva y cotidiana mañana. Al abrir los ojos ni siquiera sabía qué día de la semana era. El caos. Estragos del ansiolítico que esta mañana consumí para poder seguir trabajando en medio de la marabunta y la locura.

Los tambores eran un ensayo para las procesiones de Semana Santa, y es viernes por la tarde, ya casi de noche. He llamado a mi padre por teléfono como cada día, todavía con mi percepción de la realidad alterada por el orfidal que tomé hace horas para seguir adelante. Todo es extraño y familiar al mismo tiempo, aunque querría dormir un poco más. Unos días más. Unas semanas más. Unos meses más. Soñaba que nadaba y buceaba feliz en las frías aguas de una cala de la costa brava, al pie de un camino de ronda. Quería quedarme allí.