sábado, 28 de abril de 2007

Atlas

Al principio las líneas se dibujan
al albur de la risa, la sorpresa,
la pena, la carcajada;

al principio, durante algunos años,
el mapa resiste todos los envites,
inmune a la insistencia.

Después, poco a poco, como
cuando se hace de noche o se hace de día,
van quedando huellas,

memoria geográfica
junto a los ojos, en la comisura
de los labios, en la frente.

Así el placer y el dolor
van dibujando su atlas sobre nosotros
como la lluvia en las montañas,
como el mar en las rocas,
como el viento en el agua.

jueves, 26 de abril de 2007

Unas botas rojas

Hace unos días me encontré con un antiguo compañero de trabajo en una gran superficie de material deportivo de Lérida. Habían pasado ocho o nueve años desde la última vez que nos habíamos visto, pero creo que nos alegramos sinceramente de vernos, esas cosas se notan. Charlamos durante unos minutos sobre esto y aquello, la familia, el trabajo, la vida, y nos despedimos dándonos la mano y deseándonos lo mejor para el futuro.

Mientras C. se probaba distintos modelos de botas de fútbol me dio por pensar en tanta gente perdida, tantas personas que en algún momento de mi experiencia compartieron conmigo la suya para después desaparecer tragados por mudanzas, pereza, desencuentros o simple decepción. En mi mente resucitaron durante unos segundos docenas de rostros y voces que regresaban desde los más remotos días de mi infancia. Qué habría sido de ellos. ¿Me arrepentía de algo? Desde luego que sí, no me siento orgulloso absolutamente de todo lo que he hecho, pero ¿navegar no es acaso dejar atrás el horizonte? ¿no es llegar y marcharse?

“¿Te gustan estas, papá?", me preguntó C. mostrándome unas botas rojas. “Son muy bonitas”, le contesté, recordando que las anteriores eran azules. “Me las quedo, ¿vale?”. “Vale”. Con la caja bajo el brazo nos pusimos en pie y nos alejamos de allí.

martes, 24 de abril de 2007

Promesa

Despierto a las cinco de la mañana, cuando todavía es de noche, y me doy cuenta de que ya no voy a poder volverme a dormir, así que regreso a Kapuscinski y Heródoto en el punto en el que los dejé hace unas horas.

A las seis me levanto de la cama, me peso en la báscula, me ducho, me afeito, preparo bocadillos, me sirvo un café con leche. Fuera, en las calles y sobre los tejados, todos los pájaros de la comarca cantan al mismo tiempo, jubilosos por el comienzo de un nuevo día en el mundo. También para mí es éste un momento preferido: la resurrección de la luz, su promesa de esperanza y descubrimientos.

martes, 17 de abril de 2007

Martes de abril

Pantalón de pana y camisa de manga corta. Por la mañana luce un sol radiante y por la tarde cae esta suave llovizna que hace crecer la hierba a ojos vista.

sábado, 14 de abril de 2007

La quinta estación

Todo sucedió mucho más deprisa de lo que habíamos imaginado: los polos comenzaron a fundirse elevando el nivel de los océanos, que en todo el planeta inundaron estuarios, puertos, ciudades y autopistas; los bosques huyeron al norte perseguidos de cerca por el desierto y sus tormentas de arena; se extinguió el oso polar, desaparecieron los batracios, miles de cadenas tróficas se rompieron acabando con millones de especies de plantas, peces, aves, insectos, mamíferos marinos y terrestres.

Mientras los avances científicos lograban crear cuerpos y órganos artificiales que nos convertían virtualmente en seres inmortales, el cambio climático nos precipitaba inexorablemente hacia la desolación de Marte. Nuestra única posibilidad de supervivencia consistía en la exploración y colonización de otros sistemas planetarios, pero cualquiera podía darse cuenta de que ya no había tiempo: el lugar más lejano que los seres humanos habían alcanzado eran las colonias mineras de la luna.

Fue entonces cuando nos dimos cuenta: si no había salvación en el futuro deberíamos buscarla en otra parte. La primera propuesta seria llegó de Japón, país que el veintiocho de mayo de cuatro mil quince había logrado enviar a una ingeniera del ejército al veintiocho de mayo de cuatro mil catorce. Ciertamente se trataba de un paso muy pequeño, el primer salto, pero era el comienzo de la mayor aventura que jamás había emprendido nuestra especie: la colonización y reparación del pasado de nuestro propio mundo agonizante. A este proyecto se le llamó La quinta estación.

viernes, 13 de abril de 2007

Extraña inteligencia

La columna está formada por hormigas muy pequeñas y mide tres o cuatro metros de longitud. Comienza en el quicio de la puerta que da al exterior, prosigue junto a la pared, bordea tres librerías de madera y después se expande en pequeños grupos de reconocimiento por el centro de la sala. Observo durante un rato sus movimientos, maravillado ante tan extraña inteligencia, y a continuación rocío la zona con aerosol venenoso. Es tan potente que los insectos mueren casi en el acto. En pocos segundos todo ha terminado.

lunes, 2 de abril de 2007

Cápsula de tiempo

Mientras esta mañana, camino del trabajo, contemplaba al fondo del paisaje, a cientos de kilómetros de distancia, las blancas cimas nevadas del Pirineo, en la hierba del arcén de la carretera se erguían las primeras amapolas del año con sus temblorosos pétalos de piel de párpado, pinceladas rojas sobre verde bajo un cielo casi negro.

No ha dejado de llover en toda la tarde. El repiqueteo de la lluvia acaricia mi cerebro y lo consuela. Salgo a la terraza, pongo mi cámara de fotos en el suelo, frente a la leña desordenada, y grabo una pequeña cápsula de tiempo.