miércoles, 28 de julio de 2010

Evolución ética

La prohibición de las corridas de toros en Cataluña, promovida por una iniciativa legislativa popular tras la necesaria recogida de firmas, desata un alud de reacciones que, en su inmensa mayoría, no tienen nada que ver con la pregunta de fondo: ¿el maltrato, sufrimiento y muerte de un animal puede ser considerado y respetado como espectáculo cultural en pleno siglo veintiuno? Yo, que no soy ni catalán ni independentista, pienso que se trata de una auténtica salvajada, por mucho que su violencia y su sofisticada liturgia logren agitar ocultos resortes de mi instinto, los mismos, imagino, que conmovían a los asistentes de los espectáculos del circo romano.

He leído el debate del diario El País en el que ha intervenido el filósofo Jesús Mosterín, a quien admiro mucho, y me identifico con casi todas sus intervenciones contestando a otros participantes. Algunos ejemplos:

Las flores no sufren, pues carecen de sistema nervioso. Respecto a las langostas, entendemos mal su psicología, pero tampoco hay razón alguna para maltratarlas. Los toros seguro que sí sufren. De todos modos, se puede vivir perfectamente sin maltratar ni torturar a nadie.

La libertad es un valor político irrenunciable. Pero la libertad se extiende a las interacciones voluntarias entre seres humanos, no al maltrato de los demás. El que a algunos les guste algo no es razón suficiente para permitirlo, si implica maltrato ajeno, como en la pederastia.

No hay razón para prohibir una afición por ser minoritaria; la razón para prohibir la tauromaquia es por ser gratuitamente cruel y sanguinaria. Todas las prácticas crueles y sanguinarias merecen ser prohibidas, con independencia de que sean mayoritarias o minoritarias.

No, todavía no se ha abolido la tauromaquia en general, pero se acabará haciendo, en todas partes y en los pocos países donde aún colea. Lo de hoy en Cataluña es un primer paso. Ojalá pronto no necesitemos darle más vueltas a este tema, como ya no lo hacemos con los gladiadores.

La cultura española (es decir, de los españoles) abarca muchas cosas, unas admirables, otras abominables, otras neutrales. Ojalá se corten menos orejas y rabos y se ganen más premios Nobel. La tauromaquia es una porción ínfima del acervo cultural español.


Me congratulo de que en Cataluña se haya dado este paso, ojalá otras regiones hagan lo mismo, y si es a través de iniciativas legislativas populares, mucho mejor.

domingo, 25 de julio de 2010

Otro no soy

Soy el padre que se despistó y dejó a su hijo sentado en su sillita dentro del coche a pleno sol durante ocho horas. Soy la novia de uno de los chicos que atropelló un tren junto a la playa cuando cruzábamos la vía. Soy el hermano mayor que jugaba a cavar un túnel en la duna donde entró mi hermano pequeño. Soy la madre del niño que se extravió en el campo y murió de sed. Soy el padre de la estudiante universitaria que falleció víctima de una avalancha durante un festival musical. Otro no soy.

jueves, 22 de julio de 2010

Kinda y Mahamadou

Conozco a Kinda desde hace mucho tiempo. Él obtuvo la nacionalidad española pero sus hijos siguen siendo gambianos. Viene con Mahamadou, que acaba de cumplir dieciséis años, para que le asigne un número de Seguridad Social y puedan darle de alta en su primer empleo como temporero en las viñas. «Ya es hora de que se ponga a trabajar», dice Kinda. «Bueno», le digo, «si no le gusta estudiar es la mejor opción, desde luego». «Ah, Jesús, pero él es un buen estudiante, sacaba muy buenas notas, ¿verdad?», dice el padre dirigiéndose al hijo, un joven de mirada inteligente que se encoge de hombros con gesto tímido. «Kinda, si es buen estudiante ¿no sería mejor que hiciese una carrera?». Me giro hacia el adolescente. «A ver, Mahamadou, ¿qué asignaturas se te daban mejor?». El chico, un poco incómodo junto a su padre, contesta: «Las de ciencias». Kinda ríe y dice: «¡Él quería ser médico! ¿Te imaginas?». Y yo me lo imagino, desde luego que me lo imagino, veo a Mahamadou estudiando en la Universidad, doctorándose en medicina y volando muy alto y muy lejos. Su padre y yo nos miramos a los ojos. Él dice: «La universidad cuesta mucho dinero, no puedo permitírmelo». «¿Y las becas?», le digo yo, que conozco perfectamente los ingresos de Kinda; «te las concederían todas». «No, no, Jesús, él tiene que trabajar y ayudar a su familia, es su obligación», dice con un gesto serio que de inmediato pasa a convertirse en una sonrisa. Kinda es un buen hombre, lo es, sucede que sencillamente no es capaz de comprender que su hijo tiene derecho a una vida mejor, que algo así es posible. Cuando se levantan para marcharse no puedo evitar sentir una mezcla de lástima y frustración.

viernes, 16 de julio de 2010

Sin título

Túmbate en la cama y permite que el aire entre y salga de tu pecho al ritmo de la luna, de pie en medio de la nieve de la antártida o en la orilla calcinada de la costa de los esqueletos. Milímetro a milímetro crecerá tu cabello sobre la almohada, náufrago.

miércoles, 14 de julio de 2010

Campeones mundiales

Han pasado dos días desde la gran hazaña y supongo que a partir de ahora la histeria colectiva se irá apagando poco a poco. Yo, a mi manera, participé de esa histeria y confieso que cuando Iniesta metió el gol de la victoria salté como un poseso. Puede haber quien, no sin sentido común, diga que todo eso son tonterías, que el fútbol es un mero negocio, una pueril distracción de los verdaderos problemas del mundo. No lo sé. Sí sé que precisamente en estos tiempos no deberíamos despreciar la más pequeña migaja de felicidad.

martes, 13 de julio de 2010

Calor extremo

El calor extremo vacía mi cerebro, espesa la sangre, paraliza el entendimiento. Mi mente sólo se preocupa de estar fresco y mover mi cuerpo del aire acondicionado del salón al del coche, del coche al trabajo, del trabajo al aire acondicionado del supermercado, del supermercado al coche en una huida permanente. En la aplicación de predicciones meteorológicas de mi teléfono móvil consulto de vez en cuando el tiempo en Lettermore y suspiro de impaciencia: hoy comunica aguaceros pasajeros, ratos soleados a última hora, clima templado, dieciocho grados.

viernes, 9 de julio de 2010

Tan fácil ahora

Flotas haciéndote el muerto. No recuerdas con exactitud cuándo lo aprendiste pero el caso es que sabes hacerlo. Piensas en ello mientras flotas con los pies por delante, subiendo y bajando a merced de las olas. El mar suena en los oídos sumergidos y el sol quema en silencio el rostro que asoma. Tu técnica, reconócelo, es un poco defectuosa y debes ayudarte discretamente con los brazos. Cierras los ojos. La playa y sus habitantes, así como el paseo marítimo y los edificios, dejan de existir. ¿Cuándo aprendiste a hacerte el muerto? Parece tan fácil ahora.

miércoles, 7 de julio de 2010

Rugido menguante

Salgo a la terraza en busca de un poco de aire fresco. Las campanadas eléctricas de la iglesia de San Pedro resuenan impertérritas en medio de la noche, ajenas a la gente que duerme y las ignora por costumbre. Hay estrellas en el cielo, las veía claramente hasta que encendí la luz. El aire fresco es escaso, por no decir inexistente: la brisa que sopla esta noche no lograría hacer bailar la llama de una cerilla. Recuerdo que en Zaragoza había personas que en noches como ésta dormían en los balcones. Yo ronco demasiado para permitírmelo, ¡despertaría rodeado por una furiosa horda de vecinos asesinos armados con antorchas y escopetas!

La noche ofrece su eco a los sonidos: cerca de aquí gira una lavadora y más allá, en la carretera, algunos vehículos transportan a sus conductores dejando atrás el rugido menguante de sus motores. ¿A dónde se dirigen atravesando el canto de los grillos?

martes, 6 de julio de 2010

Hacer kilómetros

Esta semana estoy de vacaciones y ayer llevé a Paula a Segur de Calafell, donde mis padres, mi hermana y sus hijos están pasando unos días; estará con ellos hasta el viernes, cuando vayamos a buscarla. Creo que apenas pasaron cinco minutos desde que descendí del coche, besé a los yayos, mi hermana y mis sobrinas, que nos esperaban en la playa, y me lancé al agua del mediterráneo, que en esta época todavía está fresca. Ah, cuánto echaba de menos bañarme en el mar. Claro que, como cada verano, hoy me he levantado rojo cual turista germánico. Siempre me pasa lo mismo.

El caso es que estos días no paro de hacer kilómetros de un sitio a otro: si no es para ir a buscar a uno es para llevar a otra o para acudir a un compromiso o qué se yo. Suerte que me encanta conducir. De hecho las dos actividades que más me relajan, dejando aparte el sexo, son cocinar y conducir. Si estoy nervioso por cualquier motivo no existe mejor remedio para mí que ponerme a preparar comida o subirme al coche y perderme por carreteras y caminos. Y por cierto, hablando de sexo y verano... pero no, de eso mejor escribiré otro día.

domingo, 4 de julio de 2010

Una cena en Zaragoza

Anoche cenamos en un restaurante de Zaragoza, un sitio muy bonito al lado del río y frente a la basílica del Pilar. Habíamos acudido allí invitados por una amiga que se casó el viernes. Mi mujer y ella son íntimas desde que tenían siete años. Siempre me han llamado la atención estas amistades de toda la vida porque yo no guardo ninguna tan lejana. La novia estaba radiante, feliz, y me emocionó mucho volver a verla. Fue una cena un tanto especial porque nos habíamos reunido por un lado los amigos de la novia y por el otro los del novio, sin conocernos previamente, pero el ambiente fue estupendo (no negaré que, además del cariño fluyendo de aquí para allá y de allá para aquí, probablemente tuviese algo que ver la noticia que anunciaba que España se había clasificado para las semifinales del campeonato del mundo de fútbol). Comimos muy bien y después de los postres y el café subimos a la terraza del local, un lugar que ofrecía unas vistas absolutamente espectaculares del río y la basílica. Allí tomamos unas copas y charlamos a la fresca que una oportuna tormenta de verano, caída mientras cenábamos, nos había dejado como último regalo.

viernes, 2 de julio de 2010

Dos salamanquesas

Estábamos José Luis y yo hablando amigablemente en la terraza del Chanti cuando de pronto, plaf, a uno o dos metros de distancia de nuestra mesa han caído del cielo dos salamanquesas. Una se ha dirigido rápidamente hacia la cercana pared azul y la otra, algo más aturdida por el golpe, se ha quedado en la acera, recuperándose. Tras la sorpresa inicial mi amigo y yo hemos bebido un sorbo de nuestras respectivas copas, me he levantado un momento para hacer una fotografía con el móvil, y a continuación hemos seguido charlando sobre esto y sobre lo otro: fotografías, literatura, música, internet, exploración, consciencia.