domingo, 30 de agosto de 2020

Floresta

Las grandes, inmensas y brillantes hojas de la floresta me rodean en medio del bosque lluvioso, aquí sentado entre los dos contrafuertes de las raíces de una higuera gigante. El olor dulce y putrefacto se convierte en hielo. El viento arrasa la banquisa y estoy a punto de morir. Hace horas que me alejé de la triste tienda de campaña donde mañana o pasado mañana morirán mis compañeros. El frío es tan agudo que no puedo despegar mis labios mientras en el cristal de la nave veo acercarse el planeta al que nos dirigimos desde hace cinco años. Mis sentimientos están sepultados por la hibernación y mi responsabilidad profesional. Esta nave traslada cien mil almas. Huimos de nosotros pero lo hacemos hacia una versión mejor de nosotros. Todavía huelo el aroma ligeramente putrefacto del bosque.

sábado, 29 de agosto de 2020

Una breve lluvia

Vuelvo a escribir. Llovió hace un rato. Sé que esto que hago, vaciar mi cerebro, me hace bien, pero también me da mucho miedo. No llovió lo suficiente para refrescar el ambiente. Fue una breve lluvia de mierda que, en combinación con una superficie calcinada durante semanas, generó un vapor peor que la temperatura anterior. Pero vuelvo a escribir, y esta idiotez es importante para mí. Todo se perderá, incluso este instante y la fuerza con la que lo siento en mi corazón. Supongo que este es el gran misterio.

viernes, 28 de agosto de 2020

Otra cosa

El día queda atrás. Hace rato que debería dormir pero no quiero, no quiero, no quiero. Tengo sueño y no quiero dormir porque presiento que mi vida no durará mucho. Lo siento en mis huesos pero no se lo he dicho ni se lo diré a nadie. Aunque no sé qué diferencia exacta existe entre estar dormido y despierto salvo cuando escucho música. Cuando escucho música, como ahora mismo, sé que estoy efectivamente despierto. También cuando siento en la piel el aire templado del ventilador que gira mecánicamente en la habitación. Agosto termina y se acerca otra cosa a pesar de las mascarillas, a pesar de la pandemia, a pesar de nuestra fugacidad se acerca otra cosa. Otra cosa.

miércoles, 26 de agosto de 2020

Tsunamis

Hago compartimentos. Aquí mis padres y mi familia en general. Aquí mi pareja. Aquí mi trabajo, que es muy importante para mí y para centenares de personas (lo es). Aquí mi fantasía. Aquí internet. Aquí mi cuerpo.

Hago compartimentos porque no puedo con todo a la vez. El compartimento de mis adicciones es incompatible con otros, y lo mismo pasa con esos respecto a mi exagerada responsabilidad profesional. Compartimento porque es el único modo de mantenerme cuerdo y no es difícil, no es complicado. En serio. Sólo hay que darse cuenta de que no podemos con toda la ola al mismo tiempo, y que sin un tsunami real delante de nuestro débil cuerpo sostenido por huesos casi transparentes somos muy fuertes, increíblemente fuertes. Esto es esto. Aquello es aquello.

viernes, 21 de agosto de 2020

Un camino de migas de pan

Me digo una y otra vez que todo está bien, me lo repito como si estuviera cuerdo. Porque nada está bien siempre y del todo, no funciona así; porque nada es demasiado algo exactamente. El sufrimiento acompaña a la alegría cuando uno se aleja un poco y lo mismo sucede al revés; la felicidad, con el tiempo, siempre acaba venciendo a la tristeza, lo sé por personas a las que amo y viven a mi lado y sufrieron mucho y ya no lo hacen. ¿Quiere decir eso que debamos engañarnos? ¡No, todo lo contrario, exactamente todo lo contrario! Si vivir -gozar y sufrir- no sirve para aprender algo; si no sirve, por ejemplo, para aprender a hacer un camino de migas de pan en el bosque, ¿de qué sirve?

Debemos llorar y debemos reír. Incluso casi siempre, durante casi todo el tiempo, no debemos hacer ninguna de las dos cosas: sólo respirar y dejarnos arrastrar por lo incontenible: el calor, la lluvia, el viento, el silencio.

jueves, 20 de agosto de 2020

Agosto

Este agosto se precipita hacia septiembre como si no pasara nada, como si no pasara nada mientras la pandemia sigue intentando sobrevivir como lo hacemos nosotros: la memoria enferma de mi madre, el ahora desaparecido optimismo innato que me caracterizaba sin ser consciente entonces de ello, la depresión que me impide leer, escribir, pensar con claridad. Respiro día a día. Volví a la medicación que tomé durante años. La tristeza inunda mi alma sabiendo que no aporta ninguna solución a nada.

Este agosto se arrastra bajo el sol hacia un otoño que ahora me parece a miles de kilómetros de distancia. No me falta el amor que recibo. No me falta el amor que era capaz de dar, pero lloro mientras escribo esto. Sé que no soy el primero. Sé que no soy el último, pero la pena me arrasa sin saber a dónde asirme. Mi madre desaparece poco a poco mientras mi padre sufre como nunca lo mereció. Sé que no es el primero, sé que no será el último marido que asiste a algo tan duro. Estoy roto, pero como mis antecesores en este mar de los sargazos continuaré navegando, en el fondo lo sé.

Odio este agosto de dos mil veinte, odio la pandemia, odio la enfermedad de mi madre, me odio a mí mismo por mi reacción ante todo esto. No puedo odiar nada más. No tengo ni el derecho ni las fuerzas para hacerlo.

viernes, 14 de agosto de 2020

Pintura rupestre

Todo es antiguo pese a nuestra brevedad; muy, muy antiguo, tan antiguo como todo lo que es o ha sido alguna vez, pero vivir durante tan poco tiempo nos regala la ilusión de una fugacidad eterna. No pasa nada: siempre fue así.