Se instala la noche y no sé si irme a dormir o salir al campo recién llovido para pasear como un fantasma. La muerte me rodea en forma de un grupo de lobos, o leones, o vacas. Llovió un poco. Eso sé.
jueves, 14 de septiembre de 2023
Mil doscientos
Llueve en todas partes, a menudo demasiado y de modo desastroso, menos aquí. Pasan los días y el otoño se huele en el aire. Sigo vivo. Iba a escribir que más o menos pero no: en este caso o se está vivo o se está muerto, y un muerto no puede escribir un diario, al menos en este mundo extraño. Leí que hace casi un millón de años mi especie estuvo a punto de extinguirse, que sólo habitábamos este planeta unas mil doscientas personas. Todos nosotros provenimos de aquellos pequeños grupos que sobrevivieron. Por alguna razón leer esa noticia no me sorprendió enormemente: me fascinó, eso sí (vale, de acuerdo, a mí me fascina casi todo). Y no me sorprendió porque, por alguna razón que no soy capaz de articular, desde que era muy, muy joven, tuve o sentí la consciencia de que el azar rige el mundo. Nuestros antepasados sobrevivieron a acontecimientos climáticos o geológicos; otras especies humanas, como los neandertales, no lo hicieron. Hubiera podido suceder al revés. Somos supervivientes, y tal vez lo seamos durante algunos miles o millones de años más. Vivimos una novela, un relato, un poema, que todavía no ha terminado.
viernes, 8 de septiembre de 2023
Como perder una muela
He olvidado escribir, ya sea de manera prosaica o poética. Vivo día a día con mis debilidades, mis asombros, y nada más. He perdido el instinto de formular lo que me sucede, he perdido el instinto de articular mi pensamiento de un modo aproximadamente comprensible. Pero es como perder una muela: uno se acostumbra a ello y puede ser feliz sin ella.