No he sabido nada de la persona que escribió el comentario que da título a mi entrada anterior, ni siquiera en privado. Continúo sin saber sus motivos ni su identidad. Pero no puedo permitirme perder más tiempo ni pensamientos en algo sobre lo que no tengo ningún poder de actuación, y continúo viviendo mi existencia normal y corriente.
Por la mañana fuimos a dar un paseo junto al canal. Vi un jilguero y un petirrojo, además de las habituales bandadas de gorriones moriscos, una pareja de cuervos, una urraca y las habituales palomas torcaces, cuyo ruidoso aleteo al emprender la huida entre las ramas de las encinas a veces nos asusta.
Los campos de cebada verdeaban como si estuviésemos a principios de primavera, la tierra empapada de la lluvia de los últimos días. Al fondo del paisaje la cordillera de cumbres cubiertas de nieve resplandeciente bajo el sol. Hace años que descubrí que ninguna fotografía les hace justicia -en las imágenes aparece mucho más lejana que en la realidad, pequeña, casi insignificante- pero ante las lentes de los ojos humanos es una imagen cercana cargada de belleza, casi al alcance de la mano.
Hoy hemos comido calçots al horno con salsa romesco y lomo de ciervo. Nunca había comido ciervo salvaje y me ha sorprendido maravillosamente su sabor. Lo he marcado en la sartén dejándolo un poco crudo en el centro, como hago con el buey y la ternera, añadiendo después la sal gruesa y la pimienta negra, y me ha gustado mucho. Mientras mi hijo Carlos y yo masticábamos con placer -Maite cada día es más vegetariana- no he podido evitar pensar que durante miles y miles de años nuestros antepasados comieron esta carne sin antibióticos ni hormonas, carne silvestre cazada por ellos mismos en los bosques. Yo la compré en un supermercado. Ya he descubierto varias páginas de internet donde venden carne de caza, y creo que quiero probar todas las especies antes de que esté prohibido. Jamás he dejado de ser un hombre de cromañón.
sábado, 10 de febrero de 2018
Carne de ciervo
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13 comentarios:
Yo también soy cada día más vegetariana, cada vez digiero peor la carne roja. Aunque tomo con gusto pollo y cerdo ecológico.
Por cierto, has visto el documental Cowspiracy? Me lo han recomendado, pero no lo he visto.
Un beso
Hola!!! soc catalana, saps perfectament k soc... una abraçada...
Una abraçada? A algú que ha destrossat la teva família li dones una abraçada?
I, segons sembla, ets dona i catalana, i dius que sé perfectament qui ets. No sé qui ets. Necessito més dades. De debò de debò,
Si us plau, digues, en públic o en privat, qui ets, si vols, perquè et juro que no tinc ni idea. Ni idea.
No lo he visto, Elvira, pero, como carnívoro hipócrita e interesadamente ignorante, no sé si me gustaría verlo. Sí, lo sé, soy lo peor, pero necesito tiempo para todo (que es precisamente lo que se me agota).
Maite y mi hija Paula allí en Noruega son más o menos vegetarianas, sin aspavientos; mi hijo y yo somos carnívoros sin remordimientos.
Podrían inferirse muchas cosas del ejemplo de mi familia, y sería interesante desde el punto de vista nutricional, pero ahora tengo bastante con saber que alguien a quien no conozco dice que yo sé perfectamente quién es ella, una mujer catalana a cuya familia he destrozado, pero me dice que yo sé perfectamente quién es y me envía, a pesar de semejante crimen, un abrazo.
Hoy soy omnívoro. Mañana quién sabe.
Anònima catalana que hauria de saber qui ets, si us plau, escriu-me, el meu correu és jesusmiramon@gmail.com
Aqui un carnivoro radical.
Yo creo q es puigdemont desde bruselas.
Abrazos!
Aquí otro. Y además eres el único lector que me ha dado una idea racional para el dichoso comentario anónimo. ¡Sí, ECDLC, "ella" sólo puede ser Puchi desde Bruselas! ¡Yo, antinacionalista radical casi tanto como carnívoro, tal vez he contribuido a destruir a su familia! Aunque no pude votar. Eso también. Hace muchos años que dejé de vivir en Cataluña, aunque la quiero y amo su lengua como entonces.
Y, fíjate, ni siquiera en su caso me gustaría destruir familia alguna. Conque tenga los huevos que han tenido quienes están en la cárcel y afronte su responsabilidad ante la justicia, me vale.
En fin, abrazos.
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Y a ti, mi entrañable lectora catalana anónima que me envía abrazos después de que hubiese contribuido a destruir a su familia, y que además está convencida, ignoro el motivo, de que sé quién es, te digo lo siguiente: ya no voy a perder ni un minuto más de mi efímera existencia en tu identidad. Aquí me tienes; aquí, allí y donde quieras. Y ahora sí: adéu.
Hola, Jesús: aunque no escribo casi nunca, te leo. Me siento próxima en tus tribulaciones y también en el disfrute de lo que te rodea y me gusta cómo lo cuentas.
Por mi parte, como cada día menos carne, lo evito cuanto puedo. Y explico por qué. Imagino a las mujeres y hombres del paleolítico con sus ritos sagrados antes y después de la caza. Los imagino conscientes de que se podían jugar la vida y de que iban a quitar una vida, una vida hermosa, salvaje. Imagino su agradecimiento y veneración hacia ese animal que les daba no sólo la supervivencia, sino también el disfrute. Su consciencia de la vida y de la muerte (y tal vez de la orfandad, si era una hembra). Su veneración hacia ese ser y reconocimiento de su alma.
Imagino ese sentido sacro de la vida y nos veo a nosotros, escupiendo sobre todo y sobre todos. Matando sin querer morir, administrando sufrimiento como el que come pipas. En este mundo nuestro se producen alimentos para 12.000 millones de personas, y somos apenas 8.000 millones. Se cría en granjas industriales a seres vivos y sintientes. Nos atiborramos y tiramos su carne con una alegría, con una inconsciencia, con una miseria... que así estamos. Sin ese sentido sacro, agradecido, de nuestros ancestros (agradecidos al sol, a los árboles, a la tierra, al río... no es que hicieran cultos a la naturaleza, es que eran conscientes de sin todos ellos no sobrevivirían), no se aprecia la belleza de cuanto nos rodea.
Por eso y porque siento una infinita compasión por los animales, porque matamos a lo gilipollas, como imbéciles, por eso procuro no comer carne.
Jesús, ¿y si esa "amiga" tuya es una antigua enamorada de juventud o de infancia vuelta a reenamorarse? Parece que juega al ratón y al gato, con una dosis de coqueteo. Como esto parece una novela de misterio, ahí dejo mi hipótesis. O una psicópata.
Perdón, no soy "Anónimo". He escrito lo anterior, pero no ha salido mi nombre. A ver, que no soy la anónima catalana, vaya. Soy Marisa y ya que estoy, gracias, Jesús, por traducir para los no catalanohablantes.
Bueno, seguimos con curiosidad este intriga. Creo que comí ciervo, o reno, o algo parecido cuando fuimos a ver a mi hijo a Helsinki, y nunca más lo he hecho, la verdad.
Un abrazo
Marisa, acabo de darme cuenta de que no contesté a tus comentarios, y si algo me preocupa es, al menos, contestaros.
Vivo en una contradicción permanente, en este tema de la comida como en otros. Comprendo y soy perfectamente capaz de comprender los argumentos de quienes piensan como tú (y como mi hija, y cada vez más como los de mi compañera), pero me gusta tanto comer carne que me puede más el instinto que la razón. Es verdad, yo no puedo acariciar la piel del animal que he cazado ni mojar con su sangre mis rodillas para absorber su fuerza como hacen los cazadores san, llamados por los europeos "bosquimanos". Soy un antropólogo aficionado y sé. Sé. No es lo mismo cazar que añadir al carro de la compra una bandeja de carne envasada al vacío. Pero es que me gusta mucho. Me pasa también con el whisky, sé que no es bueno para la salud pero me da placer.
Sé que tienes razón, incluso en las cifras, incluso en las matemáticas. No sé, tal vez -ojalá- mis chicas (compañera e hija) acaben convenciéndome y consuma menos carne. Ese momento no ha llegado todavía.
Un saludo, y perdona que no te escribiera entonces, hace diez días, pero se me pasó. Si algo me tomo en serio es contestar a todas las personas que me leen y hacen el gesto de dejar un comentario.
Mi cerebro está contigo. Mi estómago -mis instintos más antiguos- todavía no.
Un beso.
José Luis, lo mismo te digo, no leí este comentario. El ciervo y el reno no tienen nada que ver. Poco interés pusiste en saber lo que estabas comiendo, que te conozco.
Un abrazo.
Jesús, gracias y no te preocupes. Te comprendo, igual que tu has comprendido mis sentimientos. No pretendía tampoco convencer a nadie de que cambie sus hábitos alimentarios, aunque ha quedado un poco como un sermón lo que escribí. Bueno, es que ya no sé cómo rebelarme ante este mundo indescriptible.
Un abrazo grandote.
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