miércoles, 27 de junio de 2007

Publicidad

La mujer que se acerca a mi mesa de trabajo lleva una camiseta de tirantes de color verde oliva, y en la zona baja del tirante de la derecha se ha colocado un pin redondo en el que puede leerse la siguiente frase: “Si quieres adelgazar / pregúntame cómo." Resulta del todo imposible leer el eslogan sin mirar sus pechos, algo que, por supuesto, ella tuvo en cuenta cuando se vistió por la mañana. Cuando ya se está levantando para marcharse le pregunto qué significa exactamente la publicidad que lleva encima. Sonríe y me da la tarjeta de una empresa parafarmacéutica que comercializa productos para adelgazar. Le doy las gracias y ella, dándose la vuelta, se aleja contoneándose ligeramente. Aunque no porta ningún pin detrás no puedo evitar echar un breve y disimulado vistazo a su anatomía.

sábado, 23 de junio de 2007

Voces nocturnas

Las voces de unos desconocidos en la calle siempre hacen eco cuando es de noche, puedo oír ahora su confuso estruendo a través de la terraza abierta del salón. En mi memoria, sin embargo, suena una música invisible, en ella cada nota es perfecta, pura y humana al mismo tiempo, y vibra en mi cerebro como en una capilla.

jueves, 21 de junio de 2007

San Ramón

Hoy es fiesta local en Barbastro en honor a San Ramón, patrón de la ciudad, así que no he ido a trabajar. Como en Binéfar es día laborable he podido permitirme el lujo de llevar a C. al colegio en su última mañana de curso. Después he ido al lavadero de coches para limpiar el mío a conciencia, arrancando de su chapa viejos excrementos de pterodáctilo con una manguera de alta presión. Me gusta mucho tener fiesta los días lectivos, a mi alrededor el mundo se ocupa de sus obligaciones y yo no tengo nada mejor que hacer que contemplarlo. Viva San Ramón.

martes, 19 de junio de 2007

Duendes

Por la mañana llamé desde el trabajo a P., de catorce años, para pedirle que sacara del congelador unos filetes de ternera. Estaban muy ricos cuando los comimos al mediodía con una ensalada. Por la tarde, a eso de las siete, M. pasó junto al congelador y se dio cuenta de que había un pequeño charco en el suelo. P., la eterna despistada, se había dejado la puerta abierta. Algunos alimentos estaban ya descongelados o casi descongelados: pimientos verdes del huerto de mis padres, buñuelos de bacalao y chipirones enharinados que sobraron en Navidad, brócoli, espárragos verdes, carne para hacer sopa, dos bolsas de setas variadas, rodajas de lomo de atún, dos sepias, alcachofas, zanahorias, judías verdes, habas tiernas.

Rápidamente me he puesto a cocinar: las setas las he guisado al ajillo con una guindilla seca, de esta manera se pueden guardar para otro día y sobre unos espaguetis o arroz blanco son buenísimas; he frito los buñuelos, los chipirones y los pimientos; he cocido las verduras para hacer una gran ensaladilla, he puesto a hervir un caldo de sopa, he dejado para mañana el atún, y para cenar he hecho en la plancha los espárragos trigueros y las sepias, acompañadas con una salsa de ajos picados, perejil, aceite, limón y sal. En el pequeño equipo de la cocina sonaba un disco de música celta. Rodeado de fogones y cazuelas me sentía tan atareado como un duende.

viernes, 15 de junio de 2007

Dientes de león

Nos apostamos junto al río antes del amanecer, a la hora en la que las bestias regresan a sus madrigueras, sombras furtivas entre sombras azules. El jefe de la tribu nos había conminado a permanecer absolutamente inmóviles y en silencio en nuestros escondites hasta que los recién llegados viniesen hacia nosotros, igual que hacíamos durante la caza del mamut.

---

Al cabo de lo que me pareció mucho tiempo uno de nuestros exploradores surgió al galope entre los árboles agitando su jabalina. Reinaba una extraña calma en el prado cuando el centurión dio orden de que uniésemos los escudos y desenvainásemos las espadas. Durante unos minutos pudo oírse perfectamente el zumbido de los insectos volando sobre los dientes de león y las espigas. Después un rumor parecido al del océano golpeando en las rocas fue creciendo en la profundidad del bosque.

---

Las balas de los mosquetes silbaban en el aire, de pronto se oía un grito y una figura caía fulminada y desaparecía bajo las polainas de los infantes de la siguiente línea. El redoble de los tambores nos empujaba a paso de marcha hacia el enemigo, tal y como nos habían entrenado. El cielo amenazaba tormenta, la atmósfera del valle estaba cargada de electricidad, los colores chillones de las casacas refulgían bajo las nubes negras.

---

Lo primero que vi cuando el comandante accionó la palanca que abría el portón de la lancha fue un horizonte de palmeras. Explosiones de mortero levantando grandes masas de arena oscura en la playa. Salpicaduras en el agua.

---

Dejo que los minutos y el calor pasen sobre mí como pasan sobre los escombros que me rodean. No pienso nada. No siento nada. El primer vehículo de la caravana asoma al final de la calle y se detiene. A través del visor de mi rifle observo el rostro del ametrallador de la torreta, apenas un adolescente que masca chicle y protege sus ojos con unas gafas de sol último modelo. El estampido del disparo coincide con la voz del muecín llamando a la oración, su salmodia flotando en la luz polvorienta del atardecer.

sábado, 9 de junio de 2007

Siega

Después del ensayo

Cuando salimos del Chanti todavía hay gente en la terraza tomando una copa. Con la llegada del buen tiempo los viernes se han hecho más largos y los camareros se miran unos a otros con una resignación no exenta de cierto atisbo de rebelión.

Esta noche nos hemos reunido tres en el bar: yo y dos de las amigas que más quiero en el coro. Hemos hablado de música, de las nuevas piezas que estamos ensayando. Qué agradable resulta estar con personas interesantes, solamente eso, estar a su lado charlando despreocupadamente entre sorbo y sorbo, riendo a ratos, tarareando algo, siendo generosos y siendo también mordaces sobre esto y aquello, siendo un poco buenos y un poco malos, ondulantes algas mecidas por la corriente de nuestra naturaleza.

jueves, 7 de junio de 2007

Cerezas

Soy de la opinión de que, sobre todo a partir de cierta edad, es absurdo tratar de convencer a nadie de nuestras ideas políticas, pues todos tenemos acceso a los mismos medios de información, todos tenemos ojos y oídos, la realidad se presenta desnuda ante nosotros y, sin embargo, nos empeñamos en ver cosas distintas. Por ejemplo: donde yo veo la postura más desleal que ninguna oposición ha mantenido en este país desde la instauración de la democracia, otros ven responsabilidad y sentido de estado; o si yo veo en la fracasada negociación con los terroristas vascos un intento legítimo y necesario que había que explorar para acabar con la violencia, otros ven con total claridad la rendición del gobierno, una cesión del estado de derecho, precios políticos, alta traición, y poco importará que el mismo fin de la tregua demuestre que estaban equivocados. Así que hace ya mucho tiempo que desistí de discutir de política, exceptuando a los familiares más cercanos y los amigos íntimos. No más pomposa arrogancia, no más ironía ni catastrofismos ni calificaciones personales.

Hoy, por primera vez en lo que llevamos de año, ha empezado a hacer verdadero calor. El verano asoma en las risas infantiles y el chapoteo de las piscinas que ya han abierto sus puertas. La estación de las cerezas sigue su curso.

lunes, 4 de junio de 2007

Carteles

Todavía no han retirado los carteles de la última campaña electoral. En ellos los maquillados rostros de los candidatos continúan sonriendo con mayor o menor naturalidad, ignorantes del futuro que ahora ya conocemos. Los ciudadanos que fueron a votar han hablado. Yo no lo hice, por primera vez en toda mi vida. No tenía candidato y a última hora me dio pereza ir a votar en blanco. Será distinto dentro de un año, cuando se convoquen las elecciones generales. Entonces sí hablaré. En mi caso es absolutamente erróneo ver en las elecciones locales un anticipo de los resultados de las que decidirán el gobierno del estado.

Todavía no han retirado los carteles de la campaña finalizada; tampoco los del puente sobre el río Vero, aquellos en los que día a día anónimos artistas fueron pintarrajeando bigotes de muchas clases, gafas, ojos bizcos, dientes negros, colmillos de vampiro.

Músculos

Anoche estaba tan cansado que ni siquiera cené. Ahora mismo, después de casi ocho horas de sueño reparador, los músculos de mis piernas vuelven a tener energía para llevarme por el mundo. Nunca dejan de sorprenderme estos milagros.