viernes, 31 de mayo de 2019

Treinta y uno de mayo

En mi trabajo informo y tramito maternidades, paternidades, altas en la Seguridad Social cuando los jóvenes comienzan a trabajar, la tarjeta sanitaria europea cuando viajan de vacaciones, jubilaciones y viudedades: la vida entera. Hay un documento que en España, no sé si en otros países sucede lo mismo, es como el Santo Grial: el Libro de familia. Los antiguos venían acompañados de fotografías en blanco y negro del matrimonio, y cuando voy a la fotocopiadora y las contemplo siempre me emocionan. Todas y todos parecen actores de Hollywood, jóvenes y con los peinados de entonces, hace tantos años. Y da igual si eran de los valles más remotos del Pirineo o del pueblo más cercano a Barbastro.

He observado también, comparando aquellas imágenes de juventud con las de los carnés de identidad actuales, que, de algún modo, siempre somos los mismos. Ellos, nosotros, los hombres, acaso nos deterioramos más, pero ellas siguen pareciéndose mucho a cómo eran hace sesenta o setenta años. Me conmueve profundamente.

Las solicitantes de las pensiones de viudedad suelen venir acompañadas de alguna hija o algún hijo, y cuando son muy mayores, ochenta, noventa años, aceptan las cosas como son. La gente de la montaña es dura. Si no fuese por la confidencialidad a la que me debo como funcionario público hace años que hubiese hecho una colección de esas pequeñas fotografías de los Libros de familia más antiguos. Esos bigotes a lo Clark Gable, los peinados inverosímiles de ellas. "De profesión: sus labores", pone en casi todos. Un trabajo documental que yo no puedo hacer pero que acaso algún joven cineasta sí podría desarrollar. Cómo hasta lugares como Plan o Cerler ya llegaban en los cincuenta y los sesenta los modelos de belleza de las películas norteamericanas. Eran ganaderos, agricultores, panaderos, albañiles, ellas siempre o casi siempre "amas de casa".

Intento atender a estas personas mayores con todo mi cariño y respeto, y cuando se levantan acompañadas de sus hijos y salen de mi edificio a veces vuelvo a mirar las fotografías del antiguo libro de familia y comprendo, y aprendo, y amo mi trabajo.

jueves, 30 de mayo de 2019

Treinta de mayo

Me empeño en tener esperanza. Me empeño en tener esperanza con la misma fuerza que en ser feliz. Uno no tiene esperanza o es feliz porque sí. Debe existir una voluntad, a veces innata y a veces aprendida. Y es una voluntad que debe ser alimentada a diario, como si fuese una mascota. Y hay que sacarla a pasear, darle lo que necesita, acariciarla. La esperanza y la felicidad jamás crecen por su cuenta. Nos necesitan.

miércoles, 29 de mayo de 2019

Veintinueve de mayo

Caen, se precipitan, a veces se hacen esperar sensualmente, los minutos, las horas, los días, las semanas, los meses. Los años.

Hay algo bello en la indiferencia del tiempo, la libertad que nos concede para interpretarlo como queramos mientras hace su trabajo. Ningún verso ni sentimiento ni gran causa política o social impedirá que te acerque a tu definitiva desaparición del escenario.

Es la indiferencia de la naturaleza, de la lluvia, de los preciosos gorriones que buscan migas en el parque y morirán antes que yo. O no. Es bueno saberlo.

martes, 28 de mayo de 2019

Veintiocho de mayo

Hoy he cumplido cincuenta y seis años. Es algo que me fascina, porque mi frontera imaginaria durante mi juventud era el paso de un siglo a otro. Más allá era terra incógnita y aquí estamos, diecinueve años después.

Hasta antes de ayer no me gustaba celebrar mi cumpleaños. Ya sabéis que soy un tipo duro, de piel de elefante e hígado de cachalote, un hombre sin sentimientos, sin pasado ni futuro, un forastero entrando a caballo en un pueblo olvidado de Dios. Pero sutilmente poco a poco ha ido desapareciendo el pueblo, el caballo, mi hígado de cachalote y mi piel de elefante. Estoy en esa fase humana en la que me alegra cumplir un año más por una sola razón: podré seguir explorando, conociendo, escribiendo, haciendo fotografías, atendiendo a personas de todo pelaje y condición; podré seguir conduciendo mi vieja Picasso, podré viajar, podré oler el aire de la pequeña ciudad después de una furiosa tormenta de lluvia y granizo.

La vida es estar. La muerte es no estar después de haber estado. Hoy cumplo años porque estoy. Y recuerdo a usuarios y usuarias mías de mi trabajo que ya no están. Seres humanos de cuyas familias conocía y a quienes tuve que atender cuando partieron, a veces dejando niños pequeños sin madre o sin padre. La vida es estar y la muerte es no estar.

Ya sabes que los martes trabajamos por la tarde y mientras regresaba de la agencia me fijé en la cantidad de plantas que crecen en las aceras, en cualquier resquicio, en cualquier oportunidad. Después llegué a mi calle y me fijé en la luz del sol sobre la hierba junto al río Vero canalizado que cruza Barbastro, un río que sólo parece tal cosa cuando en las montañas llueve mucho o comienza el deshielo. El sol iluminaba las buenas hierbas como si fuesen diosas griegas y yo, desde la acera, las contemplaba consciente de estar allí en vez de no estar.

lunes, 27 de mayo de 2019

Veintisiete de mayo

Han sonado truenos lejanos durante unos minutos, parecía que íbamos a tener una épica tormenta de las que me gustan a mí, pero ha llovido un rato, apenas diez minutos, y nada más. Lo truenos han dejado de oírse. El ruido de una vieja furgoneta bajando por la calle y nada más. Así son las cosas por aquí.

domingo, 26 de mayo de 2019

Veintiséis de mayo

Lo que votamos en las elecciones señala el salario mínimo que empezarán a cobrar nuestros hijos cuando trabajen por primera vez a tiempo completo, la subida anual de las pensiones de nuestros padres o abuelos, la cantidad del presupuesto nacional que se invierte en becas, en investigación o en seguridad.

No comprendo que existan personas que no votan por pereza, por desidia o porque piensan que da igual. Las asignaturas obligatorias de sus hijos o la dotación del personal sanitario de los hospitales lo deciden los partidos y las personas a las que votamos. No hay nada más que podamos hacer. Votar. Yo, que nací mañana en 1963, voy a votar con un orgullo y una sensación íntima, personal, difícil de explicar.

Lo que votamos afecta directamente a nuestras vidas diarias. Y lo dice alguien que informa cada día a los ciudadanos de los cambios legislativos y los requisitos para acceder a las prestaciones de la Seguridad Social, en mi caso. Yo sé lo importante que es votar. Yo sé cómo las decisiones legislativas pueden cambiar la vida diaria de la gente.

Ahora, quiero decir: a estas horas, ya no hago proselitismo. Los colegios electorales cerraron hace tiempo. Sólo espero que nuestro país, como Portugal, emprenda un camino socialdemócrata que dé la espalda a las políticas neoliberales que nos condenan prácticamente a la esclavitud.

Me sorprende y me conmueve a la vez darme cuenta de que no soy tan distinto a la persona que era cuando tenía diecisiete años.

sábado, 25 de mayo de 2019

Veinticinco de mayo

Han regresado los vencejos. Los veo volar como sólo saben hacerlo ellos, dibujando cabriolas en el aire, girando varias veces en el cielo, y pienso que no hace mucho tiempo hacían lo mismo sobre manadas de cebras y ñus, sobre los grupos de leones que cazaban a esos mismos animales, sobre las familias de elefantes.

Y aquí están ahora, sobre un paisaje tan distinto. Contemplo su vuelo entre grúas y edificios y no puedo olvidar de dónde vienen.

viernes, 24 de mayo de 2019

Veinticuatro de mayo

Llovió durante casi toda la mañana, hasta las doce o doce media más o menos. Abrí la ventana que hay junto a mi mesa de trabajo para poder oler ese aroma maravilloso, mezcla de la humedad de la tierra del jardín de los castaños y el hormigón y el asfalto de la acera y la calle. Amo ese olor.

Después dejó de llover. A las dos y media salí de la agencia y caminé hacia mi casa, que está a cuatro minutos de distancia. El cielo se había abierto y asomaba tímidamente el sol. Mientras ponía un pie delante del otro volví a pensar, como tantas veces, en lo extraño que es vivir.

jueves, 23 de mayo de 2019

Veintitrés de mayo

Despierto de la siesta sin saber si es por la tarde, por la noche o por la mañana. Me asomo al gran ventanal de la nave y contemplo el nuevo planeta, sus junglas extrañamente uniformes y compuestas de un pequeño número de especies de plantas u organismos parecidos a los antiguos helechos de la tierra. Más allá, bajo el cielo de color blanco, se adivinan altas cordilleras de pizarra que brillan a la luz de los dos soles. Todavía no hemos encontrado fauna, aunque durante la noche escuchamos gañidos en la selva, sonidos parecidos a los que hacen los cachorros humanos, maullidos de gato. Desconocemos qué animales o plantas los emiten. Todo es nuevo aquí, como en los planetas anteriores. Ya no recuerdo cuándo tuve por última vez un bebé entre mis brazos.

miércoles, 22 de mayo de 2019

Veintidós de mayo

La tarde se desliza suavemente
como si durante un momento
nada pudiera desaparecer.

martes, 21 de mayo de 2019

Veintiuno de mayo

En mi trabajo atiendo situaciones de todo tipo. Algunas felices -paternidad y maternidad, tarjetas sanitarias europeas de personas que van a salir de vacaciones, jubilaciones, etcétera-; algunas muy tristes.

Aprendemos, sin siquiera darnos cuenta de ello, en cada momento. Desde que nos despertamos por la mañana hasta que caemos rendidos de sueño por la noche. No lo podemos evitar. El ser humano está hecho para explorar y aprender y escuchar y querer ir más allá de la siguiente colina. Somos así cuando estamos sanos. No lo somos cuando enfermamos.

Atiendo cada día a personas enfermas, y tras tantos años me he dado cuenta de que las enfermedades mentales son terribles. Yo padezco, en muy pequeño tamaño, de ello: cada mañana me tomo un antidepresivo y ansiolíticos, nada más el resto del día, pero veo casos muy graves. Seres humanos que han perdido cualquier interés, cualquier curiosidad, que vegetan en un limbo de obsesiones patológicas y otras enfermedades verdaderamente incapacitantes. Creo que la línea que separa a un enfermo digamos leve, como yo, de un enfermo grave, es cuando ya han perdido la curiosidad. Cuando ya se han rendido a la idea de que la rutina es una mierda y rechazan la posibilidad de que algún día puedan ser felices. Es cierto que estos usuarios suelen tener vidas familiares muy desestructuradas, poco apoyo familiar, dependencias tóxicas, etcétera. Pero me da mucha pena. Me dan ganas de agarrarles del cuello y decirles: ¿No os dais cuenta de que esta oportunidad de explorar y sentir este mundo es la única que os ha sido dada? Pero no lo hago porque sé que su enfermedad les incapacita para entender algo así. Y porque podrían denunciarme, y con razón.

Esto es lo que hay. No podemos elegir, y esto es importante: nadie puede elegir dónde y cuándo nace. Si en un país en guerra o en la cuarta potencia de la Unión Europea. Pero todos podemos decidir cómo afrontamos el reto de vivir, de sobrevivir, de aprender incluso de lo que nos sucede si no morimos durante el camino.

Siempre he creído que lo que nos hace humanos, si eso tiene alguna importancia, algo que dudo a veces, es nuestro afán de saber más, de huir, de conquistar, de saber qué se ve desde la colina más cercana.

lunes, 20 de mayo de 2019

Veinte de mayo

Sí, lo sé, la entrada de ayer fue una mierda pinchada en un palo. Pero escribo cada día. Cada día de cada día, al menos hasta el treinta y uno de diciembre de dos mil diecinueve. Si soy capaz. Tal vez he sobrevalorado mi capacidad creativa.

Bueno, en realidad siempre la he sobrevalorado.

Mi nombre es nadie.

domingo, 19 de mayo de 2019

sábado, 18 de mayo de 2019

Dieciocho de mayo

Se ha quedado dormida a mi lado. Yo escribo en la mesa baja del salón con los cascos puestos. La televisión está apagada (Eurovisión nos importa lo mismo a ella y a mí). Ayer fue su cumpleaños. Es una ventaja que no lea este diario. Imagino que alguien pensará: "¿Es su pareja y no lee lo que escribe en internet?". Pues sí, no lo lee: lo vive. Estamos juntos desde los dieciocho o diecinueve años, y nunca la he querido tanto. Hemos madurado juntos. Es preciosa. Durante mis crisis depresivas y de ansiedad supo estar a mi lado sin decir nada, sólo ahí, amándome. Todavía no sé exactamente por qué me quiere porque, en muchos sentidos, soy un desastre, pero sé que, sin su amor, yo me habría perdido para siempre en un bosque muy oscuro. Ahora mismo me río en silencio porque está absolutamente dormida en la butaca. No le molesta el ruido de las teclas. La miro y pienso que soy el ser humano más afortunado de la tierra y del sistema solar y de la galaxia. Y eso es todo por hoy.

viernes, 17 de mayo de 2019

Diecisiete de mayo

Hemos llegado a Zaragoza a las diez y directamente hemos cenado. Como otras veces, he venido a la habitación de mi hija Paula a escribir este diario en la mesa que tenía en Binéfar, sentado en su pequeña silla de escritorio. Nunca hemos sentido el síndrome del nido vacío, tuvimos nuestros hijos para dejarles volar y vivir sus propias vidas, pero veo sus dibujos en el tablero de corcho y siento una punzada de nostalgia.

¡Fuera! ¡Fuera de mí, sentimiento inútil salvo para los malos poetas! El día, este día, hoy, se acerca a su fin. Me sucedieron muchas cosas, sobre todo en el trabajo, pero estoy muy cansado para contarlas. Conozco muchos rostros de la naturaleza humana.

Conduciendo entre Barbastro y Zaragoza el sol ya en retirada transformaba los campos de cereal y las islas de roca arenisca coronadas de encinas carrascas en paisajes irrepetibles, de una belleza aparentemente fugaz que, sin embargo, se repetirá mañana. Es mi mirada la que convierte todo en algo fugaz, acabo de darme cuenta. Yo soy lo fugaz.

jueves, 16 de mayo de 2019

Dieciséis de mayo

Ayer fui a la peluquería y ahora mismo tengo el pelo de la cabeza más corto que el de la barba. Me dan ganas de pintarme los ojos con ceniza mojada y salir medio desnudo a la calle a saquear iglesias y violar y asesinar a personas inocentes. Vagar por bosques que ya no existen. Si Guillermo, mi peluquero desde hace tantos años, supiera.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Quince de mayo

Hoy he tramitado dos maternidades y dos paternidades, además de una viudedad y muchas cosas más. Una de las madres tenía ojeras, estaba deshecha, me ha dicho: "Sólo ha dormido una hora, de doce a una". Por supuesto, mientras estaba al otro lado de la mesa, Vera dormía como una santa gusanita (que es lo que son con quince o veinte días de existencia en este mundo raro).

Me encanta atender a madres y padres primerizos, es de las cosas que más me gustan entre todas las que hago en mi trabajo. Parejas tan jóvenes como Maite y yo lo fuimos una vez. Sin instrucciones pero con esa mezcla de maravilla, responsabilidad y confianza. A veces me preguntan: "¿Tú tienes hijos?", y yo les contesto. Creo que les ayudo un poco aunque todo da igual, porque cada experiencia es única en el universo. Básicamente les digo que pasen de las revistas y manuales y hagan lo que les diga el corazón. Nuestra hija durmió con nosotros, porque si no no dormía, hasta no sé qué edad, no lo recuerdo, y ahora es una brillante doctoranda en Noruega. No existen manuales, no hay que seguir a ningún gurú. No hay verdad más fuerte que la de nuestro instinto y nuestras necesidades básicas, que, en nuestro caso, eran poder dormir. ¡Poder dormir!

Cuando hemos terminado se levantan al otro lado de la mesa, me dan las gracias y se alejan empujando el cochecito donde duerme la gusanita que se convertirá en una mujer maravillosa, el gusanito que se convertirá en un hombre maravilloso. Yo lo contemplo todo desde mi atalaya de los cincuenta y seis años que cumpliré en pocos días, pero no puedo dejar de emocionarme. La minúscula llama de nuestra presencia en el universo continúa brillando.

martes, 14 de mayo de 2019

Catorce de mayo

Suena una moto en la calle. La ventana está abierta. Su ruido se aleja. Como cada noche, tengo sueño pero me da pena dar por acabada esta página. Una página absolutamente cotidiana y sin ninguna importancia por lo demás: ¿qué pena debería darle a nadie? Ninguna. Estoy cansado, eso es lo que me pasa. Muy cansado -los martes trabajamos hasta las siete de la tarde. Tantas voces, tantos rostros, tantas preguntas, tantas situaciones diferentes: esperanza, desesperación, asuntos sin peso aparente.

La desaparición del ruido de la moto ha dejado el barrio en silencio. Suele pasar. El ruido nos recuerda lo que teníamos y perdimos temporalmente, como sucede con la salud. Me tumbaré en la cama, cerraré los ojos, respiraré profundamente tres o cuatro veces y me dejaré arrastrar por lo que venga, sin miedo. Nací muerto.

lunes, 13 de mayo de 2019

Trece de mayo

Ha llegado el calor y, con él, los insectos. Vuelan hipnotizados alrededor de las farolas encendidas de la calle nocturna, una nube que se acerca y se aleja. Luego vendrán los pequeños murciélagos de alas de amapola para ponerse las botas. Todo es tan extraño.

domingo, 12 de mayo de 2019

Doce de mayo

En el piso que quedó vacío hace unas semanas frente a mi dormitorio se ha instalado una nueva familia. Un hombre se asoma a la calle y se pone a silbar. No son canciones que yo conozca, tengo la impresión de que improvisa. Mezcla música celta, clásica y jazz, yo diría. Silba muy bien. He estado a punto de asomarme yo también a la ventana y ponerme a aplaudir, como en un concierto.

sábado, 11 de mayo de 2019

Once de mayo

El viento agitaba las ramas de los árboles y convertía los campos de cereal en estanques de olas vegetales. Ahora es tarde. Había olvidado esta tarea. La he recordado poco antes de irme a dormir. Deberes. Pensé que al hacerme mayor no los tendría, pero los tengo. Y me los pongo yo. Hay que ser idiota.

viernes, 10 de mayo de 2019

Diez de mayo

Hoy está siendo un día de muertes. Como todo el mundo sabe, ha fallecido el político español Alfredo Pérez Rubalcaba, del Partido Socialista. Lo he sentido porque el gesto de que al retirarse de la política decidiese regresar a dar clases en la Universidad en ver de sentarse en Consejos de Administración de empresas eléctricas, etcétera, le convierte a mis ojos en un hombre bueno y honesto.

Pero hay otra muerte que en esta casa ha dolido más. Anoche una alumna de Maite de treinta y tantos años se mató en un accidente de coche. Lo ha sabido, ahora que trabaja en Barbastro, por la llamada telefónica de una compañera del departamento de Lengua y Literatura del Instituto de Binéfar.

La recordaba perfectamente, incluso a su marido, que también fue alumno suyo y ahora ha quedado viudo con una niña de un año y medio de edad. Me decía: "Veo sus rostros".

Pasan muchos rostros ante los ojos de una profesora con más de treinta y dos años de profesión, pero me asombra su memoria. Recordaba sus nombres y apellidos, a pesar de que les dio clase hace muchos muchos años. Me ha hablado de ella, de que hizo biología, de que trabajó en la clínica Quirón de Zaragoza y ahora se estaba preparando para reconvertirse en docente. Precisamente regresaba de esa ciudad cuando tuvo el accidente anoche. A su antigua profesora le ha afectado mucho.

Todos lo sabemos: detrás de cada accidente de tráfico, después de cada muerte inesperada, hay personas y ondas concéntricas. La de esta casa está muy lejos del núcleo. No podemos imaginar el dolor de los padres, hermanos, amigos. El dolor de ese padre joven que de pronto se ha quedado sin su compañía y con un bebé en los brazos. Pero son cosas que suceden. Lo sé yo en mi trabajo, lo saben en las ambulancias y lo saben en los hospitales.

La muerte nos rodea constantemente. Viaja a nuestro lado. Forma parte del contrato. "Te permití nacer, pero vivirás hasta que yo quiera". Ictus, infartos fulminantes, cáncer, accidentes de tráfico. Vivamos hoy, vivamos ahora. Y no olvidemos nunca que sufrir y llorar también es vivir.

jueves, 9 de mayo de 2019

Nueve de mayo

Hace años escribí aquí mismo que la vida era como una cerilla que se apaga. Un lector a quien le he perdido la pista, un hombre maravilloso, Luis Rivera, me contestó y me dijo: "No, la vida no es una cerilla que se apaga; la vida es una antorcha que pasa de generación en generación, de mano en mano". Nunca lo olvidé.

Mientras escribo escucho el Agnus Dei de Mozart. Mi hijo estuvo en Viena hace algunas semanas y me envió unas imágenes de la casa donde vivió uno de mis músicos preferidos. Todo se entreteje. La luz viaja de mano en mano. El caos es sólo una apariencia: basta con visualizar las imágenes de nuestro planeta desde la Estación Espacial para saber que, en realidad, a esa distancia, no existe.

Pronto cumpliré cincuenta y seis años. Soy como un cohete alejándose lentamente del principio, impulsado por el combustible no infinito de mi curiosidad.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Ocho de mayo

Llueve y deja de llover. En las aceras crecen las plantas como si el ser humano hubiese desaparecido del mundo aunque yo camine sobre ellas precipitadamente porque siempre llego tarde al trabajo. La mitad de los rostros y cuerpos con los que me cruzo los conozco. Algunos me saludan, otros, por timidez, quiero creer, no lo hacen. Yo saludo a todo el mundo, es algo que me gusta hacer. Sólo soy misántropo en mi casa, y aquí lo soy sin problemas. En la calle soy la persona más sociable y comunal que puedas imaginar, y con placer. Soy géminis y gemelo. Las dos caras.

La noche se ha instalado ya sobre la pequeña ciudad. El humilde río Vero fluye frente a mi casa rumbo al mar de los Sargazos, allí donde reposan los restos de naufragios de hace siglos. Y más al Norte el Ártico, ese lugar donde hombres y mujeres comen carne cruda y viven en el hielo.

Viajo. Viajas conmigo. Ven. Mira.

martes, 7 de mayo de 2019

Siete de mayo

Fue un día largo. Los martes abrimos también por la tarde, como he escrito tantas veces aquí.

Son las once y cuarto de la noche y la hora en la que la carroza se convertirá en una calabaza se acerca sigilosamente; ese acuerdo colectivo por el que a partir de las doce horas todo vuelve a comenzar.

Tengo sueño y espero dormir bien, profundamente, adentrándome hasta el fondo de eso que sucede cuando cerramos los ojos, ese misterio que acaso no lo sea para nadie salvo para nosotros.

Despierto busco la belleza y dormido también, me gusta pensar. A veces me acuerdo de lo que he soñado y a veces no.

Me doy cuenta de que no conozco casi nada de lo que significa existir y estar aquí, sentado ahora mismo frente a mi pequeño escritorio, escribiendo estas palabras. No conozco casi nada y exploro desde hace decenas de años, incansablemente desde que apenas era un flaco adolescente que se planteaba si al cerrar los ojos el mundo seguía sucediendo o era una ilusión visual.

Aquí persisto.

No he aprendido nada, pero continúo.

lunes, 6 de mayo de 2019

Seis de mayo

Todo a mi alrededor me dice: "Mira, crezco, crecen las hojas en mis ramas, crece la hierba incluso en los intersticios de las aceras, los pájaros vuelan con ramitas en el pico, el agua del río, un poco crecido por las lluvias y el lento deshielo de la nieve, se precipita hacia el lejano mar".

La primavera se inflama poco a poco como sucede en el sexo. "Mira, dice, nada podrá detenerme si sigues mirándome así. Mira, dice, lo que va a pasar".

Y yo miro, no puedo dejar de mirar y acariciar y agradecer este regalo de vivir sin saber bien por qué ni para qué ni cómo.

domingo, 5 de mayo de 2019

Cinco de mayo

Este fin de semana estoy permitiéndome el caos: siestas de tres horas, levantarme a las diez y media de la mañana. No tener hora para acostarme. De niño pensaba: "cuando sea mayor haré lo que quiera". Algo así.

No pensaba escribir nada antes de acostarme, algo que voy a hacer en un momento, pero antes de escribir estas palabras hice una incursión en Twitter y miré el descomunal número de seguidores de mi cuenta. No lo entiendo. No me cabe en la cabeza tener más de mil seguidores de una cuenta como la mía. Y lo mejor es que me importa un pimiento. Me da igual. Será cosa de la edad, pero me da igual de verdad de la buena.

Me pasa lo mismo en este diario. Hace mucho que quité contadores de visitas y esas cosas. Me da igual. Ahora debo aprobar los comentarios a las entradas porque comenzaron a colarse cosas muy raras, pero, si os soy sincero, no necesito comentarios. No es que los rechace ni no los agradezca si surge de vuestros corazones, comprendedme, pero en cualquier caso sería eso: una conversación entre tú y yo, y te animo a hacerlo. Soy un ser humano deseando aprender.

En las redes sociales también soy un ser humano deseando aprender, y de hecho he aprendido mucho. Sigo cuentas de historia, de ciencia, etcétera. Lo que nunca hago es devolver un seguimiento. En esta hora sigo a 174 personas y me siguen 1074 (qué casualidad también).

Ni comentarios en este diario ni seguidores en Twitter o Instagram me afectan más allá del cariño o el agradecimiento, nunca en términos numéricos. Los números me importan menos que nada. Pronto cumpliré cincuenta y seis años. Debe de ser por eso.

sábado, 4 de mayo de 2019

Cuatro de mayo

Madrugada del viernes al sábado. Despierto. Dormí una siesta de casi tres horas, así que tiene sentido. Me gusta que las cosas tengan sentido aparentemente porque sé que, en realidad, nunca lo tienen de verdad. La casa está en silencio. Ni siquiera se escuchan los ladridos de los perros de nuestros vecinos. No sé si llueve o no. Estoy aquí, en este nido oculto a la luna. Cerraré los ojos e intentaré viajar a la Antártida, al Amazonas, a una pequeña isla griega de casas blancas, a la Patagonia. Estoy aquí, en este camarote del submarino. Me tumbaré en la litera y soñaré con un cielo con nubes, muchos metros más arriba del océano que me rodea. La nave cruje de vez en cuando por la presión, pero yo ya duermo en el colchón caliente que dejó mi compañero de guardia al sustituirme. Mi pensamiento ya no me pertenece.

viernes, 3 de mayo de 2019

Tres de mayo

Cada palabra
es nueva
aunque haya
sido pronunciada
miles de
millones de veces.

Cada palabra siempre,
siempre
es nueva.

jueves, 2 de mayo de 2019

Dos de mayo

Como en cada vuelta alrededor del sol la noche llegó mientras al otro lado del planeta alguien como yo despertaba e iniciaba su jornada. Ahora, mientras se lava los dientes, contempla el mar, la bahía, las otras casas que descienden hacia el agua, los bosques de eucaliptos de hojas casi azules. Se mira en el espejo y se pregunta qué sucedió. Luego dice en una lengua que desconozco: "es el tiempo".

La cama me espera, ese cubículo abierto a la atmósfera donde, en mi breve hibernación nocturna, viajaré sobre una Zaragoza distinta, cubierta de hiedra e higueras gigantes cuyas raíces destruyen enormes edificios, o tal vez me sumergiré en el único océano del mundo tras millones de años para contemplar la resurrección de las primeras formas de vida que sobrevivieron mientras la tierra se aproxima inexorablemente al sol.

Aprendo. En silencio. Cada día. Mientras amo y soy amado. Mientras me aproximo al momento en el que todo habrá dado igual y, al mismo tiempo, no. Yo me entiendo.

miércoles, 1 de mayo de 2019

Uno de mayo

Adios, abril de
dos mil diecinueve,
nunca volveremos
a vernos.

Hola, mayo de
dos mil diecinueve,
dime, ¿qué guardas
para mí?