jueves, 29 de diciembre de 2016

Metáforas

He pasado algunos días en bucle con pensamientos que todavía no he logrado conseguir expresar (de ningún modo). Es frustrante y angustioso que mi pensamiento pueda viajar delante de mí.

Regresando de Zaragoza a Barbastro la temperatura del termómetro del coche descendía y descendía kilómetro a kilómetro mientras los arbustos y árboles del campo iban convirtiéndose poco a poco en figuras de hielo blanco bajo un cielo sin sol. Escarcha helada: mi felicidad.

Jamás imaginé que a los cincuenta y tres años me sentiría tan inseguro como a los diecisiete o dieciocho. Bueno, seguramente eso es un problema en una persona de mi edad. No sé. Es lo que siento.

Hay algo distinto en cualquier caso: mi fuerza física, mi brutalidad. Peso ciento seis kilos y soy capaz de levantar y destruir casi cualquier cosa. No hago ejercicio, el mérito sólo se debe a mi volumen. En cierta ocasión el mecanismo de la persiana de mi lugar de trabajo se rompió y empezó a descender cada vez más deprisa con clientes dentro y fuera de la oficina. Me levanté de mi silla rápidamente y la levanté hasta darle la vuelta en el tambor y romperla de tal modo que los técnicos que tuvieron que venir a sustituirla no podían creerlo. Mis compañeras siempre se acuerdan de ese momento. Dicen que fue como si de pronto me hubiese convertido en un monstruo. Jamás he usado la violencia contra otra persona pero sé que, en un momento dado, para defender a las personas que amo sería capaz de cometer las barbaridades más atroces. No tengo la menor duda de ello.

A veces pienso que nací en el único umbral histórico que me ha permitido llegar tan lejos. En casi cualquier momento de la evolución de mi especie no hubiese durado un suspiro. Siento más que pienso y eso, en una naturaleza inteligente, no lleva sino a una tan honrosa como temprana desaparición del escenario.

Termina un año y comienza otro nuevo. No el musulmán, no el chino, no el azteca, no el de los millones de planetas habitados por especies con conciencia que flotan en el universo sintiéndose tan solos como nosotros. Termina un año, comienza otro y yo, un hombre de cromañón como cualquiera, decido que semejante estupidez es importante de algún modo. Metáforas. ¿Existirán más allá de nosotros en alguna parte?

martes, 27 de diciembre de 2016

Júpiter

Un momento, todavía
no nos ha alcanzado
el uno de enero del
inminente nuevo año que
se precipita a toda velocidad
hacia nosotros.

El reinicio definitivo
no ha empezado todavía.

Ese lunes gigantesco
como Júpiter.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Después del ensayo

Después del ensayo vamos al Chanti a tomar unas cervezas. La niebla que ya casi había olvidado inunda las calles de Binéfar, sus minúsculas gotas flotantes en la oscuridad parecen copos de nieve a la luz de los faros del coche. Y todo es como si, en vez de haber transcurrido años, hubiese sucedido ayer. En el bar hablamos de lo humano y lo divino con la pasión de ayer, y la camarera aguarda a que terminemos nuestras consumiciones para cerrar el local con la misma resignación de ayer.

Creo que mi travesía del Cabo de Hornos termina justamente aquí, regresando al coro, a los ensayos, a la música, a las personas que me han abrazado y besado con tanta verdad que he tenido que hacer un esfuerzo para disimular mi emoción; mi complicada y ardua travesía del Cabo de Hornos termina realmente esta noche, volviendo al Chanti después de cantar y cantar y cantar.

martes, 22 de noviembre de 2016

Honor

Como no ha dejado de llover desde ayer por la mañana, el río Vero, convenientemente encauzado por una obra civil de hormigón armado y laderas artificiales cubiertas de hierba salvaje frente a mi casa, fluye a toda velocidad hacia ríos más grandes y finalmente el mar.

Sus aguas descienden marrones como cacao con leche. Al otro lado de la orilla hay un grupo grande de árboles y arbustos que crecieron en un solar abandonado. Allí anidan muchísimos pájaros, es algo que pude comprobar desde que a finales de julio nos instalamos aquí. En estos días de lluvia su permanente algarabía ha desaparecido, así como sus constantes salidas y regresos a la espesura vegetal. Los imagino tan quietos en sus nidos como yo en el mío bajo el aguacero. Así de iguales somos. Qué diminuto y palpitante honor.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Paola Vaggio

ÚLTIMOS DÍAS

Mientras apoyas la silla en el patio,
en la pared que da el sol,
y cierras los ojos cegada de luz,
escuchas el murmullo cercano de la ciudad

(pájaros
un soldador eléctrico
una tos seca en el primer piso
golpes sobre metal
un perro ladrando
la megafonía del metro escapándose por la alcantarilla)

Entre los tejados y las antenas
duerme el nido
que está hecho de hojas,
de ramas pequeñas,
trozos de algodón,
barro,
óxido,
bruma,
piensas "yo puse esto aquí"
"yo puse esto así"
"yo traje esta rama"
"yo le di forma"

las gaviotas hambrientas se lo llevan
¿hacia dónde?
¿puedo ir con ellas?

Paola Vaggio

lunes, 14 de noviembre de 2016

viernes, 11 de noviembre de 2016

Al otro lado de la colina

Yo, cuando se suceden tan precipitadamente tantos acontecimientos presuntamente históricos: la victoria del miserable misógino Donald Trump como presidente de los Estados Unidos de América, la conversión del Partido Socialista Obrero Español en un aplicado colaborador del Partido Popular (uno de los más corruptos, si no el más corrupto de Europa), el acelerado deshielo de los polos, el patente cambio climático que comenzamos a sufrir en nuestras cosechas; yo, cuando suceden todas estas cosas, intento concentrar mis esfuerzos en lo que modestamente puedo hacer por mí mismo día a día, aquello que está al alcance de mis manos: mi trabajo. Converso con las personas que se sientan al otro lado de mi mesa y admiro su valor, su sencilla honestidad inquebrantable, la misma que me enseñaron mis padres. Cada día atiendo a héroes así.

No tengo ninguna duda de que saldremos adelante.

Donald Trump, como quienes le precedieron, será el combustible de las naves que nos llevarán más allá de nuestra diminuta balsa flotante en el espacio.  Sus decisiones, acertadas o equivocadas, nos empujarán hacia adelante porque no hemos dejado de hacer otra cosa desde que nos pusimos en pie.  Ninguna ideología, absolutamente ninguna, es capaz de impedir nuestra curiosidad por saber qué hay al otro lado de la colina.

Por eso

Necesito mucho: todo
lo que tengo.

Por eso no necesito nada más.

martes, 1 de noviembre de 2016

Huellas

Por la mañana Maite y yo hemos dejado atrás el aparcamiento del cementerio de Barbastro rebosante de coches y nos hemos dirigido hacia nuestro habitual paseo junto al canal.  Una hora.  Seis kilómetros.  Nada del otro mundo pero sí del nuestro.

Ni mamíferos ni reptiles, sólo aves: lavanderas junto al curso de agua, gorriones, cuervos, tórtolas de vuelo ruidoso entre las ramas de los árboles, rapaces que no sé identificar pero debería estudiar para poder hacerlo.  Durante el camino huellas de jabalíes en las zonas de barro y, a su lado, las pequeñas huellas de los mustélidos nocturnos, pequeñas como las de los gatos.  Cagarrutas rebosantes de bayas de enebro.  Bellotas maduras a lo largo de todo el recorrido.  Moras diminutas y secas en zarzales aparentemente muertos que resucitarán a finales del próximo verano.

De regreso a casa y al vermut de cervezas y mejillones en escabeche he pensado en la posibilidad real de dejarme llevar como la rama que flota.

lunes, 31 de octubre de 2016

Fulgor

Mañana, en este país católico, se celebra el día de Todos los Santos.  Los cementerios se poblarán de muchedumbres de seres humanos vivos dispuestos, con todo el amor de su corazón, a prestar homenaje a quienes ya cruzaron aquel río.  Yo lo respeto, lo respeto muchísimo -por alguna extraña mutación neuronal siempre, prácticamente desde que era un niño, he sentido una intensa y vergonzante curiosidad por la muerte.

Todos los Santos: sería un buen título para otra película de zombis dispuestos a devorar cualquier cerebro disponible.

Todos los Santos.  Tengo algunos: primos, tíos y tías, suegros, amigos, conocidos, compañeros de viaje que ya no están, seres humanos que, como miles y millones antes que ellos, desaparecieron en el fragor de la vida y sus posibilidades y enfermedades.

¿Qué sustenta la idea del terror a la extinción?  ¿Nuestra patética pretensión de alguna mínima importancia en este mundo permanentemente atravesado por partículas tan invisibles como fundamentales?

Somos sombras.  Vivimos siendo sombras.  Hojarasca de otoño.  Ese fulgor.

sábado, 15 de octubre de 2016

Con aquella pasión

Continúo acumulando información.  Toda, incluso la de un futuro imaginado, proviene del pasado.  He vuelto a leer con aquella pasión.

Una de las dos fachadas de nuestro nuevo apartamento se asoma al río Vero, convenientemente encauzado entre hormigón armado, fluyendo hacia el lejano, lejanísimo mar.

Ayer y antes de ayer llovió abundantemente, muy tarde para casi todos y a punto, como siempre, para los pocos que callan.

Yo me asomo a la proa sin demasiadas ideas preconcebidas.  La ignorancia me envuelve de tal manera que al respirar penetra en mi cuerpo y contamina mi sangre inocente.

Qué aventura inesperada.

sábado, 8 de octubre de 2016

A miles de kilómetros de altitud

Casi desconectado de internet como estoy en los últimos tiempos, en cualquier caso continúo navegando alrededor del sol y, amarrado sin remedio a él como tú, giro en este carrusel de asombro y segura finitud. Mientras tanto todo, absolutamente todo, es tan pequeño como nuestra verdadera importancia o mi ambición.

Mi padre cumplió ochenta años el pasado lunes y el sábado anterior todos sus hijos le regalamos la sorpresa de una comida en un restaurante en Zaragoza. Amor sin filtros.

Ayer por la mañana al salir de casa descubrí sobre el cielo de Barbastro la huella rectilínea de cuatro aviones a miles de kilómetros de altitud cruzándose en una suerte de parrilla casual. Saqué el móvil de mi bolsillo dispuesto a hacer una fotografía pero justo en ese momento un hombre salió de un portal cercano con bolsas de basura en la mano y, como tantas veces a lo largo de mi vida, el pudor me hizo devolver el teléfono al bolsillo para no llamar la atención.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Olimpo

Ha llegado el otoño y de esto no me quejaré jamás, porque después de miles de años llueve sobre Barbastro y los truenos suenan y resuenan en el cielo desprendiéndose desde las cumbres del Olimpo.

En la cocina la válvula de la olla exprés sopla como el artefacto del siglo diecinueve que realmente es.

Yo escribo en el futuro.

Ya no.

martes, 28 de junio de 2016

Despega

Ha llegado el verano. No me quejaré hasta que mi pequeño país alcance los cuarenta grados, algo que no tardará en suceder, pero por ahora me quedo con lo bueno: hay luz, hay vencejos que eliminaron las moscas que volaban en círculo en el interior de mi casa.

Pronto me mudaré -nos mudaremos- a otra más grande. Maite va a trabajar en Barbastro y, por increíble que parezca, será la primera vez en casi treinta años en la que los dos viviremos y trabajaremos en el mismo lugar. A través de una amiga hemos localizado un piso que estoy casi seguro de que nos va a interesar. El sitio donde vivo ahora es un pequeño apartamento de soltero.

Una vez hice cuentas y hemos vividos en catorce domicilios diferentes. Los dos somos empleados públicos y han tenido que pasar veintinueve años para que pudiésemos coincidir en la misma localidad. A los cincuenta y tres años. No me quejo. Cada día veo lo que les sucede a otras familias, trabajo para tratar de ayudarlas. Sería un criminal si me quejara.

Cada mañana tomo mi medicación: un antidepresivo y los ansiolíticos que me permiten atender a las personas que se sientan al otro lado de mi mesa con una sonrisa. Me ha costado mucho, pero finalmente la tomo sin darle vueltas a la cabeza. Facilitan mi vida y, a través de ese efecto, quiero creer que facilitan la vida de otras personas.

Sé que soy afortunado, un privilegiado sin ningún género de dudas. Tengo un trabajo que amo, una mujer que me ama y a la que yo amo con locura, tengo amor allí donde dirija mi mirada. He aprendido que mi salud mental no depende sólo de eso. Ya no me permito entrar en aquel bucle sin fin. Lo que me sucede es otra cosa que he de explorar dejando a un lado el amor y la felicidad. Es algo distinto que todavía no he descubierto: un territorio de genes y verdades y mentiras a mí mismo que seguiré explorando con un machete a través de la espesura.

El ventilador gira frente a mí como la hélice de un avión del siglo diecinueve. Despega. Despega.

viernes, 3 de junio de 2016

Tiernas hojas verdes

Poco a poco me alejo de lo que conozco.  Poco a poco me aproximo a mi pasado inmediato: una calle desierta y mi cerebro borboteando como la cazuela de una bruja.  Las arterias de los árboles de la acera se cubrieron de tiernas hojas verdes, nuevas, intactas.

viernes, 27 de mayo de 2016

Abejarucos

Todos esos campos de cebada y trigo inundados de amapolas son un fracaso del agricultor. Uno de ellos me lo confirmó el otro día: las amapolas son un fracaso. El rendimiento económico no entiende de belleza ni de lujos semejantes.

Los apicultores odian a los abejarucos que masacran las colmenas para alimentar a sus polluelos. Poco importa que sean una de las aves más hermosas de las que regresan desde África cada año: se alimentan de abejas.

Yo compro mi comida en el supermercado. Lo hago con indiferencia, yendo de una sección a otra empujando mi carrito sin belleza alguna.

domingo, 15 de mayo de 2016

Cretácico superior

Han regresado los abejarucos con sus vibrantes colores propios de aves tropicales. Los apicultores que atiendo desde hace años en el trabajo los ven como enemigos, y soy capaz de entenderlo, pero esta mañana, caminando junto al canal con mi mujer, no podía dejar de admirar su vuelo fugaz de alas pequeñas e iridescentes. En algunas encinas escuchábamos el canto creativo de los mirlos. Todavía no han llegado los vencejos. Una cigüeña grande y majestuosa nos sobrevoló durante un momento como si planease en el cielo del cretácico superior. Delicados brochazos de amapola en los campos de cebada. El sonido de nuestros pasos sobre el suelo.

jueves, 21 de abril de 2016

Palacios

A esta hora la luz del sol que comienza a desaparecer detrás de mi casa se refleja en la fachada del edificio al otro lado de la calle. Es un edificio común, más viejo que el mío, feo de solemnidad, y sin embargo cómo refulge su anodina fachada iluminada por la última luz del día.

Sí, lo sé: lo he escrito antes, no es nada nuevo (tras mucho tiempo circunvalando la isla he regresado a la playa donde todo lo que escribo lo escribí antes), pero ese feo edificio en el que viven seres humanos tan feos y comunes como yo, durante unos minutos se convierte, cada tarde, en un luminoso palacio lleno de milagros.

miércoles, 6 de abril de 2016

Este extraño mundo

No soy exactamente lo que fui. Soy, en cierto sentido, mejor: más descreído, más ajeno a las veleidades que me consumían ferozmente cuando era joven; soy cada vez más invisible y, al mismo tiempo y de un modo que no sabría expresar, más valiente ante lo que se aproxima. Cada mañana que abro los ojos soy más consciente que nunca del privilegio que supone despertar en este extraño mundo que a menudo no comprendo pero siento la necesidad de explorar. No soy exactamente el que seré. Cabalgo a lomos de la ignorancia.

jueves, 17 de marzo de 2016

Río

Muchas de mis ambiciones se cumplieron. Se cumplirán mañana. Ambiciones pequeñas, diminutas, casi inexistentes. Gano y pierdo batallas cada día. Batallas sin prisioneros y batallas piadosas en una sucesión sin orden ni concierto, al albur de la corriente del río que me arrastra. Todo ha ocurrido y todo ha de suceder.

lunes, 14 de marzo de 2016

Robinson

Esta sensación tan adolescente de sentirme un náufrago, más allá de la recíproca satisfacción de mis relaciones personales: amigas queridas, algunos pocos queridos amigos; queridos hermanos, padres queridos; mi querida mujer, mis queridos hijos.

No me falta amor que recibir ni ofrecer. De hecho me siento más inexplicablemente amado de lo que nunca podría quererme yo a mí mismo.

---

Vuelvo a despertar en la playa.  Las olas acarician y abandonan mis pies desnudos. El sol brilla con fuerza sobre los cocoteros. Me levantaré y sé lo que sucederá. Lo leí.

lunes, 7 de marzo de 2016

Geología

Leo que ha muerto Harnoncourt, uno de mis directores de orquesta favoritos entre todos. Poco a poco se desvanecen: sentí la mista tristeza cuando cruzó el río Claudio Abbado.

Cada uno de nosotros vivimos y respiramos en alguno de los estratos geológicos de la historia del mundo. Este abrir y cerrar de ojos. Aquella línea de arcilla fosilizada en las montañas del futuro.

Leo que ha muerto Nikolaus Harnoncourt y siento que algo dentro de mí ha vuelto a nacer, a comprender.



Johann Sebastian Bach: Kantata BWV 147 - Nikolaus Harnoncourt.

jueves, 3 de marzo de 2016

Naves

Con el debate político español sonando y resonando en mis oídos salgo a fumar a la terraza de nuestro piso en Zaragoza. No siento frío, aunque he de precisar que mi percepción del frío es similar a la de un oso polar.

El viento agita la copa de las palmeras y pinos de los jardines residenciales donde duermen las ruidosas cotorras argentinas que desde hace años colonizan la ciudad.

Desde mi atalaya observo a los vecinos que han sacado a pasear a sus perros. Sobre los edificios las nubes navegan impulsadas por el cierzo. La luz de la gran ciudad se refleja en ellas transformándolas en el vientre de inmensas naves extraterrestres.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Ratoncita

Hace pocas horas tu avión aterrizó en tierra de vikingos. Una de sus universidades te ha dado la oportunidad de seguir convirtiéndote en la científica que siempre quisiste ser. De acuerdo, es una desgracia que nuestro país sufra esta sangría que parece no tener fin, pero yo, como padre, me alegro de que el mundo entero se abra ante ti, mi pequeña ratoncita.

miércoles, 17 de febrero de 2016

Antártida

Mis vecinos se mudaron. Me encontré con él en el garaje mientras cargaba cajas en su coche, me dijo que el apartamento era demasiado pequeño y habían buscado un piso más grande. Ya no escucho los llantos del bebé ni la voz alegre de su hermana mayor; tampoco las canciones de la madre.

Vivo en un bloque donde todos sus habitáculos son de alquiler y las personas vienen y van, un edificio especial en ese sentido. El otro día me crucé con el nuevo inquilino, un joven de gesto adusto y, por la experiencia de estos pocos días, absolutamente silencioso.

Esta mañana ha helado en serio por primera vez en lo que llevamos de invierno. Como he vuelto a fumar quité la calefacción antes de irme a dormir y dejé el salón abierto al exterior para ventilar la casa durante la noche. Cuando sonó el despertador fue como despertar en la Antártida, y no me disgustó. Para personas como yo, con cierto sobrepeso, depresivas y ansiosas, el frío es lo mejor: nos resucita.

Amanecía sobre los coches cubiertos de hielo cuando me asomé a la calle en calzoncillos. Todo mi cuerpo se estremeció diciéndole a mi cerebro: "Mira: también existo yo".

lunes, 8 de febrero de 2016

Un galope desenfrenado

Para empezar está el dimorfismo sexual: los hombres somos, mayoritariamente, más grandes y fuertes que las mujeres. No es un mérito ni tampoco un pecado, sólo el resultado de millones de años de evolución en los mamíferos. Estamos diseñados para la caza, la lujuria, el asesinato.

Yo, que peleo con uñas y dientes contra todo, incluso contra mí mismo (con irrisorios resultados), me reconozco en esa caricatura. Porque las caricaturas en el fondo siempre son el fruto de una verdad, a veces por fortuna y a veces por desgracia.

Dentro de cada hombre hay una locura sin motivo, un galope desenfrenado, un sinsentido de furia e ignorancia y esperanza. Yo lo siento en mi interior: el valor y el miedo se mezclan en mi corazón en una especie de afán puramente físico, palpitante, ciego, sexual.

domingo, 7 de febrero de 2016

A miles de kilómetros por segundo

La rejilla de ventilación del cuarto de baño de mi apartamento, por algún misterio de su diseño arquitectónico, es el mejor chivato meteorológico. Hoy era un instrumento musical de viento huracanado. A juzgar por su sonido mi pequeña casa era una nave espacial precipitándose a miles de kilómetros por segundo a través de la atmósfera de otro planeta.

miércoles, 3 de febrero de 2016

Algo increíble de creer

Me llama la atención lo poco que he aprendido a lo largo de todos estos años. Es algo casi increíble de creer.

viernes, 29 de enero de 2016

Nostalgia del frío

Donde yo vivo todavía no ha habido una helada de verdad. Algunas mañanas los charcos del canal por donde suelo ir a pasear sí se habían convertido en hielo, pero sólo en las zonas de sombra. Si hubieran abierto las compuertas dejando correr el agua estoy seguro de que ni eso hubiera sucedido.

Este invierno está siendo un desastre para la naturaleza que conocíamos: los campos de cebada tienen el verdor de la primavera y la procesionaria campa a sus anchas por todas partes. Los almendros han florecido antes de tiempo. Los agricultores que atiendo en el trabajo están asustados. Para ellos el invierno siempre había sido un instrumento de limpieza, un reinicio natural que eliminaba insectos y larvas dañinas para sus cultivos, pero esta vez no está haciendo el frío suficiente. Quienes dudan de la realidad del cambio climático deberían hablar con los trabajadores del campo. Ellos saben lo que está pasando.

Mi daño es mucho más modesto: amo el frío. La lluvia. La niebla. La escarcha. Las heladas que convertían el paisaje en un lugar puro y silencioso.

martes, 26 de enero de 2016

Lluvia invisible

El de hoy ha sido un día húmedo, gris y extraño. No ha llovido de verdad pero la ciudad entera ha permanecido empapada durante todo el tiempo. Los coches que salían de sus aparcamientos junto a las aceras dejaban atrás su silueta seca sobre el asfalto mojado. Y no era niebla, puedo jurarlo, sólo una lluvia invisible en este invierno inexistente.

lunes, 25 de enero de 2016

Minúsculo

Después de casi dos meses de baja laboral mañana vuelvo a trabajar en nuestra pequeña agencia comarcal de la Seguridad Social de Barbastro. Mentiría si dijese que no estoy nervioso, que no tengo miedo, pero es un miedo que tengo que enfrentar dejándolo atrás, cada vez más lejano en el espejo retrovisor. Porque el hecho es que me gusta mucho mi oficio, y al decir esto sé lo valioso, casi lo insólito que es, el privilegio que supone; porque necesito volver a sentirme útil para los demás, escuchar, ayudar en lo posible a las personas que se sientan al otro lado de mi mesa, cada una de ellas única e irrepetible en la diminuta historia de este minúsculo mundo que gira alrededor del sol.

lunes, 18 de enero de 2016

Comienza otro tiempo

Algo ha cambiado en los últimos meses, algo importante. Mi colapso mental y el posterior accidente de tráfico de mis padres, al que afortunadamente sobrevivieron, son palabras de una frase que comenzó a escribirse antes.

El otro día a primera hora acompañé a mi madre a hacerse un análisis de sangre. Una mujer de setenta y seis años del brazo de su hijo de cincuenta y dos. En cierto momento resbaló en la acera y no cayó al suelo gracias a la fuerza de la gravedad que mis noventa y ocho kilos ejercen sobre el núcleo de nuestro planeta. ¿Ves como no tenías que venir sola?, le dije. Si hubiera venido sola hubiera tenido más cuidado, dijo, tan pequeña a mi lado.

Nunca pude ni podré descubrir cuándo se hace exactamente de noche. Sucede tan despacio. Sucede tan deprisa. Es posible que esté equivocado, pero creo que en el trópico es distinto: en algunos libros leí que allí es como si se apagara la luz (y de pronto la jungla cobra vida, se llena de sonidos, chirridos, zumbido de insectos, el crujido de las ramas bajo las blandas zarpas de los depredadores).

Las edades llegan lentamente. Las edades se precipitan a toda velocidad. Mi madre está más delgada que nunca desde que nací. Mi padre conserva el porte patricio que le caracteriza, pero su rodilla operada, sobre todo cuando ha estado sentado mucho rato, le hace cojear hasta que se calienta y deja de dolerle más de lo necesario.

Comienza otro tiempo, otro tempo (cuánto echo de menos las partituras, el coro, el Chanti). El accidente de tráfico de mis padres vino con un regalo maravilloso: sus cuatro hijos y sus respectivas parejas, coordinados como nunca lo hubiera podido imaginar, los tomamos en nuestros brazos y les devolvimos, en una pequeña parte, todo el amor que ellos nos habían y todavía nos siguen dando. Así será en el futuro que se escapa, más deprisa para ellos que para nosotros.

Todo comenzó a escribirse antes y continuará escribiéndose después. Quienes tecleamos palabras sólo somos instrumentos, la herramienta que esta inverosímil aventura utiliza para expresarse. Lo verdaderamente importante es el viaje, las estaciones, la consciencia.

viernes, 8 de enero de 2016

Curación

Poco a poco recupero la capacidad de olvidar. Dejar atrás los últimos ataques, volver a creer en un mundo de paz al no recordar con exactitud el sufrimiento. Algo tan viejo como el mundo.

miércoles, 6 de enero de 2016

Reyes magos

Dos hombres y un perro se han acercado a un coche. La calle estaba desierta. Han abierto el maletero y han comenzado a sacar objetos y cajas que introducían en grandes bolsas reciclables de las que se venden en las superficies comerciales. Yo observaba silenciosamente desde arriba, intrigado. Eran las dos de la madrugada. Por un momento he sentido miedo de que alzaran la vista y me sorprendieran allí, testigo de algo que no debería estar viendo. Luego, cargados con las bolsas y seguidos por el perro, han desaparecido de mi campo de visión hacia la derecha, riendo.

lunes, 4 de enero de 2016

Tiempos remotos

Llueve sin parar desde ayer o, lo que es lo mismo, llueve desde hace miles de años. Todo el mundo lo sabe: amo, adoro la lluvia, aunque me gustaba más antes, cuando no tenía efectos secundarios en mi química cerebral.

Por fin ha nevado en el Pirineo y todo el mundo está contento. Yo también. Conozco a muchas personas que, como lo agricultores, dependen de la nieve para sobrevivir en primavera.

Yo vuelvo a escribir o, lo que es lo mismo, poso mi mano en la pared de la cueva y escupo sobre ella para dejar  alguna huella de este tiempo remoto.

viernes, 1 de enero de 2016

Seis kilómetros por hora

Ha llovido un poco, muy poco, casi nada en realidad. Me he dado cuenta cuando después de cenar he salido un momento a la galería a fumar. Los escuálidos árboles de la acera, desnudos de hojas, eran de nuevo mapas vasculares inversos: riñones, pulmones, manos, tobillos.

Por la mañana fuimos a pasear por el campo. Dos aves grandes cruzaron el cielo sobre un almacén en ruinas y se alejaron sin esfuerzo, absolutamente ajenas al primer día del año de otra especie, otra religión, otro calendario; ajenas al pasado y el presente. En un momento, pensé, estarían sobre el lejano Monasterio del Pueyo, y poco después sobre la sierra de Guara, y más allá, sin esfuerzo aparente, sobrevolarían las altas montañas donde todavía no ha nevado.

Nosotros caminábamos junto al canal a seis kilómetros por hora. A veces hablábamos y a veces callábamos. Bandadas de pajarillos iban de un grupo de arbustos a otro delante de nosotros, como si jugaran a espantarse.