Han regresado los abejarucos con sus vibrantes colores propios de aves tropicales. Los apicultores que atiendo desde hace años en el trabajo los ven como enemigos, y soy capaz de entenderlo, pero esta mañana, caminando junto al canal con mi mujer, no podía dejar de admirar su vuelo fugaz de alas pequeñas e iridescentes. En algunas encinas escuchábamos el canto creativo de los mirlos. Todavía no han llegado los vencejos. Una cigüeña grande y majestuosa nos sobrevoló durante un momento como si planease en el cielo del cretácico superior. Delicados brochazos de amapola en los campos de cebada. El sonido de nuestros pasos sobre el suelo.
domingo, 15 de mayo de 2016
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6 comentarios:
De los abejarucos a la cigüeña.
De los brochazos de amapola a los campos de cebada.
De los pasos al suelo.
Veo, querido Jesús, que todo te tiende de lo minúsculo a lo enorme. A lo “cetáceo”.
Es que soy un cetáceo.
Un abrazo.
Me gusta tu mirada, amigo! Un beso!
Un beso, Elvira.
(Claro, es verdad, claro que me llega...)
Lo sabía. Un abrazo muy fuerte.
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