miércoles, 30 de abril de 2008

Pello Azketa

Descubrí a Pello Azketa a través de una maravillosa película documental de Mercedes Álvarez, El cielo gira, en la que él participa. Absolutamente recomendable, una verdadera joya.

Pello Azketa. La senda, óleo sobre lienzo, 1997.


El cielo gira

martes, 29 de abril de 2008

A finales de abril

Los alienígenas llegaron a finales de abril, y eran iguales que nosotros pero un poco más altos. Hablaban en español y su voz sonaba muy suave, aterciopelada como un trago de vino bueno.

Una vez nos hubieron reunido alrededor de sus platillos voladores nos dijeron, sin un atisbo de emoción, que debían matarnos a todos, y cuando les preguntamos el motivo de tales propósitos afirmaron que no estábamos preparados para comprenderlo, que nuestro desarrollo cultural y tecnológico no nos capacitaba para entender la minucia que significábamos en realidad en la inmensidad del cosmos.

Sin embargo nuestro desarrollo cultural y tecnológico sí nos capacitaba, en respuesta a su comunicación, para acabar con ellos a puñetazos, cuchilladas, pedradas y disparos de escopeta. Ellos sí que morían sin entender nada, sus grandes ojos azules abiertos e insensibles a la luz del sol, aquella sangre blanca como savia de amapola empapando el suelo.

A lo largo y ancho del planeta supimos defendernos, lo mismo en Nueva Guinea que en Vladivostok. Saber que querían aniquilarnos y asesinarles para impedirlo era todo uno y facilísimo, no sé qué se pensaban que éramos los humanos, casi resultaba un juego de niños acabar con ellos. No deja de ser curioso que ninguno intentase escapar y huir en sus naves; que, como quien dice, se dejasen linchar por las multitudes que sus espectaculares aterrizajes congregaban. Seguimos ignorando también cuál iba a ser el método empleado para acabar con nosotros, cuál el arma, ellos no portaban ninguna.

Nadie, ni siquiera los mejores pilotos de las distintas fuerzas aéreas de la tierra, pudo extraer de los mandos de aquellos nacarados platillos una sola respuesta mecánica, un movimiento, un sonido siquiera. Pasaron los años y en poco tiempo la toxicidad de nuestra atmósfera oxidó las estructuras y las redujo a polvo rojo que el viento esparció sobre playas, bosques y campos de cultivo.

···

Estamos a finales de abril. Obviamente todo lo que he contado aconteció en vida de los tatarabuelos de mis tatarabuelos. En los principales museos del mundo se exhiben miles de obras de arte donde aparecen los alienígenas, su sacrificio es el núcleo fundacional de muchas religiones. Salgo al porche de la casa y contemplo el mar. Grandes bloques de hielo flotan sobre la superficie de plata. Un ruido en la espesura interrumpe mis cavilaciones. Bajo la luz de la luna reconozco la inconfundible silueta del tigre de Tasmania, una verdadera plaga últimamente, alejándose.

domingo, 27 de abril de 2008

No mueren aún

Creo que no pasa un día sin que, de un modo u otro, nos acordemos de los padres de Maite. Hoy, por ejemplo, mientras recogíamos la vajilla después de comer paella, hemos comentado lo mucho que le gustaba al yayo Antonio el arroz con costillicas de cerdo. Otras veces utilizamos sus expresiones, como cuando Josefina decía con su potente voz de jotera: "¡Esta comida está muy güeee-naaa!", tanto la usamos que si uno de nosotros, tras llevarse la cuchara o el tenedor a la boca, comienza a decir: "Esto está muy.... ", de inmediato otro termina la frase con un: "Güeee-nooo", y nos reímos.

Es así como los muertos resucitan a nuestro lado durante un instante, sanos, felices, verdaderos, intactos, y no mueren aún.

jueves, 24 de abril de 2008

¡Ay, mísero de mí!

Me arrastro y gimo por el suelo:
¡ay, mísero de mí! ¡ay, infelice!
¿Pues no he engordado sin parar
desde la última navidad?
¡Yo, que el año pasado
vencí con mi voluntad
todas las tentaciones
y pecados capitales!
¡Yo, que llegué a hacer
incluso abdominales!

Abominable oso ahora soy,
yeti vago, macaco
legañoso, súcubo de sofá,
sostén de vasos tintineantes,
rastreador inestable,
mirador de espejos, mapas
y balanzas, miramón
de nubes y lombrices.
Me arrastro y gimo por el suelo:
¡ay, mísero de mí, porco felice!

miércoles, 23 de abril de 2008

Globos de colores

Un hombre decide volar por el cielo sostenido por mil globos de colores de los que se utilizan en las fiestas infantiles. Tiene cuarenta y dos años, es sacerdote católico de profesión y desea aprovechar su hazaña para, por un lado, protestar en favor de los camioneros brasileños, y por otro batir un récord de vuelo, actualmente en posesión de un norteamericano que permaneció en el aire de tal guisa durante diecinueve horas. Celebra una última misa, se envuelve en ropa de abrigo, se sienta en el arnés que ha preparado para su aventura, se eleva sobre el gentío que ha venido a contemplar el espectáculo, y desaparece. Las fuerzas aéreas y la marina de Brasil lo buscan desde hace dos días.

domingo, 20 de abril de 2008

Tormentas y palacios

Yo estaba sentado en mi mesa cuando he oído los primeros truenos. Me he servido un whisky y me he acercado a los cristales de la terraza. Los pájaros, pequeños como insectos grandes, revoloteaban sobre los tejados de un lado a otro, asustados tal vez por el retumbar del cielo. Cuando la tormenta navegaba sobre nosotros ha arreciado la lluvia, podía contemplar claramente su violencia en el pretil de ladrillo, cada gota de agua estallando sobre la sólida superficie. Los pájaros habían desaparecido. Pronto las nubes oscuras han pasado de largo, llevándose los truenos consigo y dando paso a un horizonte iluminado por el sol poniente. Han regresado los pájaros de dondequiera se hubieran guarecido. El empapado suelo de la terraza resplandecía como la sala de un palacio.

sábado, 19 de abril de 2008

Después del ensayo

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar unas copas. La noche es desapacible y el calor del bar nos acoge como a náufragos. En mi cabeza suena una y otra vez la melodía que poco antes aprendíamos, una música vital, armoniosa, llena de gracia. Qué poderosa es la memoria, el modo en el que las notas vuelven a sonar, limpias y exactas, en el auditorio de mi cráneo.

miércoles, 16 de abril de 2008

Hay nieve

Conozco a mucha gente pero, si lo pienso bien, tampoco es tanta. Tengo poquísimos amigos, uno o dos en realidad. Cada día pasan ante mí rostros y miradas que nunca volveré a ver, historias que a veces se quedan prendidas en mis ramas hasta que el viento de la velocidad las arrastra. Sombras. Todavía hay nieve en las montañas, al final de la carretera.

domingo, 13 de abril de 2008

Media luna

Son las tres y media de la madrugada y mañana es domingo. Por la tarde fui a recoger a Paula a la estación de tren de Lérida. Al verme vino hacia mí, me abrazó, me besó. En el cielo se mueve, más deprisa de lo que podría parecer, media luna.

sábado, 12 de abril de 2008

Berna Wang

Dudo entre tender la ropa fuera
o dentro.
Hay nubes que pasan veloces
y un sol que también duda
entre brillar o esconderse.
Miro por la ventana con el cesto
de ropa mojada en el regazo.
Fuera
o dentro.
Brillar
o esconderse.

Berna Wang, de Pequeños accidentes caseros,
editorial Adamar, 2004.

jueves, 10 de abril de 2008

Mañanas, tardes, noches

Mañanas de tiempo caprichoso: ahora llovizna, luego sale el sol, de pronto el cielo se cubre de nubes, llueve furiosamente, vuelve a salir el sol, llueve furiosamente bajo la luz del sol.

Tardes de llegada de pedidos, contratos y revistas. Me juramento a no volver a comprar en la casa del libro punto com: por segunda vez consecutiva han vuelto a equivocarse en uno de los volúmenes, nada menos que en vez de Todos nosotros, de Raymond Carver, me han traído ¡Todo son preguntas, de Juan José Millás! He llamado al teléfono de pago de atención al cliente al menos veinte veces y siempre una voz grabada me informaba de que sus operadores estaban ocupados y lo intentara de nuevo al cabo de unos minutos. Les he escrito un correo comunicándoles mi absoluta insatisfacción con su servicio, lo deplorable de su atención al usuario y, tras el pertinente cambio del libro equivocado, mi despedida. Hay muchas librerías en internet. Menos mal que ha llegado bien el contrato del alquiler de una casa de campo para la primera quincena de agosto. Iremos a Normandía, a una aldea cerca de Saint Lô, en la región de la Mancha. Lo he firmado y lo he depositado en el buzón. Ah, y también ha llegado sin problemas el último ejemplar de la revista Turia, en cuya página 135 (de 517) publican mi poema Innisfree.

Noches de fútbol junto a Carlos: anteayer el partidazo entre Liverpool y Arsenal, ayer la aburrida e injusta victoria del Barcelona contra el Schalke, y hoy, igual que ayer, la inmerecida clasificación del equipo más poderoso, el Bayern, contra un Getafe que ha merecido ganar de principio a fin. Bueno, en realidad a mí no me gusta mucho el fútbol, pero a mi hijo sí, y me gusta poder compartir algo con él. De hecho tengo que confesar que las pobres opiniones que acabo de emitir son en realidad una flácida copia de las suyas. En fin.

miércoles, 9 de abril de 2008

Paraguas

Cae una verdadera cortina de agua al otro lado de la ventana, una lluvia copiosa que repiquetea sobre la chapa de los coches aparcados. Durante días ha lloviznado a intervalos y débilmente, pero ahora puede decirse que está lloviendo de verdad, empapando los castaños de indias cuyas hojas, pequeñas sombrillas que emergieron de sus yemas, todavía no han terminado de crecer y abrirse del todo. Por la acera pasan una mujer y su hija pequeña, muy juntas bajo el paraguas, caminando con esa prisa que nos entra cuando llueve. Se dirigen al colegio que hay junto a mi lugar de trabajo. Sé que son ecuatorianas porque a la madre la he atendido alguna vez. La niña, de pelo largo, brillante y oscuro, porta una mochila rosa y corretea saltando rítmicamente, ahora con el pie izquierdo y ahora con el derecho. No puede evitarlo.

domingo, 6 de abril de 2008

C. K. Williams

EL TREN

Una hora parados junto a un callejón de naves abandonadas, llenas de graffitis,
la persona que está a mi lado habla todo el rato por el móvil,
cada palabra con una claridad irritante, imposible pensar en otra cosa,
me siento atrapado, miro hacia fuera y veo una liebre moviéndose entre el hollín de la maleza;
justo entonces se vuelve sobresaltada hacia nosotros, se queda inmóvil.

Suave, limpia, la carne dura bajo el tupido pelaje, muy atractiva;
me recuerda a los niños más pequeños que pasan camino de la escuela por nuestra calle,
su desparpajo, esa gracia inconsciente, la urgencia que sientes de compartir su belleza,
luego mi mente se entretiene intentando retraerse a su estado más salvaje,
lograr que la criatura sepa de mi admiración, que me conozca ella a mí.

Todo el rato que estamos allí, deseo casi dolorosamente estar junto a ella,
como si le habitara cierto misterio, una apariencia casi sagrada,
pero si me intuye no me presta atención, y cuando empezamos a movernos
aún espera entre el negro lastre del guijo, alzadas las orejas y los pelos del bigote,
a estar segura de que somos buenos y nos hemos ido antes de seguir su camino.

El tren avanza con rapidez, poblaciones borrosas, la voz de mi vecino sigue machacona;
mucho calor aquí pero en campo abierto la hierba está rígida y blanca por la escarcha.
Imagina estar ahí fuera solo, astillas de pánico que te hacen estremecer,
con esos brillantes raíles ante ti, rodeado de un silencio inmenso, prodigioso,
que solo ahora comienza a menguar, se alza el viento, el atronador crujido de una rama.

C. K. Williams, de Reparación, Bartleby Editores, 2007, traducido por Jaime Priede.

sábado, 5 de abril de 2008

Pollo al curry

Por la mañana acompaño a Paula a la óptica para comprar sus primeras gafas de sol. Se prueba decenas de ellas pero rápidamente vamos descartando modelos hasta quedarnos con cinco o seis. Las elegidas son negras y no tan ridículamente grandes como las que se llevan ahora. Le auguro que le gustarán durante muchos años.

Al mediodía cocino pollo al curry con arroz blanco. La casa entera huele como un restaurante hindú. Después de comer ponemos el lavaplatos y a continuación el tiempo se ralentiza, entra en la agradable parálisis de la digestión y la siesta. El mundo gira lentamente alrededor del sol.

Por la tarde vienen a casa dos amigos de mi hijo. Se supone que van a ensayar la coreografía de un baile para una fiesta del colegio, pero como faltan dos miembros del grupo lo que hacen es jugar a la Play Station. Les hago una pizza margarita para merendar. Mientras estoy preparándola aparece Carlos en la cocina y me da un abrazo, me dice gracias, me da un beso, otro abrazo, dos besos, y se va.

miércoles, 2 de abril de 2008

Fortuna

Por culpa del último cambio horario todavía es de noche a las siete de la mañana. Resulta desalentador levantarse sin la luz y el ruido de los pájaros. El lunes en Barbastro vi los primeros vencejos del año, sobrevolaban el agua del río Vero bajo el puente del Amparo dibujando garabatos en el aire con sus pequeños cuerpos azulados de alas de guadaña. Tuve la sensación de que habían regresado de África más pronto que otras veces, pero no estoy seguro. Poco a poco resucita la luz de un nuevo miércoles. Pronto todo se pondrá en marcha. Qué fortuna estar aquí, formar parte de ello.