viernes, 26 de abril de 2019

Veintiséis de abril

Estas cinco estaciones son un lugar de descanso para mi mente precipitada. Mi mente precipitada, sí, una precipitación contra la que casi toda mi vida mantuve, y todavía mantengo, una sorda lucha para contenerla.

Fui tartamudo hasta los doce o trece años. Todavía recuerdo cómo lo que pensaba se amontonaba en forma de palabras en mi mente creando un colapso que me impedía articularlas a la velocidad necesaria. Esas palabras podían ser, perfectamente: "Póngame tres barras de pan y dos bolsas de leche, por favor". La panadería de Adelina estaba en la acera de enfrente de casa de mis padres, y cuando me mandaban a comprar pan a veces ella llamaba a mis padres porque yo no me acordaba de si eran dos barras de pan y tres bolsas de leche (entonces vendían la leche fresca en bolsas) o al revés. A veces perdía el dinero en los tres o cuatro metros que separaban el portal de nuestra casa de su tienda.

En algún momento dejé de tartamudear. Lo que quería decir y la velocidad a la que lo quería decir coincidieron y ya está, fue como un clic. No por ello mi mente se calmó, pero encontró otros modos de evacuar su velocidad. No mencionaré por su nombre uno de los más efectivos a esas edades, pero recuerdo que era como un bonobo solitario y compulsivo.

Luego llegaron los años de lecturas insaciables, robadas a las noches, al patio en el instituto, robadas a mi vida de adolescente. Fundé una revista, hice teatro, ¡cualquier cosa antes que estudiar! Aquí mis recuerdos comienzan a confundirse. Un campo de voleibol, una sala de conferencias que llamábamos "Siberia" porque siempre hacía mucho frío y que cubrimos de hojarasca de otoño para un recital de poesía.

Recuerdo mientras escribo y me doy cuenta de que, en realidad, lo que estoy escribiendo probablemente sólo tenga sentido en mi cabeza que recuerda. ¿De qué manera podría interesarte a ti? A menos que pienses que tú y yo estamos unidos desde que abrimos los ojos por primera vez hasta que los cerramos para nunca despertar por un vínculo eterno: somos humanos, sé que mi experiencia no es única en este planeta, sé que mi experiencia puedo compartirla sin vergüenza ni reparo con todos los seres humanos que han vivido antes que yo. Qué menos con quienes comparto el tiempo y el espacio.

Estas cinco estaciones son un lugar de descanso para mi mente que, a menudo para mi desgracia, nunca nunca descansa. Me siento ante la página en blanco, me pongo música, respiro y dejo que mis dedos se deslicen por el teclado. Te confieso que frecuentemente no sé ni qué estoy escribiendo exactamente.

5 comentarios:

JLO dijo...

somos contemporáneos, hay que festejar eso!

yo odiaba que me manden a comprar... y con la bolsita de tela de colores ja... saludos...

Marisa dijo...

Gracias por compartir con nosotros tus recuerdos de infancia, Jesús. Me ha gustado mucho. Pero, contagiada por tu velocidad, lo he leído a toda prisa, como si llegara tarde a algún lado. Yo, que soy lenta leyendo...

Un abrazo.

P.D.: ¿ya se ha desaparecido por fin el troll ese que vendía no sé qué en inglés?

Marisa dijo...

¿Me estoy repitiendo?

Marisa dijo...

¡Ah! Vale, es que no había leído tu post del día 24. Ojalá estés mejor del catarrazo.

Jesús Miramón dijo...

Un abrazo, JLO.