lunes, 28 de febrero de 2022

Como la lluvia que no llega

Trabajo en una agencia de la Seguridad Social a pie de calle informando al público, y los lunes suelen ser terribles. No sé, es como si durante el fin de semana a los ciudadanos nos diese por pensar: ¿Y si me jubilo?; ¿y si este verano me voy de vacaciones y me ha caducado la tarjeta sanitaria europea?; ¿en qué ha cambiado la ley general de la seguridad social a partir del uno de enero de este año?; ¿cuántos años cotizados tengo?; me queda un mes para dar a luz, ¿qué tendré que hacer para percibir la prestación de maternidad?; voy a contratar a una empleada de hogar, ¿cómo lo hago?.

Es sin lugar a dudas, junto al martes, el día más complicado, porque la mayoría de las personas acuden sin cita previa y, como vienen desde pueblos y lugares distantes -mi agencia es comarcal y atiende a un territorio inmenso- y no tenemos corazón para no atenderles, terminamos derrengados y con un estrés tremendo. No me quejo, me gusta lo que hago, pero los lunes salimos todos sin saber ni cómo nos llamamos, con el cerebro derretido.

En una trinchera como la mía se palpa muy bien cómo está la población, cuáles son sus preocupaciones. Noto intensamente que la crisis económica de dos mil ocho y después la pandemia ha dejado un rastro profundo, mucha ansiedad, muchas tragedias de salud y también económicas, mucho nerviosismo y miedo al futuro. Es algo que supongo que sucede en toda España: se respira inquietud e incertidumbre, y sólo ha faltado la invasión de Ucrania por parte del sátrapa Putin para alimentar la desesperanza.

Después de tantos años trabajando en esto, en vez de endurecerme mi empatía y mis neuronas espejo se han hiperdesarrollado, con lo que a menudo salgo hecho polvo de la oficina de información no ya por la carga de trabajo, que es muy grande, sino por las cosas que me han contado, el tono de las voces, la tristeza o la desesperación.

A menudo, allí o también en Zaragoza, me gustaría poder ser un ladrillo emocional, muchas veces lo he deseado y he maldecido no saber serlo. Pero estas cosas son como la lluvia que no llega, las nubes blancas a kilómetros de distancia de la superficie desde donde las miro, aunque por su tamaño parezcan más cerca; estas cosas son como el latido permanente de mi corazón o la respiración inconsciente de mis pulmones: forman parte de mi naturaleza.

domingo, 27 de febrero de 2022

Lo mejor que sé hacer

Este fin de semana, por primera vez en mucho tiempo, nos hemos quedado en Barbastro. Hemos ido a pasear por el campo. Todos los almendros estaban en flor. Hoy es domingo: el último día que me duché fue el viernes antes de ir a trabajar. Emocionalmente ha sido un masaje maravilloso (y sé cómo puede sonar esto a quien no tenga familiares enfermos cerca, pero ya me da igual, yo sé). Lo mejor es que he podido dedicarme a lo que mejor sé hacer: no hacer nada exactamente.

sábado, 26 de febrero de 2022

Pajaricos

Es raro. Hay guerras -no solamente la de Ucrania, ahora mismo probablemente estén bombardeando Yemen y Damasco, y todas las que estoy olvidando sin querer- y yo estoy aquí, en este pequeño rincón de mi casa donde siempre escribo, como si no pasara nada.

Mi madre duerme (¿con qué soñarán los enfermos de Alzheimer, que en este otro lado no tienen memoria?) y yo estoy aquí, sentado en esta silla de Ikea, frente a una pequeña mesa blanca junto a mi cama.

Los pajaricos de esta tarde, gorriones todos en fila sobre la farola al sol que hay frente a nuestro salón, a estas horas deben estar durmiendo en alguna parte que no conozco. Los jabalíes salen a alimentarse sin tener en cuenta la propiedad de los campos de maíz.

Echo mucho de menos el mar cuando jamás viví en su orilla. Echo de menos algo que no sea todo esto. Echo muchísimo de menos a alguien que sea yo y al mismo tiempo no lo sea. Echo de menos a otro Jesús Miramón distinto, mejor y más tranquilo y responsable que yo.

viernes, 25 de febrero de 2022

Guerra

En plena guerra de la extinta Yugoslavia Maite estaba embarazada de Paula, nuestra hija mayor, hace treinta años. Eran nuestros últimos días en Banyoles y recuerdo que, durante una consulta con su ginecólogo, salió el tema de aquella guerra terrible. Aquel hombre, muy agradable y profesional, torció el gesto y nos comentó que ya no podía ver las noticias en la televisión porque se sentía impotente al no poder hacer nada para evitarlo. Yo entonces lo comprendí a medias: ahora lo comprendo del todo. Él dijo, y lo recuerdo perfectamente: ¿Qué debo hacer, dejar a mi familia e ir allí a combatir contra los serbios? ¡Ni siquiera sé cómo funciona un arma de fuego, sólo soy médico!

Sí, ahora le comprendo bien. Hay momentos de la vida en los que la información sólo te genera impotencia. Y no sucede sólo con las guerras, también con las hambrunas, los naufragios nocturnos y terribles de migrantes que buscan un futuro mejor, tanto dolor y desesperación en el mundo.

Putin, el presidente de Rusia, dio la orden de invadir Ucrania la pasada madrugada. No las zonas supuestamente prorrusas del Donbass, no, todo el país. Ahora mismo están a treinta y cinco kilómetros de Kiev. Y yo, que ya tengo una edad, puedo comprender el marco teórico de todo: Rusia no quiere a la OTAN y su poder nuclear en sus límites fronterizos, Rusia quiere mantener su influencia en las regiones que fueron parte de su territorio, y si para ello debe romper con el derecho internacional y la soberanía de Ucrania, está dispuesta a hacerlo y, de hecho, así ha sido. Putin ha hecho lo mismo que Hitler hizo en Polonia, y me resulta profundamente desesperanzador que en este siglo se repita el horror del siglo pasado. Y todavía me parece más desesperanzador que haya personas de izquierdas que defiendan a Putin, que bien podría ser un personaje de cómic, ridículo y malo acariciando un gato, cuando es un dictador que encarcela a sus contrincantes políticos, si no les envenena antes, y niega los derechos de las personas LGTBI.

He escrito que ya tengo una edad. He asistido a varias guerras. La de Yugoslavia, al suceder en Europa, fue especialmente terrible, y esta afirmación es injusta pues no fue más terrible que las que durante los últimos treinta años se han dado en Asia, África y demás lugares del mundo. En Yemen Arabia Saudí, apoyada por los Estados Unidos, bombardea y asesina a civiles, niños incluidos. Por no recordar la guerra de Irak basada en la mentira de las armas de destrucción masiva que luego trajo la de Afganistan, un triste y cruel país para las mujeres del que ya nadie se acuerda después de que los talibanes la ganaran y los países occidentales abandonaran a su población a su amarga y desgraciada suerte.

Y a pesar de todo me sigo conmoviendo. Me sigo enfadando e indignando. Siempre he dicho que yo no soy pacifista sino pacífico. Asesinaría a dentelladas y con las uñas, como un animal rabioso, a quien amenazase a las personas que amo. La invasión de Ucrania es una violación a plena luz del día delante de toda la Unión Europea y la OTAN. Y Putin es el responsable, el violador, el criminal, el dictador de facto de un país inmenso que, en su día, venció al fascismo. No sé qué sucederá en los próximos días. Ahora mismo los soldados ucranianos combaten en un aeródroma cercano a la capital, Kiev, contra el intento ruso de establecer una cabeza de puente con fuerzas especiales. Es la guerra. Entre mis usuarios en el trabajo hay ciudadanos ucranianos que llevan muchos años residiendo en España, algunos prorrusos y otros lo contrario, pero creo que con lo sucedido desde ayer ya todos se sienten ucranianos. Tengo ganas de que vengan a mi agencia por cualquier otro tema y hablar con ellos sobre esto.

Me voy a la cama, tarde como siempre, sin el estruendo de las bombas, sin la amenaza de la guerra, sin necesidad de recoger las cosas más importantes y salir corriendo de mi país huyendo de la violencia y la muerte. Cerraré los ojos y dormiré sin miedo, aunque con el corazón encogido.

jueves, 24 de febrero de 2022

Playa

Otro día se acerca a la orilla para acariciarla y retirarse dejando sitio al siguiente. Yo hoy no soy el mismo que ayer y también rompo en la orilla y vuelvo a chocar contra ella. El tiempo la acaricia y yo rompo en ella porque no sé ser de otro modo. Palabras y palabras y palabras. ¿A quién quiero engañar? Todo, absolutamente todo, lo ignoro.

miércoles, 23 de febrero de 2022

Como si el mundo lo fuera todo

Siempre me he complicado mucho la vida. Desde que era un adolescente le he dado a todo muchas vueltas. Ahora estoy cansado. Me gustaría detener mi cerebro, hacerlo entrar en reposo como hacemos con los odenadores, y luego, cuando quisiera, despertarlo.

La tierra gira en la galaxia y yo sobre ella sentado con mi culo gordo en una silla de Ikea. No me gusta ser como soy, esto tengo que decirlo con absoluta sinceridad. Hay muchas cosas de mí que no me gustan y podría cambiar si fuese un ser humano inteligente, pero no lo soy: soy un viejo idiota y vago, y compulsivo, y sensible sin control alguno, algo todavía peor que ser insensible.

Sí, siempre he hecho de todo un mundo como si el mundo lo fuera todo.

martes, 22 de febrero de 2022

Un hurón, otra oportunidad

Un nuevo día comienza, ajeno a todo, sólo porque sí. He cagado y me he duchado. Ahora, limpio como una patena, escribo con un capuchino de Tassimo a mi lado: lo necesito para comenzar a ponerme en marcha. Me acabaré de vestir y acudiré al trabajo. Ignoro qué personas se sentarán al otro lado de mi mesa ni qué querrán preguntarme. Por no saber no sé si hoy se precipitará sobre nuestro planeta un meteorito no detectado que acabará definitivamente con cualquier forma de vida.

Vale, lo sé, mi imaginación es como un hurón sin control, lo sé, vale. Un nuevo día comienza. Una nueva vida. Otra oportunidad.

lunes, 21 de febrero de 2022

Primates

Escucho a Maite, mi mujer, hablando con su mejor amiga, que se llama Raquel. Se conocen desde hace cincuenta años, han compartido toda su vida juntas y siguen ahí, la una para la otra. Es algo que me maravilla, porque a mi mejor amigo lo conocí cuando yo ya tenía veinticinco o veintiseis años, es decir: hace más de treinta. No guardo ninguna amistad anterior, nunca las tuve.

Me emociona oír a mi compañera hablar con otra mujer a la que conoce desde que eran unas niñas pequeñas. Estas cosas me conmueven mucho, y pienso en lo que significa el paso del tiempo, esta experiencia tan absolutamente insólita que vivimos con la normalidad imprescindible para no volvernos locos de remate. Siempre lo he dicho y escrito: somos unos primates tan esquizofrénicos como para vivir sabiendo que moriremos como si, en realidad, no lo supiéramos. Somos poesía carnal caminando sobre la tierra.

La amistad es una de las mejores y más limpias y puras manifestaciones del amor. Siempre la defenderé. No tiene nada que envidiar a las otras -y voy a confesar algo: el sexo con la edad deja de tener la importancia que tenía cuando tu novia te metía la mano en los pantalones.

Amor, y amor, y amor. Con sexo, sin sexo, en la misma cama, en camas separadas, separados por dos manzanas de casas, por cientos de kilómetros. Amor. Compadezco profundamente a quien no sepa qué es, qué se siente. En este momento de mi vida es lo único que da sentido a mi existencia.

domingo, 20 de febrero de 2022

Caballos, cohetes y submarinos

No me canso nunca de muchas cosas, algunas confesables y otras no tanto. Hoy he soñado que iba a montar a caballo en la Gran Vía de Zaragoza, lo cual ya es un poco raro, pero ese momento, por mil causas absurdas y tontas, nunca llegaba, el caballo se alejaba, se cruzaban personas en mi camino, aunque siempre tenía la esperanza de que acabaría poniendo mi bota en el estribo izquierdo y acabaría cabalgando sin prisa entre la gente. A pesar de despertarme sin lograrlo me he despertado con una sonrisa en los labios. Una compañera de trabajo ya jubilada siempre decía, para mi sorpresa, que nunca había conocido a alguien tan optimista como yo. Igual tenía razón, de algún modo desconocido para mí.

Nunca me canso de los caballos, de la jungla, de la arquelogía y, dentro de ésta, de la prehistoria; no me canso de la historia bélica, no me canso del cine clásico, no me canso de la ciencia ficción (he visto películas tan malas que jamás lo creeríais, pero eran de ciencia ficción); no me canso de cocinar, de conducir, de respirar humo por la boca en invierno, del sonido de las olas del mar en las playas yendo y viniendo; no me canso de ver vídeos de la NASA de cohetes despegando hacia el espacio, ese magma de fuego a presión necesario para alejar la nave de la fuerza gravitatoria de la tierra, al principio aparentemente despacio y luego más deprisa hasta desaparecer entre las nubes del cielo. También me fascinan los submarinos (he visto películas terribles porque sucedían en submarinos).

De las cosas inconfesables de las que tampoco me canso nunca no puedo permitirme hablar, pero sólo diré una cosa: son mucho menos originales que las confesables.

sábado, 19 de febrero de 2022

Secuoya

Veo vídeos de personas que construyen con sus propias manos unas cabañas bellísimas en los bosques más salvajes de Canadá, y viven allí cultivando y cazando su comida, estación tras estación -las cinco. Veo vídeos de personas que viajan con su furgoneta de segunda mano alrededor del mundo, durmiendo el año pasado en una playa de la Patagonia y ahora en las montañas del Atlas marroquí.

Yo estoy en Zaragoza y dentro de un rato haré lo que tengo que hacer, que no tiene nada que ver con la Patagonia ni con las montañas de Marruecos. No pasa nada. Me miro en el espejo y veo otro viaje más lento pero igualmente salvaje y cruel. Allí no hay bosques de secuoyas ni profundos cañones creados por el agua durante miles y miles de años en la roca roja; allí solamente se refleja el fruto del viaje de la vida en mi cuerpo y mi rostro. Lidio con ello.

Sí, me gustaría vivir en una cabaña en medio de un bosque canadiense y saber cazar y utilizar el hacha y no depender de nada ni de nadie; me gustaría mucho estar muy lejos de cualquier lugar, de cualquier conocimiento.

viernes, 18 de febrero de 2022

Tulebras

Recientemente me he reencontrado en internet con mi primer amor de la adolescencia. Mi madre está enferma de Alzheimer. De la primera me enamoré como sólo se puede enamorar un chico de catorce años. A la segunda la amo como un hijo puede amar a su mamá. La vida tiene estas cosas. Pensé que a la primera la había perdido para siempre, pero es la segunda quien se va desvaneciendo lentamente frente a mí mientras mi corazón se rompe en pedazos.

La vida es algo extraño e impredecible: flotamos sobre ella al albur de las tormentas y las calmas chichas. Si pienso en mi primer amor la veo claramente frente a mí, su cuerpo y su rostro, hace cuarenta y cuatro años, en Tulebras. Amo a mi mujer y amo a aquella joven de Bilbao, como amo a mis hijos y también a mi mejor amigo de Girona. Me alegro de haberla encontrado y sigo adelante. La vida es una mochila invisible.

jueves, 17 de febrero de 2022

Panteras negras

Continúo sintiendo un cansancio invisible, atávico, apático. Sé lo que es porque hace años lo sentí, puedo identificarlo. Las panteras negras me acechan en la espesura.

Echo de menos la alegría. La mía y la que podría dar a quienes me aman. Hace una hora he hablado con mi padre, como cada noche: las cosas no estaban demasiado bien.

La enfermedad, cuando sucede en una familia que se ama, produce mucho dolor a muchos. También: cada uno es como es. Cómo y cuánto me gustaría ser distinto a como soy, lo juro; sufrir menos porque sufro inutilmente, para nada, de un modo que no ayuda ni a la causa del sufrimiento ni a mí; sufro para nada, para nada, y sufro.

miércoles, 16 de febrero de 2022

Costillas

Qué inmenso cansacio. Me gustaría salir de mi casa y correr en los campos bajo la noche, pero me costará cierto pequeño esfuerzo alcanzar la cama de mi dormitorio.

Sí, me siento derrotado, pero mi corazón todavía palpita detrás de las costillas. ¿Qué soñaré hasta que mañana se haga de día? No lo sé. Mi corazón palpita detrás de las costillas.

martes, 15 de febrero de 2022

Los dioses saben

Una señal inequívoca de que no estoy tan bien como contesto cuando me lo preguntan es que me gusta más el final del día que el principio. ¿Qué tal estás? Bien, gracias (quiero que esto acabe y acostarme y despertar siquiera durante unas horas en otro sitio).

El final del día me aproxima a una tranquilidad que durante la mayor parte de mi vida tuve durante el día y ya he perdido. Es así. Amo con el mismo amor, me dejo querer más que nunca, pero es así.

Oh, los dioses saben que me gustaría ser de otra manera. Más racional, más práctico, no sé. Lo he intentado, sigo intentándolo. Compartimentar las situaciones y los sentimientos que ellas me provocan. Ahora mismo eso ya no me funciona, aunque durante un largo tiempo sentí tener las riendas y el control en mi mano.

En estos momentos de mi vida me gustaría poder pincharme una inyección que disipara de mi mente los pensamientos negativos que no aportan nada, el sufrimiento que no aporta nada: lo que soy. Y tomo mi medicación cada mañana con un vaso de zumo de naranja, pero me temo que ya no alcanza a cumplir sus objetivos.

Sólo me satisface la belleza, la belleza nada más. Mi pareja que me acompaña en el camino, la música, el cine, lo poco que leo cuando estoy así.

Pero también esto pasará, como pasaré yo y todo el amor que siento y sentí una vez; como pasará la enfermedad y la vida de mi madre y la de mi padre y la mía y la de mis hijos. También esto pasará. La pequeña muerte diaria de cada noche me consuela como una simulación, un entrenamiento dulce y sin dolor. Mañana no existe aún.

lunes, 14 de febrero de 2022

Nubes

Ya en Barbastro, después de haber estado el sábado y el domingo con mis padres, me sirvo un whisky con hielo sintiéndome culpable de todo lo que alguien puede sentirse culpable. Llovió un poco durante el día. Hablo por teléfono con mi padre y me cuenta que Nati no quiere ponerse el pijama y le insulta gravemente. Mamá tiene Alzheimer y su espíritu se revela en medio de la incomprensión, la nada, lo que no existe.

Debo luchar contra mí mismo para estar a la altura de esta época que, como sucede en tantas familias del mundo, nos está tocando vivir; debo impedirme a mí mismo el profundo e infinito dolor que siento si quiero ser útil.

La noche llegó hace horas. Ojalá mañana lloviera sin parar durante días y días. Días y días y días y días y días. Noches y noches y noches de lluvia. Nubes. Días. Noches.

domingo, 13 de febrero de 2022

Ya cantan

Acabo de despertarme tumbado en el sofá de nuestra casa en Zaragoza. Me quedé dormido viendo la ceremonia de entrega de los premios Goya de la Academia de cine español. Son las cinco y media de la mañana. Odio estas cosas, pero he descubierto que algunos pájaros ya cantan entre los árboles, puedo escucharlos a pesar de que todavía no ha aparecido la luz. Mi caballo negro ha dejado de galopar y ahora sólo quedo yo, que me dirigiré a la cama como un reo de sí mismo, y dormiré unas horas más. La vida también era esto.

sábado, 12 de febrero de 2022

Un caballo negro

Llega la noche y lo único que querría es montar en un caballo negro y galopar hasta alejarme de esta gran ciudad rodeada de desierto. Galopar bajo las estrellas hacia ninguna parte, lejos del ruido de las calles, lejos del ruido de mis pensamientos; galopar y galopar.

viernes, 11 de febrero de 2022

Luz en la oscuridad

Sí, somos un suspiro, pero en ese parpadeo caben no solamente nuestras vidas sino todas las que nos precedieron. Frente a mi ventana el río casi seco por la sequía a duras penas avanza hacia el mar. La estrellas, muchas de ellas muertas hace millones de años, brillan en el cielo sobre la pequeña ciudad. Seremos alcanzados, no importa cuan rápido corramos a través de la noche, a través del día, a través de los campos de cebada, a través del mundo: seremos alcanzados, desapareceremos y las cosas seguirán sucediendo como cuando existíamos. Siempre fue así. No pasa nada. Lo importante es, en mi opinión, no desfallecer en la exploración, no desfallecer en amar y ser amados, no desfallecer en la curiosidad, en el ejemplo inconsciente, no desaparecer en la memoria de quienes conservan la brasa del fuego que se encendió hace miles y miles de años. La vida no es una cerilla que se consume, es una antorcha que pasa de mano en mano. Luz en la oscuridad.

jueves, 10 de febrero de 2022

Cuarenta días

He leído que una abeja vive menos de cuarenta días, visita al menos mil flores y produce a lo largo de toda su vida casi una cucharada de miel. Casi. Es una información que me ha resultado interesante y a la vez muy sorprendente: cada cucharada de miel es un poco menos que el fruto de la vida entera de una abeja voladora sobre los campos entre los árboles y arbustos. Siento en mi interior que existe un desequilibrio en alguna parte: no sé si cuando vierto miel en mis tostadas para untar en el café con leche o, simplemente, en mi conciencia.

Hoy he comido un chuletón entreverado de grasa, una maravilla que he disfrutado como el carnívoro de mandíbulas manchadas de sangre que soy; un chuletón muy poco hecho. ¿Y entonces? La abeja no muere para que yo pueda disfrutar de su miel, pero el pedazo de vaca que me he comido pertenece a un animal muerto.

Convivo con todas estas cosas. La razón y el deseo. El conocimiento y la ignorancia. Lo que debería hacer y lo que quiero hacer. Lo que me gustaría ser y lo que soy.

miércoles, 9 de febrero de 2022

Como viajar en el tiempo

He dormido una siesta de hora y media. Al despertar ya no era de día. Ha sido como viajar en el tiempo. Hubiera podido despertar con veinticinco años de edad o con ochenta. Durante unos segundos no sabía quién era, dónde estaba, en qué lugar del mundo.

martes, 8 de febrero de 2022

Transiciones

Desde pequeño trataba de averiguar la frontera de las cosas. En qué momento dejaba de ser de día para pasar a ser de noche. En qué momento justamente dejaba de estar despierto para estar dormido. Momentos de transiciónes suaves, invisibles, imperceptibles.

Son las ocho menos diez de la noche. Hace tiempo que se hizo oscuro y tengo sueño, aunque es demasiado pronto para acostarme. Y todo es casi siempre así.

He ido al baño a hacer pis y luego me he mirado en el espejo. ¿En qué momento me convertí en lo que soy ahora? Todo es casi siempre así.

lunes, 7 de febrero de 2022

Arena en la playa

Somos nuestro cerebro, lo sé bien. He conocido a mi madre toda mi vida, literalmente, claro. Sé cómo es, cómo era. Contemplé desde pequeño su maravillosa relación con mi padre, el hombre más guapo y más bueno que existe en este planeta, pero en el último tramo de sus vidas en este mundo llegó al Alzheimer y puso todo patas arriba, sus vidas y también las nuestras, las de sus hijos e hija, que les queremos con locura.

Pero no pasa nada, es la realidad de miles y millones de familias en el mundo en este mismo instante; pero sucede todo: esta cruel realidad del pequeño y minúsculo universo que es mi familia y superaremos con mucho amor, este minúsculo grano de arena en la playa.

domingo, 6 de febrero de 2022

Andamios

Durante algunas semanas tuvimos andamios en la terraza de nuestro piso de Zaragoza. Era una vista terriblemente fea desde el salón, tan fea que bajábamos la persiana hasta el suelo. Pero por fin terminaron los arreglos en los balcones y fachada y hemos vuelto a recuperar el paisaje de siempre. Nuestro edificio tiene la suerte de erigirse frente a un gran colegio infantil y estamos a muchos metros de las fachadas del otro lado. Podemos ver la línea urbanizada del barrio y el cielo sobre ella. Es bonito teniendo en cuenta que se trata de una gran ciudad.

Si alguien me preguntara ¿por qué siempre escribes al final del día, tan tarde, incluso cuando ya es el día siguiente?, le contestaría: porque es el instante de hacer recuento, porque me da miedo hacerlo antes, porque no sé absolutamente nada de nada.

Voy a irme a la cama a dormir, como cada día desde que vine a este mundo extraño, raro e insólito. Todo es tan extraño, tan raro, tan insólito.

sábado, 5 de febrero de 2022

La historia de mi vida

Sé lo que debería hacer casi al detalle, punto por punto, día tras día, mes tras mes, y lo sé porque ya lo hice en el pasado reciente, aunque no ahora mismo. ¿Por qué? Porque lo que debería hacer no me produce el mismo placer que lo que hago. Así que, como ya he hecho otras veces a lo largo de mi existencia, debo elegir entre el placer y su contrario, que no es exactamente el sufrimiento pero sí algo parecido y sordo que no sabría definir con exactitud.

Y esta es la historia de mi vida: largos periodos de hedonismo irresponsable con fugaces etapas de responsabilidad monacal. Me gusta imaginar que no soy el único ser humano a quien le sucede esto en nuestro planeta. Mi carne es débil y mi curiosidad infinita.

viernes, 4 de febrero de 2022

Algo así

Mi vida no es complicada, pero me gustaría que lo fuese todavía menos. Algo así como el extremo de una canoa que, lentamente, rompe el agua del ancho río atravesándola. Los pájaros en los árboles de la orilla. Las nubes blancas en el cielo azul. Algo así.

jueves, 3 de febrero de 2022

Bruguera Historias Selección

Me siento agotado sin saber por qué. No todo podemos ni debemos saberlo (esto es algo que me gustaría poder decirles a los usuarios que se sientan al otro lado de mi mesa de trabajo).

La vía láctea que atraviesa el cielo nocturno de nuestro planeta es una anécdota del tamaño de un grano de arena en el desierto. A veces me gustaría conocer menos, saber menos, vivir al margen de la exploración, conformarme con lo que puedo modificar, con lo que está en mis manos, pero es imposible. La culpa es de los libros de Bruguera Historias Selección que mis padres nos ponían cada navidad la mañana de reyes. Robinson Crusoe, Los hijos del capitán Grant, Mil y una leguas de viaje submarino, Robin Hood, La isla del tesoro, y también la colección de Los cinco de Enid Blyton, y todos los que vinieron después. No puedo conformarme. Ya es tarde para eso.

Me acostaré, cerraré los ojos y los abriré en una isla desierta, en otro planeta a millones de años luz de aquí o en el Nautilus del capitán Nemo, a kilómetros de profundidad bajo el océano, en la fosa de las Marianas.

miércoles, 2 de febrero de 2022

Llámala amor

Mi vida, como la tuya, es compleja, un mapa de territorios que a veces se mezclan y a veces no.

La noche se extiende sobre esta pequeña ciudad como el cansancio sobre mi corazón.

Yo, como tú, nado, floto, me aproximo a la playa, camino a través de los prados y los bosques bajo el cielo.

Confieso que estos días me cuesta mantener mi estoicismo, mi comunión universal, todo eso.

Pero he de decir que los últimos sucesos de mi vida familiar no han logrado que la llama de mi interior se apague del todo. En la oscuridad brilla una brasa. Llámala amor, llámala supervivencia.

Llámala amor.

martes, 1 de febrero de 2022

Elefantes o rinocerontes

Nuestro organismo hace muchas cosas al margen de nuestra voluntad. Los pulmones se llenan de aire y se vacían, el corazón late a 68 latidos por minuto, nuestro estómago digiere la cena, el hígado filtra las sustancias tóxicas y nos protege de nosotros mismos hasta donde puede hacerlo.

No estoy muy seguro de pensar las cosas que yo quiero pensar y escribir. Tengo dudas respecto a eso. Mi cerebro es un órgano como mis pulmones, mi corazón, mi estómago o mi hígado.

¿Por qué debería creer que todos los órganos del terrícola que soy actúan por su cuenta y mi cerebro no? No tengo en absoluto la sensación de controlar lo que pienso y escribo en estos diarios. Aunque mantengo, es verdad, un filtro mínimo que me impide escribir cosas demasiado íntimas y probablemente decepcionantes, sí, es verdad, pero, al margen de ese filtro mínimo que mantienen activo un puñado de neuronas, ¿qué control tengo realmente sobre mis pensamientos más allá del oficio de escribir y articularlos en palabras y frases y párrafos, algo que hago desde que tenía doce años?

A menudo mi cerebro es un órgano contra el que combato inútilmente. Sólo dispongo de tratamientos semejantes a los que utilizan los científicos para salvar a los elefantes o los rinocerontes de Masai Mara. Un disparo, caída, medición, análisis de sangre, inyección, y un levantarse en medio de la sabana tambaleante pero vivo.

El mundo me interesa mucho. Su pasado, su futuro. La prehistoria, la ciencia ficción. Me interesa saber, básicamente, de qué cojones va todo esto, toda esta película a la que yo, mientras escribo ahora mismo, pongo una banda sonora de Bach. ¿Qué es lo que veo y siento? ¿Por qué mi madre, enferma de Alzheimer, ha tirado esta noche un vaso de vino con gaseosa al rostro de mi padre, que la cuida día a día? ¿Por qué merece la pena vivir cuando ya no eres tú sino algo parecido a ti? ¿Por qué no tenemos un botón bajo la piel en el homoplato, en una nalga, en el tobillo, para apagarnos?

Yo mañana me lo instalaría sin dudarlo. Qué arma para vivir; saber que sin desagradables ahorcamientos, caídas de edificios o disparos en la cabeza podríamos tener el control de nuestra existencia. Posiblemente sería el único acto de nuestra vida producto de nuestra voluntad sincera, o loca, o enferma, o desesperada, pero verdaderamente nuestra.