martes, 30 de abril de 2019

Treinta de abril

Cada día doy la bienvenida a recién llegados y llegadas que duermen en sus cochecitos de bebé; cada día despido a seres humanos de edades más variadas de las que creeríais, personas que dejan un hueco vacío donde estaban pero que, en el fondo, a quienes no vivíamos allí, no nos importa. La sonrisa de un bebé mueve continentes; nuestra desaparición en la habitación de una casa pasa sin pena ni gloria, incluso es molesta para quienes la visitaban de vez en cuando. Así es nuestra naturaleza. Y no digo que esté bien o esté mal: sólo describo lo que observo tras muchos años trabajando con mis congéneres.

Y en el fondo lo comprendo. Sinceramente, humanamente, lo comprendo. Estamos diseñados para vivir como si fuésemos inmortales, por eso la inmensa mayoría de nosotros huimos inconscientemente de lo que niega ese artificio, esa creación tan ficticia como la de la existencia de dios.

Uno de "mis" usuarios, y con ello me refiero a las personas a las que llevo atendiendo desde hace años, es un ingeniero que se llama Eduardo y hace años fue transplantado de corazón y, por aquellas cosas de la crisis económica, le quedó una pensión ridícula y vive ahora con su familia en Graus. Siempre que nos vemos me dice claramente, con los ojos ligeramente inyectados en sangre, que sabe que no se hará viejo. Tiene mi edad más o menos. El otro día le atendí en la Agencia Comarcal y me dijo, mirándome directamente a los ojos, que se había dado cuenta de que cuando uno se muere tampoco sucede gran cosa, que sólo un puñado de personas, y durante un tiempo, como así debe ser, le echan a uno de menos y lloran, y después nada. Yo le sostuve la mirada y le dije que tenía razón. Los seres humanos llevamos naciendo y muriendo miles, millones de años. Nuestra desaparición individual, en realidad, no es ningún problema. Creo que agradeció que lo reconociera, que no tratara de consolarle.

Siento que me estoy haciendo mayor y un poco más sabio en estas cosas. No podía engañarle y decirle, conociendo su inteligencia, algo que iba a insultarle. Morimos, desaparecemos, y el mundo sigue. No le hacíamos falta antes ni se la haremos jamás. El Mediterráneo, debido al movimiento de las placas tectónicas, se elevará dentro de millones de años convirtiéndose en una cordillera como la que ahora es el Himalaya. Nada tiene sentido salvo estos breves momentos en los que articulamos el pensamiento y damos testimonio, aún sabiendo que se perderá. Debemos explorar, llevamos ese impulso en nuestros genes: qué hay más allá de la colina, qué escribiré mañana si mi vida es la más común de las vidas, ¿aparecerá el mar cuando el coche gire en la siguiente curva?

lunes, 29 de abril de 2019

Veintinueve de abril

El día de hoy ha sido ligero sabiendo que en mi país la derecha apoyada por la extrema derecha había sido detenida gracias a un alto índice de votos, uno de los mayores en las últimas décadas. Cuando en España todo el mundo va a votar suele triunfar el sentido común, la tolerancia, la aceptación de los otros, la integración. Somos el país número uno en el planeta entero en número de donaciones de órganos. Cuando suceden catástrofes internacionales España suele ser uno de los países que más ayuda presta en relación a su población.

Yo ayer por la noche me sentí orgulloso de mis vecinos. Yo, que si algo no soy es nacionalista. Los votos habían vencido a las mentiras, las infamias y los bulos de los tres partidos de la derecha. Hubiera pagado por ver los rostros de sus líderes al darse cuenta de que los españoles, cuando votamos casi todas y todos, no nos tragamos mentiras tan gruesas como que Sánchez había pactado con los independentistas (¡si así hubiera sido no hubiera habido convocatoria electoral, idiota!), que Otegui determinaba la política del PSOE, barbaridades así. ¿Tan tontos nos creían a los votantes?

Me alegro mucho, muchísimo, del resultado electoral de ayer en España. Sólo espero que el PSOE no pacte con Ciudadanos, pero esa posibilidad es algo que me parece casi imposible habida cuenta de las declaraciones del líder de este último partido, que lo fía todo a convertirse en el partido principal de la derecha. Sé que habrá presiones del mundo empresarial y mediático para que eso suceda, pero confío en que Sánchez sepa qué esperanza se ha depositado en su voto.

Estoy contento y voy a dormir bien. Nunca había hecho campaña política, y en esta ocasión me he dejado la piel en las redes sociales. Nos jugábamos tanto. La ultraderecha estará en el Parlamento pero su papel será insignificante, sin consecuencia alguna en la vida de las personas más allá del miedo que da.

Soy progresista, sí. Lo soy desde que era muy joven. Creo en la justicia, en la igualdad social, en los servicios públicos, en la desaparición de fronteras, en la fraternidad, en la redistribución de la riqueza de países y continentes: creo en el feminismo, en la aceptación del diferente, en el respeto a cualquier opción sexual que no obligue a nadie a hacer nada que no quiera hacer; creo en una futura Ley de Eutanasia que permita a enfermos terminales ser propietarios de su vida sin que ninguna otra persona les arrebate esa última decisión. Sí, imagino que soy "progre". Buenas noches.

domingo, 28 de abril de 2019

Veintiocho de abril

Me siento feliz. El Partido Socialista ha ganado las elecciones y, sobre todo, ha relegado a la ultraderecha a un rincón insustancial del congreso. La movilización ha merecido la pena. Porque somos humanos somos políticos. Yo, por mi trabajo, sé las consecuencias de las decisiones de los legisladores. Afectan a nuestra vida cotidiana. He hecho campaña, lo sé, y me alegro de que los resultados sean los que yo deseaba. Que Pedro Sánchez pueda seguir siendo el presidente de España es para mí una noticia maravillosa. Lo que había enfrente era terrible. Me acuesto feliz. Hay cuatro años por delante para desarrollar políticas progresistas. Bona nit.

sábado, 27 de abril de 2019

Veintisiete de abril

Jornada de reflexión: quiero un país justo, feminista, defensor y militante de los servicios públicos. No hay más. Es así de sencillo.

viernes, 26 de abril de 2019

Veintiséis de abril

Estas cinco estaciones son un lugar de descanso para mi mente precipitada. Mi mente precipitada, sí, una precipitación contra la que casi toda mi vida mantuve, y todavía mantengo, una sorda lucha para contenerla.

Fui tartamudo hasta los doce o trece años. Todavía recuerdo cómo lo que pensaba se amontonaba en forma de palabras en mi mente creando un colapso que me impedía articularlas a la velocidad necesaria. Esas palabras podían ser, perfectamente: "Póngame tres barras de pan y dos bolsas de leche, por favor". La panadería de Adelina estaba en la acera de enfrente de casa de mis padres, y cuando me mandaban a comprar pan a veces ella llamaba a mis padres porque yo no me acordaba de si eran dos barras de pan y tres bolsas de leche (entonces vendían la leche fresca en bolsas) o al revés. A veces perdía el dinero en los tres o cuatro metros que separaban el portal de nuestra casa de su tienda.

En algún momento dejé de tartamudear. Lo que quería decir y la velocidad a la que lo quería decir coincidieron y ya está, fue como un clic. No por ello mi mente se calmó, pero encontró otros modos de evacuar su velocidad. No mencionaré por su nombre uno de los más efectivos a esas edades, pero recuerdo que era como un bonobo solitario y compulsivo.

Luego llegaron los años de lecturas insaciables, robadas a las noches, al patio en el instituto, robadas a mi vida de adolescente. Fundé una revista, hice teatro, ¡cualquier cosa antes que estudiar! Aquí mis recuerdos comienzan a confundirse. Un campo de voleibol, una sala de conferencias que llamábamos "Siberia" porque siempre hacía mucho frío y que cubrimos de hojarasca de otoño para un recital de poesía.

Recuerdo mientras escribo y me doy cuenta de que, en realidad, lo que estoy escribiendo probablemente sólo tenga sentido en mi cabeza que recuerda. ¿De qué manera podría interesarte a ti? A menos que pienses que tú y yo estamos unidos desde que abrimos los ojos por primera vez hasta que los cerramos para nunca despertar por un vínculo eterno: somos humanos, sé que mi experiencia no es única en este planeta, sé que mi experiencia puedo compartirla sin vergüenza ni reparo con todos los seres humanos que han vivido antes que yo. Qué menos con quienes comparto el tiempo y el espacio.

Estas cinco estaciones son un lugar de descanso para mi mente que, a menudo para mi desgracia, nunca nunca descansa. Me siento ante la página en blanco, me pongo música, respiro y dejo que mis dedos se deslicen por el teclado. Te confieso que frecuentemente no sé ni qué estoy escribiendo exactamente.

jueves, 25 de abril de 2019

Veinticinco de abril

Llovió débilmente durante todo el día y ahora, momentos antes del atardecer, el cielo se ha abierto y entre las nubes ha asomado un sol inesperado convirtiendo todas las anodinas fachadas de los edificios circundantes en templos griegos de ladrillos de oro.

miércoles, 24 de abril de 2019

Veinticuatro de abril

Mi cuerpo está empeñado en ponerme a prueba, y ahora lo que tengo es un catarro o bronquitis importante, con mucha tos. Cristina, mi médico, me ha recetado un antibiótico de tres días. Espero estar mejor el viernes, cuando acabe.

Últimamente se está colando en mis comentarios Spam a todas horas, comentarios que tengo que borrar y eliminar uno a uno. Como estoy así he decidido moderar los comentarios durante una temporada. Si, por alguna razón, os apetece comentar, me llegará un aviso al correo y le daré curso con mucho gusto. Al dichoso Spam, que nunca he comprendido qué gana con estas cosas, me lo cargaré directamente.

No tengo ganas de escribir, sólo de meterme en la cama y dormir. Buenas noches.

martes, 23 de abril de 2019

Veintitrés de abril

Lo único que me gusta de San Jorge es que es festivo en Aragón y no tengo que ir a trabajar. El día de Aragón como tal, y por coherencia con lo que pienso acerca de la naturaleza de los seres humanos, me importa un pimiento.

¿Qué mérito prodigioso recae en la absoluta casualidad de haber nacido en un lugar u otro del mundo? Es que hasta el espíritu más perezoso se tiene que dar cuenta. Nacer en un lugar no es mejor que nacer en otro. No pertenecemos a tierra alguna sino a nuestras decisiones, y por eso nuestra aventura consiste en descubrir y explorar. Caminemos hasta la siguiente colina para ver qué se vislumbra desde allí.

lunes, 22 de abril de 2019

Veintidós de abril

Hoy nuestro hijo pequeño ha cumplido veintidós años. Estábamos nosotros, sus padres, su novia Raquel y su hermana Paula. Ha sido bonito, porque en nuestra familia no somos de celebrar este tipo de cosas. Raquel había cocinado su primera tarta de queso con frutos del bosque, que estaba buenísima, y el horno se ocupó de un ternasco de la zona con patatas. Una comida y una celebración sencillas pero muy bonitas. Creo que él no se esperaba una ceremonia al uso. Mientras todo sucedía yo le observaba y me asombraba su belleza, su risa de reto al mundo presente y por venir, su energía agotadora. Pensaba en lo pequeño que era cuando por primera vez lo tuve en mis brazos, un gusanito como todos los recién nacidos. Cada día, en mi trabajo, atiendo a jóvenes parejas que acaban de tener un bebé y es de las cosas que más me gusta hacer: sus rostros cansados y al mismo tiempo estupefactos e ilusionados. A veces tengo ganas de decirles que esas gusanitas y gusanitos acabarán convirtiéndose en mujeres y hombres más altas y fuertes que ellos, pero no lo hago porque eso es algo que cada pareja merece la pena descubrir sin que nadie se lo anuncie.

Hoy Carlos Miramón Puértolas ha cumplido veintidós años. Es una buena persona, con sus defectos y sus virtudes, como sus padres, pero bueno como no se puede ser más bueno, en el sentido estricto de la palabra: igualitario, feminista, libre, alegre sin límite, amigo de sus amigos, amante de su amor.

Todo está bien, salvo que no llueve. Llevamos días con cielos de inminente lluvia que luego quedan en casi nada. Cuatro gotas. Cinco personas. Una tarta primeriza propia de una pastelería y mucho cariño compartido. Y el amor, el amor, siempre el amor. Feliz cumpleaños, mi príncipe.

domingo, 21 de abril de 2019

Veintiuno de abril

Ayer fuimos de excursión a la ruta de los azudes, en Pozán de Vero. Hoy hemos ido a Torres de Alcanadre para hacer una ruta que partía de una ermita y recorría un sendero hoy por hoy muy abandonado que en algunos tramos acompañaba al cauce del río Alcanadre. El paisaje era premonegrino, austero, cubierto de aliagas y y otras plantas que pinchaban, roca arenisca, pequeños pinos inferiores a nuestra estatura.

Soy de los que piensan que no hay lugar estrictamente feo sino la mirada que se deposita en él. Nuestra excursión de esta mañana ha sido muy bonita, pero nos hemos dado cuenta de que el sendero había sido invadido por la vegetación e incluso algunos de los postes de madera indicando la dirección habían caído al suelo sin que nadie se hubiera preocupado, en años, de ponerlos en su sitio. A menudo nos ha costado trabajo encontrar el camino, lo cual, tampoco voy a negarlo, nos ha hecho sentir exploradores de otro tiempo.

Paula echa de menos estos paisajes cambiantes. Al lado del río Alcanadre la vegetación de ribera crecía verde y maravillosa a pocos metros desde donde la admirábamos, terreno de matorral, romero en flor, zarzamoras, líquenes, musgo amarillo, malas hierbas y, como malas, protegidas por todas sus armas.

Hay una belleza antigua en los bosques de Noruega, quién podría negarlo. Árboles de diámetros inmensos y alturas épicas. Pudimos disfrutarlos el verano pasado. Agua, hierba, lagos, arroyos por todas partes. Hay una belleza antigua, es verdad, pero también monótona.

Paula, que ha venido a pasar unos días con nosotros, disfruta de la variedad de paisajes y, sobre todo, del disfrute de cambiar cada pocos kilómetros de naturaleza, incluso aunque ésta haya sido modificada por la humana. Me ha pedido que aparcara a un lado de la carretera junto a un campo de colza. El cielo era gris de lluvia y el campo amarillo intenso brillaba como un milagro alienígena.

Cuando nuestra hija viene a visitarnos recupera los campos de cereal, las amapolas, la aliaga, los altísimos cielos azules, las encinas carrascas, los pinos y enebros, las zarzamoras, los lirios silvestres, las margaritas, el paisaje de su infancia. Es cierto: no son los bosques vikingos entre los que ahora vive y que, para una temporada, lo mismo te dejan con la boca abierta. Pero echa de menos la variedad de que todo cambie si conduces unos kilómetros hacia Benasque o Bielsa o si los conduces hacia Sariñena y Tardienta. Incluso si conduces, como hacemos tantas veces, hacia el desierto que rodea a Zaragoza. Ella conoce, desde su infancia, la variedad, y tras eso todo es pobre y escaso.

sábado, 20 de abril de 2019

Veinte de abril

La noche hizo su milagro y desperté bien, con apetito aunque con miedo de volver a vomitar, un miedo que poco a poco se mostró infundado.

Fuimos de excursión a Pozán de Vero, un pueblo muy cercano a Barbastro. La ruta de los azudes. Todo estaba señalizado. Bosque de ribera, pájaros cantando, sol. Nuestra hija era feliz y nosotros también.

Ahora es de noche. He cocinado albóndigas caseras para mañana.

Cuando uno es joven nunca piensa en estas cosas. Que creará una familia. Que cocinará para ella. Que escribirá sobre estas maravillas cotidianas de su devenir.

viernes, 19 de abril de 2019

Diecinueve de abril

Un día con dos caras opuestas: me he levantado mal, con mucha ansiedad, aunque he podido llegar al piso de Barbastro ya un poco tocado. No tenía nada de apetito y, tras tomarme un orphidal, me he ido a la cama para intentar relajarme, pero no he podido dormir. Poco a poco la pastilla ha ido haciendo su trabajo y, pensando que estaba mejor, como no había ingerido nada desde el capuchino de la mañana, he comido una manzana. Al cabo de dos horas la he vomitado toda, así que he ido a buscar a mi hija a la estación de autobuses en un estado de debilidad importante. Aunque todo se me ha pasado al verla venir hacia nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.

Por la mañana despertó en Bergen, Noruega, y esta noche cenará en Barbastro, España. Qué extraño es viajar en estos tiempos. Espero que la noche me cure un poco.

jueves, 18 de abril de 2019

Dieciocho de abril

El segundo mesías vino a la tierra en Siria, no muy lejos de donde lo había hecho su antecesor dos mil años antes.  Tenía seis años cuando un avión de guerra bombardeó el edificio donde vivía convirtiéndolo en escombros y matando a todos sus habitantes. Él, naturalmente, resucitó a los tres días, pero eran tantas las toneladas de cemento y hierro que presionaban su pequeño cuerpo destrozado cerca del de sus padres y sus hermanas y hermanos, que no pudo hacer otra cosa sino esperar. Al cabo de unas semanas, después de sufrir el proceso de corrupción de los cuerpos de su familia, alguien abrió una grieta de luz en los escombros que lo sepultaban. Cuando vieron su estado aparentemente vivo cerró los ojos y se hizo el muerto. Como mesías era capaz, sin siquiera saber cómo, de hacer muchas cosas: no sentir hambre, no sentir sed, detener los latidos de su corazón.  Lo enterraron en una fosa común junto a los suyos. Allí yace en la verdadera muerte eterna, inocente como un cordero, sin saber que había venido al mundo a salvarnos por segunda vez.

miércoles, 17 de abril de 2019

Diecisiete de abril

Durante todo el día parece que va a llover pero no llueve. El cielo tiene la textura de un terciopelo gris sobre la ciudad. También mi organismo, especialmente sensible siempre a todo lo que pueda impedirme ser feliz, lo siente. Pero soy experto en llevarme a mí mismo la contraria. Que el clima no sea más fuerte que mi deseo: ese es mi reto. Tecleo en el portátil como un pianista tocando a Chopin.

martes, 16 de abril de 2019

Dieciséis de abril

Sigo a la NASA en Instagram porque me gustan mucho los lanzamientos de las naves que se alejan de la fuerza de la gravedad de la tierra. Cuando la cuenta atrás termina ves el descomunal gasto de energía que es necesario para que ese artefacto pueda vencerla y escapar de ella. Es algo de lo que no nos damos cuenta en el día a día. Que las cosas pesan, que se posan siempre en dirección al centro de nuestro planeta. Cuando contemplas despegar un cohete se hace visible la potencia de esa realidad, hacen falta millones y millones de kilos de combustible para lograr huir hacia la ingravidez del espacio. Son cosas que me hacen pensar, y también imaginar.

lunes, 15 de abril de 2019

Quince de abril

Contemplo perplejo el feroz incendio de la Catedral de Notre Dame, en París. La aguja ya ha caído y el fuego arrasa con todo. Las mangueras de los bomberos no tienen la potencia necesaria para alcanzar el tejado desde la calle, y ya se habla de utilizar agua desde el aire, a pesar de le inmensa nube de humo que se ve desde cualquier punto de la capital francesa. Voy a estudiar su antigüedad y descubro que su edificación comenzó en el año 1163 y se terminó en 1345. Tal vez estoy contemplando ahora, en 2021, una época de ciencia ficción para quienes la construyeron, un hecho tan histórico como triste. Todo apunta a que el incendio se inició en los andamios que estaban retirando las estatuas de bronce para restaurarlas.

Después de la perplejidad ha asomado en mi alma la natural tendencia al estoicismo que me caracteriza. La Catedral de Notre Dame hubiese podido arder en los últimos siglos como en los siguientes y está sucediendo ahora, frente a mis ojos observando una pantalla que los constructores medievales ni siquiera pudieron imaginar.

¿Qué importancia tiene en realidad? Todo avanza hacia la entropía: el desorden, la mutación y degradación de nuestros órganos vitales, el universo y también las catedrales, las ciudades, los bosques.

Sí, lo sé: soy la alegría de la huerta.

domingo, 14 de abril de 2019

Catorce de abril

Como cada fin de semana que pasamos aquí, en Barbastro, fuimos a caminar junto al canal. Los pájaros se llamaban de árbol en árbol. Los campos de cebada regalaban el verde esmeralda que pronto se apagará, igual que las amapolas y las aliagas amarillas. El cielo estaba nublado, con lo cual cualquier fotografía que hiciera sería maravillosa, pero habíamos venido a caminar vigorosamente nuestros seis kilómetros en algo menos de una hora ida y vuelta y sólo pude hacer una. Nos cruzamos con una pareja de ciclistas a quienes saludamos y nos saludaron amablemente. A veces la vida es algo sencillo.

sábado, 13 de abril de 2019

Trece de abril

Hoy por la tarde he conducido a través de los Monegros en dirección al pequeño pueblo de Robres, donde se ofrecía una misa funeral por la prima de Maite que murió el viernes de la semana pasada.

Los Monegros siempre me han fascinado, aunque hacía muchos años que no los recorría y he descubierto que el regadío ha modificado el paisaje anteriormente seco y yermo en grandes campos de cereal. Pero la carretera seguía siendo la de siempre, estrecha, sin señalizar muchas veces, y con rectas de kilómetros y kilómetros entre un paisaje casi plano salpicado aquí y allá de peñas de arenisca moldeadas por el viento y pequeños bosquecillos junto a acequias y canales.

La misa ha sido larga, monótona y triste. Nos poníamos de pie. Nos sentábamos. Volvíamos a ponernos de pie, a menudo con dudas de unos y otros; volvíamos a sentarnos.  El sacerdote, un hombre más joven que yo y que sabía leer, ha convertido el vino en la sangre de un judío que vivió en la Palestina de hace dos mil años y el pan en su carne, para proceder posteriormente a su deglución.

Vale: me eduqué en un colegio religioso.  De Dominicos concretamente. Sé de qué va.  Todos los martes teníamos misa. Y los domingos también, claro. Pero ahora que soy mayor, ahora que he podido asombrarme ante la imagen de un agujero negro en el espacio profundo, ahora que me fascinan la paleontología y la arqueología y la ciencia ficción, sólo puedo asistir a misa en esos términos.

Me ha gustado un detalle que ha dicho el cura: "Y Jesús resucitó y se presentó ante los suyos con los agujeros de los clavos en las manos -o en las muñecas- y en los pies". Lo ha dicho así, literalmente: "o en las muñecas", y mientras me levantaba y me sentaba he pensado: este hombre ve documentales. Y sin embargo cree en la resurrección, en la virginidad de la madre de aquel judío y en todo lo que vendría después y nos trajo esta tarde hasta esta pequeña iglesia de un pueblo perdido en medio de los Monegros.

Respeto las creencias de cada cual a mi manera, es decir, no diciéndoles en voz alta lo que pienso de ellas. Creo que más no se me puede pedir.

viernes, 12 de abril de 2019

Doce de abril

Hoy en el trabajo he atendido a un hombre de L'Escala, en Girona. De seguida he començat a parlar amb ell en català. Li he explicat que el meu primer destí com a funcionari va ser a Girona, al carrer Santa Eugènia, prop de l'estació del tren. Que vivíem a Banyoles, on Maite era professora, i la platja que teníem més a prop, a través de la carretera d'Orriols, era la d'Empúries, abans dels Jocs Olímpics, molt a prop del seu poble. Li he explicat que el meu millor amic és de Sant Joan les fonts. Li he dit que estimo Catalunya, encara que no l'independentisme. Hem parlat una estona i al marxar m'ha donat la mà. Mentre s'anava he recordat els meus anys a Catalunya i he sentit una barreja de nostàlgia, por i inquietud. Y mucho amor.

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Hoy en el trabajo he atendido a un hombre de La Escala, en Gerona. En seguida he comenzado a hablar con él en catalán (siempre lo hago, aprovecho cualquier situación para no perder fluidez y practicar). Le he explicado que mi primer destino como funcionario fue en Gerona, en la calle Santa Eugenia, donde estaba entonces la Seguridad Social. Le he he contado que vivíamos en Bañolas, donde Maite era profesora en el instituto, y que la playa más cercana, a través de la carretera de Orriols, una carretera preciosa llena de curvas para mi Alfa Romeo de entonces, era la de Ampurias, la antigua ciudad primero griega y luego romana, antes de los juegos olímpicos y las pasarelas de madera, peatonalización de zonas, etc. La Escala está al lado de Ampurias. Le he contado que mi mejor amigo en el mundo es de Sant Joan les Fonts, y también que amo Cataluña pero no el independentismo. Hemos hablado un rato y al irse me ha dado la mano. Mientras se iba he recordado mis años en Cataluña y he sentido una mezcla de nostalgia, miedo e inquietud. Y mucho amor.

jueves, 11 de abril de 2019

Once de abril

He salido un momento a las siete de la tarde a hacer unos recados. La luz del sol en retirada convertía en hermosos los edificios más feos, que, durante un momento, resplandecían como palacios.

Un avión cruzaba el cielo dejando su estela blanca y contaminante a diez u once kilómetros de altura sobre mí y sobre Barbastro. Sé que desde esa altura todos somos invisibles y la tierra se convierte en un puzzle de ocres, marrones y verdes tímidos, pálidos, indiscernibles. Lo he pensado cuando le hacía una fotografía imposible desde la calle.

En el parque de la plaza jugaban niños pequeños mientras los padres y madres charlaban entre ellos. Todo era pacífico, cotidiano, seguro. En los columpios había niños y niñas de origen africano jugando y chillando. Ningún peligro a la vista, sólo una tarde de jueves después del colegio, antes de volver a casa y preparar la cena.

¿Todavía hay alguien que pueda preguntarse por qué se juegan la vida huyendo de la guerra, cruzando el mar para llegar hasta aquí? Esos niños y niñas podrán ser médicos, ingenieras, policías, fontaneros, lo que quieran y alcancen a ser. ¿Quién no se jugaría la vida por algo así? ¿Quién no lo comprendería si tiene un corazón que late en su pecho?

miércoles, 10 de abril de 2019

Diez de abril

Me gusta más la expresión "ya se ha hecho de noche" que "ya es de noche". Porque hacerse y ser son cosas distintas. A mí me gusta que las cosas se hagan, incluso aunque sepa que en realidad son. Me hago mayor versus soy mayor, etcétera.

En el hacerse hay un pasado, un proceso. En el caso de la noche, todo el día anterior en el que fuimos a trabajar y cocinamos e hicimos cosas. Ser es como si lo que sucede apareciese de la nada, en un segundo, sin pasado y, por lo tanto, sin futuro.

Se ha hecho de noche. Por la tarde sonaron truenos bajo lejanas nubes oscuras, casi negras, que pasaron de largo. Ahora mismo cuece a fuego bajo en la cocina un osobuco que comeremos mañana. A las doce menos cuarto se cumplirán las tres horas de rigor para que la carne sea como mantequilla.

Mientras tanto escribo en este diario que me acompaña desde hace tanto tiempo. ¿Qué me pasó hoy? Atendí a muchos seres humanos que dejaron huella en mí. El gingko frente a una de las puertas de mi bloque de apartamentos ha creado sus primeras hojas tiernas de primavera. Desde que supe que era un árbol prácticamente fósil, superviviente de una familia ya extinguida, lo miro de otra manera. Milagros en la acera y, unos metros más allá, el río fluyendo pacíficamente hacia el mar. Nada, absolutamente nada, es normal.

martes, 9 de abril de 2019

Nueve de abril

Tras cada ser humano con quien os cruzáis en la calle hay historias inimaginables. Historias felices, tranquilamente felices, la mayoría, y también historias muy tristes e incluso traumáticas y dignas de denuncias judiciales que nunca se llevaron a cabo.

Me moriré habiendo contemplado la naturaleza humana. No la mía, que sólo la conocen los demás (nosotros somos incapaces de saber algo así). Y después de tantos años esa naturaleza de las personas que han pasado frente a mí me conmueve tan profundamente que me cuesta expresarlo con palabras.

Somos figuras rusas: unas conteniendo otras y otras pero, en nuestro caso, sin más final que el fallecimiento, la muerte, la desaparición. Aprendo mucho cada día a pesar del tiempo que llevo trabajando en este oficio. Capas de cebolla y en el centro siempre un corazón.

lunes, 8 de abril de 2019

Ocho de abril

Me siento muy cansado. Hoy me acostaré temprano a pesar de las lágrimas del proceso que la ley obligó a seguir a un marido que ayudó a morir a su compañera desde los veinticinco años, víctima de la terrible enfermedad que es la Esclerosis Múltiple Amiotrófica: ELA.

Una ley de eutanasia consensuada y justa y humana es imprescindible en nuestro país, y estoy seguro de que un día u otro llegará. Pero cuánto dolor nos ahorraríamos si fuese mañana en vez de pasado mañana.

Con la derecha sucede algo muy raro y terrible: confunden los derechos con obligaciones. Nadie está obligado a abortar si no quiere hacerlo, nadie está obligado a divorciarse si no quiere hacerlo, nadie está obligado a desear una muerte digna, anticipada, en plena consciencia de su ser. Nadie.

Quien quiera sufrir hasta el final una terrible agonía podrá hacerlo. Quien quiera dar a luz un bebé enfermo o fruto de una violación podrá hacerlo. Quien quiera soportar un matrimonio sin futuro podrá seguir soportándolo. ¿Qué problema hay? Uno solo: obligar a toda la sociedad a cumplir las normas mentales y religiosas de una parte. La respuesta es sencilla: que les den por el culo y los ciudadanos sean libres de gobernarse sin sus prejuicios y repugnantes discriminaciones.

Estoy muy cansado y voy a acostarme pronto. Confío en que lo que pienso llegue pronto a nuestro país. Sólo soy un voto, ése es todo mi poder. Un voto y todo mi corazón. En España es imprescindible una Ley de eutanasia como ya existe en otros países europeos. Es imprescindible ya. Basta de sufrimiento inútil. Quien quiera sufrir como Jesucristo en la cruz que lo haga, nadie se lo impedirá. Quien quiera poner fin a un sinsentido que tenga una posibilidad. ¿No merecemos como seres humanos esa opción?

domingo, 7 de abril de 2019

Siete de abril

Esta mañana, como solemos hacer, hemos ido a caminar nuestros seis kilómetros junto al canal. Marcha rápida -es el único ejercicio que hacemos cada semana- y mucha conversación. En el barro de los charcos secos había huellas de fuinas, como aquí se llama a las garduñas, y también de jabalíes y raposas. Pensé en la posibilidad de hacer guardia en esos senderos una noche para verlos, pero teniendo en cuenta mis ronquidos, porque me dormiría, ningún animal salvaje osaría pasar delante de mí en un kilómetro a la redonda.

El domingo se apaga lentamente.  Es en momentos así cuando agradezco que mi trabajo me guste tanto, a pesar de las cosas que a veces debo escuchar y leer. Pensar en mañana no me desespera más que el futuro de nuestra especie. Pero soy optimista. Nos adaptaremos a lo que venga, incluso lo inducido por nuestra irresponsabilidad, y saldremos adelante. Siempre ha sido así. Piensa en los inuit. Piensa en los tuareg. Somos unos de los animales de nuestro planeta más capaces de adaptarse a cualquier situación climática, y también comenzamos a viajar fuera de nuestro hogar a través del espacio estelar.

sábado, 6 de abril de 2019

Seis de abril

Nevó en cotas bajas. Las montañas relativamente cercanas se veían hermosas cubiertas de nieve bajo las nubes oscuras que hacían brillar el verde esmeralda de los campos de cebada. En qué lugar tan pequeño vivimos. En qué lugar tan bonito.

viernes, 5 de abril de 2019

Cinco de abril

La prima de Maite ha muerto hace unas horas. Tenía nuestra edad y dos hijos de la edad de los nuestros.

Lo veo a menudo en mi trabajo, pero es distinto cuando sucede en esos círculos concéntricos que las relaciones crean como pequeñas piedras al golpear en el agua.

No ha sido una muerte inesperada sino todo lo contrario, y de algún modo es un acto de misericordia ante el terrible sufrimiento que N. ha padecido en estos últimos meses. Ella, por lo que sé, nunca pidió que le ayudaran a desaparecer, tal vez tener hijos aún jóvenes le impelían a seguir luchando hasta el final.

Cada ser humano somos un milagro único, una libélula que brilla en la espesura durante algunas noches y después deja de hacerlo.

Lo he escrito muchas veces en mis blogs, también en este, creo. cuando nació mi hija Paula escribí esa misma tarde en mi cuaderno de notas: "Ha nacido mi hija. Mi hija que también morirá". Acababa de nacer pero yo, como todos nosotros, sabía. Porque sabemos. No el lugar, no la hora, no la edad ni el momento, pero sabemos. Ha nacido mi hija hace unas horas, mi hija que también morirá.

No sé qué importancia ni para quién puedan tener las palabras que escribo, pero sólo trato de dar testimonio de algo que otros escribieron antes que yo: habitamos el mundo como si fuésemos inmortales sabiendo que lo somos. Por eso cada ser humano de este planeta es poeta, filósofo, músico y explorador, cuide un rebaño de camellos en Mauritania o investigue en un laboratorio de California. Es increíble, cautivador, y además es verdad.

Iremos al funeral y compartiremos el dolor sabiendo que todo termina desapareciendo: imperios y galaxias y primas y padres y nuestra infancia y juventud. Incluso el dolor. Incluso la memoria del dolor. Todo termina desapareciendo, y, mientras vivimos como si no sucediera, como así ha de ser, creo que es bueno saberlo al mismo tiempo.

jueves, 4 de abril de 2019

Cuatro de abril

Nuestro hijo Carlos vuela en este mismo instante junto a algunos amigos a nueve mil o diez mil kilómetros de altura rumbo a la República Checa, donde otro amigo está cursando una beca Erasmus desde hace algún tiempo.

Es extraño saberlo en esta pequeña cabina junto a mi cama en la que me recluyo para poner punto y aparte al día.

Paula en Bergen, Carlos en el cielo dentro de un avión, Maite en el salón corrigiendo exámenes y trabajos, yo aquí frente a esta pantalla que amo y a veces odio por igual.

Pero todo lo que hago lo hago por mi propia voluntad. Y creo que este detalle es una tontería importantísima en la que muchas personas no caemos. Mañana podría divorciarme pero amo a mi compañera y ella me ama a mí. Mañana podría dejar mi empleo y crear una gestoría, por ejemplo, o trabajar en una ya existente pidiendo un mejor salario del que cobro ahora, o reponer estanterías en un supermercado, o conducir una furgoneta de reparto, y ser feliz.

En realidad somos más libres de lo que creemos que somos. Todo lo tenemos en nuestras manos, incluido el riesgo de perderlo todo, porque nosotros decidimos. Depende de nosotros. Esto es algo que a menudo hemos olvidado.

Nada me obliga a estar aquí, delante de mi ordenador cada noche, para dar testimonio a veces de algo y muchas veces de nada.

Supongo que quien nace con libertad no la siente ni comprende su significado. Como la salud, es algo que sólo se valora al perderla.

Nada me obliga realmente a ir a trabajar cada día a mi querida y pequeña Agencia Comarcal de la Seguridad Social de Barbastro que, si llego antes que mis compañeros, abro como quien abre una frutería, todos tenemos llave del candado.

Me siento tan afortunado que me da miedo formularlo, y no sólo acabo de hacerlo sino que, por si faltara poco, lo he escrito. Mi hijo y sus amigos están a punto de aterrizar en el aeropuerto. Mi hija no sé lo que está haciendo en Noruega. Mi compañera (me cuesta mucho decir "mi mujer", básicamente porque no es de nadie salvo de sí misma) ha dejado de trabajar y se ha ido a dormir -ella es una alondra, yo un búho.

El planeta gira sin que la fuerza de la gravedad nos permita darnos cuenta de ello. Yo escribo, como siempre, dale que te pego, palabra tras palabra como si el mundo entero me lo pidiera: ¡Jesús Miramón, escribe cada día porque lo necesitamos como el aire que respiramos! ¡Jesús Miramón, escribe, cabrón! (La rima siempre es un arma ganadora).

Somos más libres de lo que imaginamos. Sólo debemos estar dispuestos a pagar el precio.

Mi hijo vuela sobre las nubes. Su madre y su hermana duermen bajo ellas. Yo escribo.

miércoles, 3 de abril de 2019

Tres de abril

Imagino a alguien escribiendo esta noche una entrada en su diario con el siguiente título: trescientos cuarenta y tres días de invierno.

Puedo imaginarlo con varias extremidades, dictando sus palabras o sonidos a un artefacto de color azul pálido.

Fuera de su cubículo sobre la ciudad de millones de habitantes se ponen dos soles, iluminando el cielo de colores melocotón, sandía, leche, nube de algodón.

Escribe: "Un día más en este mundo. Cuando acabe el invierno ya habré cumplido doscientos trece años. No le tengo miedo a la muerte, pero los siglos pasan tan deprisa."

Después se acerca a la ventana y disfruta con sus ocho ojos de la belleza del final de un día más de seiscientas horas de duración.  Siente en sus tres corazones cómo el tiempo, y con él la vida, se precipita irremediablemente.

martes, 2 de abril de 2019

Dos de abril

Estoy tan cansado que escribo por inercia. Las palabras brillan durante un segundo en mi cerebro y luego aparecen aquí. El de hoy fue un día tan largo. Leí denuncias de malos tratos en el ámbito familiar tan terribles que me costó no llorar. Atendí también a madres recientes con sus preciosos bebés durmiendo en sus carritos. Vaya, lo normal. Buenas noches, lectores y lectoras, os quiero. Buenas noches.

lunes, 1 de abril de 2019

Uno de abril

No tengo un horario para escribir. Suele ser a partir de estas horas porque es cuando ya he descansado y se aproxima la cena, o ya ha pasado y lo que se aproxima es la hora de acostarse y cerrar los ojos al mundo.

Siempre me han fascinado las horas que los seres humanos destinamos a dormir. Y he fantaseado, claro, cómo no hacerlo: al dormir aquí despierto en otro lado. En los sueños aparecen lugares que conocemos pero son distintos. He tenido relaciones sexuales con compañeras de trabajo mientras soñaba, y al verlas por la mañana me he sentido turbado por ello. Todo es posible allí, en el otro lado del sueño, como si nada fuese posible aquí. He volado sobre una Zaragoza abandonada hace siglos por la especie humana y cubierta de plantas salvajes rompiendo con sus raíces las fachadas de los edificios de la calle Baltasar Gracián.

Dormir y soñar es algo muy importante para los seres humanos. No hay mayor tortura, y por desgracia se ha practicado como tal, que impedir dormir a un prisionero. Se puede llegar a causarle la muerte, porque nuestro cerebro necesita descansar de la realidad, necesita purgar la basura visual y auditiva que ha ido almacenando innecesariamente a lo largo del día. Dormir es algo imprescindible. Es apagar y volver a encender nuestro cuerpo mientras éste se limpia de residuos y, a veces, también, como suele suceder con la basura, de pequeñas maravillas.

Es en este contexto en el que los diarios, los blogs o, como se llamaban al principio, los cuadernos de bitácora, una descripción que me encanta, tienen sentido todavía. Dar testimonio de la navegación real y de la imaginaria, crear una voz viva y audible. Así fui y pensé e imaginé y, también, soñé.

Voy a levantarme para preparar la cena: pan con tomate, jamón bueno, queso y vino. ¿Puede haber algo mejor? No. Ni siquiera la inmortalidad.