Yo estaba sentado en mi mesa cuando he oído los primeros truenos. Me he servido un whisky y me he acercado a los cristales de la terraza. Los pájaros, pequeños como insectos grandes, revoloteaban sobre los tejados de un lado a otro, asustados tal vez por el retumbar del cielo. Cuando la tormenta navegaba sobre nosotros ha arreciado la lluvia, podía contemplar claramente su violencia en el pretil de ladrillo, cada gota de agua estallando sobre la sólida superficie. Los pájaros habían desaparecido. Pronto las nubes oscuras han pasado de largo, llevándose los truenos consigo y dando paso a un horizonte iluminado por el sol poniente. Han regresado los pájaros de dondequiera se hubieran guarecido. El empapado suelo de la terraza resplandecía como la sala de un palacio.
domingo, 20 de abril de 2008
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