jueves, 4 de abril de 2019

Cuatro de abril

Nuestro hijo Carlos vuela en este mismo instante junto a algunos amigos a nueve mil o diez mil kilómetros de altura rumbo a la República Checa, donde otro amigo está cursando una beca Erasmus desde hace algún tiempo.

Es extraño saberlo en esta pequeña cabina junto a mi cama en la que me recluyo para poner punto y aparte al día.

Paula en Bergen, Carlos en el cielo dentro de un avión, Maite en el salón corrigiendo exámenes y trabajos, yo aquí frente a esta pantalla que amo y a veces odio por igual.

Pero todo lo que hago lo hago por mi propia voluntad. Y creo que este detalle es una tontería importantísima en la que muchas personas no caemos. Mañana podría divorciarme pero amo a mi compañera y ella me ama a mí. Mañana podría dejar mi empleo y crear una gestoría, por ejemplo, o trabajar en una ya existente pidiendo un mejor salario del que cobro ahora, o reponer estanterías en un supermercado, o conducir una furgoneta de reparto, y ser feliz.

En realidad somos más libres de lo que creemos que somos. Todo lo tenemos en nuestras manos, incluido el riesgo de perderlo todo, porque nosotros decidimos. Depende de nosotros. Esto es algo que a menudo hemos olvidado.

Nada me obliga a estar aquí, delante de mi ordenador cada noche, para dar testimonio a veces de algo y muchas veces de nada.

Supongo que quien nace con libertad no la siente ni comprende su significado. Como la salud, es algo que sólo se valora al perderla.

Nada me obliga realmente a ir a trabajar cada día a mi querida y pequeña Agencia Comarcal de la Seguridad Social de Barbastro que, si llego antes que mis compañeros, abro como quien abre una frutería, todos tenemos llave del candado.

Me siento tan afortunado que me da miedo formularlo, y no sólo acabo de hacerlo sino que, por si faltara poco, lo he escrito. Mi hijo y sus amigos están a punto de aterrizar en el aeropuerto. Mi hija no sé lo que está haciendo en Noruega. Mi compañera (me cuesta mucho decir "mi mujer", básicamente porque no es de nadie salvo de sí misma) ha dejado de trabajar y se ha ido a dormir -ella es una alondra, yo un búho.

El planeta gira sin que la fuerza de la gravedad nos permita darnos cuenta de ello. Yo escribo, como siempre, dale que te pego, palabra tras palabra como si el mundo entero me lo pidiera: ¡Jesús Miramón, escribe cada día porque lo necesitamos como el aire que respiramos! ¡Jesús Miramón, escribe, cabrón! (La rima siempre es un arma ganadora).

Somos más libres de lo que imaginamos. Sólo debemos estar dispuestos a pagar el precio.

Mi hijo vuela sobre las nubes. Su madre y su hermana duermen bajo ellas. Yo escribo.

3 comentarios:

Elvira dijo...

En parte creo que sí, que somos más libres de lo que imaginamos, que a veces solo son nuestras creencias las que nos atan. Pero hay otras circunstancias que sí coartan nuestra libertad. Aparte de temas muy evidentes como la guerra o estar en prisión, en la vida "normal" hay 2 cosas que nos frenan mucho: la falta del dinero más básico para cubrir necesidades muy primordiales, y la falta de salud, propia o de alguien muy cercano.

Un beso.

Jesús Miramón dijo...

Entiendo lo que dices, querida Elvira, pero también ser puede un pobre libre o un enfermo libre. No de su pobreza o su enfermedad, claro, pero sí en otro nivel de conciencia, ese nivel en el que estamos nosotros solos. Recuerdo el maravilloso poema que se recitaba a sí mismo Nelson Mandela durante los veintitantos años que estuvo en prisión:

Invictus

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma invicta.

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años
me encuentra, y me encontrará, sin miedo.

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

William Ernest Henley (1849–1903)

Un beso.

Elvira dijo...

Yo no sé si soy libre por dentro o no. Solo sé que llevo los retos lo mejor que puedo y sé, que intento mantener el ánimo y la esperanza. Lo que es seguro es que no me siento tan heroica, tan sin miedo como lo que expresa ese poema.

Un beso