Acabo de despertarme tumbado en el sofá de nuestra casa en Zaragoza. Me quedé dormido viendo la ceremonia de entrega de los premios Goya de la Academia de cine español. Son las cinco y media de la mañana. Odio estas cosas, pero he descubierto que algunos pájaros ya cantan entre los árboles, puedo escucharlos a pesar de que todavía no ha aparecido la luz. Mi caballo negro ha dejado de galopar y ahora sólo quedo yo, que me dirigiré a la cama como un reo de sí mismo, y dormiré unas horas más. La vida también era esto.
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