Donde yo vivo todavía no ha habido una helada de verdad. Algunas mañanas los charcos del canal por donde suelo ir a pasear sí se habían convertido en hielo, pero sólo en las zonas de sombra. Si hubieran abierto las compuertas dejando correr el agua estoy seguro de que ni eso hubiera sucedido.
Este invierno está siendo un desastre para la naturaleza que conocíamos: los campos de cebada tienen el verdor de la primavera y la procesionaria campa a sus anchas por todas partes. Los almendros han florecido antes de tiempo. Los agricultores que atiendo en el trabajo están asustados. Para ellos el invierno siempre había sido un instrumento de limpieza, un reinicio natural que eliminaba insectos y larvas dañinas para sus cultivos, pero esta vez no está haciendo el frío suficiente. Quienes dudan de la realidad del cambio climático deberían hablar con los trabajadores del campo. Ellos saben lo que está pasando.
Mi daño es mucho más modesto: amo el frío. La lluvia. La niebla. La escarcha. Las heladas que convertían el paisaje en un lugar puro y silencioso.
viernes, 29 de enero de 2016
Nostalgia del frío
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2 comentarios:
Cuánto tiempo sin visitarte.
Yo he pensado hasta mudarme a un invierno y ya luego volver con el frío pasado.
La falta de heladas me cambia el carácter.
Y el campo aún va a dolerse de este clima.
Veremos el verano.
¡Y yo que me alegro tanto de verte por aquí!
Yo este invierno me siento como un oso polar en el desierto. Es terrible.
Un beso, Aroa (y felicidades por los dos nacimientos).
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