martes, 29 de abril de 2008

A finales de abril

Los alienígenas llegaron a finales de abril, y eran iguales que nosotros pero un poco más altos. Hablaban en español y su voz sonaba muy suave, aterciopelada como un trago de vino bueno.

Una vez nos hubieron reunido alrededor de sus platillos voladores nos dijeron, sin un atisbo de emoción, que debían matarnos a todos, y cuando les preguntamos el motivo de tales propósitos afirmaron que no estábamos preparados para comprenderlo, que nuestro desarrollo cultural y tecnológico no nos capacitaba para entender la minucia que significábamos en realidad en la inmensidad del cosmos.

Sin embargo nuestro desarrollo cultural y tecnológico sí nos capacitaba, en respuesta a su comunicación, para acabar con ellos a puñetazos, cuchilladas, pedradas y disparos de escopeta. Ellos sí que morían sin entender nada, sus grandes ojos azules abiertos e insensibles a la luz del sol, aquella sangre blanca como savia de amapola empapando el suelo.

A lo largo y ancho del planeta supimos defendernos, lo mismo en Nueva Guinea que en Vladivostok. Saber que querían aniquilarnos y asesinarles para impedirlo era todo uno y facilísimo, no sé qué se pensaban que éramos los humanos, casi resultaba un juego de niños acabar con ellos. No deja de ser curioso que ninguno intentase escapar y huir en sus naves; que, como quien dice, se dejasen linchar por las multitudes que sus espectaculares aterrizajes congregaban. Seguimos ignorando también cuál iba a ser el método empleado para acabar con nosotros, cuál el arma, ellos no portaban ninguna.

Nadie, ni siquiera los mejores pilotos de las distintas fuerzas aéreas de la tierra, pudo extraer de los mandos de aquellos nacarados platillos una sola respuesta mecánica, un movimiento, un sonido siquiera. Pasaron los años y en poco tiempo la toxicidad de nuestra atmósfera oxidó las estructuras y las redujo a polvo rojo que el viento esparció sobre playas, bosques y campos de cultivo.

···

Estamos a finales de abril. Obviamente todo lo que he contado aconteció en vida de los tatarabuelos de mis tatarabuelos. En los principales museos del mundo se exhiben miles de obras de arte donde aparecen los alienígenas, su sacrificio es el núcleo fundacional de muchas religiones. Salgo al porche de la casa y contemplo el mar. Grandes bloques de hielo flotan sobre la superficie de plata. Un ruido en la espesura interrumpe mis cavilaciones. Bajo la luz de la luna reconozco la inconfundible silueta del tigre de Tasmania, una verdadera plaga últimamente, alejándose.

7 comentarios:

Portarosa dijo...

(Eh, eh, Jesús, ssshhhh... que no entiendo nada...
¿Va de que nosotros mismos ya nos íbamos a aniquilar solitos, o qué?)

Miranda dijo...

Qué genial!!!!

Apasionante!!!

BIBA!!!

Beso.

M.

Jesús Miramón dijo...

Sólo es un cuento, Porto, un dejarme llevar, no hay nada que entender. Un abrazo.

Jesús Miramón dijo...

BIBA!

Un beso, Miranda :-)

Anónimo dijo...

!Cambio climático, ya!

Bolo

Jesús Miramón dijo...

Y ante la petición de Bolo la nube se hizo cordero, y el cordero se hizo arbusto de aliaga, y la aliaga se hizo una voz atronadora que, espantando a los avestruces y grupos de perritos chihuahua salvajes, dijo: nada más fácil, hijo mío, tus deseos serán cumplidos.

Anónimo dijo...

Nube-cordero



Y la nube se hizo cordero,
Y el cordero se hizo arbusto de aliaga,
Y la aliaga se hizo voz atronadora,
Espantando avestruces y chihuahuas salvajes.
Y dijo: nada más fácil, hijo mío.


:-)

Bolo