Aquí no hay helechos. Y me gustan mucho los helechos, la hiedra, los robles, las hayas, la hierba alta y afilada cerca del mar. La tierra roja. El viento salado.
Aquí hay encinas carrascas y romero, tomillo, manzanilla silvestre, zarzamora, enebros de tres metros de altura; aquí hay olivos y almendros huidos de sus campos de concentración, supervivientes en terraplenes y lindes olvidadas; aquí hay higueras junto al hormigón armado del canal, gramíneas de todas las clases, hinojo salvaje con sabor a anís.
Al final del horizonte la cordillera blanca de nieve, engañosamente cerca. Nieve. Existen pocas palabras más hermosas que esa: nieve. Aurora. Copo de nieve. Frío. Helecho. Haya.
domingo, 14 de enero de 2018
De helechos y nieve
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4 comentarios:
eres un ser atlántico, Jesús.
existen personas que no nacieron para las ciudades, ¿verdad?
Atlántico, Arpo, y aún diría más: cantábrico. El otro día, paseando con Maite junto al canal, como todos los fines de semana, le dije: "¿Y su cuando nos jubilemos vendemos el piso de Zaragoza y nos compramos una casita en Asturias, no muy lejos del mar?". Ay... Quién sabe. Un beso.
Yo he vivido la mitad de mi vida en ciudades, pero sobre todo ahora que ya tengo una edad, me gusta mucho más el campo, la naturaleza, la tranquilidad.
Pero fíjate, Beauséant, que aquí vivimos de alquiler y nuestra casa está en Zaragoza, así que cuando nos jubilemos la idea es volver allí, a no ser que hagamos lo que le acabo de contar a Arponauta... Un abrazo.
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