Alguien, al otro lado de mi mesa de trabajo, me dijo a principios del mes pasado que si llovía el diez de mayo llovería hasta el diez de junio. Debió ser un agricultor como lo son gran parte de las personas que atiendo en mi trabajo. Hoy es diez de junio y ha llovido suavemente a pesar de los truenos lejanos.
Los vencejos de alas de guadaña cubiertas de grasa volaban sobre el río. Hace pocas semanas lo hacían sobre rebaños de cebras, sobre jirafas y acacias, sobre grupos de leones durmiendo a la sombra de los arbustos cerca de los restos de su presa más reciente.
Vencejos, aviones comunes, lavanderas, tórtolas turcas, gorriones -mis favoritos entre todos.
El tiempo, como el agua de color chocolate del río Vero, señal inequívoca de tormentas en las montañas más arriba; el tiempo, digo, me acompaña hasta el punto de sentir a veces que yo mismo soy su heraldo, su mensajero, su prueba carnal más evidente.
domingo, 10 de junio de 2018
Su heraldo
Anotado por Jesús Miramón a las 22:34 | Diario , Vida laboral
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2 comentarios:
Lo eres. Lo has sido durante muchos años ya; y no me cabe duda de que tienes que seguir así, de un modo u otro. Para fortuna nuestra.
No había leído este comentario tuyo, F., hasta ahora, para mi sorpresa desde Bergen.
No sé. Bueno, sí sé: me quedaría a vivir aquí.
Respecto a mi diario: sí, también, lo echo mucho de menos. No me extrañaría que, por enésima vez, regresase tras despedirme una vez más. No es bonito pero es lo que es. Ya se verá.
Un abrazo desde Noruega.
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