jueves, 25 de octubre de 2018

Con las manos en los bolsillos

Me alejo de un lugar seguro y me acerco día a día a otro que desconozco pero al que, misteriosamente, he ido perdiéndole el miedo poco a poco.

Ya casi no escribo y, sin embargo, vivo cada día con la intensidad mayor o menor de la luz del cielo. Escribir no era necesario para explorar, aunque en mi fuero interno siento que explorar sin escribir es, de algún modo, egoísta. No hacer mapas para quienes vengan detrás, no colaborar con nadie, es egoísta. Deambular sin más de aquí para allá con las manos en los bolsillos, silbando incluso a través de la noche oscura.

miércoles, 3 de octubre de 2018

Un pastel de coliflor

Cocino para mañana un pastel de coliflor con migas de bacalao, ajo y huevo gratinado. Es una receta de mi suegra que, mejor de un día para otro, queda muy buena y es muy fácil de hacer.

Me asomo a la ventana de la cocina. Están derruyendo el viejo edificio al otro lado del río. Por ahora no ha afectado al pequeño bosquecillo de plantas y árboles diversos que alberga decenas de nidos de aves ruidosas. Aunque dudo que sobreviva -ojalá me equivoque.

La vida continúa porque básicamente consiste en eso, en continuar. El otro día escuché en la radio una referencia al libro de un médico especializado en enfermos terminales que hablaba de que la conciencia parece utilizar nuestro cerebro para manifestarse, no para existir. No recuerdo ni al autor ni el título de la publicación. Quien me conoce sabe de mi escepticismo construido a medias entre la poesía, mis diminutos conocimientos científicos y mi nihilismo no confeso, pero me dio que pensar. ¿Y si fuese verdad?

Mientras tanto la existencia humana transcurre al otro lado de mi mesa de trabajo. Qué espectáculo tan apasionante, tan conmovedor y aterrador a veces. Mantengo la posición con una sonrisa mientras mi corazón palpita a la velocidad del de los pájaros.

Finalmente han comenzado a bajar las temperaturas. Adiós a las sandalias y los pantalones cortos. Anoche dormí por primera vez cubierto con una sábana, la ventana del dormitorio abierta. Si el calor me aniquila a todos los niveles, la llegada del frío me resucita. Mi última oportunidad regresa.

martes, 25 de septiembre de 2018

Se niega a desaparecer

Siempre supe que el sufrimiento no es una opción, que es una realidad, desfila ante mí casi cada mañana. Pero cómo lo afrontamos sí es cosa nuestra, eso sí depende de nosotros. De hecho, a menudo, es lo único que depende de nosotros.

Acontecimientos muy cercanos a mí en estos días, en estas últimas semanas, me han hecho darme cuenta de cuánta verdad pueden concentrar a veces las palabras. Las frases hechas, las que se dicen siempre. Algunos poemas.

Una amiga muy cercana a mi corazón está afrontando una realidad que nunca había imaginado. Yo sólo puedo ofrecerle mi cariño, quedar alguna tarde junto a sus demás amigos, y nada más.

Reflexiono sobre la religión y me doy cuenta del consuelo, y por ello su éxito, que es creer en algún dios.  Yo no sé. No puedo.  Me basta con la naturaleza misma de las cosas. Plantas, nubes, diagnósticos, las últimas mariposas antes de la llegada del frío.

Mi amiga es una mujer fuerte, austera, valiente, y al mismo tiempo tan delgada, tan pequeñita. Navega rompiendo las olas con su proa vikinga de ojos profundos, su proa vikinga rompiendo la banquisa de hielo mientras este extraño y cruel verano se niega a desaparecer.

jueves, 13 de septiembre de 2018

De la potente libertad

Cada vez me pesan menos las cosas. Voy soltando lastre: qué pensarán de mí, qué lugar ocupo en la sociedad que me envuelve, qué culpa tengo de ser como soy... todas esas cosas. Todavía no he logrado liberarme del todo, pero estoy en el camino.

Por lo que experimento cada día al otro lado de mi mesa de trabajo, por todo lo que he leído, por todo lo que he sospechado desde hace tanto tiempo, sé que esa es la única verdad.

Mi vida, como la tuya, se precipita hacia el mar a toda velocidad, pero deseo y espero que antes de desaparecer seamos tú y yo capaces de ser conscientes de la potente y verdadera libertad que una vez poseímos.

lunes, 10 de septiembre de 2018

Resurrección

Cada día anochece más temprano y mi cabello es cada vez más blanco, aunque el calor se resiste con uñas gigantes a retirarse de nuestras vidas pequeñas.

domingo, 10 de junio de 2018

Su heraldo

Alguien, al otro lado de mi mesa de trabajo, me dijo a principios del mes pasado que si llovía el diez de mayo llovería hasta el diez de junio. Debió ser un agricultor como lo son gran parte de las personas que atiendo en mi trabajo. Hoy es diez de junio y ha llovido suavemente a pesar de los truenos lejanos.

Los vencejos de alas de guadaña cubiertas de grasa volaban sobre el río. Hace pocas semanas lo hacían sobre rebaños de cebras, sobre jirafas y acacias, sobre grupos de leones durmiendo a la sombra de los arbustos cerca de los restos de su presa más reciente.

Vencejos, aviones comunes, lavanderas, tórtolas turcas, gorriones -mis favoritos entre todos.

El tiempo, como el agua de color chocolate del río Vero, señal inequívoca de tormentas en las montañas más arriba; el tiempo, digo, me acompaña hasta el punto de sentir a veces que yo mismo soy su heraldo, su mensajero, su prueba carnal más evidente.

martes, 5 de junio de 2018

Existir en vez de no existir

Por la mañana mi hija volaba de regreso a Bergen mientras yo atendía a decenas de seres humanos al otro lado de mi mesa, unos detrás de otros sin parar.

Finalmente no llovió, aunque los esculturales y altísimos cúmulo nimbos navegaron amenazantes sobre Barbastro durante todo el día.

Una cosa sé: la vida continúa como la necesidad de cocinar para comer, los besos pequeños, la configuración del despertador para mañana, las más básicas necesidades corporales.

No ignoro, como tú, que todo este inmenso misterio que es existir en vez no existir es algo absolutamente extraño, algo totalmente incomprensible, pero si podemos compartir todo este asombro tal vez, después de leer estos mensajes náufragos, podamos tumbarnos sobre la cama a altas horas de la noche, cerrar los ojos y abandonarnos al incierto destino sabiendo que no estamos solos.

lunes, 28 de mayo de 2018

Pies empapados

Poco a poco voy aprendiendo a dejar ir. Cosas, recuerdos, personas. Esto es algo que todos sabemos: a veces alguien te gusta pero tú no le gustas y probablemente morirás sin saber el porqué. Esa desazón también hay que aprender a sobrellevarla, sobre todo cuando uno cumple, como me pasa a mí hoy, cincuenta y cinco años.

Volví a casa desde el trabajo bajo una tormenta bíblica, protegido apenas por un paraguas azul que alguien olvidó hace años en la agencia comarcal, pero también vestido con pantalones cortos y sandalias. El agua del río Vero fluía veloz al otro lado de la valla. Al llegar a nuestro apartamento me descalcé en la entrada porque tenía los pies empapados.

sábado, 26 de mayo de 2018

El vuelo es distinto

La casualidad ha querido que hoy, el mismo día, vinieran a casa mi hija desde Noruega y mi hijo desde Italia. Mi proverbial capacidad para perderme y despistarme ha hecho que hayamos equivocado la terminal de ella en el aeropuerto de Barcelona, pero al final se ha reunido con nosotros. El vuelo de mi hijo desde Roma ha llegado con hora y media de retraso, pero al fin, por primera vez en mucho tiempo, nos hemos reunido toda la familia (y Claudia, la encantadora compañera de la beca Erasmus de Carlos).

Debo decirlo: odio los aeropuertos. Sus múltiples accesos, sus terminales, sus ascensores, sus escaleras mecánicas, sus compañías aéreas. Yo iría en mi vieja Picasso a todas partes. A Roma. A Bergen. A la antártida. Lo que más odio de los aeropuertos es el tiempo que se pierde, los precios abusivos de las cafeterías y restaurantes, que los horarios previstos carezcan de importancia, la aglomeración de personas como nosotros esperando frente a la puerta de llegada, minuto a minuto, cada vez más impacientes.

Los odio y por eso lo digo: odio ese laberinto de señales luminosas, flechas, horarios en paneles electrónicos. Eso sí: el vuelo es distinto, viaja a través de miles de kilómetros en poco tiempo y te deposita en lugares lejanos. Pero los aeropuertos no, los aeropuertos no me gustan nada. Aunque estoy dándome cuenta de que las estaciones de autobuses tampoco, ni los andenes de las estaciones del tren.

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Por primera vez en muchos meses toda mi pequeña familia está reunida. Es bonito, insólito e improbable (aterrizaban hoy, el mismo día, de pura casualidad, no estaba planificado). Soy feliz.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Sirenas de Ulises

Ayer me dormí en el sofá a las diez de la noche, algo insólito en mí. Mi compañera me dijo: "Anda, cariño, vete a la cama y descansa en condiciones", y le hice caso y, nada más depositar mi cabeza sobre la almohada, caí en un sueño profundo.

Hoy creo que también me acostaré temprano, noto el peso de los años en que mi trabajo cada vez me agota más a nivel mental. Es como si el lugar donde despierto al dormir profundamente me llamara cada vez con más fuerza, como las sirenas a Ulises.

Aquí, en este lado, a estas horas de la noche, llueve. Quién sabe qué sucederá cuando cierre los ojos, pero me gustaría regresar a casa.

sábado, 19 de mayo de 2018

Pianos desafinados y rocas lunares

Cuando por la mañana fuimos a pasear junto al canal éste bajaba hasta arriba de agua. En las lindes de la estrecha carretera las diminutas flores amarillas parecían flotar sobre el suelo.

Hoy nuestro camino habitualmente solitario estaba muy concurrido: nos hemos cruzado con una familia con niños en bicicleta, con otra con dos perros muy alegres, uno de ellos un poco asustadizo, y con dos o tres ciclistas solitarios más.

Desde la copa de una encina, con gran ruido de alas batiendo el aire, huyeron dos palomas torcaces. Vimos el primer abejaruco de la temporada, y también dos pequeñas lagartijas que huyeron a nuestro paso.

Por la tarde, mientras dormía la siesta, se desató una tormenta con granizo que me despertó. Me acosté en el otro lugar, me asomé a la ventana de éste y disfruté de las vistas desde mi refugio seguro, asombrado y a salvo. El cielo se desmoronaba como si dejase caer, no sé, excavadoras gigantes, pianos desafinados, rocas lunares.

viernes, 18 de mayo de 2018

Llegamos a casa de noche

Arribem a casa de nit,
la lluna groga i plena i grossa
alçant-se
entre núvols negres.
Tristos dies
d'esllavissada i neguit,
el món trencant-se
per l'orgull i la supèrbia
i el fum d'il·lusionistes.
Vinc invocant
la indifèrencia de les vaques
i una alegría infantil,
que se m'escapa,
de ser viva i prou.

A mi m'importa
el benestar i la pau,
la meva pàtria es allà
on oneja la bandera blanca.

6.10.17

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Llegamos a casa de noche,
la luna amarilla y llena y grande
alzándose
entre nubes negras.
Tristes días
de desmoronamiento y angustia,
el mundo rompiéndose
por culpa del orgullo y la soberbia
y el humo de los ilusionistas.
Vengo invocando
la indiferencia de las vacas
y una alegría infantil,
que se me escapa,
de estar viva y nada más.

A mí me importa
el bienestar y la paz,
mi patria reside
donde ondea la bandera blanca.

6/10/2017

Silvia Castelló Masip

Quadern de la bauma (inédito)

(Más poemas de Silvia)

martes, 15 de mayo de 2018

Tanatorio

Hacerse mayor es saber que acudir a un tanatorio a abrazar a alguien a quien quieres es muy importante. Sentir su tristeza contra tu pecho y, a la vez, el efecto de tu modesto consuelo a través de la ropa, la piel, el cariño. Es una experiencia única. Amistad o, lo que es lo mismo: amor.

miércoles, 9 de mayo de 2018

Riendas

Esta noche voy a irme a la cama temprano, justo cuando termine de escribir este testimonio no solicitado.

Estoy muy cansado y necesito dormir. A veces, como hoy, siento que transporto el mundo entero sobre mis espaldas. Otras veces, ojalá mañana, siento que cabalgo sobre él con las riendas en mi mano izquierda como aprendí hace tantos años en Tudela.

Me acostaré, cerraré los ojos y quién sabe lo que me espera al otro lado, a dónde iré, de dónde volveré. Todo es posible.

martes, 8 de mayo de 2018

Rodadas

Son más de las doce. Me dispongo a acostarme sabiendo acaso un poco menos que ayer. Comienzo a desistir de mis lejanos objetivos juveniles, aunque no de los caminos: me gustan mucho los caminos del campo, sobre todo después de la lluvia, las rodadas convertidas en charcos pasajeros reflejando nubes navegando a kilómetros de altura, más cerca del espacio que de mi corazón.

viernes, 4 de mayo de 2018

Nuevas cordilleras en el horizonte

A estas alturas debería saber algo. Comprender alguna cosa. He consumido millones de horas de mi vida en intentar alcanzar siquiera, no sé, algún atisbo de ese objetivo. Escribiendo, leyendo, cantando. Pero me siento igual que al principio, allí, tan lejos, cuando entre los doce y trece años comencé a hacerme preguntas.

Mientras tanto ha ido pasando el tiempo. Logré, no sé de qué modo, que una mujer mil veces más inteligente que yo se enamorase de mí y con ella fundé una familia. Una hija. Un hijo.

Me gusta mucho mi trabajo. Cada día conozco a seres humanos nuevos con su pasado, sus expectativas, su carácter, su belleza, sus traumas. Es un trabajo que me apasiona a pesar de que algunos días me destruya un poco por dentro. Más o menos he aprendido a convivir con ese precio por hacer algo que me fascina.

Lo que no entiendo es que a estas alturas, a punto de cumplir cincuenta y cinco años, todavía no comprenda gran cosa de toda esta pequeña aventura, este parpadeo nuestro, tuyo y mío, en la historia del mundo. Hubo un momento, cuando era apenas un niño haciéndose mayor, en el que creí que leyendo y estudiando y explorando encontraría respuestas. No sabía que la exploración no ofrece respuestas sino nuevas cordilleras en el horizonte, nuevos ríos, valles, planetas; nuevas preguntas.

miércoles, 2 de mayo de 2018

Como si supiera

Esta mañana temprano la temperatura era de siete grados en Barbastro. Mis compañeras de trabajo han dicho que hacía frío y yo les he contestado lo siguiente: "cada día de frío es un día robado al infierno que vendrá".

Que vendrá, he dicho, como si supiera algo.

martes, 1 de mayo de 2018

Para mí el amor es eso

Dos días de sol con altos, inmensos y lejanos cumulonimbos en el intenso cielo azul que mi hija echa tanto de menos en Bergen.

Paseando esta mañana junto al canal he pensado y comentado en voz alta que los primeros humanos que vivan en Marte echarán terriblemente de menos -yo lo haría- todo lo que vemos y oímos en cada uno de nuestros paseos cotidianos: el cielo azul, los distintos tipos de nubes, el color verde, el canto de los pajaricos entre los árboles, las pequeñas flores silvestres que aparecen en primavera, las amapolas, los lirios silvestres, el romero, el tomillo.

A ratos caminábamos a buen paso sin decir nada, cada uno de los dos inmersos en nuestros propios pensamientos.

Para mí el amor es eso.

domingo, 29 de abril de 2018

Un mal día

Un día malo. La tormenta me despertó de madrugada, dormí mal, volví a dormir pero ya soñaba sólo pesadillas de corta duración. A las seis y media, cuando volví a despertarme, llovía. Comprendí la famosa expresión: "estoy como el día". A lo largo de la jornada he repuntado en momentos precisos -al pasear por el campo bajo el paraguas junto a Maite, al cocinar, al conducir el coche- pero la conclusión final es la siguiente: hoy ha sido un domingo de mierda. Y me da pena porque sé que era el último de abril del año dos mil dieciocho, y eso no es algo que pase todos los días. Pero por mucho que lo he intentado no he conseguido despegar. Ahora voy a leer en la cama un libro que me dejó una amiga sobre las pinturas rupestres y espero que el sueño venga rápido a sellar mis ojos como se sellan los ojos de los muertos, con esa piedad.

jueves, 26 de abril de 2018

Líneas de comunicación

Mis dos hijos cuentan con dos líneas de comunicación: su madre, que es puro sentido común, tranquilidad, paz, rechazo al conflicto y, en fin, inteligencia; y por otra parte su padre, es decir, yo, que soy impulsivo, alguien incapaz de calibrar las consecuencias de sus decisiones en el instante de decidirlas, alguien compulsivo y, en fin, todo lo contrario de su madre.

Por eso, en situaciones difíciles, le llaman a ella. Son tan listos. Me siento orgulloso.

martes, 24 de abril de 2018

Evaporación

Estoy tan cansado que dormiría en el suelo, al pie de la mesa principal del banquete en el castillo o en la cumbre del Olimpo, perro y dios.

Ayer grabé un vídeo donde las gotas de la escasa lluvia caían en el alféizar de la ventana de la cocina para evaporarse casi inmediatamente.

Me hago un poco más viejo cada día y así, de esta manera, soy más y más consciente de mi ignorancia. También de mi curiosidad, que late igual que a los doce años. Querré explorar todo este absurdo mundo hasta que mi cerebro desfallezca, no lo podré evitar. No quiero evitarlo.

miércoles, 18 de abril de 2018

Cuatro amigas

Hoy he comido con cuatro amigas en un restaurante de Barbastro. Los nombres de los platos eran más bonitos y ricos que lo que contenían pero ha estado bien, sobre todo por la compañía y la alegría de reunirnos.

Nunca he pensado que la amistad fuese algo inferior al amor romántico -ni falta que le hace. Lo que sé es que la amistad tiene cualidades que no tiene aquel. Es una expresión diferente del amor y, en ciertos aspectos anecdóticos, mejor.

La amistad sencilla, lo que todos entendemos cuando hablamos de amistad es, para mí, una de las formas más puras del amor porque carece de cualquier interés. Aprender y disfrutar de la mera existencia del otro, quererle, y nada más.

Hoy he comido con cuatro seres humanos, casualmente todas ellas mujeres maravillosas, y he disfrutado y aprendido mucho, y me voy a dormir con la sensación de haber recibido un regalo muy especial. Amor sin aspavientos y sin tonterías. Amistad. Libertad para expresarme como soy sin barrera alguna. Qué más puedo pedir. Soy afortunado y, en su compañía, libre.

lunes, 16 de abril de 2018

Antes

La tierra está saturada de agua. El río Vero corre frente a mi casa hace muchos días muy por encima del cauce de hormigón armado que en su día se construyó para domarlo; fluye arrastrando ramas de quién sabe qué lugar, dónde cayeron, qué árbol cedió en la orilla, cuan lejos está de aquí corriente arriba, acaso un pequeño bosque rodeado de nieve.

Cuando contemplo un río siempre pienso en su viaje hacia el mar, así de profundamente estamos marcados por la poesía de Manrique, pero ¿qué sucedió antes?

Yo y tú sucedimos antes, todos nosotros sucedimos antes.

martes, 10 de abril de 2018

Un legionario romano después de la batalla

Nunca pensé que escribiría esto, pero la humanidad me agota y comienza a vencerme como el viento vence a las formaciones de roca arenisca del territorio que habito. Como todas las personas, como todos los seres humanos que se suceden ante mí durante mis horas de trabajo. Al final de la jornada regreso a casa caminando por la calle empapado en sangre como un legionario romano después de la batalla. Sólo las tórtolas turcas de collar oscuro y ojos rojos se apartan a mi paso.

domingo, 8 de abril de 2018

Muy lejos

No tengo mucho que escribir. Cociné alcachofas al horno. La noche pasada llovió abundantemente, eso me dijo mi compañera porque yo no me enteré de nada: duermo como un tronco en toda la expresión de la palabra.

Siento una felicidad tranquila, de pocos quilates, asequible a mi imaginación.

Acaso sea sencillamente cansancio. La felicidad y el cansancio se parecen mucho.

Es domingo por la noche. Cerraré los ojos y viajaré muy lejos.

sábado, 7 de abril de 2018

Es tarde

Es tarde porque estoy de vacaciones y pasado mañana volveré al trabajo. Es tarde porque me acostaré y dormiré el sueño profundo de los viajeros estelares. El río, como la nave, fluye hacia el mar. Las canas conquistan en mi cabeza los pocos milímetros que pudieran haber resistido estos últimos años. Las ojeras, como sucede desde mi adolescencia de noches furtivas leyendo durante horas sin dormir, cada día confinan mis ojos pequeños más profundamente en mi cabeza de bisonte que no sabe que lo es, haciéndolos casi invisibles. Dejé de fumar hace mucho tiempo. Engordo sin esfuerzo. Las nubes ocultan la luna mientras la sonda espacial Voyager 1 navega más allá de nuestro sistema solar a diecisiete kilómetros por segundo alejándose cada vez más de ti, de mí, de todos nosotros, llevando con ella el registro de cantos de ballena, nanas infantiles, saludos en muchos idiomas terrestres, música de Bach. Es tarde porque me acostaré y dormiré el sueño profundo y sin retorno de los viajeros del tiempo.

miércoles, 4 de abril de 2018

No es tarde

No es tarde porque estoy de vacaciones y mañana despertaré cuando mi cerebro se haya restaurado. El río fluye hacia las montañas porque estoy de vacaciones. Cada día las canas desaparecen de mi cabeza. Las ojeras desaparecen poco a poco. Vuelvo a fumar. Adelgazo sin esfuerzo. Las nubes ocultan la luna.

martes, 3 de abril de 2018

Primera vez

En agosto de dos mil diez alquilamos una casa en Irlanda y al llegar al destino me di cuenta de que había olvidado mi pequeño ajuar de afeitado, y a pesar de que fuimos varias veces al supermercado Dunnes de Galway a comprar comida y bebida, decidí dejarme barba, y así desde entonces.

Pero hoy he entrado por primera vez en una barbería de verdad, un establecimiento especializado. Mi barba es corta, la dejo crecer un mes y después la recorto con una maquinilla, no le presto más atención. Pero hoy me apetecía un pequeño lujo.

Ha sido maravilloso. Estíbaliz, mi barbera y peluquera, me ha recortado la barba con precisión, me ha dado aceites, me ha aplicado toallas de agua muy caliente sobre la cara para abrir los poros del pelo y luego toallas de agua fría, siempre con otra pequeña toalla doblada sobre mis ojos cerrados, imagino que para trabajar más relajada sobre mi rostro tumbado en posición casi horizontal. Me ha afeitado con espuma dos dedos por debajo de la mandíbula y también en la mejilla, sin exagerar. Luego me ha aplicado cosas que olían muy bien. Al salir del establecimiento me sentía feliz.

He decidido que me dejaré crecer la barba sin demasiado control, como venía haciendo hasta ahora, y cuando vuelva a Zaragoza iré a la barbería a que me mimen y la cuiden como yo no sé hacerlo. Las profesiones consisten en eso, ¿no es verdad? También la mía.

martes, 27 de marzo de 2018

Campo de minas

La muerte, nuestra antigua compañera, la que nunca ronda lejos de nuestra sombra, ha hecho acto de aparición en las ondas concéntricas de piedras que golpearon el agua de personas cercanas que me importan mucho.

El pasado jueves murió un amigo de mi hermano Carlos Miramón. Hablamos de un hombre de cuarenta y siete o cuarenta y ocho años. No entraré en detalles porque es algo demasiado íntimo, pero Carlos y él eran amigos desde la adolescencia.

Hoy mi otro hermano Carlos (Carlus, Carles, cada quien le llamamos como nos apetece y a él le da igual), mi mejor amigo durante más de treinta años desde que llegué a Girona, me ha contado que esta mañana se enteró de que una antigua novia suya había fallecido hace casi tres años sin él saberlo. Hemos hablado un rato. Yo la había conocido como conocí también al amigo de mi hermano carnal.

La muerte posee de modo natural los conocimientos técnicos que los fotógrafos de Lenin o Stalin trabajaban a conciencia: hacer desaparecer a los seres humanos de las fotografías. Hoy aparecían en un mitin en la plaza roja de Moscú y una década después, en la misma imagen, habían desaparecido como por arte de magia. No lo hacían del mundo pues en muchos casos (estoy pensando en Trotsky) su huella perduró, pero en otros casos sí que desaparecieron como desapareceremos todos, incluso el mismo Trotsky, Shakespeare, Manrique y todas, absolutamente todas nuestras personas queridas y desqueridas.

Lo único bueno de la muerte, además de hacer sitio en un planeta limitado, es que no hace distinciones, nos iguala a todos sin discriminación de ninguna clase; lo malo y lo triste es la desolación que causa a su paso, el estupor ante la evidencia de que algo que palpitaba y exploraba y reía y comía y follaba y leía libros en el sofá, de pronto ya no exista.

A mi amigo entristecido le he dicho que la vida es un campo de minas y la obligación de nosotros, seres humanos más o menos inteligentes y dotados, todos sin distinción, del milagro de la poesía, es atravesarlo cantando, riendo, bailando, amando, desamando y explorando como si caminásemos sobre puras nubes de cielo, césped de terciopelo, el agua inmaculada de un riachuelo. Esa es nuestra única opción si no queremos encerrarnos en casa esperando que llegue nuestro momento con la mirada que tienen las vacas mirando pasar un tren (y esta frase no es mía, pero no recuerdo dónde la leí).

La vida no es un combate contra la muerte: nacemos con esa batalla perdida desde que empezamos a llorar en el paritorio después de la bofetada de la enfermera en el trasero. A partir de ese mismo instante cada día es un regalo, un milagro. Primero sin consciencia alguna y a partir de cierta edad con ella, aunque no importe.

Escucho los tambores de Semana Santa en Barbastro. Me doy cuenta de que sus redobles acompasados no son otra cosa sino el remedo del latido de nuestros corazones.

miércoles, 21 de marzo de 2018

En voz muy baja

Escribo esto en voz muy baja. Maite habla por teléfono con nuestra hija Paula en el salón. Puedo oír parte de su conversación. El río fluye cada día -cada día, cada noche, interminablemente- hacia el mar, pero sólo puedo escucharlo si abro la ventana, que ahora está cerrada.

Oigo risas de Maite, lo cual significa que todo va bien. Yo estoy aquí, en mi pequeño rincón junto a la cama, escribiendo en voz baja, asombrado de mi vida y de la vida de quienes me rodean e incluso de quienes viven al otro lado del planeta. Asombrado de la Luna y las nubes y la noche; asombrado de que mi corazón palpite como el motor de un coche sin la más mínima vacilación, preciso, sin errores; asombrado de haber nacido y amar y sentir esperanza sabiendo que moriré cualquier día de estos.

Escribo esto en voz muy baja. Realmente no comprendo nada y me doy cuenta de que escribo por eso. En mi viaje breve me acompañan los testimonios de otros que ya no existen, la maravillosa música de otros; las pinturas, sobre todo los retratos, de personas que ya no existen; las siluetas de manos en cuevas de hace miles y miles y miles de años.

Maite y nuestra hija han terminado de hablar y reír. Mi compañera pronto asomará en esta habitación para contarme lo que han hablado. Seguro que tendrá algo que ver con el amor. Regreso al mundo. Corto y cierro.

lunes, 19 de marzo de 2018

Xim-xim

El lunes de la semana pasada, aprovechando que llevé a mi hijo al aeropuerto de Barcelona para que emprendiese el viaje a Italia de su beca Erasmus, subí un poco más hacia Girona y quedé a comer con mi mejor amigo.

Le esperé frente al edificio de la Seguridad Social donde trabajé hace muchos años y nos abrazamos y nos dimos dos besos al vernos, y volvimos a abrazarnos.

Paseamos por el barrio medieval de Girona y descubrí que lo están restaurando, con más o menos gusto, para construir pisos y apartamentos de lujo, alejándolo urbanísticamente de lo que siempre fue. En cualquier caso las callejuelas y escaleras del barrio judío, así como los porches de la rambla, seguían siendo los mismos que descubrí un invierno de hace muchos muchos años, recién arribado a la ciudad con veintidós o veintitrés años.

Después fuimos a comer a un restaurante de Canet d'adri, a pocos kilómetros de la ciudad. El local estaba lleno de gente, más de lo que mi amigo esperaba, así que nos tocó hacer cola hasta que quedó libre una mesa. Observé a la clientela y durante unos segundos regresé a mi recuerdo de esa Cataluña profunda, las mejillas rojas, la ropa de trabajo, el catalán cerrado que aprendí y cuando trabajé en Lleida tanto les sorprendía. La camarera cantaba el menú a toda velocidad (después de nosotros había más gente esperando) y a esa misma velocidad nos sirvió la comida. Comida de rancho, de currantes que tenían que volver al tajo, comida de la clase social a la que Carlos y yo y nuestros padres siempre pertenecimos. La comida estaba muy mala -tal vez ya no somos como nuestros padres- pero nos reímos, charlamos y disfrutamos de la compañía mutua. Él bebió vino peleón; yo, como tenía que regresar en coche a mi casa, cerveza sin alcohol.

Antes de despedirnos condujo delante de mí en dirección a la autovía que me devolvería a Barbastro, pero previamente nos detuvimos para hacer una pequeña excursión en el volcán de la Crosa, cuyo gran diámetro de bosques envuelve un campo de cultivo de color verde esmeralda y un horrible pozo de ladrillos industriales en su centro. Había también algunas plantaciones de nogales y avellanos. Llovía un poco, casi nada, xim-xim. Caminando por un sendero entre robles, encinas y alcornoques, un bosque antiguo de ramas caídas, musgo y espesura salvaje, regresamos al parking y allí nos despedimos hasta las próxima ocasión. Él regresó a su pequeña y cercana casa en el bosque y yo emprendí carretera adelante hacia mi hogar frente al río Vero.

jueves, 15 de marzo de 2018

Un poema de Silvia

La mare
feia un ram
de flors silvestres
per guarnir
la taula de càmping
quan esmorzàvem
en aquells estius eterns.
M'ensenyava el luxe.

10.8.17

Silvia Castelló Masip

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Mamá
hacía un ramo
de flores silvestres
para adornar
la mesa de camping
cuando comíamos
en aquellos veranos eternos.
Me enseñaba el lujo.


Traduciré más poemas de Quadern de la Bauma, el libro inédito de Silvia. Tengo muchas esquinas dobladas en sus páginas.  Sirva este como entrada. Tan sencillo, tan aparentemente fácil pero con una verdad que te golpea. Poesía de verdad. Un lujo. La admiro mucho.

sábado, 10 de marzo de 2018

La nueva revolución francesa

Ya no me gusta discutir. Aprendí hace mucho tiempo que nadie convence de nada a nadie. En mi juventud me batí el cobre a muerte por asuntos de los que ahora ni siquiera me acuerdo.

Ayer en las redes alguien a quien tenía por, no sé, un desconocido inteligente, escribió que las movilizaciones feministas que ayer se manifestaron en toda España eran "buenas intenciones". No actos, no consecuencias, sólo buenas intenciones. Por supuesto, me fue imposible hacerle cambiar de opinión. Cuando mi paciencia se agotó, casi al mismo tiempo que la suya, lo dejé estar (aunque yo no me burlé nunca de él). Da igual.

Aquí en mi casa, en mi cuaderno, digo que lo que sucedió el pasado ocho de marzo no fueron buenas intenciones sino un cambio de paradigma. Desde adolescentes hasta ancianas dijeron "basta". Y al decirlo no atacaban a las mujeres que afortunadamente no han sufrido ninguna de las lacras que se denunciaban, ¿cómo pensar semejante cosa? Lo que hacían simplemente y con una asistencia masiva era apoyar a las miles y miles que siguen sufriendo el estigma de ser mujer.

Yo, como sabéis, trabajo en una pequeña agencia comarcal de la Seguridad Social atendiendo al público. La vida pasa ante mí en lo bueno y en lo malo. Las personas me cuentan sus vidas así, literalmente. Yo las bebo. Sé lo que sucede con las mujeres que trabajan en la hostelería (dadas de alta a media jornada y trabajando catorce horas al día), sé lo que sucede con tantas cuidadoras de ancianos y empleadas de hogar trabajando sin estar de alta. Yo lo denunciaría todo, como es mi obligación, pero si ellas me piden por favor que no lo haga porque perderían su único recurso para sacar adelante a su familia, no lo hago. ¿Hombres en esas situaciones? No recuerdo haber atendido a ninguno. Siempre son mujeres, como siempre son mujeres quienes al quedarse embarazadas son despedidas con contratos por obra, por temporada, etcétera. Yo sé lo que pasa. Cada día la realidad se asoma al otro lado de mi mesa de trabajo. Por eso cuando alguien el jueves hablaba de "buenas intenciones" tuve que contenerme mucho durante la discusión, y lo hice, para no dejarle en evidencia.

El feminismo es la nueva revolución francesa. Si progresa política y legislativamente, también y sobre todo en las costumbres y usos, supondrá un cambio fundamental en el futuro de nuestra especie y, añadiría, de nuestro planeta. Este mundo necesita urgentemente a las mujeres y las necesita libres, sin miedo y dueñas de su destino. Son, como mínimo, la mitad de la población mundial, y yo añadiría: la mejor mitad. Es mi opinión después de cincuenta y cuatro años conviviendo con ellas y con ellos. Es mi conclusión.

lunes, 5 de marzo de 2018

Un eco del placer

El cansancio tiene un eco del placer. Dejarse llevar. No aguantar más y dejarse llevar, rendirse. Escribo estas palabras mientras el sueño, a pesar de que no son siquiera las diez de la noche, me somete a un asedio sin piedad, armado de altas torres de madera que alcanzan las nubes y y de las que surgen flechas blandas como el algodón.

Dormir. Olvidarse de todo lo que nuestro cerebro contiene salvo los residuos del día que utilizará para construir nuestros sueños. Dormir. Despertar en otro lugar, fresco, despejado, sin recordar nada de este otro lado de la cama. Despertar como un pastor de camellos de doce años, despertar como la inmediata víctima de un bombardeo en Siria, despertar como uno de los futuros colonizadores de Marte.

La vida es un misterio muy difícil de comprender, y las religiones no son la respuesta, sólo un consuelo triste e infantil y muy, muy cruel y sanguinario; un consuelo oportunista que se nutre del analfabetismo científico y la ausencia de la más mínima curiosidad natural de sus acólitos.

La vida es un misterio y lo mejor es que su exploración sólo depende de nosotros. De nada ni nadie más.

Incluso en el cansancio extremo que tiene un eco del placer sexual nuestra vida es lo único que poseemos de verdad en este mundo. Yo todavía no la he explorado toda. Pensaba que era una isla pero ha resultado ser un continente. Pensaba que se trataba del presente pero mi imaginación la proyecta hacia el futuro más lejano, más allá de Marte, más allá incluso de nuestro sistema solar, más allá de nuestra segura extinción.

viernes, 2 de marzo de 2018

Manrique

A veces me parece escuchar
el llanto de un bebé
o los maullidos de un gato,
ladridos de perros todos los días
a las seis de la mañana,
el agua de otras duchas,
la orina de otras personas,
las televisiones de otras personas.

El río Vero, después de la nieve
del miércoles y la lluvia del jueves,
ha crecido tres metros
y se precipita hacia el lejano mar
convertido en chocolate que
arrastra ramas, troncos, objetos
flotantes.  Tú y yo
compartimos ese viaje.

martes, 27 de febrero de 2018

Aguanieve

Es verdad que nieva en Barbastro desde hace algunas horas pero son copos muy muy livianos, a medio camino entre la lluvia y el aguanieve.  Y además es de noche y no me apetece salir a girar sobre mí mismo en medio de la calle con los brazos extendidos, los ojos cerrados y una sonrisa en la boca, sintiendo tantos besos helados sobre mi rostro derritiéndose al instante.  Me iré a dormir y lo primero que haré mañana por la mañana será mirar por la ventana.

lunes, 26 de febrero de 2018

Tambores lejanos

A poca distancia de mi apartamento las cofradías de Semana Santa ensayan sus tamborradas. Tambores y bombos dale que te pego durante horas. Más cerca, en la calle bajo mi ventana, llora un niño pequeño aunque no un bebé; reconozco el sonido: es una rabieta a la que sus padres, con buen criterio, no hacen ni caso: se le pasará. En algún piso vecino, tal vez en el de arriba pero no sobre mí sino al lado, están escuchando un partido de fútbol a todo volumen. Cierro la puerta del baño del dormitorio y su sonido se amortigua.

Pronto prepararé la cena para tres. Carlos ha terminado el curso lectivo. Si todo sale como esperamos, dentro de unas semanas volverá a Italia con una beca Erasmus a hacer las prácticas de agente forestal en un parque cerca de Roma.  Poco a poco todo va llegando.

Hoy Paula nos ha enviado unas fotografías de Bergen nevada, tomadas, creo, desde el laboratorio.

Maite y yo tenemos muchas ganas de que nuestro hijo menor se emancipe e inicie su propio vuelo. Nunca hemos sentido el síndrome del nido vacío. En realidad tenemos muchas ganas de estar solos y disponer de todo nuestro dinero para nosotros y nuestras causas perdidas. Es posible que esto que acabo de escribir suene horrible pero es la verdad.

Los tambores lejanos (qué gran película, qué indios semínolas más postizos, qué escenas de interior de los pantanos de Florida tan enternecedoras) han cesado. Mañana volverán a sonar. Leí una vez que aquí en Aragón, y supongo que también en otros lugares, se celebra la Semana Santa con tambores y bombos, con sonidos ensordecedores, para recrear la leyenda de que cuando Jesucristo exhaló su último aliento en la cruz los cielos se abrieron y hubo terremotos y no sé cuántas cosas más. Sobre el Jesús palestino nunca he tenido una opinión clara, y eso que he leído algunos libros sobre su posible existencia real en este planeta. Últimamente mi mermada inteligencia me empuja a creer que es el constructo de dos mil años de la férrea voluntad de miles de personas; el constructo, el fruto, de una vertiente del judaísmo arcaico que triunfó en el mundo de un modo inimaginable incluso para sus creadores. Pero mi imaginación de antiguo alumno de Dominicos de Zaragoza me hace no dudar de la existencia de aquel ser humano, y lo imagino como cuando tenía diez años y quería ser sacerdote y todavía no sabía del placer sexual y el aspecto y sabor de los genitales femeninos: un hombre de pelo largo, barba y ojos bondadosos que había venido al mundo (a través de la vagina de una mujer virgen, ahí ya debí haber dudado) para salvar a la humanidad de su pecado original (existir, ir tirando).

Hará un año o así leí un libro muy interesante de Emmanuel Carrère titulado "El reino". Me interesó mucho. Analiza los evangelios para explorar lo que sucedió "de verdad", escenas nimias que no aportan nada al texto y sin embargo se repiten en todos, incluso, sino más, en los apócrifos. Él sostiene que ello da testimonio de la existencia de un Jesús verdadero, de carne y hueso. Y mi corazón de niño educado en Dominicos se expande como unos pulmones sanos y agradece que eso sea así, más allá de que al hacerse mayor y descubrir que había otras religiones reveladas tan potentes como la suya, se convirtiese en ateo. Si los pies del ser humano que acabó haciendo que las cofradías de Barbastro me den la tabarra con sus ensayos de tambores pisaron efectivamente, carnalmente, el suelo polvoriento de este mundo, les perdono.

Aunque no se puede ser hijo de Dios como no se puede ser hijo de un pulsar o de un agujero negro que engulle materia y tiempo sin límite. Prefiero pensar en un hombre que saca adelante a su familia en Bangladesh, un voluntario musulmán que arriesga su vida internándose en un colegio bombardeado para salvar a los posibles supervivientes, el matrimonio de pensionistas que ayuda a sus hijos y nietos quitándose de comer carne y pescado sin decirles nada.

Mi puesto de trabajo se parece a una iglesia más que muchas iglesias, así lo siento y lo vivo día a día.

Finalmente aquel niño que estudiaba en dominicos e incluso se planteó ser sacerdote hasta que descubrió el milagro maravilloso de la masturbación y la belleza de las mujeres, ha encontrado su sitio: escribir en medio del espacio vacío donde se cruzan ondas wifi, microondas, rayos gamma, neutrinos y bosones de higins.

Sin título

Me muero de sueño,
aunque no solamente de eso.

domingo, 25 de febrero de 2018

De los bosques y las nubes

Bosques salvajes a vista de dron. Desde una avioneta. Imágenes de bosques vírgenes. Me gustará verlas en la televisión toda la vida porque no tienen edad. Soy consciente de estar viendo un paisaje de hace siglos y también, cuando nos hayamos extinguido, el de dentro de miles o millones de años.

Porque los bosques viven al margen del Románico o la existencia y desaparición de los neandertales; porque los bosques existen al margen de nuestra consciencia, aunque a menudo perezcan bajo su codicia.

Aquí en Aragón, debido a la despoblación del mundo rural, los bosques han ido recuperando paso a paso, en silencio, los espacios que en su día les fueron arrebatados.

También las nubes son ajenas a nuestra breve historia. Lo pensaba esta mañana durante el paseo en el campo. Ellas viajaron en el cielo sobre todos los seres humanos que me han precedido y lo seguirán haciendo hasta el final, bellas y, al mismo tiempo, absolutamente ajenas a la belleza.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Cómo nos alejamos

Muchas mañanas, atravesando el gran patio interior del edificio donde vivo ahora, los plumosos y redondos gorriones que buscan y picotean nuestras migas y restos de comida me dan sin darse cuenta los buenos días con su alegría habitual, sin descubrir jamás su secreto para sobrevivir, ellas, unas aves tan pequeñas, a noches de temperaturas bajo cero.

Amo a los gorriones que todavía son tan abundantes aquí en Barbastro. Despiertan en mí un profundo sentimiento a medio camino entre la ternura y la admiración.

Leí hace tiempo que se habían extinguido en Londres. Ojalá fuese una noticia falsa.

Una vez, en Londres, paseando por el centro de la ciudad, ya noche cerrada, vimos una raposa buscando comida entre la basura. ¿Cómo es posible que los zorros prosperen en las aceras entre coches aparcados y los gorriones desaparezcan?

Ignoro qué nuevos tiempos se precipitan a toda velocidad hacia nosotros, e ignoro todavía más hasta cuándo podré dar testimonio de todo esto, pero quiero expresar ahora, antes de que todo suceda, que los humildes gorriones alcanzan mi corazón como no lo hacen otras aves. Son pequeños, casi invisibles y, sin embargo, resistentes y despiertos. Se alejan de nosotros unos pocos metros saltando sobre el suelo helado y luego contemplan cómo nos alejamos.

domingo, 18 de febrero de 2018

Afortunadamente

Una semana sin escribir y no ha pasado nada. La estación espacial no ha caído hacia la tierra convirtiéndose en una nube de meteoritos de objetos científicos y astronautas muriendo y deshaciéndose al chocar contra la tenue línea de nuestra atmósfera. Ninguna especie supuestamente extinguida ha reaparecido en lo más profundo de las pocas junglas que quedan por explorar. Así de desagradecido es el mundo con mi inmenso talento: una semana sin escribir y la luna no se ha alejado de la tierra convirtiéndola en una peonza girando sin ancla alrededor del sol, condenando a una muerte instantánea a todos sus pasajeros.

Sí, el mundo es muy desagradecido.

Afortunadamente yo no practico el rencor.

domingo, 11 de febrero de 2018

La belleza

El domingo acaricia la orilla donde dormiré y, no sé por qué, recuerdo la playa de Ampurias en invierno, hace treinta años. En aquella época los restos del muelle griego todavía no estaban protegidos de los curiosos, y uno podía dar la vuelta sobre sus sillares para contemplar el mar.

La carretera entre Bañolas y Ampurias era preciosa, pequeña, comarcal, la carretera de Orriols. Nuestro Alfa Romeo sonaba como una orquesta de música clásica mientras tomaba una curva tras otra entre los campos de cereal y los bosques.

No hay nada como las playas en invierno. Recuerdo que todavía no habían acontecido las olimpiadas de Barcelona y uno podía llegar en coche hasta la misma playa desierta, descendiendo por un camino de tierra y piedras.

Creo que fue en aquellos años cuando el sonido de las olas rompiendo una y otra vez en la arena se fijó en mi cerebro para siempre. Y con él todas sus manidas metáforas, todos sus significados. Cierro los ojos a muchos años y centenares de kilómetros de allí y puedo escucharlo intacto, perfecto. El sonido de las olas, junto al de la lluvia o el crepitar del fuego, viajarán conmigo hasta mi desaparición.

La belleza, no nos engañemos, no sirve de nada en nuestra ausencia eterna, pero ahora, en nuestra presencia eterna, es, después del amor, lo mejor de este sueño absurdo.

sábado, 10 de febrero de 2018

Carne de ciervo

No he sabido nada de la persona que escribió el comentario que da título a mi entrada anterior, ni siquiera en privado. Continúo sin saber sus motivos ni su identidad. Pero no puedo permitirme perder más tiempo ni pensamientos en algo sobre lo que no tengo ningún poder de actuación, y continúo viviendo mi existencia normal y corriente.

Por la mañana fuimos a dar un paseo junto al canal. Vi un jilguero y un petirrojo, además de las habituales bandadas de gorriones moriscos, una pareja de cuervos, una urraca y las habituales palomas torcaces, cuyo ruidoso aleteo al emprender la huida entre las ramas de las encinas a veces nos asusta.

Los campos de cebada verdeaban como si estuviésemos a principios de primavera, la tierra empapada de la lluvia de los últimos días. Al fondo del paisaje la cordillera de cumbres cubiertas de nieve resplandeciente bajo el sol. Hace años que descubrí que ninguna fotografía les hace justicia -en las imágenes aparece mucho más lejana que en la realidad, pequeña, casi insignificante- pero ante las lentes de los ojos humanos es una imagen cercana cargada de belleza, casi al alcance de la mano.

Hoy hemos comido calçots al horno con salsa romesco y lomo de ciervo. Nunca había comido ciervo salvaje y me ha sorprendido maravillosamente su sabor. Lo he marcado en la sartén dejándolo un poco crudo en el centro, como hago con el buey y la ternera, añadiendo después la sal gruesa y la pimienta negra, y me ha gustado mucho. Mientras mi hijo Carlos y yo masticábamos con placer -Maite cada día es más vegetariana- no he podido evitar pensar que durante miles y miles de años nuestros antepasados comieron esta carne sin antibióticos ni hormonas, carne silvestre cazada por ellos mismos en los bosques. Yo la compré en un supermercado. Ya he descubierto varias páginas de internet donde venden carne de caza, y creo que quiero probar todas las especies antes de que esté prohibido. Jamás he dejado de ser un hombre de cromañón.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Ayudaste a destruir a mi familia

"Jesús, escribes muy bien, pero ayudaste a destruir a mi familia", escribió un autor o autora anónima en los comentarios del texto anterior.

Confieso que al principio no supe cómo reaccionar. Publico en internet desde mayo de dos mil cuatro, es decir, desde hace muchos años, y nunca me había encontrado con un comentario así. Anónimo o anónima, si tu atención era perturbarme te diré que lo has conseguido, aunque a medias, porque es más curiosidad que inquietud lo que siento por lo que escribiste. Yo sé perfectamente lo que he hecho y no he hecho a lo largo de mi vida, y si algo sé es que nunca he destruido conscientemente ninguna familia.

Eso sí, como escritor me siento atraído magnéticamente por tu comentario. ¿Y si lo hice sin darme cuenta? ¿Destruir una familia? Hace falta mucha fuerza, mucha voluntad, mucha consistencia para perpetrar semejante tragedia. Y reconozco que yo tengo todo eso, aunque nunca lo haya manifestado públicamente. Soy como un superhéroe en la sombra esperando su momento, y todavía no ha llegado.

Esta noche voy a dormir muy bien, y si no aclaras el sentido de tu comentario éste se perderá entre los cientos o miles que arrastra este cometa raro que es mi diario desde hace tanto tiempo. Sólo de ti depende querer aclarar por qué escribiste eso, o guardar silencio. Yo sólo puedo jurarte que no censuraré nada. Nada de nada. En tus manos dejo mi espíritu.

lunes, 5 de febrero de 2018

Se resquebraja

Aventuraron tormentas de nieve, situaciones de alerta meteorológica, y en los noticiarios de las televisiones todas las jóvenes y bellas periodistas aparecen dando su crónica en medio de temporales terribles.

Aquí sólo llueve o, mejor dicho, llueve felizmente. Aunque no a gusto de todos. Hoy en el trabajo han venido muchos trabajadores agrarios por cuenta ajena que cobran por las jornadas reales que realizan (sí, eso es legal en nuestro país), y la lluvia de un día les arrebata el jornal de ese día. Todos eran extranjeros y a casi todos los conozco desde hace muchos años, como ellos a mí y por mi nombre.

A mí me gustaría que todo el año fuese así: mansa lluvia, días gélidos con un sol frío brillando en el cielo, coches y plantas heladas, cuervos en el campo, bandadas de decenas de pequeños gorriones moriscos volando de un arbusto a otro a nuestro paso, poder habitar el submarino de mi casa llevando una vieja, viejísima chaqueta de lana. Olvidar temporalmente, como un cobarde, que nuestro futuro es todo lo contrario a este frío maravilloso, limpio, transparente, este frío que limpia nuestros pecados y los convierte en hielo que, al caminar, se resquebraja y desaparece.

miércoles, 31 de enero de 2018

Nana

Ahora, justo ahora, al depositar el peso de tu cabeza en la almohada y comenzar a sentir cómo el resto de tu cuerpo se relaja y disuelve en el cansancio del día, piensa durante un instante en todos los seres humanos que te precedieron; piensa en tantos que brillaron fugazmente y se apagaron tan anónimos como tú, piensa en palacios y cabañas y batallas y venganzas palaciegas y epidemias de peste. Tantos que cantaron canciones alegres a la luz del hogar, aquellos que lloraron tal vez exageradamente en las muestras de duelo en pequeñas capillas de piedra. Piensa durante un instante en que tú eres el extremo de algo, el último centímetro de una raíz que lenta y suavemente penetra en el futuro del tiempo, y duerme, duerme, duerme. Mañana, contigo, despertará el mundo entero.

martes, 30 de enero de 2018

Huellas

Hoy en la agencia comarcal de la seguridad social he conocido a una bella mujer nacida en Barbastro que vive en Italia, concretamente en Florencia, desde hace más de veinte años. Ha venido para acompañar a su madre tras la muerte de su padre y ayudar a tramitar su pensión de viudedad y demás papeleos. Enseguida hemos conectado a nivel empleado público/cliente; algo que, no porque me suceda relativamente a menudo, deja de gustarme mucho. Hemos terminado compartiendo nuestros correos personales porque mi hijo Carlos, si aprueba finalmente el Grado Superior de Agente Forestal, regresará a Italia a hacer sus prácticas con Andrea, el director del Parque cerca de Pisa donde hizo las prácticas del Grado Medio. Ella, Pilar, se ha empeñado: "Si necesita cualquier cosa, cualquier ayuda, me lo dices, estaré encantada de ayudarle", me ha dicho. Mi trabajo no siempre es ingrato.

Siempre he creído firmemente que todos los trabajos son importantes. Nosotros, quienes los ejercemos, somos o deberíamos ser los primeros en hacerlos importantes, en dignificarlos. Barrer bien una acera es lo mismo que descubrir una vacuna, y esto es algo que pienso y escribo muy en serio. Hacer un buen pan, honesto, poniendo todo tu amor en su concepción, no tiene nada que envidiar a diseñar un avión comercial. Dar clase de Lengua y Literatura con vocación de transmitir conocimientos no es mejor que limpiar los sedimentos de un canal de riego con palas y cubos con la intención real de despejarlo. Porque todo, absolutamente todo, es lo mismo: la huella de nosotros, la huella de nuestra voluntad, la huella de nuestra inteligencia.

viernes, 26 de enero de 2018

El inmenso poder

Toco la mesa: esto es el presente. Si diera un manotazo a mi vaso de whisky y lo tirara al suelo y se rompiera esparciendo su preciado líquido por el suelo salpicando la pared sucedería un pasado imposible de recomponer. Miro mi pobre guitarra olvidada, sus trastes, imagino los dedos de mi mano izquierda sobre su mástil y los de mi mano derecha haciendo vibrar sus cuerdas: eso es el futuro.

Ahora mismo escribo en mi portátil y, evidentemente, esto es el presente, aunque por un instante, durante el párrafo anterior, conseguí algo: presente, pasado y futuro fueron expresados en un tiempo coincidente. Éste es, entre miles, el inmenso poder de la literatura.

jueves, 25 de enero de 2018

Emprendo el descenso

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el futuro y aparezco en un planeta como Marte, árido, seco, casi sin atmósfera, y muero al instante.

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el futuro y aparezco en un planeta de cielo azul y bosques perfectos y campos de cultivo. Los seres humanos que encuentro, en un inglés muy contaminado de otras lenguas pero comprensible en su contexto, me cuentan que nuestra especie hace siglos que se dio cuenta de que debía frenar su crecimiento demográfico y limitar al máximo el consumo de animales. Con la llegada de la revolución de las células madre las empresas que mataban terneros, cerdos y corderos pasaron a crear carne con su mismo sabor y propiedades, y así el veganismo triunfó en el mundo. Pruebo un entrecot. No sabe igual que el que me comí con unos pimientos de piquillo confitados el día anterior a mi viaje, pero reconozco sus ventajas ecológicas. Qué bien, el planeta supo cambiar su trayectoria hacia el precipicio, existe esperanza, pienso. Entonces pido amablemente que me muestren una imagen del mundo y descubro que África y grandes zonas de Asia son campos de cultivo sin presencia de población humana. Pregunto: "¿Qué pasó allí?" Me contestan: "Hace siglos tuvimos que frenar el crecimiento demográfico mundial y actuamos en sus nidos fundamentales, que eran África y Asia". Digo: "¿Actuaron? ¿Qué quiere decir eso?". "Lo que le estoy diciendo, debería saberlo, se estudia en los colegios, ¿de qué planeta se ha caído?". Y comprendo.

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el futuro y aparezco en medio de un bosque de hayas y robles y, por más que busco vestigios de presencia humana, no los encuentro. Un jabalí enorme aparece en un claro entre los árboles, me mira con sus ojos tan parecidos a los de los humanos e, ignorándome sin ninguna preocupación, continúa hozando en el húmedo suelo a pocos metros de mí. Camino a través de la espesura subiendo hacia el lugar más alto a mi alcance. Llego a un repecho rocoso y contemplo el horizonte. Muy lejos el mar brilla bajo la luz del sol. Entre el mar y el lugar donde yo estoy veo los restos de una gran ciudad transformada en escombros apenas perceptibles bajo siglos de vegetación y naturaleza incontenible. No atisbo signo alguno de presencia humana, pero emprendo el descenso.

lunes, 22 de enero de 2018

Viajes en el tiempo

A veces me gusta imaginar que viajo en el tiempo hacia el pasado, y a menudo aparezco en medio de un bosque de hayas y robles y, por más que busco algún vestigio de presencia humana para adivinar la época, el siglo, no lo encuentro, así que me limito a caminar entre antiguas arboledas vírgenes de troncos cubiertos de musgo y un silencio absoluto ajeno a sonido humano alguno. Ninguna campana lejana. Ningún relincho de caballos. El bosque y nada más, como si hubiese viajado al comienzo de todo para nada.

sábado, 20 de enero de 2018

Rinocerontes lanudos

Me doy cuenta de que mi generación está asistiendo en directo, como pasa siempre con la realidad, a un cambio climático de consecuencias que preferiría no imaginar y sin embargo no hago sino imaginar una y otra vez con todo lujo de detalles.

Cuando logro detener a duras penas mi imaginación, nutrida desde la adolescencia con centenares de lecturas que van desde Julio Verne a Frank Herbert pasando por Asimov, Ray Bradbury y Philip K. Dick, pienso: "Espera, no te precipites a guardar en el trastero latas de comida de tamaño familiar y escopetas de caza y cajas de cartuchos".

Porque esto ha sucedido siempre. No acaso con una intervención tan directa de nuestra especie ni con tal velocidad temporal, pero los cambios climáticos forman parte de la historia de nuestro planeta, y nosotros formamos parte de él para bien y para mal, no somos marcianos llegados aquí para destruirlo, somos uno de sus problemas o, tal vez, uno de los factores de un cambio que es posible que acabe precisamente con la extinción de todos nosotros (en defensa propia).

Lo raro es asistir a ello en directo, pero imagino que eso mismo debió sucederles a nuestros antepasados que asistían estación tras estación al avance del frío y los glaciares, por no hablar del último Neandertal sentado en la entrada de su cueva en Gibraltar, cuando los mamuts y los rinocerontes lanudos formaban parte de la leyenda ya lejana de su tribu, empujada cada vez más hacia el Sur y la caza de conejos y pequeños animales indignos de los cazadores que habían sido pocas generaciones antes.

Esta mañana he visto huellas de jabalí mezcladas con las de perros. Caminábamos a paso ligero y me he quitado la ropa de abrigo. La temperatura era de quince grados según mi teléfono inteligente. He mirado al final del horizonte, a las cumbres nevadas, y por un momento me ha parecido visualizar cómo la capa blanca se desvanecía a toda velocidad, aunque no era verdad, sólo otro fruto de mi infantil imaginación.

Me ha tocado vivir a edad adulta tiempos distópicos, apocalípticos, zombis; y es verdad que las cosas están cambiando a una velocidad que nadie esperaba, es verdad que los osos polares ya están condenados, que la banquisa de la Antártida se está rompiendo en bloques de hielo tan grandes como islas enormes, que en el Sur de Inglaterra están comenzando a plantar viñas, que los árboles suben poco a poco hacia las cumbres de las montañas huyendo del calor. Yo estoy aquí, en este preciso momento de la historia de mi galaxia, y pienso describirlo lo mejor que pueda. Y al acabar escupiré pintura sobre mi mano abierta en la pared.

miércoles, 17 de enero de 2018

Abalorios

Un día más se acerca a la orilla
antes de retirarse, devolviéndome
de nuevo al hipnótico sueño del mar.

Lo más probable es que esta noche
no me deje varado en la arena,
expuesto al cruel sol del futuro amanecer,

pero ese día llegará, no lo dudo.
Mi último día alcanzará la playa
y en vez de regresar me quedaré

allí en la arena junto a las algas secas,
los restos de plástico, los pequeños trozos
de vidrio de botellas de vino y cerveza
suavemente pulidos como
el tesoro que son.

martes, 16 de enero de 2018

Se ha levantado un viento muy frío

Los martes también abrimos la agencia al público por la tarde, de cuatro a siete. Es sólo un día a la semana pero vuelvo a casa literalmente reventado.

Mucha gente al mirarme ve solamente a un hombre sentado al otro lado de una mesa con un ordenador y un teclado a su derecha. Ese hombre podría trabajar quince horas diarias porque, total ¿qué esfuerzo hace? Ninguno.

Y sí, reconozco que soy un empleado privilegiado porque el resto de los días de la semana trabajo sólo por la mañana y, sobre todo, porque me gusta mucho lo que hago. Y sí, sé que son millones los trabajadores españoles que trabajan en condiciones infinitamente peores que las mías y en oficios que ni siquiera les gustan, y nunca me compararía con ellos. Pero apelo a la comprensión de los posibles lectores que trabajan atendiendo diariamente a otros seres humanos, todos distintos, cada uno con sus problemas y sus personalidades -confiados, desconfiados, alegres, pesimistas, fáciles, complicados, etcétera, etcétera- para que se comprenda lo que estoy describiendo esta noche: algo que mientras me agota me fascina. En ningún caso busco compasión ni nada parecido, hago lo que me gusta, soy muy afortunado.

Pero juro que, sobre todo los martes como hoy, después de haberlo dado todo, como diría mi hija: toda mi capacidad de entender, solucionar, ayudar, intentar hacer las cosas bien, hacer la norma legal comprensible para diferentes niveles educativos; juro que después de haberme entregado sin protección a los seres humanos que se sentaron al otro lado de mi mesa, salgo a la calle casi en estado catatónico, embotado, el cerebro convertido en un órgano agotado de tanto utilizarlo sin descanso. Camino de vuelta a casa junto al río. Se ha levantado un viento muy frío pero lo agradezco. Me acaricia furiosamente el rostro.

lunes, 15 de enero de 2018

Dolores O'Riordan

Escucho a Maite hablar con nuestra hija en el salón. Ríe y eso me tranquiliza. Luego me contará de qué han hablado. Me maravilla la relación que mantienen entre ellas. Ahí Carlos y yo estamos un poco fuera, no sé cómo explicarlo. Mujeres y hombres; hijas y madres, padres e hijos. Qué sé yo.

Hace mucho que ya es de noche. Me he enterado de la muerte de la cantante irlandesa Dolores O'Riordan, vocalista y compositora de The Cranberries, un grupo que escuchaba hace años. Ha sido una desaparición repentina e inesperada. Tenía cuarenta y seis años y tres hijos. Sus canciones me acompañaron durante mucho tiempo, cuando era más joven que ahora, y escucharlas me hacen viajar en el tiempo. Hace ya algunos meses encontré vídeos de pequeños conciertos acústicos en una librería. El de The Cranberries me impresionó por su pureza (el batería sólo podía tocar una pandereta). Allí aparece Dolores con toda su magia.

domingo, 14 de enero de 2018

De helechos y nieve

Aquí no hay helechos. Y me gustan mucho los helechos, la hiedra, los robles, las hayas, la hierba alta y afilada cerca del mar. La tierra roja. El viento salado.

Aquí hay encinas carrascas y romero, tomillo, manzanilla silvestre, zarzamora, enebros de tres metros de altura; aquí hay olivos y almendros huidos de sus campos de concentración, supervivientes en terraplenes y lindes olvidadas; aquí hay higueras junto al hormigón armado del canal, gramíneas de todas las clases, hinojo salvaje con sabor a anís.

Al final del horizonte la cordillera blanca de nieve, engañosamente cerca. Nieve. Existen pocas palabras más hermosas que esa: nieve. Aurora. Copo de nieve. Frío. Helecho. Haya.

sábado, 13 de enero de 2018

Una cuerda tensa

Como ser humano he aprendido que lo que nos aliena es nuestra necesidad y capacidad real y directa de tomar decisiones cada segundo, incluso en las peores circunstancias.

Nos aliena nuestra supuesta inteligencia, incapaz de comprender en toda su amplitud la realidad de lo que existe a nuestro alrededor y las consecuencias de nuestras decisiones en ella.

Escribir, como caminar o cocinar, es decidir lo que vas a redactar, la dirección que tomarás al salir de tu casa o los ingredientes que pondrás en la cazuela. Es fascinante y tenebroso al mismo tiempo.

Vivimos en la tensa cuerda que se extiende entre el milagro y el desastre más absoluto.

viernes, 12 de enero de 2018

Viernes

Me gustan más los viernes que el verano.
Me gustan más los viernes que la navidad.

Claro que todo el mundo sabe que
odio el verano y odio la navidad, pero es que
me gustan más los viernes que
el propio fin de semana.

Los viernes siempre son esperanza.

En eso se parecen a los lunes.

jueves, 11 de enero de 2018

Sobre lo más valioso del mundo

Nos hemos despedido diciendo: "A ver si no dejamos pasar tanto tiempo", que es lo que nos decimos siempre cuando nos despedimos, sabiendo que pasará más tiempo del que nos gustaría.

Existe un problema logístico menor pero no sin importancia: él trabaja por la tarde y yo por la mañana.

En cualquier caso da igual: cuando nos reunimos, y últimamente es para caminar por el campo y hablar sin parar, es un gozo para mí porque normalmente no tengo con quien charlar de los temas que ambos compartimos, él como músico y fotógrafo y yo como, no sé, ¿poeta? Da igual. El hecho es que en ese aspecto digamos "artístico", aunque después de tantos años me haya acostumbrado, estoy muy solo, y José Luis me comprende tan bien como yo le comprendo a él, y tenemos las mismas dudas, las mismas preguntas, los mismos propósitos. Hablamos el mismo lenguaje. Cada vez que quedamos mi alma se desahoga y vuelvo a casa más limpio, menos solo, con muchas ideas más claras.

Aunque no sólo hablamos de escritura y fotografía, también lo hacemos de la actualidad política, de la Cataluña que nos duele a ambos, de nuestras familias, de nuestros hijos (a los suyos les dio clase Maite pareciera ahora hace miles de años). Nos ponemos al día como hacen los amigos, y, es verdad: ¿por qué demonios nos vemos tan poco viviendo tan cerca y haciéndonos tanto bien mutuamente? Ah, pero así es la vida. Lo mejor es que al cabo de dos segundos, qué digo: un segundo: qué digo: antes de que yo subiera a su coche, mientras me acercaba y veía a través del parabrisas su sonrisa, ya era como si nos hubiésemos visto ayer. ¿Existe algo más valioso en el mundo?

miércoles, 10 de enero de 2018

Asuntos

Escucho funcionar la impresora en la habitación de Maite. Mi hijo me ha llamado desde Huesca para saber cómo hago exactamente las cremas de verduras, en este caso de puerros, calabacines, zanahorias y patatas. Le faltaba le mantequilla que añado al aceite donde las sofrío antes de cocerlas pero tenía todo lo demás. Mañana por la mañana he pedido el último día libre que me quedaba del año pasado y he quedado con un amigo para pasear junto al canal y hablar de lo humano y lo divino.

El domingo pasado, cuando mi compañera y yo paseábamos por allí, nos cruzamos con un gran coche cuatro por cuatro que arrastraba un remolque donde yacía un jabalí que a mí me pareció enorme, inmenso. Las huellas que tantas veces habíamos visto se confirmaban pero sentimos pena, a pesar de saber que actualmente son una plaga.

Hoy en el trabajo he atendido a decenas de personas maravillosas de todas las edades, sexos y nacionalidades. Como los pajaricos que esperan la salida del sol en lo más alto de los árboles desnudos para calentar sus pequeños cuerpecitos de pluma, yo espero de cada uno de esos seres humanos que se sientan al otro lado de mi mesa algo de calor en estos tiempos de frío acero, y lo encuentro a raudales. A raudales. A veces salgo del trabajo con tanta humanidad infiltrada en mi piel que lloraría durante todo el breve trayecto hasta mi casa. Pero soy profesional. No lloro y lo que hago es venir aquí por la noche y escribir. Como diría Gregorio, una de las personas que he jubilado esta mañana y con la que he estado hablando durante casi media hora, "así es el asunto".

martes, 9 de enero de 2018

Un acto de comunión

Nunca escribiré nada espectacular. Soy un hombre corriente del modo más discreto posible. A veces se me ocurre la idea de escribir una novela de ciencia ficción, un género que me gusta mucho, pero las historias se me mueren a las dos páginas porque siempre son momentos, instantes, nunca largos relatos.

Pero doy testimonio de mi viaje, finalmente eso es lo que hago: dar testimonio de la realidad que me ha sido dada. Por eso esto es un diario en el que escribo casi al final del día, cansado, con un whisky con hielo junto al ordenador y tratando de expresar algo pertinente, de algún modo pertinente, para quien acabe leyendo estas palabras al otro lado de la pantalla. Lo he escrito muchas veces: se trata de un acto de comunión.

lunes, 8 de enero de 2018

Variaciones

El viaje continúa y lo hace a la vez de muchos modos. Desayuno, almuerzo, comida, cena. Lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo. Enero, febrero, marzo. Un beso en la boca por la mañana, otro al regresar del trabajo. Vaciar mañana tras mañana el intestino leyendo distraídamente un libro hasta que ella te pregunta: "¿Estás vivo?". No aburrirte nunca de las variaciones Goldberg interpretadas por Glenn Gould sentado en la silla de su infancia mientras las tararea en voz baja pero audible.

El viaje continúa y lo hace de muchos modos a la vez: la sangre recorriendo nuestro cuerpo entero empujada por los potentes latidos de la bomba mecánica del corazón, los pulmones llenándose y vaciándose de oxígeno con una inconsciente perfección asombrosa. El tiempo, estos minutos en los que escribo, hollando una nieve existente sólo en mi imaginación palabra a palabra, una detrás de otra, cada una de ellas escritas por primera y última vez como respiramos, cada una de ellas expuesta a la naturaleza de la desaparición. Testimonios efímeros.

domingo, 7 de enero de 2018

Siete días más tarde

Siete días más tarde no he cumplido ni una sola de mis buenas intenciones para comenzar el año. Es algo que llevo haciendo mucho tiempo, así que no me pilla por sorpresa. Ni siquiera la decepción de mí mismo me pilla por sorpresa. A las amigas, amigos y familiares directos que leéis esto: no os preocupéis: estoy bien: a veces me siento orgulloso de mí mismo, sobre todo en el ámbito laboral. Comienzo a quererme como, después de treinta y cinco años juntos, me quiere mi compañera: como soy, no como a ella le gustaría que fuese en todos los detalles, no como a mí me gustaría ser en todos los detalles.

Anoche y hoy llovió aquí en el Somontano, y también en las montañas. Ahora el río Vero se precipita hacia el futuro con un abundante caudal marrón como el cacao con leche. Hay muchísima nieve allí arriba, blanca en la oscuridad.

sábado, 6 de enero de 2018

De la necesidad del frío

De vez en cuando contemplo el exterior de nuestra nave para saber si está nevando, o lloviendo o algo. Es una mierda que nunca acierten con el Somontano, lo digo en serio. En época de vendimia la culpa se la llevan las bodegas, que si rompen las tormenta con tiras de cobre que si no sé qué, pero ¿ahora? ¡Si anunciaban en las televisiones el apocalipsis antártico!

A eso de las doce y media hemos ido a dar nuestro habitual paseo junto al canal, hoy vacío y con aguas tan estancadas que en algunos tramos olía mal, y la temperatura era de ¡trece grados! ¡Un seis de enero!

Rezo al espagueti volador y a supermán porque de verdad tengamos una temporada medianamente larga de frío de verdad, ¿es mucho pedir dos semanas, tal vez tres? ¿Cuatro? Es que si no cuando quiera darme cuenta me veo otra vez en bermudas y sandalias y todavía no las he olvidado, ni tiempo a eso me ha dado.

Frío. Necesito frío. Frío de verdad aquí en Barbastro, en el barranqué, al pie de las tentadoras cordilleras blancas de nieve.

viernes, 5 de enero de 2018

De reyes

De los reyes magos no sé qué me gusta más: si que afortunadamente hayan desaparecido de nuestras vidas y su importante impacto en nuestras mermadas cuentas bancarias, o que se reúnan en el cumpleaños del rey abuelo sin hablarse la mitad de la familia con la otra mitad. Quién sabe si de este modo, por disolución y enfrentamientos pedestres, desaparezcan de nuestra sagrada constitución. Ojalá.

Por otra parte disfrutamos tanto en su momento: galletas mordidas junto a la taza de leche, con migas en el suelo y todo; colocar cuidadosamente los juguetes; contemplar enternecidos su asombro inocente.

Cada edad tiene su afán. Tal vez si algún día tengo nietos recupere aquella ilusión multiplicada, según me cuentan, por cien.

jueves, 4 de enero de 2018

Palacios

Por la mañana, antes de levantar la persiana de mi negocio, miro a través de la ventana. Todo está en sombra menos las zonas más altas iluminadas por el sol reciente. Su luz nueva convierte el edificio más feo en un palacio.


miércoles, 3 de enero de 2018

Avatar

Despierto bruscamente de un sueño que no puedo recordar y compruebo que son las seis y cuarto. "Todavía puedo dormir un poco más", me digo, hasta que me doy cuenta de que estoy vestido sobre la cama sin deshacer y es por la tarde. Entonces recuerdo: me acosté a las cinco y he dormido una siesta intempestiva. Fuera todo está oscuro y la casa está en silencio. Maite corrige trabajos en el salón. Salgo al pasillo del submarino (todos los pasillos de todas las casas donde he vivido me recuerdan a submarinos), entro en la sala donde ella trabaja y todo, durante esos segundos o minutos, me parece extraño, insólito, como si hubiese despertado en el cuerpo de una persona distinta a mí, como si fuese el avatar de alguien. Tengo cincuenta y cuatro años y aún no comprendo casi nada de todo esto.

martes, 2 de enero de 2018

Pureza

Vuelvo al trabajo después de una semana de vacaciones. A las ocho de la mañana hay unos sorprendentes siete u ocho grados de temperatura. El río Vero se precipita hacia el mar con un caudal más bien escaso. Sorteo dos o tres cagadas de perro en la acera. El cielo, como siempre, es lo más puro del paisaje urbano, aparentemente ajeno a quienes vamos de aquí para allá como las hormigas de un hormiguero.

Hoy he jubilado a cuatro personas. También tramité una pensión de viudedad. Tarjetas sanitarias europeas. Información sobre el futuro. Consuelo sobre situaciones sin salidas administrativas posibles.

En alguna parte leí no hace mucho tiempo lo siguiente: "Lo mejor que puedes regalarle a alguien es tu atención". Puedo asegurar, después de muchos años de profesión, que es una verdad absoluta. Otra verdad es lo que puedes aprender de todas esas personas anónimas que se sientan frente a ti y, más a menudo de lo que creeríais, acaban contándote anécdotas de su vida sorprendentemente íntimas. Saben que mi profesionalidad les protege.

El día termina y el nuevo año comienza a caminar. Los rechonchos gorriones comen nuestras migas en las calles de Barbastro con la alegría propia de los seres puros, puros como el cielo.

lunes, 1 de enero de 2018

El límite del horizonte

El horizonte -no el mío, no el tuyo, no el de los que creen o no creen en fechas importantes, no el de quienes ni siquiera piensan en ello- es hoy. Hoy es el límite del horizonte de toda la humanidad.