jueves, 29 de diciembre de 2016

Metáforas

He pasado algunos días en bucle con pensamientos que todavía no he logrado conseguir expresar (de ningún modo). Es frustrante y angustioso que mi pensamiento pueda viajar delante de mí.

Regresando de Zaragoza a Barbastro la temperatura del termómetro del coche descendía y descendía kilómetro a kilómetro mientras los arbustos y árboles del campo iban convirtiéndose poco a poco en figuras de hielo blanco bajo un cielo sin sol. Escarcha helada: mi felicidad.

Jamás imaginé que a los cincuenta y tres años me sentiría tan inseguro como a los diecisiete o dieciocho. Bueno, seguramente eso es un problema en una persona de mi edad. No sé. Es lo que siento.

Hay algo distinto en cualquier caso: mi fuerza física, mi brutalidad. Peso ciento seis kilos y soy capaz de levantar y destruir casi cualquier cosa. No hago ejercicio, el mérito sólo se debe a mi volumen. En cierta ocasión el mecanismo de la persiana de mi lugar de trabajo se rompió y empezó a descender cada vez más deprisa con clientes dentro y fuera de la oficina. Me levanté de mi silla rápidamente y la levanté hasta darle la vuelta en el tambor y romperla de tal modo que los técnicos que tuvieron que venir a sustituirla no podían creerlo. Mis compañeras siempre se acuerdan de ese momento. Dicen que fue como si de pronto me hubiese convertido en un monstruo. Jamás he usado la violencia contra otra persona pero sé que, en un momento dado, para defender a las personas que amo sería capaz de cometer las barbaridades más atroces. No tengo la menor duda de ello.

A veces pienso que nací en el único umbral histórico que me ha permitido llegar tan lejos. En casi cualquier momento de la evolución de mi especie no hubiese durado un suspiro. Siento más que pienso y eso, en una naturaleza inteligente, no lleva sino a una tan honrosa como temprana desaparición del escenario.

Termina un año y comienza otro nuevo. No el musulmán, no el chino, no el azteca, no el de los millones de planetas habitados por especies con conciencia que flotan en el universo sintiéndose tan solos como nosotros. Termina un año, comienza otro y yo, un hombre de cromañón como cualquiera, decido que semejante estupidez es importante de algún modo. Metáforas. ¿Existirán más allá de nosotros en alguna parte?

11 comentarios:

el chico de la consuelo dijo...

Dichosos aquellos
a los que todavia nos queda
espacio para la perplejidad
o quiza debiera decir perpljiedad.
Feliz año.

Ps. Me ganas por 3 kg
intentare solucionarlo
estas fiestas.

Jesús Miramón dijo...

Feliz año, CDLC, y ánimo con las buenas intenciones para el año que empieza mañana. Después del dato que he dado en el post, imaginaréis cuál, ejem, es uno de los míos, ¿verdad?

andandos dijo...

Feliz año, Jesús y el chico de la consuelo. Hoy solo eso .

Un abrazo

Jesús Miramón dijo...

Feliz año nuevo, José Luis. Un abrazo.

el chico de la consuelo dijo...

También feliz año para ti joseluis

Portarosa dijo...

Feliz año, Jesús. De corazón.

Jesús Miramón dijo...

Feliz año también para ti y los tuyos, Porto. Un abrazo fuerte.

Epolenep dijo...

Feliz año Jesús, he encontrado esto y he pensado en tí...

http://www.openculture.com/2017/01/hear-a-9000-year-old-flute-the-worlds-oldest-playable-instrument-get-played-again.html

Un petó

Jesús Miramón dijo...

Y has dado en la diana. Conoces lo importantes que son estas cosas para mí, este infiltrado hombre de cromañón entre vosotros los sapiens.

Escuchar el sonido de esas flautas de 9000 años de edad me ha conmovido hasta los mismos huesos con los que se fabricaron. Y, como músico amateur (ejem), me ha sorprendido su tonalidad, a medio camino entre lo oriental y lo occidental; bueno, en realidad más cerca de nosotros que de ellos, por decirlo de alguna manera.

Hay muchas, muchísimas preguntas que el sonido de esas flautas resucitan después de tantos siglos. La distancia entre los agujeros de las flautas, la preferencia de unos sonidos y no otros, la conjunción de las notas tan reconocibles, tan contemporáneas a pesar de su textura.

Me conmueven hasta el tuétano y me devuelven a mi territorio natural. Has dado en el clavo, Eponelep. Petó gran :-* Moltes i moltes gráçies.

Epolenep dijo...

Jesús! Me alegra mucho que te hayan emocionado como a mi... y me alegro muchísimo de que seas mi gran pariente cromañón (aunque yo sueño con ser mestiza de neanderthal). Te mando un pequeño poema de estos días (el blog está inactivo, me da pena cerrarlo pero me entristece verlo parado: internet me abruma) que justo habla sobre los objetos del pasado...

Conservaré aquell tros de diari
que trobo al fons d'una maleta.
i la sopera que l'àvia va comprar
pel seu aixovar.
I un llençol brodat i amb punta de coixí
que va fer el besavi el 1890.

Però què insignificants són les coses
que encara no han hagut de sobreviure.
Què insignificants, en el fons,
totes les coses.

Cullera de fusta, got de plata,
escudella de terrissa
i flassada de llana.

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¡gracias a ti, porque no hay nada mejor que estas conexiones!

Jesús Miramón dijo...

Conservaré aquel fragmento de diario
que encontré en el fondo de una maleta,
y la sopera que la yaya compró
para su ajuar.
Y una sábana bordada con puntillas
que encargó el bisabuelo en 1890.

Pero qué insignificantes son las cosas
que todavía no han debido sobrevivir.
Qué insignificantes las cosas, en el fondo,
todas las cosas.

Cuchara de madera, vaso de plata,
cazuela de barro
y manta de lana.

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Un beso enorme.