lunes, 31 de enero de 2022

Tampoco

Ni yo mismo soy capaz de comprender la desfachatez de escribir cada día como si mi vida fuese interesante. A menudo creo que lo que hago es, como en el cuento, dejar migas de pan en el suelo del bosque en el que me he perdido, por si quisiera buscar alguna vez el camino de regreso; a veces pienso que hago un croquis en la servilleta de un bar para indicaros cómo llegar a un lugar que desconozco.

He aprendido que nada tiene demasiada importancia. Tampoco nuestra poca importancia.

domingo, 30 de enero de 2022

Gorgona

Por alguna razón inexplicable esta mañana, antes de ir a Zaragoza, fui a lavar el coche a uno de esos lugares de mangueras a alta presión. Era temprano y hacía frío. Me caí al pisar la capa de agua congelada alrededor del coche. Fue una caída de comedia de los años veinte, todo largo en el suelo. Me hice daño en el costado izquierdo y, al soltar instintivamente la manguera, esta salió despedida al espacio exterior como si fuese un ser con vida propia. El suelo helado estaba tan resbaladizo que no encontraba la manera de ponerme en pie hasta que, como una babosa invernal, me acerqué al coche y, apoyándome en su parachoques, pude poco a poco erguirme. Miré a mi alrededor con ojos de hipopótamo y no había nadie. ¿A qué otro gilipollas se le iba a ocurrir lavar el coche con todo el territorio helado, a dos grados bajo cero?

Luego, con todo el pantalón mojado y sucio, además de un dolor en el costado izquierdo, fui a comprar algunas cosas al supermercado, regresé a casa, me cambié de pantalón y, una hora más tarde, conduje hasta el lugar donde escribo ahora: Zaragoza.

No voy a repetir lo de siempre aunque hoy, también, se ha repetido. La enfermedad de mi madre es terrible para todos y, sobre todo, para el ser humano más bueno y que más queremos sus hijos en el mundo, además de ella: mi padre. Al menos hoy Maite y yo le hemos podido dar la medicación y la hemos dejado dormida en la cama. Son tiempos, épocas, estratos geológicos que, como todos los demás estratos geológicos de la tierra, jamás podremos ahorrarnos.

Ahora escribo y, mientras lo hago, soy feliz porque abro las compuertas y puedo liberar parte del peso de mi corazón. Si respiro fuerte, como si alguna vez hubiera hecho deporte, me duele el costado izquierdo, pero como nunca he hecho deporte no hay problema. Me tomo un whisky con hielo. Maite duerme. Me resulta imposible imaginar qué estará sucediendo en el piso de mis padres, y siento una pena profunda pero no quiero dejarme arrastrar por ella. Prefiero la imagen de mí mismo resbalando sobre el hielo al lado de mi coche y la manguera de agua a alta presión volando a su aire como una gorgona liberada de la moneda en el pequeño cajero oxidado. El peatón que resbala en una cáscara de plátano. Risas. Aplausos.

sábado, 29 de enero de 2022

Miren

El mundo, nuestro planeta, los continentes y océanos, parecen y son inconmensurables, pero a veces suceden pequeños milagros. A mí me ha sucedido recientemente uno que ha convertido mi mundo en un lugar pequeño y precioso, un bosque de caminos que se cruzan. He tenido respuesta a preguntas que me hice muchas veces. Todavía me cuesta creer esta suerte, esta fortuna. La noche se aproxima a la orilla bajo el cielo estelar y la luna brillando como si fuese un planeta. A mi alrededor todos se retiran a dormir. También yo lo haré pronto. Mañana conduciré hacia Zaragoza. La vida sólo termina cuando termina, no antes, y mientras tanto todo es posible, he podido saberlo hoy: todo es posible.

viernes, 28 de enero de 2022

Nelly

Tengo la sensación de estar escribiendo siempre lo mismo, pero, como dijo Heródoto, el agua del río nunca es la misma y quien se baña en él tampoco. Hoy mi madre ha querido ir al Centro de día por la mañana y ha tomado su medicación, algo que nos ha alegrado muchísimo a todos.

El agua del río nunca es la misma. Mañana comienza a trabajar en casa de mis padres Nelly, una mujer nicaragüense que, durante la entrevista que mantuvimos en una cafetería junto a la Gran Vía, me produjo buenas sensaciones. Hoy mismo la he dado de alta en la Seguridad Social, yo haré su contrato, sus nóminas, todo en orden.

Vivir es esto, exactamente esto, no otra cosa: esto. Las aguas que van a dar en la mar.

jueves, 27 de enero de 2022

Cantata

Mi hija me regaló estas navidades unos cascos que eliminan el sonido exterior. No sé cómo lo hacen, pero lo consiguen. Me los pongo y el mundo desaparece. Incluso aunque no escuche nada a través de sus auriculares, en su modo máximo de aislamiento apenas oigo nada. Era lo que quería: ser sordo artificialmente y a demanda.

Porque a veces el mundo me abruma, los sonidos del mundo me abruman, incluso los más comunes. Adoro eliminarlos de mi cerebro. El tinnitus sigue ahí pero él solo, sin nadie más que yo, su enemigo vencido. Hace años me dijeron que me acostumbraría a esa presencia y, a pesar de no creerlo en absoluto al principio, así ha sido: forma parte de mi vida y, salvo que centre mi atención en él, ahora es casi invisible.

Vivo con mi tinnitus, con mis muertos, con mis amistades desaparecidas en el trajín de la vida; vivo con mis olvidos y mis recuerdos a medias; con mi primer amor a los trece o catorce años -cómo será ahora, habrá formado una familia, será feliz, sólo al recordarla se acelera mi corazón y me estremezco.

Vivo y duermo y me despierto, y hago lo que debo hacer, y sigo adelante. Los cascos que me regaló mi hija me ayudan a sentirme un gordo astronauta sujeto a la gravedad de la tierra. Ahora mismo podría haber un bombardeo y yo seguiría escuchando la cantata 147 del maestro Bach que tantas veces canté con la coral de Binéfar, ajeno a todo sonido exterior.

Sé lo que soy. No oír voluntariamente los sonidos del mundo cotidiano me ayuda a ser más lo que soy, aunque eso me suponga algún susto cuando mi mujer me toca el hombro para decirme algo. Soy el que soy sin necesidad de ninguna zarza ardiente.

miércoles, 26 de enero de 2022

Cerbatana

Me digo que son épocas, temporadas, malas rachas, momentos. Y, en lo que me queda de inteligencia, sé o quiero saber que tengo razón. Imagino, por ejemplo, que vendrán otras distintas si sobrevivo a esta. Pero todos morimos en una época, en una temporada, una mala racha, un mal momento. Esto también es verdad.

Hoy he tramitado la viudedad de una mujer casada con un hombre que ha fallecido por culpa del covid a los cincuenta y un años. Ella es de origen colombiano y se ha quedado sola con un hijo autista de dieciséis años. Épocas. Su marido murió en medio del tiempo, de una mala racha, cuando no tocaba.

Porque ni el tiempo ni lo inesperado nos da respiro. Porque el tiempo es un maldito hijo de puta que nunca se detiene de verdad, ni siquiera cuando nos rendimos al sueño e inmediatamente despertamos en Nueva Zelanda, o en un velero en medio del Cabo de Hornos, o cabalgando en las praderas de Arizona, o trabajando en una mina romana como esclavo tras la invasión de mi pueblo, o cazando en el Amazonas con una cerbatana. El tiempo no se detiene jamás e, incluso mientras dormimos, cura y envejece al mismo tiempo nuestros músculos, nuestros huesos, nuestros órganos internos, nuestra memoria. Cura y envejece.

Por eso no puedo fiarme de mis pensamientos. No, no, no: nunca. Lo que escribo, lo que pienso, sólo es un río sin verdadero sentido, como los ríos de verdad. Todo y nada puede suceder en cualquier momento. Debo prepararme para eso, debo aprender a prepararme para eso.

martes, 25 de enero de 2022

Entre las viñas

La ansiedad ha regresado. Ni siquiera el frío bajo cero de las mañanas en las que camino hacia el trabajo puede con ella. Conozco bien su origen y sé que debo aprender a combatirla sabiéndolo. Pero mañana por la mañana pondría un pie delante del otro hasta dejar atrás la pequeña ciudad y sus edificios, y pisaría sobre los charcos de hielo entre las viñas, y me tumbaría allí boca arriba, sobre la tierra esponjosa, vestido con mi ropa de invierno mirando el cielo azul, y cerraría los ojos durante un rato, mucho rato, durante todo el tiempo necesario.

lunes, 24 de enero de 2022

Los gorriones duermen

Voy a acostarme sin saber gran cosa de nada. Recuerdo un verso de un poeta polaco cuyo nombre no recuerdo que decía algo así como: "el grifo es pequeño / pero mi sed es inmensa como un océano". Me siento así. Los poetas saben decir esas cosas.

Hoy he leído en un periódico que cada día el sol sale un minuto más pronto y se pone un minuto más tarde. Todos sabemos que a partir de enero y febrero aumentarán las horas de luz. Me gusta vivir en un hemisferio en el que existen cuatro estaciones. Bueno, cinco en mi caso.

Me voy a la cama sin saber mucho más de lo que sabía ayer. El río Vero viaja hacia el mar frente a mi casa con un caudal de dos palmos de altura. Los gorriones duermen. Yo también dormiré.

domingo, 23 de enero de 2022

Nadie como tú

Zaragoza. Ya no tenemos andamios en la terraza y han cambiado los cristales rotos, aunque los nuevos son ligeramente de otro color y mi TOC se acelera un poco al verlos.

Por la tarde, muy pronto, drama de mi madre con mi padre. Corriendo con Maite a su casa, de donde habíamos salido a las dos. Ella quería salir a la calle con el pijama y su marido, papá, se lo ha impedido. ¿Qué he hecho yo para merecer esto? Mi padre es una mala persona, lágrimas, estoy sola, todos estáis equivocados, os ha puesto en mi contra, etcétera. Alzheimer. Mi padre la ama y la cuida y se ocupa de la casa, la comida, la limpieza, todo. Tiene ochenta y cinco años. El próximo lunes daré de alta en mi oficina a una empleada de hogar, y todos rezamos para que la acepte y congenien y sea posible que mi padre tenga un descanso, porque ya casi no puede más.

Me he ido del piso de mis padres a las seis y media. Ella ya estaba más tranquila, ni siquiera se acordaba de lo que había sucedido. Por mi trabajo sé que el Alzheimer es una enfermedad terrible, pero vivirla en primera persona es devastador.

He salido de la casa donde crecí gran parte de mi vida agotado, literalmente reventado mentalmente. Y he estado tres horas. Mi padre está todos los días, veinticuatro horas siete días a la semana. Al llegar a nuestro piso me he servido un whisky con hielo. Me siento rendido: es el whisky, dos porros o dos pastillas de Lorazepam. Rendido, triste, ansioso y preocupado.

No es una historia original. Miles de familias están pasando por lo que está pasando la mía. Yo mismo, por mi trabajo de informador de la Seguridad Social, he asistido a ese proceso, he escuchado historias como la mía. No consuela. Nunca existirá en este mundo nadie como mi madre, nadie como mi padre, nadie como tú o como yo.

sábado, 22 de enero de 2022

Camisetas con dibujos

Un lugar donde vivir. Alguien que me ame como soy, sin medias tintas. Las necesidades básicas y algunas pocas extraordinarias cubiertas con el salario de un trabajo que me gusta. El frío del invierno que precede a la primavera. Ver en la pantalla un dron de origen humano volando sobre la superficie de Marte. Poder comprar camisetas con dibujos y mensajes que me gustan. Poder comer lo que quiera. Amar. Ser amado. Ser una más entre las personas más afortunadas de toda la tierra.

viernes, 21 de enero de 2022

Calendario estelar

Cuaderno de bitácora. 21 de enero de 2022 según el calendario estelar de la especie humana. Navego a a través del tiempo. Nada que anotar hoy. Tengo mucho sueño. Avanzo hacia el futuro al margen de mi voluntad. Sé que así ha de ser. Floto mirando el cielo de día y también de noche. Soy, como tú, un viajero del tiempo. Todos somos astronautas.

jueves, 20 de enero de 2022

Algunas de las estrellas

Un nuevo día termina y,
en un instante,
se ha convertido en pasado,
casi nada queda de él.

Navegamos sobre aguas veloces.
Los acontecimientos suceden y
tomamos decisiones a
cada momento. Vivir es así.
No nos guía el destino sino
el instinto, por eso al cruzar una calle
miramos a iquierda y derecha
antes de dar el siguiente paso.

La inteligencia sabe
manifestarse de muchos modos.
Algunas de las estrellas
que contemplo en el cielo nocturno
murieron hace millones de años.
Es importante saberlo.

miércoles, 19 de enero de 2022

Tortilla de chorizo

Estoy agotado. Los martes atendemos a los ciudadanos por la tarde. Sé que para mucha gente la atención e información de una pequeña oficina comarcal de la Seguridad Social es un trabajo que no requiere gran esfuerzo. Y no, no requiere esfuerzo físico, pero sí mental. Cada persona que se sienta al otro lado de la mesa, cada persona a la que llamas por teléfono, es distinta de la anterior, y sus consultas y problemas son también diferentes. Los martes, atendiendo por la mañana y por la tarde hasta las siete, son abrumadores. Como comentamos los compañeros medio en broma, al acabar no sabemos ni cómo nos llamamos.

Los ciudadanos quieren, y así lo merecen, un trato humano de calidad, empático, educado, amable y eficaz. Yo llevo muchos años haciendo este trabajo y creo que he aprendido a desarrollarlo de ese modo, pero para ello he de poner todo mi corazón y mi improbable inteligencia en escuchar y saber qué debo hacer, cómo he de hablar, hasta dónde puedo llegar. Y se da la paradoja de que justamente todo esto que me agota es lo que me engancha de mi trabajo. He aprendido mucho de la vida de otras personas; he asistido a tragedias, a alegrías, me han contado cosas íntimas, a mí, a un desconocido, sabiendo que, como los sacerdotes, mi profesión me impediría dar datos personales, como de hecho así es.

A las siete, cuando hemos salido de la agencia, ya era de noche. Exactamente parecían las once o las doce de la noche, y hacía mucho frío. He comprado cuatro cosas y he ido a casa, donde Maite preparaba sus clases en la mesa del salón, rodeada de papeles, el portátil abierto. Me he cambiado de ropa. Para cenar he cocinado tortilla de chorizo. Hemos cenado en la mesa pequeña delante de la televisión con una botella de vino tinto. La tortilla estaba buenísima. He dicho: "Si abriera en Londres un sitio donde sólo hiciera tortillas de chorizo me iba a forrar". La vida también está hecha de decir tonterías.

Sí, estoy agotado y al mismo tiempo me siento bien. Es una agradable sensación semejante a la dulzura de las enfermedades leves, ese dejarse llevar por el abandono, flotando sobre el agua del río boca arriba viendo pasar las ramas de los árboles bajo un cielo azul de color azul.

Todo está bien. Mi vida actual está llena de preocupaciones banales y otras importantes, pero todo está bien. La diferencia entre la vejez y decadencia de quienes fueron tus jóvenes padres y la erupción de un volcán o las lluvias torrenciales que lo arrastran todo a su paso no existe: son lo mismo.

Me voy a acostar y leeré exactamente tres párrafos de la novela que tengo entre manos desde hace unas semanas antes de caer dormido y despertar en otro mundo fresco y nuevo, descansado como si la vida de este lado no existiera. Me gusta jugar a imaginar esas cosas. La vida también está hecha de imaginar tonterías.

martes, 18 de enero de 2022

El jabalí

Hoy he pasado todo el día con mi mejor amigo desde hace treinta y tres años. Ha venido desde Girona a pasar tres días en la Sierra de Guara y esta mañana he ido a Adahuesca para estar con él todo el día. Hemos caminado por el campo, hemos reído, nos hemos puesto al día de nuestras familias y, en realidad, absolutamente, ha sido como si nos hubiésemos visto ayer.

En las zonas de sombra el campo estaba cubierto de hielo blanco, pero lucía el sol en el cielo. El campo en invierno siempre me recuerda a Chéjov. Las fincas de cereal estaban húmedas y blandas, y las ramas desnudas de los árboles parecían desprender un fulgor dormido en el cielo azul.

Hemos venido a Barbastro a comer y luego, más tarde, hemos recogido a Maite y hemos ido a pasear por una ruta junto al río Vero que hay en un pueblo cercano que se llama Castillazuelo. Ha sido un paseo agradable. En algunos tramos había tanto hielo que era casi como pisar nieve, algo que me gusta mucho.

Más tarde hemos venido a casa a cenar algo, tras comprar cuatro cosas en un supermercado. Ha sido en ese momento cuando he visto en el móvil los mensajes de mi grupo familiar, hablando del bajón de mi madre, de la situación de mi padre como imposible cuidador con sus ochenta y cinco años, hablando de posibles soluciones que actualmente se resumen en una: ayuda domiciliaria. La última vez que recurrimos a ella tuvimos que cancelarla porque mi madre no la quería, pero ahora el Alzheimer ha avanzado y tal vez nos lo permita.

En cualquier caso durante la cena he compartimentado mis sentimientos. Es algo que he aprendido a hacer: compartimentar realidades y sentimientos, no mezclarlo todo como si fuese joven. No soy joven, y he reído muchísimo mientras la tristeza esperaba su turno en la cola. Lo mejor de Carlos es que con mirarnos nos basta para saber y para reírnos de nuestra sombra; lo mejor de Carlos es que él me quiere como soy y yo también a él como es. El amor de la amistad, como el de la pareja, es querer al otro como es, sin más, sin querer cambiar nada sustancial del otro. Bueno, en la amistad sin querer cambiar absolutamente nada del otro (en eso gana por goleada al amor romántico).

He dejado a mi amigo en Adahuesca y he regresado a Barbastro. No se ha cruzado delante del coche ningún animal. La luna llena brillaba en el cielo como una lámpara de papel gigante, y también las estrellas en la noche helada.

Al volver a casa, cambiarme de ropa y venir a escribir a esta mesa diminuta, en la cola de mi mente absurda le ha tocado el turno a la tristeza. He escrito a mis hermanos y cuñadas y cuñado. Es paradójico que hoy haya podido reír y ser feliz mientras en Zaragoza la enfermedad de mi madre avanza inexorable y sin piedad. Menos mal que allí están mis hermanos Javier y Carlos (sí: mi hijo se llama Carlos porque mi hermano se llama Carlos y mi tercer hermano, mi amigo del alma, se llama también Carlos). Ellos están sobrellevando el día a día entresemana. Los fines de semana vamos nosotros y mi hermana Susana y su familia.

Algo sé: será el amor lo que nos ayude a pasar este puente, el que nos tenemos entre nosotros y el que les tenemos, infinito, a nuestros padres. Cuando haya que reír, reiremos; cuando haya que llorar, lloraremos. Somos vida, somos luz, somos los frágiles y fuertes eslabones de una cadena cuyo comienzo no podemos ver salvo en los álbumes de fotografías, y aún allí sólo los últimos metros de la larga línea que se pierde en el pasado. Todo sucederá. Lo que realmente me obsesiona es impedir el sufrimiento de mi madre, el de mi padre, pero ¿qué puedo hacer? ¿Cómo podemos impedirlo? Lo único que nos queda, como siempre, es el amor. Amor, amor, amor, amor. Compañía, tomar una mano que tal vez algún día no sepa quién eres, llevar comida a mi padre como hace Javier para que no tenga que cocinar, pasar la tarde con ellos en su piso como hace mi hermano Carlos, hacerles saber que nunca estarán solos, que siempre estaremos a su lado, hasta el final, queriéndoles con todo nuestro corazón.

Tras dejar a mi tercer hermano en Adahuesca, de vuelta a Barbastro, he llorado un poco. No mucho, sólo unos kilómetros. La carretera tenía muchas curvas y en cualquier momento podía aparecer un jabalí.

lunes, 17 de enero de 2022

Promesas

Prométeme que sufrirás y se romperá tu corazón ante lo que deba ser pero no más allá; prométeme, Jesús María Miramón Arcos, que mantendrás encendida siempre y en cualquier circunstancia la llama de la esperanza; prométeme que seguirás creyendo que el amor es el secreto de todo porque lo sabes o imaginas que lo sabes; prométeme que agradecerás lo que la vida va a regalarte hasta el final; prométeme que no sustituirás la bondad por el cinismo, la curiosidad por el escepticismo, el interés por el aburrimiento; prométemelo, por favor.

Te lo prometo.

domingo, 16 de enero de 2022

Hipopótamo

No me gustaría estar ahora
en otro lugar del mundo
diferente a este. Al otro
lado de la pared duerme,
a salvo de mis ronquidos
de hipopótamo,
la mujer que amo.

sábado, 15 de enero de 2022

Carne de caballo

Hoy en mi trabajo un usuario que percibía una pensión de incapacidad permanente para su profesión de conductor de camiones me ha preguntado si podía trabajar cuidando caballos. Caballos. Los caballos son una de mis dos o tres debilidades principales. Le he informado de que, al ser una profesión absolutamente distinta a la que ocasionó su pensión, no había ningún problema, que podría trabajar cuidando caballos sin ningún problema. Le he comentado que amo a los caballos, que aprendí a montar a los catorce años, que me cambiaría por él, y entonces me ha dicho que se trataba de una granja de caballos para el matadero. El impacto ha sido tan grande que durante unos segundos no he sabido qué decir. Le he dado los buenos días y se ha ido para dejar paso a la siguiente persona que se ha sentado al otro lado de mi mesa.

Desde ese momento han pasado muchas horas, y soy lo suficientemente adulto (algo así) e inteligente (algo así) para saber que no existe ninguna diferencia conceptual entre comer carne de caballo o carne de cordero o de ternera o de pollo o de lo que sea. Me he dado cuenta y, ahora mismo, antes de irme a dormir, siento un poco de vergüenza de mí mismo, de mi especie, de lo que estamos haciendo. Pero mañana cocinaré cabezada de cerdo sin hueso con tomate y pimientos de piquillo. Y podría ser caballo, okapi o antílope.

Yo como carne, como pescado. No sé si siempre lo haré. Sé que durante miles de años mi especie lo ha hecho, sé que durante millones de años los antecesores de mi especie lo hicieron; sé que eso hizo crecer nuestros cerebros, sé que pasamos de ser carroñeros a ser cazadores y eso modificó nuestro organismo, que cuando aprendimos a controlar el fuego nuestra dentadura cambió, que la grasa animal alimentó nuestras neuronas, nos irguió y permitió que aprendiésemos a utilizar nuestras manos. Sé todo eso porque lo he leído y sé muchas cosas más porque también las he leído. Me fascina esa época. Pero confieso que para mí cuidar caballos no era alimentarlos y limpiarlos para llevarlos al matadero. Y confieso también mi hipocresía, mi falta de coherencia, mi contradicción flagrante.

Han pasado muchas horas y todavía me cuesta pensar inteligentemente en la anécdota que me ha sucedido esta mañana. Y añado: para mí los caballos son animales sobre los cuales cabalgar por el campo. Y sí, los humanos lo hemos hecho durante siglos y siglos y de hecho eso ha creado razas distintas, algunas de las cuales sé diferenciar sin género de duda. Pero entre montarme sobre ellos y comérmelos, en realidad, ¿qué diferencia hay que no los convierta en objetos de transporte o alimento? Definitivamente la consciencia es una mierda. La odio.

viernes, 14 de enero de 2022

Como el bello día

Ni la belleza ni la tristeza
tienen horario. Me dormí y
acabo de despertar sentado
en la silla, sí, sentado en
la silla. La noche me ignora
mucho más de lo que yo
le ignoro a ella, cansado como
un humano vacío, sólo huesos,
piel, cáscara, ropa, ella
recién despertada, la joven noche
tan inmortal como el bello día
que comenzará mañana helado,
transparente, eterno.

jueves, 13 de enero de 2022

Intacta

Amanece otro día con temperaturas bajo cero. He dormido bien. Espero que el día me sea propicio (a veces me gusta hablar como lo hacen los romanos en las películas).

Ayer sucedió y nunca volverá, el futuro no existe y ahora voy a ponerme en marcha con mi esperanza intacta. Lucho cada instante para mantenerla, a menudo contra mí mismo.

miércoles, 12 de enero de 2022

Toda esta levedad

Tras algo más de veinticuatro de horas en ayunas ya me he recuperado de la gastroenteritis. A mi padre le está costando un poco más. Imagino que esa es la diferencia entre tener 58 años y 85.

Hoy ha sido una mañana de trabajo "suave": sin parar pero sin aglomeraciones ni situaciones incómodas como otros días. Yo, como un recién resucitado, limpio por dentro y por fuera, estaba tranquilo, sereno, consciente de algo que nunca he sabido muy bien cómo definir: fugacidad, toda esta levedad.

martes, 11 de enero de 2022

Almejas sospechosas

Noche mala, con dolor de estómago, ganas de vomitar que intentaba contener en la oscuridad y, finalmente, pequeña carrera para llegar a tiempo al cuarto de baño. He vomitado varias veces hasta que, al menos por allí, ya no quedaba nada, porque después todavía me ha dado tiempo de permitir su paso a la diarrea. Madrugada mala. Me he lavado los dientes pero esa sensación de ácido en el interior de los dientes ha sido costosa de erradicar. Algo que me sentó mal: una grastroenteritis que me ha postrado en la cama.

Al mediodía mi hermano Javier nos anuncia que mi padre también ha vomitado y está muy pachucho. La hora de sus vómitos coinciden casi al minuto con la mía. Le llamo al teléfono. El domingo al mediodía, antes de volver a Barbastro, fui a visitar a mis padres a su casa. Como llovía un poco, en vez de ir a dar un paseo mi padre sacó unas aceitunas y, tachán, unas grandes almejas de lata que mi madre no comió porque, según dijo, "estaban duras". Y lo estaban: grandes, duras y oscuras, pero por no hacerle un feo al abuelo las comí junto a él. Cuarenta horas más tarde vomitamos los dos. Mi madre, que no las comió, está muy bien (dentro de las circunstancias). Me pregunto si es normal que pasen tantas horas entre el consumo del producto y sus consecuencias, desde el domingo al mediodía hasta la madrugada del lunes al martes, pero la coincidencia es demasiado evidente.

Y aquí estoy, en ayunas desde la cena de ayer, haciendo uso de mis abundantes reservas naturales y bebiendo mucha agua. Hacía mucho tiempo que no vomitaba, no recordaba lo desagradable que es, el dolor muscular después de las contracciones musculares, el sudor frío, la debilidad. Este año comienza fuerte, aunque lo importante es que mi padre, una persona muy mayor, se recupere lo antes posible. Afortunadamente dos de mis hermanos viven en Zaragoza y están por ellos. Dos mil veintidós, qué tienes preparado para nosotros.

lunes, 10 de enero de 2022

Una despedida

He ido al taller, me han dicho dónde estaba y me he acercado a ella con una bolsa para despedirme. Mi vieja y querida Citroen Picasso de 2004, con cuatrocientos mil kilómetros, ha dicho basta. Algo de la culata (siempre es algo de la culata y los balancines). Una avería demasiado cara para un vehículo que ya en los últimos meses nos había dado alguna que otra avería menor. Mientras recogía cosas de Carlos, que era su conductor ahora: dos balones de fútbol, un saco de dormir, cedés de música, una Play Station estropeada y veinte cachibaches más; mientras recogía las cosas, decía, he recordado muchos viajes, cómo eran mis hijos entonces, hace casi dieciocho años, cómo éramos sus padres. Nos salió muy buena la Picasso, esperaba que mi hijo pudiera hacerle quinientos mil kilómetros, pero no ha sido posible.

Siempre digo que mi religión es el animismo porque otorgo alma a las cosas, y no hablo de la naturaleza, no, hablo de objetos artificiales también: camisetas con agujeros, zapatillas de andar por casa, chaquetas de lana llenas de pelotillas, gafas, botas, ordenadores portátiles, coches. Lo que me gusta suele gustarme para siempre, no sé por qué.

He llamado a un desguace de coches que me ha recomendado el jefe del taller y me he encontrado con todo lo contrario: rudeza, poca educación, nula empatía. Me ha pedido que le enviara fotografías del coche y le he enviado fotos de las ruedas nuevas, de los asientos, incluso de la caja plegable que venía de serie en mi coche: piezas que creo que podría revender. Me ha dicho de malos modos que esas fotos no le servían para nada, que quería fotos del vehículo completo. Si no fuese porque un coche sólo puede darse de baja en uno de esos lugares y, porque además de una barbaridad medioambiental es un delito grave, quemaría la nave que tan felices nos hizo y tántos kilómetros nos permitió recorrer en España y fuera de España, un justo homenaje como se hacía con los barcos vikingos.

Es una tontería, lo sé. No sé lo que me digo. Espero al menos no tener que pagar para que una grúa se lleve nuestro coche para ser desguazado en piezas. No sé enfrentarme a personas que sólo respetan el dinero y tampoco sé regatear, nunca he sabido, no sé por qué.

Adiós, vieja amiga. En mi familia nunca te olvidaremos.

domingo, 9 de enero de 2022

Ballenas

Creo que dos mil veintidós está tomando un cariz distinto al que yo suponía el año pasado o, lo que es lo mismo: hace nueve días.

Ignoro por qué vienen a mi mente imágenes de ballenas viajando en el océano. Ni siquiera saltan espectacularmente sobre las olas, sólo nadan bajo el agua sin más, rodeadas de inmensidad.

sábado, 8 de enero de 2022

Cañas con limón

Al mediodía vamos a tomar el vermú con mis padres y mi hermano Carlos, que está tan o más guapo que siempre y es tan o más maravilloso que siempre. Mi madre se apoya en mi brazo y en el de mi hermano y camina un poco agachada por la falta de equilibrio. Mi padre camina delante con el brazo en el regazo del de Maite. Hace sol y las terrazas están llenas de gente: enero en España.

Papá cojea un poco, como siempre desde que se rompió el menisco en el huerto, y le veo un poco más pequeño físicamente desde atrás, aunque mantiene intacto su porte de senador romano. Lleva unos días con tos y esta noche ha dormido mal porque mi madre se ha despertado muchas veces, pero no tiene fiebre y hoy, de hecho, se encuentra mejor. A pesar de que le telefoneo todos los días no me había dicho nada, él es así, jamás se quejará.

El caso es que contemplo a mis padres en la última fase de sus vidas anónimas y hermosas, y me emociono y siento mucho amor a pesar del Alzheimer de mi madre y la lógica decadencia de mi padre. La mañana soleada ilumina todo esto, y caigo en la cuenta de que mañananas tan soleadas como esta iluminaron batallas sangrientas que pasaron a la historia, y también miles de fiestas llenas de alegría, y nacimientos, y muertes, funerales y lágrimas. El sol brilla sobre las calles de la ciudad y los campos que la circundan. Unas vidas comienzan y otras se aproximan a su fin, pero tomaremos unas papas bravas y calamares a la romana con unas cañas. A mi madre le gustan con limón.

viernes, 7 de enero de 2022

Invencible

Como siempre cuando llegamos por la noche, Zaragoza parece una colonia del futuro en Marte. Para llegar al barrio donde se encuentra nuestro piso entramos desde la autovía de Logroño y lo primero que vemos son las luces de la estación Delicias, el centro comercial cercano y los edificios separados por muchos metros de asfalto.

Nunca imaginé que la vería de este modo cuando crecí y sufrí aquí mi adolescencia. Entonces era una ciudad muy provinciana que aparentemente, sólo aparentemente, podías cruzar caminando en media hora.

Comienzo a tener una edad desde la que poder juzgar los cambios que se han producido a mi alrededor y también en mi interior. Todas aquellas personas que fueron importantes y ahora ya he olvidado. Algunas murieron muy jóvenes. Me sorprende haber llegado hasta aquí y siento una mezcla de indiferencia y curiosidad infinita. Me gustaría visitar las futuras colonias de Marte, pero soy consciente de que ya no las alcanzaré.

El invierno prosigue implacable su camino con la rotundidad metálica de quien se cree invencible. Pobre.

jueves, 6 de enero de 2022

En la churrería

Después de la noche de trabajo los Reyes Magos se quitan las capas, las zapatillas de colores, las coronas, y, vestidos de civil, acuden a una churrería antes de regresar a Oriente. Mientras les preparan los chocolates calientes, Melchor sale a la acera a fumar un cigarrillo. Pasa un autobús rojo sin ningún pasajero en su interior. Durante un instante, como tantos años, como todos los años, imagina la felicidad de no ser inmortal.

miércoles, 5 de enero de 2022

Las hienas

Vuelvo a un antiguo
anfiteatro desierto,
abandonado, cubierto
de hierbas y árboles.

Las hienas ríen
a la luz de la luna,
sus fauces empapadas
de sangre.

martes, 4 de enero de 2022

Exploradores

Ha comenzado un año nuevo y hay naves de origen humano que viajan a través del espacio. Existe un aparato parecido a un coche que recorre la superficie de Marte, y tiene hasta un dron con hélices específicamente diseñadas para la densidad de la atmósfera de ese planeta y poder explorarlo desde las alturas. Las vacunas salvan cada día miles y miles y miles de vidas. En un laboratorio de Bergen, en Noruega, una joven científica española descubre la localización de las células madre que derivan en los órganos reproductivos de una especie de anémona que no conoce nadie más que unas decenas de científicas y científicos locos por los cnidarios. La exploración que nos hizo salir del continente africano prosigue. El mundo, y no hablo sólo del lugar que pisamos sino de lo que contemplamos en el cielo por la noche, es un sitio absolutamente maravilloso.

lunes, 3 de enero de 2022

Ladra un perro

Ladra un perro. Tiene el ladrido de un perro pequeño o mediano, pero no soy un experto en ladridos (tal vez sea un perro gigantesco). La noche avanza minuto a minuto. Me doy la vuelta en la cama y, de pronto, el perro, como si me hubiese escuchado, ha dejado de ladrar. La vida de verdad está hecha de pequeñas cosas y sucesos sin importancia, cotidianos, diarios, nocturnos. Hay pocos palacios y muchos apartamentos pequeños como el nuestro. El perro sigue sin ladrar. Soñaré con caballos: me conformo con eso.

domingo, 2 de enero de 2022

Hojas de árboles, polillas

Nada está asegurado nunca. Somos hojas de árboles, polillas sorprendidas por la luz del día. Ni el amor, ni el dinero ni la salud están asegurados nunca. Nuestro corazón no bombea litros de sangre como si fuesen infinitos, sino justamente al revés. Nacimos para morir y vivir hasta entonces. Esta es la verdad, y lo que nos hace profundamente humanos es que, sabiéndola, somos capaces de ser felices y disfrutar de un día de sol en invierno, de un beso, del amor.

sábado, 1 de enero de 2022

Dos palmos de profundidad

El río, de dos palmos de profundidad, fluye delante de mi piso de alquiler. La luna andará por alguna parte allí arriba, en el cielo. Yo estoy solo y, a la vez, en medio de una muchedumbre. Comienza un nuevo año. Todo es simbólico, teatral, pero vinimos a este mundo para vivirlo poéticamente, como ya se sabe. Dos mil veintidós es un buen título. Dos mil veintidós: sí. Me gusta mucho.